lunes, 31 de agosto de 2009

Homilía: "Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna"

En la película Corazón valiente, William Wallace, después de varias vicisitudes, empieza a reunir gente y tratar de liberar al pueblo escocés, que estaba, después de la muerte del último rey de Escocia, bajo el imperio británico de Eduardo I, más conocido como longshanks. Como saben el pueblo era maltratado, oprimido pero de a poco comienza a generarse una gesta para liberarse. Empiezan a querer tomar en sus propias manos aquello que le correspondía. Sin embargo, después de que vencen al ejército del norte, llega esta famosa batalla en Falkirk, donde Wallace intenta unir a todos, en especial a los nobles, para poder lograr aquella libertad, aquella independencia que ellos querían. Comienza la batalla, y en medio de esa feroz batalla, los nobles junto con la gente que había llevado, empiezan a irse y los a dejan solos. Y cuando ya la derrota es inminente, frente al ejército que se iba despedazando, William Wallace va hacia donde estaba el rey Nunca va a llegar, ya que antes empieza a pelear con una persona. Y cuando lo esta por matar ve que es Robert Bruce, aquel a quien él le había pedido que una a los nobles, aquel en donde él había depositado la esperanza para que puedan pelear unidos contra Inglaterra. Y lo que uno esperaría, que es ver la bronca en el rostro de Wallace después de lo que pasó, pasa a ser una decepción y una tristeza muy grande por lo que siente en el corazón. Uno ve en ese rostro, en esos ojos, la tristeza de quien se siente decepcionado, de quien no entiende lo que esta pasando. De quien no entiende lo que el otro ha hecho, lo que el otro eligió, por qué el otro no vive, no vibra con lo que uno esta viviendo en ese momento en el corazón. Es más, no lo mata lo deja con vida.
Y podríamos pensar en nuestras vidas, cuántas veces frente a elecciones que hemos hecho, frente a momentos difíciles o encrucijadas de la vida, nos hemos sentido también tristes porque no hemos encontrado respuestas en los demás. No la bronca y el enojo de lo que el otro hizo, sino la tristeza de que muchas veces hay cosas que no podemos compartir, cosas que el otro no entiende, cosas que el otro no comprende. Como si el otro no pudiera mirar y ver dentro de nuestro corazón. Y es mucho más profundo que la bronca, porque cuando a uno le agarra bronca, de última se rompe la mano contra la pared, aunque sea una fiaca. Sin embargo la tristeza deja como un gusto feo en el corazón. Deja una desazón muy profunda. Porque uno no encontró la respuesta de aquello que esperaba. En el fondo porque uno se siente desilusionado, se siente como impotente, no tengo ni como pelearme frente a esto. Y eso parte de algo muy bueno en general, que es que yo ya elegí. Más allá de que después me venga la tristeza de lo que el otro hace o elige, parto de la noción de que yo ya se que es lo que quiero, que ya encontré en mi corazón qué es lo que buscaba. Lamentablemente, a veces del otro lado no encuentro respuesta, pero si yo se cuál es mi camino, y se que es lo que quiero vivir, se lo que quiero elegir. Y esto continuamente se nos pide en la vida, que nos animemos a elegir y a tomar opciones que broten de lo profundo del corazón. Opciones que broten de lo que he vivido, y que me proyecten hacia adelante.
Esto es lo que sucede en la primera lectura que acabamos de escuchar. El pueblo conoció a este Dios, llega a la tierra prometida y Josué le dice al pueblo: “ahora tienen que elegir, ¿quieren servir al Señor, o no? No hay nadie que va a elegir por ustedes, son ustedes los que tienen que decidir en el corazón si quieren servir a este Dios. “Nosotros lo vamos a hacer, ahora les toca a ustedes”. Y el pueblo, que conoció y descubrió a lo largo del desierto a este Dios que lo liberó de la esclavitud, a este Dios que lo protegió, a este Dios los trajo a esta tierra, va a elegir. Es curioso porque el camino en el desierto es un problema para Israel. Pero ahora escuchamos después del camino que el pueblo dice este Dios que nos liberó, este Dios que nos protegió, este Dios que nos trajo hasta acá, es nuestro Dios. Sin embargo durante todo el desierto tuvieron que pelearse contra ese Dios, tuvieron que encontrar los caminos, tuvieron que ir hacia adelante, volver a intentarlo, Dios los tuvo que ir corrigiendo, Moisés les tuvo que ir mostrando el camino, pero a la larga, ven el camino recorrido y se alegran por esa opción y la vuelven a tomar.
Podríamos decir que de la misma manera que Josué les dice ahora ustedes tienen elegir, Jesús les dice a sus discípulos, “¿ustedes también quieren irse?”. Y llega el momento de la elección. Después de todo ese camino los discípulos tienen que elegir si se quieren quedar con Jesús o no, si quieren seguirlo. Y seguirlo con todo lo que eso implica, Y implica lo que venimos hablando las últimas semanas: no entienden nada, no saben donde están parados. Han ido conociendo a este Dios, han ido haciendo camino, pero no saben ni hacia dónde van a ir. Y Pedro le contesta, “Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” No le contesta qué haremos. Podrían haber hecho muchas cosas los discípulos. Podrían haber vuelto a pescar, podrían haber vuelto con sus familias que habían dejado atrás, podrían haber hecho un montón de cosas. Pero lo que cambió el corazón de los discípulos es una persona. ¡¡Es Jesús!! Y aunque no entienden qué es lo que Jesús esta haciendo en ese momento, encuentran que esa persona es la que cambió su corazón. Y por eso le dicen, mira no tenemos otro a quién ir. Han descubierto alguien que los amó, que los quiso de una manera especial, y por eso ellos se arriesgan a seguir a esa persona que les cambió el corazón.
Esto es lo que se nos pregunta y se nos va a preguntar a nosotros muchas veces a lo largo de la vid: ¿ustedes también quieren irise? Porque muchas veces a lo largo de la vida el lenguaje va a ser duro. Que duro este lenguaje, dicen los discípulos. Qué difícil que es seguir a Dios de esta manera.
En los evangelios siempre la dificultad se va a dar cuando sucedan dos cosas, en general. Una cuando Jesús hable de la cruz. Cuando Jesús diga, “Yo tengo que morir, dar la vida”, como leímos hace poco en Marcos. “No”, van a decir. “Vos no vas a hacer eso”, le va a decir Pedro. Cuando Jesús este por dar la vida, Pedro va a hacer lo mismo, “no yo no lo conozco”. La otra cuando Jesús habla de la Eucaristía como escuchamos acá, la otra entrega que Jesús hace. También acá: “este lenguaje es muy duro”. Cuando vienen los momentos donde uno tiene que entregarse más, cuando vienen los momentos donde uno tiene que darse más desde lo profundo del corazón, ahí viene las preguntas: ¿Qué es lo que queremos hacer? ¿Qué es lo que queremos dar? ¿De qué manera queremos seguir a Jesús? Mientras comieron panes, peces, mientras fue una fiesta para ellos, todos estaban contentos con seguir a Jesús. Mientras vivimos esa alegría en el corazón que Jesús nos transforma, nos va cambiando, nos trae consuelo, nos trae paz, es más fácil seguir a Jesús y ojala sea la mayor parte, el 90% de la vida nuestra. La de ustedes los más chicos y jóvenes. Peor no siempre va a ser así. Y muchas veces vamos a encontrar que el lenguaje de Jesús es duro para nosotros. O porque no lo entendemos, o porque no comprendemos por qué actúa de esa manera. Porque sentimos que no nos escuchó, porque sentimos que no hizo lo que queríamos, porque sentimos que en este momento de la vida es difícil. “No, ahora tengo un montón de cosas”. “Bueno, cuando yo crezca, cuando este más tranquilo, cuando las cosas cambien, ahí estaré”. Ese es el momento cuando Jesús nos pregunta ¿A dónde queremos ir? ¿Qué es lo que queremos hacer?”. Ahora, para poder responder en ese momento, para no alejarnos a la primera de cambio, tenemos que caminar con Jesús, y tenemos que ir abriendo el corazón antes. Eso es lo que hicieron los discípulos, fueron caminando con Jesús. Fueron descubriendo quién era Jesús. Para que cuando llegara el momento de crisis, cuando llegara el momento en donde no era tan fácil, lo reconocieran y supieran qué era lo que querían elegir en el corazón. Perdón, a quien querían elegir. Por eso se quedaron, porque sabían quien era Jesús. O más o menos sabían quien era Jesús, pero sabían que lo querían elegir.
Bueno, esa es la pregunta que se nos va a hacer a nosotros. En los momentos difíciles, en los momentos de crisis, animarnos a elegir a ese Dios que nos ama, animarnos a elegir a ese Dios que nos invita a vivir de una manera diferente. Vivir en el servicio, en la comprensión, en el amor como dice Pablo en la segunda lectura. Este es el camino de descubrir a quién quiero seguir. Y de qué manera quiero seguirlo.
Abramos entonces en este tiempo el corazón a Jesús, dejémonos inundar en el corazón por ese Dios que nos ama, por ese Dios que nos quiere, por ese Dios que nos habla, que nos alimenta, que nos acompaña; para que también nosotros, cuando llegue el momento, como Pedro, podramos decirle: “¿Señor a quién iremos? Tú tienes palabra de vida eterna”.
(Domingo XXI durante el año, lecturas: Jos 24, 1-2a.15-17.18b; Sl 33; Ef 5,21-32; Jn 6, 64b.69b)

viernes, 28 de agosto de 2009

Homilía: "Traten de saber cuál es la voluntad de Dios"

Mel Gibson hace de Nick Marshall, que es un creativo de publicidad, en una comedia que se llama “Lo que ellas quieren”. En un momento se hace un hueco en la empresa, y él espera que lo asciendan a ese lugar. Sin embargo no lo nombran a él sino que traen a una mujer Darcy McGuire, protagonizada por Helen Hunt. Nick se enoja, patalea, habla con el dueño, no hay nada que lo haga entrar en razones y se va a su casa enojado. En la casa empieza a tomar algo de vino, escuchando a Alanis Morissette y comienza a probar todas esas cosas que utilizan las mujeres para depilarse, maquillarse y demás; y en un momento al utilizar queda electrocutado. Así permanece dormido hasta al otro día, y al despertar en su casa con su hija adolescente, el estaba divorciado, empieza a descubrir que puede escuchar lo que las mujeres piensan. Serio problema ¿no? Y empieza a saber qué es lo que ellas piensan, qué es lo que ellas quieren y a partir de ahí empieza a crecer. No sólo en la relación con las mujeres, obviamente, como toda comedia, sino que también comienza a crecer en su trabajo porque se da cuenta lo que ellas piensan, lo que ellas quieren, también lo que van descubriendo y necesitando.
Y pensaba como también nosotros muchas veces quisiéramos también meternos en la cabeza del otro u otra. En primer lugar cuando no lo podemos entender, cuando no lo podemos comprender, cuando no entendemos hacia donde va, qué es lo que elige, qué es lo que quiere, qué es lo que busca. Y quisiéramos saber en general con muy buenas intenciones, cómo lo puedo ayudar, cómo puedo estar cerca de la otra persona, cómo puedo hacer para que la otra persona no sufra tanto o para compartir lo que esta viviendo, y que yo no entiendo. Sin embargo, obviamente, esto no es una película y no podemos entrar en la cabeza del otro. Y la primera pregunta que podríamos hacernos es, ¿eso es necesario? ¿Es necesario entrar en la cabeza del otro para poder saber qué es lo que el otro quiere? En ellas o en ellos sean quienes sean, ¿necesito tener ese don? O es que en primer lugar tendríamos que crecer en el diálogo. Y que ese diálogo nos lleve a tener una confianza para que nos animemos a abrir el corazón y compartir lo que nos esta pasando. Si es que tenemos algo para compartir, si es q hemos descubierto que es lo que queremos. O tal vez lo que tenemos que hacer, lo que nos toque, es acompañar al otro en el camino, en el proceso que esta haciendo, en lo que esta viviendo, en lo que le esta pasando. Aún en aquellas cosas que quisiéramos evitarle al otro. Esos momentos duros, difíciles, pero que obviamente no podemos evitar.
Y en segundo lugar nos podríamos preguntar si nosotros o el otro sabe qué es lo que quiere. Porque es muy difícil poder compartir con el otro, o que el otro se me abra a mi, si no sabemos que es lo que queremos. Lo cual nos pasa muchas veces, en distintos momentos de la vida. No es privativo de el que esta eligiendo una carrera, sino que en distintos momentos, es como que nuestra vida, cíclicamente, va entrando en un preguntarse qué es lo que quiero, qué es lo que busco. Y creo que es en ese momento cuando en especial quisiéramos saber qué es lo que Dios quiere de nosotros.
Pablo le dice a su comunidad: “traten de saber cuál es la voluntad de Dios”. Y a veces nos pareciera que es muy difícil saber que es lo que Dios quiere para mi. Casi como si Dios jugase por nosotros. Yo quiero ser médico... No, no, vos tenés que ser deportista, o vos tenés que ser cura. Como si Dios buscara algo distinto de lo que uno quiere. Como si Dios casi peleara con nosotros mandándonos a hacer aquello que no nos gusta. En una carrera o en algo más simple. Además pareciera que la voluntad de Dios o tiene que caer como un ladrillo que me pegue en la cabeza y me despierte de golpe o me tiene que caer la ficha para poder descubrirla. Cuando en realidad lo primero que tengo que preguntarme es si yo quiero descubrir en mi corazón qué es lo que quiero. Porque en primer lugar Dios quiere que miremos nosotros que es lo que queremos. Y esto no porque dejemos a Dios afuera, sino porque Dios actúa en lo profundo de nuestro interior, en lo profundo de nuestros corazones. Y es Él el que nos va ayudando a descubrir, si nos animamos a mirar en el corazón, qué es lo que necesitamos, qué es lo que queremos, qué es lo que buscamos, hacia dónde tenemos que caminar. Sin embargo esto nos cuesta, y nos cuesta a todos, en diferentes momentos, de distintas maneras. Nos cuesta a todos ir arrimando hacia donde queremos ir. Nos cuesta ir mirando en la vida qué es lo que necesitamos y queremos. Sin embargo el único camino es el animarse a mirar en el corazón. Desde lo más importante hasta lo más pequeño. “No sean irresponsables”, les dice Pablo, porque todos nos damos cuenta cuando hacemos las cosas bien o mal. Puede ser que alguna pegue en el palo, y nos preguntamos esto estará bien o estará mal. Pero en general es que no nos queremos es cuchar nuestro corazón. Ahora, si queremos ir creciendo, si queremos que nos traten como personas maduras, tenemos que animarnos de a poquito a ir haciéndonos cargo de aquello que vivimos y de aquello que vamos eligiendo, que es a lo que Dios nos invita. Y para eso hay que profundizar. Para eso hay que crecer. No es lo mismo una persona de 10, de 20, de 30 o de 40 aunque a veces lo intentemos hacer igual. Para eso tenemos que irnos animando a recorrer y vivir la edad que tenemos. Como alguna vez les dije, por más cirugía estética que uno se haga, por más de que uno se saque los anteojos como me los saque yo ahora operándome o lo que fuera, uno tiene la edad que tiene. Y tiene que ir haciéndose cargo de la edad que tiene, ir eligiendo desde la edad que tiene, sólo así podemos ir madurando. No es como tanguito, que podemos andar toda la vida con una guitarra dando vueltas, aunque sea muy lindo en algún momento de la vida. Tenemos que ir creciendo según lo que nos va tocando en cada momento. Y esto tenemos que lograrlo en nuestra vida de todos los días y también en nuestra relación con Jesús.
Fíjense, esto es lo que pasa en este discurso que esta terminando Jesús del pan de vida. Ustedes se acuerdan que comenzó con al multiplicación de los panes y los peces. Y luego Jesús en su predicación empieza a criticar a la multitud cuando les dice “ustedes vinieron solamente porque comieron pan hasta saciarse”. Pero busquen algo más. El domingo pasado decíamos: animémonos a descubrir cuáles son esos verdaderos deseos que tenemos en el corazón. Esto es lo que les pide Jesús. Él les dice: “Yo soy el verdadero pan de vida”, anímense a alimentarse de aquello que les da verdadera vida. Anímense a buscar aquello que verdaderamente les puede llenar el corazón.
Es curioso, hoy me detuve a contar cuantas veces aparece la palabra vida en este texto cortito que acabamos de leer, y, o Juan sabía muy poco griego y repetía las palabras, o nos quiere remarcar algo porque dice 8 veces vida. Podríamos contar desde que comenzó este discurso hasta ahora cuantas veces aparece la palabra vida, que seguro son muchas más. Bueno, cuando Pablo dice: "busquen saber cuál es la voluntad de Dios”, la voluntad de Dios es que tengamos vida. Eso es lo que busca, eso es lo que quiere, y eso es lo que tenemos que mirar en el corazón. Y en la medida que nuestra vida va creciendo, se va desarrollando, la vamos pudiendo vivir alegremente, vamos siendo felices, eso es lo que Dios quiere para nosotros. No hay tanto misterio. Dios quiere personas que sean felices, que disfruten de la vida, que la vivan. Pero para eso hay que crecer, para eso hay que profundizar. Una de las frases que a veces uno escucha más es “yo lo que quiero ahora es mejorar mi calidad de vida”. La pregunta es, qué es mejorar la calidad de vida. Es solamente tener un mejor departamento, una mejor casa, un mejor auto, poder comprarme más cosas, poder viajar más... Que es buenísimo, es muy lindo para todos, pero eso es lo que sacia el corazón. Eso es por lo que tengo que pelear y desgastarme. No hay nada más. O hay cosas mucho más profundas para mejorar la calidad de vida. Aún a veces sin tener las otras, porque por alguna razón no podemos acceder.
Esto es lo que les esta pidiendo Jesús, no se queden solamente con el pan, anímense a profundizar, anímense a buscar, en este caso, ese verdadero pan de vida que es Jesús. Esos verdaderos panes de vida que tenemos en nuestra vida. Sus maridos, esposas, hijos, nuestros amigos, la gente que nos acompaña, aquello que le da un verdadero sentido al corazón, aquello que nos da verdaderas ganas de vivir. Esto es lo que les dice Jesús. Sin embargo les cuesta, no lo entienden, porque no ven más allá de la fachada. Se quieren quedar con aquello que primero les dio, los panes y los peces. Y a nosotros nos cuesta porque hay cosas como que tiran, desde el consumismo, hasta un montón de cosas superficiales que nos tiran hacia abajo. Pero vamos descubriendo que no terminan de saciarnos. Y ahí tenemos que animarnos a dar un paso, a trascender eso. Pero eso hay que lucharlo, hay que pelearlo. Todos tenemos esa tentación muchas veces en el corazón de quedarnos en lo superficial.
Hoy Jesús les dice que tienen que comer su carne y beber su sangre. Y no sólo los judíos, sino todo el que estuviera ahí en frente de Él escuchándolo no entiende nada. En primer lugar la antropofagia esta mal vista y con razón. ¿Cómo vamos a comer tu carne? Le dicen los judíos. En segundo lugar, beber la sangre. Como ustedes saben hasta el día de hoy los judíos desangran los animales para poder comerlos, porque para ellos la vida estaba en la sangre. Si uno desangraba a un animal o a una persona, esta se moría. Entonces la vida corría por ahí, la sangre era sagrada y no se podía tocar. Y es por eso que no entienden lo que Jesús les esta diciendo. Pero Jesús va más allá de comer y beber ese cuerpo y esa sangre, que es lo que nosotros hacemos en cada misa. Es animarse a descubrir que hay un Dios que nos quiere transmitir vida, que como les dije antes, no quiere que vayamos tirando, sino que quiere que podamos disfrutar de aquello que nos da. Y por eso nos invita a alimentarnos. Y alimentarnos es animarnos a descubrir que necesitamos algo más que lo que somos nosotros. Desde el mismo alimento, no nos bastamos a nosotros mismos, no nos generamos nuestro propio alimento, tenemos que comer algo que esta afuera. Ahora, también tenemos que alimentarnos de cosas de afuera que nos dan mucha vida. Y que nos ayudan a ser felices. Eso es lo que nos dice Jesús. Aliméntense de todo aquello que llene el corazón. Es curioso porque Jesús nos invita a alimentarnos de dos cosas. Una la tenemos a veces más en cuenta que la otra pero las dos son necesarias en el camino de la fe. La primera es lo que va a hacerse presente en esta mesa, el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre. Y nos invita a descubrir qué lugar le damos en nuestra vida a esta eucaristía. Pero la segunda es la comunidad. Pablo va a repetir innumerables veces que la comunidad es Cuerpo de Cristo, que nosotros somos Cuerpo de Cristo. Y no se puede elegir una. “Bueno, a mi me gusta la comunidad, me olvido de la Eucaristía”. “Bueno a mi me gusta la eucaristía, no se quien esta sentado al lado mío”, aunque a veces puede pasar obviamente en una Iglesia tan grande. A lo que voy es, no me preocupo por el otro. Los dos caminos son sin salida, los dos me dejan caminando en una pata. Y es por eso que nos invita a descubrir cómo irnos alimentarnos de aquello que nos da verdadera vida. Descubrir como la eucaristía nos alimenta, descubrir como la comunidad nos alimenta. En la fe tengo que crecer con los demás. Por eso Pablo le habla a una comunidad, por eso Jesús le habla a una comunidad. Esto es lo que nos invita a vivir, esto es lo que nos invita a descubrir en este tiempo.
Miremos entonces adentro de nuestro corazón cuáles son nuestros verdaderos deseos, qué es lo que estamos necesitando, cuál es el alimento más necesario hoy para nosotros, aquel que buscamos, aquel que hoy no estamos encontrando o aquel en el cual hoy Jesús nos invita a poner más la mirada. Y pidámosle hoy a Jesús que nos ayude a descubrirlo, que nos ayude a crecer en ese camino, que nos ayude a poder disfrutar y gozar de aquello que nos da verdadera vida.
(Domingo XX durante el año, lecturas: Prov 9,1-6; Sl 33,2-3. 10-15; Ef 5,15-20; Jn 6,51-59)

miércoles, 12 de agosto de 2009

Homilía: "Creer en el pan de vida"

Hay una canción, de Baglietto que dice así:
“La vida es una moneda,
quien la rebusca la tiene,
ojo que hablo de monedas
y no de gruesos billetes.
Mi vida es una hoja en blanco,
un piano desafinado,
diez dedos largos y flacos,
y un manojo de palabras.
Solo se trata de vivir,
esa es la historia,
con la sonrisa en el ojal,
con la idiotez
y la cordura
de todos los días,
a lo mejor resulta bien.”
Y pensaba como todos justamente lo que tratamos es de vivir, de ir creciendo, de ir madurando, de irnos desarrollando a lo largo de la vida. Y para eso tenemos justamente que ir descubriendo que la vida se nos va abriendo paso a partir de lo que vamos eligiendo y decidiendo en el corazón. Es verdad que no todo es tan puro, tan limpio, tan simple. Tenemos un montón de condicionamientos: nacemos en una determinada familia, con ciertas condiciones, en una determinada sociedad...; pero somos nosotros en la medida que vamos creciendo los que, como muchas veces decimos, nos tenemos que ir haciendo cargo de nuestra propia vida, es decir, ir eligiendo. Tenemos que animarnos a escribir nuestra propia historia. Y de esa manera somos nosotros los que tenemos que ir escribiendo en esa hoja en blanco. Esa historia no esta escrita, sino que tenemos que ir desde el corazón discerniendo de qué manera queremos caminar. Por que justamente Dios nos regala la libertad para eso. Dios nos hace libres para que podamos elegir y caminar, para que podamos ir buscando de qué manera queremos crecer y cuales son aquellas cosas que nos van moviendo desde el corazón en la vida, aquello que todos queremos, aquello que todos buscamos.
La mayoría de las decisiones que tomamos son porque descubrimos que nos dan vida, porque descubrimos que nos hacen crecer o por lo menos eso es lo que creemos. Es más, cuando por alguna razón alguno de nosotros va perdiendo esas ganas de vivir, o no le encuentra sentido a la vida, es lo que sorprende. Cuando alguien le dice a uno “yo no tengo más ganas de vivir” es como que impacta en nosotros, porque lo más natural es el deseo de vida, es esas ganas de seguir adelante, de lucharla, de pelearla.
Y pensaba en un escritor muy conocido, Dostoievsky, supongo que varios de ustedes lo conocen, que en un momento de su vida lo atrapan, lo iban a fusilar, lo tienen con los ojos vendados frente al frontón de fusilamiento, y le perdonan la vida. Le dicen, “hoy no vas a morir”. Y tiempo después él escribe diciendo que si le daban a elegir, estar atado sobre una montaña, encima de una roca, en la que solo puede apoyar sus dos pies y no tiene más espacio que para eso, en tinieblas, con el rugido del mar alrededor, rodeado de precipicios, con el viento soplando, en una soledad infinita, durante mil años, él elegirá siempre eso antes que morir. Y más allá de esa situación extrema en la que nos habla de que sigue eligiendo la vida; creo que todos en diferentes momentos nos vamos aferrando a aquello que nos da vida. Nos vamos aferrando a aquello que necesitamos para existir y subsistir. Desde aquello más necesario, si es que no lo tenemos, a cosas más profundas si es que esas cosas básicas las tenemos. O podríamos preguntarnos: si tenemos las cosas básicas, ¿nos animarnos a descubrir elegir cuáles son esas cosas más profundas que nos ayudan a crecer?
A veces cuando vemos muchas cosas que suceden, gente que no tiene para comer, personas que empiezan a buscar subsistir robando, o haciendo lo que fuera. Personas que hacen lo posible por llevar esas cosas básicas a su casa, a su familia, es muy fácil juzgar desde nuestro lugar. Pero cuando uno no tiene lo básico, uno empieza a buscarlo, y hace lo que puede. Y pensaba en esto desde un ejemplo muy concreto. En estos días ha vuelto tanto a resurgir todo lo que tiene que ver con aquellos que sobrevivieron en los Andes, después de más de treinta años, con este último libro que sacaron “La sociedad de la nieve”. Y como todos se preguntan como pudieron vivir, sobrevivir; qué cosas hicieron. Sin embargo a veces se los ha cuestionado por algunas decisiones drásticas que tomaron sobre todo al principio. Bueno, cuando uno esta en situaciones extremas busca aquello que le garantice la vida, aquello que lo haga subsistir, sobrevivir en aquella situación. Después, a la larga, lo importante será que uno pueda sacar provecho. Ver que enseñanza me dejó, que aprendí, y que pueda valorar aquello central en mi vida.
Pero muchas veces cuando las cosas de todos los días las tenemos, cuando no nos falta nada, nos vamos perdiendo; peleamos o discutimos por cosas que son mínimas, cosas que no tienen sentido, y desgastamos nuestras fuerzas en eso.
Como decíamos el domingo pasado, Jesús nos dice, miren: “Yo soy el pan de vida”. Jesús les invita a que profundicen, que no se queden con aquello primero que vieron en Jesús. Jesús multiplicó los panes, les dio de comer, sació lo primero que necesitaban, y ahora les pide que den un paso más. Y hoy nos dice sigan profundizando en eso que descubrieron, anímense a descubrir quién soy. A Jesús lo siguen por lo que les da, por lo panes, por los peces, porque cubrió sus necesidades básicas en un determinado momento. Pero ¿hay que seguir a Jesús porque cubre nuestras necesidades básicas? Esta para eso nada más. O queremos seguir a Jesús por aquello que significa para nosotros. ¿Queremos seguir a Jesús por lo que Jesús nos da? o ¿queremos seguir a Jesús por Jesús mismo, por quién es Jesús? Y eso es lo que quiere que vayamos aprendiendo a lo largo de toda la vida.
Podríamos pensar en cualquier vínculo, desde cuando uno se pone de novio. Uno empieza a salir, después de un tiempo, no se cuanto tiempo ustedes dicen que tiene que pasar ahora, se ponen de novios, y uno descubre que esta enamorado. Ahora eso va a pasar. En un momento me enamoré del otro u otra, pero tengo que aprender a elegir al otro, y eso es el amor. Cuando pasa esa primera etapa, importante pero no única, y después de que lo voy conociendo más al otro, con las cosas buenas, con las cosas malas, con lo que me gusta, con lo que no me gusta, y aprendo a decir que esa es la persona que yo quiero, esta es la persona que yo elijo.
Lo mismo en el matrimonio, cuando mucho más hay que profundizar esto. Lo mismo en cualquier vínculo. No me puedo quedar con lo primero. O solamente con lo que el otro me da. Sino justamente con lo que el otro significa para mi. Y esto es lo que nos pide Jesús. Aprendan a trascender, pasen aquello primero que descubrieron, descubran en lo profundo que es lo que realmente les da vida.
Es verdad que muchas veces tendemos a querer bajar los brazos, por ejemplo, es lo que le pasa a Elías en la primera lectura. Fue, dejó todo, lo sigue a Dios, predica, anuncia y lo quieren matar. Se va, se enoja y dice, yo no quiero vivir más. Sin embargo descubre cómo que hay alguien que le habla al corazón y le dice: intentalo de nuevo, seguí, comé, alimentate, todavía no terminó tu camino. Bueno, a nosotros también la vida muchas veces nos golpea. Las cosas no son como queremos, deseamos. Descubrimos que no pudimos hacer lo que esperábamos. A duras penas llegamos mas o menos, siendo más grandes o más chicos, a, no se, un 10, 20, 30% de lo que queríamos pero, ¿vamos entonces a bajar los brazos? O vamos a animarnos a descubrir de qué manera podemos seguir caminando hoy. Mirar qué es lo que verdaderamente nos da vida hoy. Eso es lo que les pide Jesús. Eso es lo que nos pide hoy Jesús a nosotros. ¿Cuál es aquel pan de vida que llena nuestros corazones? Y nos pide una sola cosa para eso: “crean”. Crean en aquel que puede dar vida.
Jesús nos promete una vida para siempre y nos pide poner nuestra fe en eso. Y la fe es, traduciendo el hebreo, cuando uno siente que está apoyado firmemente, que sabe donde tiene sus pies, que siente que hay una roca firme. Es decir, animarse a decentarse, es animarse a confiar en los demás. Lo que muchas veces hacemos en nuestra vida, animarnos a hacerlo también con Dios. Dejar de controlar las cosas, decir Dios confío en Vos, confío en que querés la vida para mi. Confío que me vas a ir mostrando el camino, para que descubra aún en los momentos difíciles qué es lo que me da vida. Para que descubra cómo puedo ir creciendo, cómo puedo ir caminando.
Pidámosle entonces hoy a Jesús que podamos descubrir aquello que nos da verdadera vida. Que podamos poner nuestra fe y nuestra confianza en los demás y en este Dios que nos ayuda a seguir adelante como a Elías. Y pidámosle a Jesús, que acompañó a los discípulos, a los apóstoles, que les enseño a escuchar, a profundizar; que nos ayude también a nosotros a mirar en el corazón, a profundizar en nuestro corazón, y a descubrir aquello que nos da verdadera vida
(Domingo XIX durante el año, lecturas: 1Re 19,1-8; Sl 33,2-9; Ef 4,30-5,2; Jn 6,41-51)

martes, 11 de agosto de 2009

Homilía: "Yo soy el Pan de vida"

Alex Hitcher es el protagonista de la película “Hitch”. Su trabajo es ayudar a los hombres a enamorar a las mujeres. Un día llega se acerca a él Albert, un tímido contador, para que le ayude a acercarse a Alegra Cole, la multimillonaria dueña de la empresa en que trabaja. Todo va muy bien hasta que Hitch, su apodo en la película, conoce a Sara Melas y también él empieza a experimentar lo que es irse enamorando. Y como siempre, todo se empieza a complicar para ambos hombres. Es en ese momento cuando Albert se acerca al departamento de Hitch con una gran pizza en su mano. Hitch le pregunta: “que haces con eso”. Y Albert le contesta: “si me muero de colesterol seguramente no me duela tanto el corazón... quiero que lo arregles”. “Ya no tengo nada más”, dice Hitch.
Albert le súplica “No esperaba sentirme así, me estoy volviendo loco”. “Ya la olvidarás date tiempo”, Hitch.
Albert continua: “Ahí está,... no quiero olvidarla,.. prefiero sentirme así”. Y Hitch le dice: “No es así, no digas eso, puedes cambiar y adaptarte, puedes llegar a conseguir no sentirte así nunca más.”.
Y Ahí Albert comprende “No lo entiendes verdad. Digo, lo vendes muy bien, pero no crees en tu propio producto”. “El amor es mi vida”, exclama Hitch. Pero Albert Le contesta: “No, el amor es tu trabajo”.
Hitch se enoja y le dice: “¡Oye! Si quieres saltar de un avión sin paracaídas hazlo pero perdoname si no te sigo”.
A lo que Albert contesta: “Para vos no tiene nada que ver con el amor. Y pensar que hasta ahora creí que yo era el cobarde”.
Así vemos como algo que parecía lo más importante en la vida de Hitch, aquello que sabía descubrir y enseñar a los demás, se va desvaneciendo, perdiendo. El hablaba del amor, daba consejos acerca del amor, pero no podía vivirlo. Una cosa es lo que decía, y otra muy distinta cuando le tocó vivirlo.
Y cuantas veces nos pasa esto a nosotros. Creemos que sabemos lo que queremos, lo que deseamos, lo que es importante en nuestra vida y de pronto se va desvaneciendo. O por problemas, o porque perdemos el rumbo, nos vamos descentrando de lo verdaderamente importante. Nuestros deseos, nuestros ideales, nuestros valores. También nuestros vínculos que tanto trabajo nos costo hacer crecer, muchas veces vamos hipotecando o abandonando.
Miremos la primera lectura: El pueblo de Israel clamaba a Dios pidiendo la libertad, pero cuando le toca vivirla, con todo lo que implica, pide volver atrás. Pensemos este simple esquema: “Esclavitud vs Libertad”, y la respuesta desde acá parece muy obvia: quiero la libertad. Sin embargo cuando me encuentro en ella, veo que no es tan simple vivirla. Que aquello de lo que hablaba, aquello que pedía y deseaba, muchas veces se vuelve muy difícil trabajoso, y tendemos a querer bajar los brazos Cuantas veces aquellos por lo que nos desvivíamos lo dejamos de lado. Aquello que queríamos con todo el corazón, empezamos a rechazarlo. Como si hubiésemos perdido la brújula del hacia donde íbamos Ya no nos parece importante. Dejamos todo por un deseo, y a la primera de cambio tendemos a querer volver atrás.
O en el evangelio: La Multitud sigue a Jesús porque les dio de comer pero ahora les pide algo más. Jesús les esta pidiendo un salto en la fe. Lo fueron a buscar porque les dio de comer. Pero les pide que trasciendan esto. Es como si les preguntará: ¿Por que están aquí? ¿Por lo que yo les doy, o por lo que yo significo para ustedes?. O más claro, que buscamos en Jesús. Los dones que el nos da, o el Gran Don que Él es para nosotros.
Y nos advierte con una palabra: “Trabajen”, podríamos decir también luchen. Quieren tener cosas importantes, quieren lograr cosas importantes: trabajen.
Y este es uno de nuestros graves problemas. Queremos que las cosas se den casi por arte de magia. Que todo sea simple y fácil Que no aparezcan complicaciones, ni problemas. Pero la vida no es así. Es más, la mayoría de los que estamos acá tenemos experiencia de esto. Sabemos que muchas veces tuvimos que pelear las cosas. Aún aquellas que más felicidad nos dieron.
Sin embargo, luchamos por muchísimas cosas, nos peleamos por muchísimas cosas, y ¿cuántas de ellas son importantes?.
Parece que trabajamos más por las cosas nimias, superfluas, que por aquellas que nos dan verdadera vida. Y lo más triste es que en general nos damos cuanta cuando ya no se puede volver atrás. Cuando ya dí vuelta la página y me dedique a otra cosa.
Hoy Jesús nos quiere pedir que nos animemos a luchar por aquello que verdaderamente nos da vida. Nos dice: “Yo soy el Pan de Vida”.
Pongámonos a pensar, cuales son los verdaderos panes de vida, hoy para nosotros. Miremos nuestro corazón: ¿Cuál es la razón de mi vida? ¿Qué es lo que me llena, me hace feliz? ¿Que es lo que me alegra? Animémonos a divisarlo y guardarlo en el corazón. Animémonos a decirnos que queremos luchar por eso. Por esos verdaderos panes de vida que todos tenemos, que todos necesitamos.
Para terminar al comienzo de la película se dice esta frase: “La vida no se mide por la cantidad de veces que respiras sino por los momentos que te dejan sin aliento”. Y también preguntémonos ¿Que cosas nos dejan, o nos han dejado sin aliento”.
(Domingo XVIII durante el año, lecturas: Ex 16,2-4. 12-15; Sl 77; Ef 4,17. 20-24; Jn 6,24-35)

sábado, 1 de agosto de 2009

"El cuidado de las personas"

Este último mes hemos vivido como país, como sociedad, como Iglesia, como familias, un tiempo difícil frente al desafío que nos plantea la gripe A. Tal vez el más grande que nos ha tocado el último tiempo, ya que directamente se pone en juego la vida de cada uno de nosotros. Pero no es el único desafió que tenemos como país. La educación, la comunión de bienes, la inclusión de todos, la transparencia en la gestión y el manejo de fondos y muchos otros todavía quedan pendientes. Pero también aquellos que día a día nos comprometen directamente, como el conducir el automóvil con más prudencia, el aprender a comunicarnos de una manera más cordial, el terminar con la violencia de todos los días, etc.
De una u otra forma todos estos temas nos plantean una cuestión de fondo que es el cuidado de las personas. El descubrir que cada ser humano con el que me encuentro en la vida, es una persona con la que tengo que aprender a vincularme, a relacionarme, a cuidar y proteger para aprender a valorar la vida.
¿Quién es el primero que tiene una manera de vincularse con nosotros que nos hace crecer como personas? ¿En quién experimentamos un "cuidado" que nos ayuda a valoramos y descubrir nuestra propia dignidad?
En Jesús, el "Buen Pastor", encontramos a aquel que nos cuida como personas (Jn 10,1-18). El nos conoce, nos llama por nuestro nombre, se preocupa de cada uno, nos entiende y nos comprende en los momentos difíciles También camina a nuestro lado para que podamos vivir y cumplir nuestros deseos más profundos. Y nos invita a nosotros como cristianos a vivir lo mismo.
Es verdad que es difícil Nos cuesta en nuestra propia familia, ni que hablar en nuestros trabajos, colegios, comunidades, en nuestra sociedad.. Somos muchos y esto es una dificultad para lograr un encuentro y un diálogo personal. Pero cuantos conflictos se podrían vivir de una manera distinta si diéramos mayor lugar al dialogo.
Los conflictos son lógicos y normales de la vida humana. Somos distintos y tendremos visiones distintas. Pero por eso es necesario ese espacio de diálogo, para que podamos entender y asumir esa diversidad de miradas frente a la vida y realidad de las familias, los colegios, las comunidades parroquiales, nuestro país. Y aprender a encauzar los conflictos por el camino del encuentro y no de la hostilidad. El diálogo pide ese acto de confianza mutua que nos confirma en la identidad, misión o función de cada uno.
Sabemos que en este camino nos encontramos muchas veces con nuestras resistencias, con nuestra propia intolerancia. Cerramos nuestro corazón y no intentamos escuchar y comprender lo que el otro me esta planteando, me quiere decir. O dicho de otra manera, creemos que sólo nosotros somos los depositarios de la verdad. También se ponen en juego nuestros miedos que no nos dejan ser verdaderamente libres.
Pero sólo en la medida que abramos nuestro corazón y nos decidamos a cuidarnos y cuidar a los demás, creceremos como personas y como cristianos. Pongamos nuestra confianza y esperanza en Jesús, nuestro Buen Pastor, y pidámosle que en estos momentos difíciles nos ayude a crecer en el dialogo, el perdón y el cuidado de los demás.