jueves, 23 de julio de 2009

Homilía: "... a descansar un poco..."

En la última película de Batman que salió el año pasado, “El caballero de la noche”; a mi juicio, la mejor de todas; aparece un nuevo personaje, Harvey Dent, que es el fiscal de distrito de ciudad Gótica. Harvey busca luchar contra el crimen y se convierte en una persona recta, incorruptible, luchando contra toda la mafia, contra toda la delincuencia. La película va avanzando, las cosas se van complicando, hasta que en un momento a Batman, obviamente el protagonista principal de película, lo ponen en una encrucijada. El Guasón, gran actuación de Hedler Ledger, atrapa por un lado al fiscal de distrito. Por otra parte atrapa a esta mujer que el tanto quería, amaba y con la cual se quería comprometer. Y le pone una trampa, o una elección más que una trampa.

Deja a uno encerrado en un lugar, al otro en otro lado y le avisa donde esta cada uno de ellos. Y es él quien tiene que elegir a quien salvar. Y cuando Batman mira el tiempo que queda, ve que no tiene posibilidad de salvar a los dos. El Guasón riéndose claramente, le dice: “ así es la situación de la vida, ... cuando uno tiene que elegir entre cosas buenas”. Bueno, si quieren ver a quien salvó miren la película.

Pero también nosotros en la vida, aunque no en situaciones tan difíciles y tan comprometidas como esta, sentimos que no nos da el tiempo. Sentimos que las veinticuatro horas que tiene el día, o los años que tiene la vida, no dan para vivir y hacer todo aquello que queremos y deseamos. Cuando uno empieza a mirar en su corazón, y a decirse: “me gustaría hacer esto, me gustaría tal cosa...”, uno descubre que no puede encarar todo lo que le gusta, que tiene una sola vida. Y entre todas esas cosas buenas uno tiene que empezar a hacer una elección en el corazón. Tal vez, como decía antes, nos hubiera gustado haber elegido varias de esas cosas, pero tenemos que empezar a mirar cual es la que más pesa hoy en mi corazón, porque no tenemos la posibilidad de vivirlas o elegirlas todas.

Pero esto que pasa con los grandes ideales o deseos del corazón, también sucede con el día a día. Me acuerdo que cuentan que en África, un africano le decía a un misionero extranjero que estaba perplejo: “es muy curioso porque ustedes vienen con muchas cosas para nosotros. También con automóviles, celulares, aparatos electrónicos, muchas de las cosas que nosotros carecemos. Pero nosotros tenemos una cosa que ustedes no tienen: “Tiempo”. Y creo que si uno mira en el corazón esto es verdad. Cuantas veces cuando termina el día lo primero que pensamos no es lo que hicimos sino todo lo que no pudimos hacer durante el día. Y no porque estuvimos en una pasividad total, o porque no teníamos ganas o estábamos vagos. Sino porque descubrimos que las veinticuatro horas del día no alcanzan para todo lo que queremos, o nos demandan, o tenemos o necesitamos hacer. Y muchas veces nos sentimos como tironeados A veces por nosotros, por todo lo que nos proponemos, y cuando termina el día vemos que no llegamos, porque las veinticuatro horas del día en algún momento se acaban. A veces por todo lo que nos demandan los demás, que empiezan a pedirnos, que sentimos que como que nos despedazan por un lado para el otro, y después de estar todo el día trabajando, al final del día uno solo siente demandas, en las que parece que uno no hubiera hecho nada, en las que parece que hubiera estado vagueando todo el día. Y eso hace que uno no solo se sienta cansado, sino que uno también uno se vaya sintiendo angustiado.

¿Cómo puede ser? Cuando quiero hacer todas las cosas no puedo, aparte los demás me dicen que no hago nada, además uno siente que la vida no alcanza. Y también cuando uno se va poniendo más grande. Uno empieza a mirar la vida hacia atrás y tampoco esta conforme con todo lo que hizo. A veces uno mira y uh podría haber hecho esto, y si hubiera elegido este camino, si le hubiera dedicado tiempo a esto. Y creo que aún hasta cuando tenemos la gracia de decir si hoy tengo un poco de tiempo, a veces sentimos que ni siquiera vale la pena porque sentimos que estamos malgastando el tiempo: “Uy hoy no hice nada”.

Entonces podríamos decir que en este momento de la historia el tiempo es uno de los grandes tiranos, frente al cual nos sentimos muy angustiados y exigidos. Y creo que es general, por un mundo en el que se nos pide casi como una opción total al trabajo. Siempre tenemos que estar al servicio, o siempre tenemos que estar haciendo algo. Sin embargo eso nunca termina de cerrar en el corazón, Aún cuando uno haga más cosas, uno siente que falta algo en nuestra vida. Pero parece que sentir esto este mal. Sin embargo esto que sentimos no es privativo solamente de nosotros, porque también pasa en el evangelio que acabamos de escuchar.

Como ustedes recuerdan, el domingo pasado escuchamos que Jesús envía a los discípulos a predicar, a anunciar el Reino. Y cuando los discípulos vuelven lo primero que hace Jesús es preguntarles que enseñaron, que hicieron, que vieron. Y después de eso les dice vamos a descansar un rato. Porque dice el evangelio que no tenían ni tiempo para comer.

Ahora, ¿por qué dice esto que pareciera tan trivial el evangelio? Y en primer lugar creo que lo hace porque los discípulos tienen que aprender a que en la vida hay que tener un tiempo para todo. Lo cual es muy difícil, lo cual nos cuesta a cada uno de nosotros. Podemos pensar en los primeros tiempos de la Iglesia con tan pocos misioneros, con tan pocos apóstoles anunciando la Palabra, con tanta gente para anunciarle, y tal vez la gran tentación que ellos tenían de querer llegar a todos. Y no porque fuera malo el objetivo o el deseo del corazón, sino porque tenían que aprender cuales son los tiempos, tenían que aprender a tener paciencia, tenían que aprender que además de ir a anunciar a los demás, tenían que encontrarse ellos con Jesús. Tenían que tener un tiempo para descansar, un tiempo para rezar, un tiempo para poder compartir, un tiempo después para anunciar. Pero que ese anuncio iba a brotar en la medida en que lo otro también lo pudieran vivir. Varias veces me contaron una anécdota de la Madre Teresa. Dicen que al poco tiempo de estar con esta maravillosa obra que hizo con estas personas enfermas, cercanas a la muerte, se le acercaron las hermanas con un pedido, que no llegaban a hacer todo lo que tenían que hacer en el día. Entonces que le proponían para eso rezar una hora menos. Ellas se levantaban a la mañana, rezaban un par de horas y después iban a trabajar. Como no les alcanzaba el tiempo recemos una hora menos. Entonces la Madre Teresa con su sabiduría les dijo, que tenían razón, que es verdad que no les estaba alcanzando el tiempo entonces que a partir de ahora iban a rezar una hora más. Seguramente no pensaron muy bien de la Madre Teresa en ese entonces. Pero les quiso dejar una gran enseñanza que era que tenían que aprender a descubrir y valorar cada cosa que tenían. Les dijo, si no estamos llegando, tal vez es porque necesitamos pedirle a Jesús que haya más gente que haga esto. Entonces encontrémonos más con Jesús. Tal vez ellas que tenían que tener su centro en Jesús, en esa oración que nutriera al resto del día de trabajo, iban a dejar una de las cosas más importantes del día por darle importancia a otra. Y tenían que aprender a descubrir cuales son las prioridades.

Y cuantas veces nos pasa esto a nosotros. Cuantas veces por cosas que no son tan importantes le quitamos tiempo a otras que son muy importantes. El problema es que cuando queremos volver para atrás no podemos. Cuando queremos recuperar el tiempo perdido no tenemos chances. Y es por eso que tenemos que aprender a descubrir que queremos. Y continuamente hacer ese ejercicio de reflexión en el cual aprendamos a darle a cada cosa el tiempo que necesita.

¿Nos vamos a sentir tensionados? Si. ¿Vamos a sentir que igual no llegamos? Si. Pero lo vamos a hacer desde la conciencia de lo que nosotros valoramos importante. Y en especial empezando por lo vínculos: marido, mujer, hijos, padres, amigos. Cuantas veces empezamos a hipotecar los vínculos porque no les damos tiempo. Porque hasta pensamos con buenas intenciones que hay otras cosas que son más importantes que darle un tiempo a esto, que acompañar los distintos momento. También nuestros deseos, cosas que uno quiere en el corazón, cosas que uno va dejando de lado, cosas que nos hacen bien para poder crecer.

Vivimos en un mundo que parece que sólo ciertas cosas y el activismo valen la pena. Y eso es un camino sin salida. Y es por eso que tenemos que animarnos a mirar y reflexionar, y así descubrir qué es lo importante en cada momento. Y como me puedo nutrir y darle tiempo a aquello que necesito. Cómo estar con el otro. Ahora, sólo lo voy a poder hacer si me animo a estoy conmigo, si estoy con los demás, si estoy con Jesús. Porque ahí descubriré ese alimento, ahí descubriré aquello que me nutre para poder también rendir en lo demás.

Obviamente que hablarlo es muy fácil, al primero que le cuesta vivirlo es a mi, y en el Evangelio también les cuesta vivirlo a los apóstoles. Fíjense que querían tener un tiempo para ellos, llegan al otro lado y no pueden ni descansar, esta la muchedumbre esperándoles. Y esto también los hace más humanos porque es lo que nos pasa a nosotros. Que queremos tener un tiempo para algo y que muchas veces no podemos. Bueno, habrá que aprender a discernir, habrá que aprender a descubrir en cada momento. Pero ese quitarle tiempo al descanso Jesús lo hizo porque sabía cuáles eran sus prioridades. Y como el otro lo necesitaba tuvo compasión de él, se acercó a él, les enseñó. No es que cambió lo que Él pensaba, no pudo tener ese tiempo de estar con los discípulos porque lo dedicó al otro.

Aprendamos también nosotros a saber discernir y ver en el corazón aquellas cosas a las que queremos darle tiempo, aquellas cosas que descubrimos que hoy son prioritarias, aquellas cosas que son nuestro motor de la vida. Aprendamos a descubrir a los demás, aprendamos a descubrir a Jesús, aprendamos a descubrirnos a nosotros.

Para terminar les relato un pedacito del Principito, del libro que ya alguna vez les cité, en el que cuenta que se encuentra el Principito con un comerciante.

“Buen día”, le dice el Principito,

“Buen día” le responde el comerciante, que se dedicaba a vender píldoras perfeccionadas para la sed, y que con tomar una píldora por semana uno no tenía sed por el resto de la semana.

El Principito le pregunta: “¿por qué vendes esto?

El comerciante le responde: “es economía de tiempo. Esta comprobado que de esta manera se ahorran 53 minutos semanales”.

“¿Y que haces con esos 53 minutos?”, le pregunta el Principito.

Le contesta el comerciante: “y uno puede hacer lo que quiere en ese momento, o con ese tiempo.”

Y el Principito le responde: “yo si tuviera 53 minutos iría lentamente caminando hacia una fuente”.

(Domingo XVI durante el año, lecturas: Jr 23, 1-6; Sl 22,1-6; Ef 2,13-18; Mc 6,30-34)

miércoles, 22 de julio de 2009

Homilía "...como elegidos de Dios..."

En el comienzo de la trilogía de Matrix, Mister Anderson se encuentra un poco perdido. No entiende lo que le está pasando a su vida, cuando le empiezan a llegar una serie de mensajes, los cuales no sabe de donde vienen. De pronto se le acercan unos agentes de negro, le hacen una serie de preguntas y le empiezan a su suceder cosas raras. Luego es casi como secuestrado por unas personas que recién ahí le empiezan a explicar lo que está sucediendo. Y una de esas personas, Morfeo, le dice que él es el elegido; que él es aquel que va a traer una nueva paz, un nuevo orden, aquel que va a hacer que las cosas sean de una manera nueva. Pero Mister Anderson no termina de comprender lo que significa esa elección, no termina de comprender porque es elegido y va a tener que hacer un largo camino en su corazón para descubrir justamente que es lo que esto significa, que es lo que tiene que hacer. Para animarse a aceptar esta vocación, esta misión que tiene y para poder vivirla.

Y es curioso porque comienza casi como queriendo rechazar esta misión que le toca. Y en general, podríamos decir, uno en la vida quiere ser elegido. Desde chiquito cuando comenzamos a jugar en la escuela o en el colegio, uno quería que lo eligieran, uno quería que optaran por uno. Y quedar hasta lo último para ser elegido no nos gustaba a nadie. Preferíamos que nos dijeran, vos son importante, a vos te necesito, de distintas formas y maneras. Pero no sólo con esto tan simple como es en la época escolar sino también cuando uno va creciendo. Desde cosas como puede ser un trabajo, crecer en ese mismo trabajo; hasta ser elegido por aquella persona que uno empieza a descubrir que significa algo distinto para uno. Por esa persona que uno ama. Uno quiere en la vida sentirse, justamente, amado, respetado, sentir que vale, sentirse importante. De múltiples maneras podríamos decir, sentirse elegido.

Sin embargo eso no siempre sucede de la manera que queremos. Y hasta esa elección que tanto deseamos, descubrimos que en medio del camino se nos empieza a complicar. Aquello que nosotros elegimos, aquello que queríamos; aquella persona con la que nosotros queríamos compartir, en cualquier tipo de vínculo, entra en crisis el medio del camino, descubrimos que las cosas no son tan fáciles. Y empezamos a preguntarnos muchas veces en el corazón si elegimos bien o si valía la pena esa elección. Pero si tomamos decisiones a las apuradas, la mayoría de las cosas que comenzamos las empezaríamos a abortar. Y es por eso que tenemos que animarnos a hacer un camino, tenemos que animarnos a volver a profundizar en aquellas elecciones que hemos hecho en la vida o en aquellos que nos han elegido para distintas cosas.

Y esto que sucede en nuestra vida diaria, sucede también en nuestra relación con Jesús. La segunda lectura de hoy, esta carta, comienza diciendo: “como elegidos de Dios”. Todos nosotros también en Jesús hemos sido elegidos. A cada uno de nosotros, Jesús nos ha elegido desde antes, desde el principio, desde antes que existiéramos nos dice. Es más, podríamos decir que en realidad existimos porque Dios nos eligió. Existimos porque Dios nos amó. Podemos caminar, gozar de esta vida, porque justamente Dios a querido, nos ha querido y nos ha regalado este don.

Sin embargo muchas veces nos cuesta descubrir esta elección que Dios hace de nosotros. Nos cuesta descubrir a este Dios que nos elige para diversas cosas. Y esto que nos cuesta a todos, le costó también a los discípulos. Si fuéramos unos capítulos atrás en el evangelio de Marcos, Marcos dice que eligió a los doce para que estuvieran con Él. En primer lugar para que estuvieran, para que lo conozcan, para que descubran a este Jesús. Bueno, también nos eligió a nosotros para eso. Para que estemos con Él, para que descubramos quien es, para que lo vayamos conociendo. Pero después de haber recorrido un camino, después de haber recorrido un tiempo con Jesús, viene la segunda parte, que dice “y para enviarlos a predicar”. Bueno ese enviarlos a predicar va a tardar en el evangelio y va a llegar en este momento. Después de que ellos de a poco fueron descubriendo a este Jesús. Y nos dice que los envió de dos en dos para que fueran a anunciar. Y lo primero que uno esperaría es que aparezca qué es lo que tienen que anunciar, qué es lo que le tienen que decir a los demás. Sin embargo no dice nada de lo que tienen que decir. Lo único que les dice es cómo tienen que ir. Les dice que lleven solo un bastón, un par de sandalias, que no se preocupen por que van a comer, por lo que van a hacer. Les da algunas indicaciones según lo que suceda en las casas. Ellos tienen que haber aprendido en el encuentro con Jesús qué era lo central, qué era lo esencial

Ahora esto que es tan simple de decir, en la vida cuan complejo es aprender a descubrir las cosas verdaderamente importantes. Aprender a descubrir las cosas esenciales. ¿Cuánto nos cuesta a todos nosotros? Desde chiquitos nos van enseñando a aprender a justamente dejar de lado las cosas que no son tan importantes. Yo que sé, cuando uno se pelea con un amigo nos dicen: “ bueno pero es tu amigo, anda, acercate, eso es lo importante”. Cuantas veces vamos perdiendo el centro. Cuantas veces a lo largo del camino lo que era importante deja de serlo, se empieza como a tapar de otras cosas. Y por eso tenemos que empezar a preguntarnos, ¿por qué yo elegí este camino?; ¿O por qué yo hice este camino con esta persona?; ¿O por qué yo estoy en esta senda? Es como que lo esencial se hace casi oculto, como dice Saint-Exupery en el Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”.

Y no solamente porque lo esencial es invisible a los ojos, sino porque aún no lo podemos ver, porque nos queda oculto. Y nos empezamos a preguntar, ¿qué era lo central en esto? Y cuantas veces por eso abortamos cosas, nos peleamos, nos separamos. Una de las cosas que más me llama la atención es, cómo uno de afuera ve las cosas mucho más simple que las que uno ve desde adentro. Cuando a uno se le acercan a charlar uno ve muy claramente lo que le esta pasando al otro, y uno empieza a decirle, bueno, sin decirlo así: “¡no te ahogues en un vaso de agua! Mira que esto no es tan importante, mira que le estas dando valor a cosas que no valen la pena, mira que por esto podés perder un montón de cosas grosas, importantes en la vida”.

Sin embargo cuando uno está del otro lado uno no las ve. Toda la habilidad que uno tiene para ver las cosas en los demás se empantana cuando toca nuestra propia vida. Y aquellas cosas que nosotros aconsejamos, que pareciera que las sabemos todas, que parecemos que la tenemos “re clara”, empiezan a oscurecerse. Y justamente uno necesita también la ayuda del otro, el animarse a cotejar con el otro para descubrir por donde me desvié, ¿dónde perdí lo central y lo esencial? ¿dónde cambié el camino? Esto es lo que les está pidiendo Jesús a los discípulos. Lleven lo esencial. Una de las cosas que uno valora es el desapego de los discípulos, es la pobreza con que se animan a predicar. Pero la pobreza más esencial es saber que la riqueza es Jesús; saber que no tengo que llevarle nada más al otro, sino lo central que descubrí en ese camino con Jesús, lo que Él nos predicó.

¿Por qué no dice nada Jesús? Porque eso es lo que tienen que vivir ellos, porque eso es lo que tendrían que haber aprendido: que el verdaderos tesoro es sus vidas, era Jesús. Y eso, llevarlo y transmitirlo a los demás. Con lo que ellos son.

Bueno, esto también es lo que se nos invita a descubrir a nosotros. Que lo verdaderamente central en este camino, es Jesús. Y que no importa cuan preparados estamos, si ya llegamos a donde queríamos, o que temas todavía tenemos que aprender. Lo importante es si queremos compartir lo valioso que es Jesús en nuestra vida. Estar con Él para después ser enviado.

Y una de las cosas más interesantes de este texto es esto de que los envió de dos en dos. Ustedes saben, como muchas veces hablamos, que lo primero que uno dice es que en el pensamiento judío tenía que haber dos personas para que un testimonio fuera valedero, lo siento mujeres, tenían que ser dos y hombres. No es culpa mía, es que era así en esa época. Ahora uno también siempre dice que Jesús no se atuvo a todas las leyes de la época. Entonces, ¿solamente por eso envió a dos? Esta bien, uno puede decir también porque el otro, el que recibía el mensaje, necesitaba eso y en parte es verdad. Pero creo que también había una verdad mucho más profunda que es que Jesús quería que de a dos aprendieran a vivir el evangelio, que compartiendo con el otro empezaran a poner en práctica esto que tenían que transmitir.

Aprender a vivir la alegría, la humildad, aprender a cotejar con el otro, aprender a respetar y vivir los tiempos del que tengo a mi lado, aprender a perdonarlo, aprender a darle lugar, aprender a hacer camino juntos. Esto que muchas veces tanto nos cuesta. En la fe no se puede ser Don Quijote, no se puede ir solo hacia adelante. Si me olvido de los demás, me olvidé de Jesús. Lo dejé atrás ya. Ya no estoy en este camino. Y por eso Jesús los envía de a dos, para que nunca pierdan de vista esto, para que aprendan de entrada a vivir el evangelio. Eso es lo que no invita a nosotros, a ir juntos, con otros, caminando en la fe. La fe que no se comparte, no es verdadera fe. La fe que no se transmite, no creció, me quedé en la primera etapa, aprender a estar con Jesús. Hasta que no viva la segunda, no di ese paso, de llevar a los demás aquello que es valioso para mi.

Pidámosle entonces hoy a Jesús el descubrirnos elegidos, el descubrirnos que Dios nos quiere, nos ama, y que por eso nos llamó a todos a comenzar esta historia con Él, y a compartirla. Y habiendo comenzado a compartir esta vida, animémosnos también a llevar a los demás, junto con nuestra comunidad, junto con nuestras familias a este Jesús que tenemos en el corazón.

(Domingo XV durante el año, lecturas: Am 7, 12-15; Sl 84; Ef 1,3-14; Mc 6,7-13)

domingo, 12 de julio de 2009

Homilía: "...porque cuando soy débil, entonces soy fuerte...."

Hace unos años salió una película con Julia Roberts y Susan Sarandon que se llamó “Quédate a mi lado”, que muchos dicen que era una comedia, pero creo que era un drama, más que una comedia; y películas veo bastantes como sabrán. En esa película sucedía que Jackie, el personaje actuado por Susan Sarandon, que era una madre de familia tiene una enfermedad. A medida que va avanzando la película ella va luchando contra esta enfermedad pero sin querer compartirla con los demás. Sin querer decircelo a su familia, a aquellos que quiere y que ama, sin querer preocuparlos, luchando ella sola, buscado como esconderla. Sin embargo, la enfermedad sigue creciendo, no van encontrando la cura, hasta que tiene que ir aceptando lo que le esta pasando; y tiene que ir aceptando también lo que le va a pasar con este cáncer que ella va viviendo.

Y de manera tal vez sorpresiva, porque no le queda otra, en algún momento tiene que contar y compartir con el otro aquello que le pasa, tiene que abrir el corazón y mostrarle esta debilidad, esto que hoy esta viviendo. Pero para esto tuvo que hacer un proceso y un camino en el corazón Primero de aceptar lo que le pasaba, después de aceptar que también el otro era parte de este problema, que lo podía acompañar.

Y pensaba como nos cuesta a todos nosotros muchas veces aceptar nuestras debilidades, aceptar lo que nos cuesta, darnos cuenta que no somos fuerte en todo, y que tenemos muchas cosas en las cuales no solo necesitamos ayuda de los demás sino que muchas veces no podemos. Y no solamente cuando nos toca padecer como a esta mujer una enfermedad, sino también en un montón de cosas A veces de actitudes, de problemas que uno tiene en la vida, de cosas que nos pasan, de maneras de ser, que no terminamos de querer mostrar al otro. De hacernos cargo que estas cosas son parte de nuestra vida, y también de abrirlas a los demás.

Y me quedo resonando mucho esta frase de Pablo que dice al final de la segunda lectura: “porque cuando soy débil soy fuerte”. Yo pensaba ningún político lo va a usar, porque como slogan de campaña es muy malo. Justamente la fortaleza no solo hoy, sino en todo momento a sido el slogan que prevalece. Mostrar como el que es fuerte, el que es mejor, el que gana, el que hace las cosas bien, el que tiene éxito...

Esto influye mucho en que entonces nosotros, todos, la debilidad la queramos dejar de lado; la debilidad no la queremos mostrar, la ocultemos, la dejemos como en un cajón. Nos cueste muchas veces, compartirla con el otro. Sin embargo, Jesús, Pablo, nos invitan a ir haciendo un camino. Yo pensaba, esto lo dice Pablo. Uno piensa en la figura de Pablo y piensa una persona fuerte, una persona que se llevaba todo por delante, una persona que se animaba a casi cualquier cosa, que no le importaba que lo flagelaran que le dijeran que no estaban de acuerdo. Y sin embargo haciendo camino en su corazón, tal vez porque era lo que mas le costaba, tiene que descubrir que el también es débil. Y que el también necesita de los demás; en este caso de Jesús.

Y como también nosotros tenemos que aprender a descubrír como ser fuertes en la debilidad. Y pensaba algunas áreas en base a esto:

La primera de ellas, que debemos descubrir que tenemos cosas que cambiar en esta vida. Que muchas veces hay cosas que no estamos haciendo bien. Maneras de ser que tenemos que evangelizar; maneras de comportarnos que no son las que quisiéramos tener; cosas que hacemos, que decimos, que descubrimos que no son las apropiadas. Y como se nos invita a ser autocríticos.

Cuantas veces descubrimos, por ejemplo, que afuera de casa somos de una manera, y que cuando volvemos a casa tal vez tratamos peor a aquellos que más queremos, aquellos que más cerca de nosotros están Y uno, si es sincero, va descubriendo en el corazón que a veces con aquellos que tiene más cerca, más le cuesta ser de la manera que quisiera. O de la manera que uno busca. Y no sólo en esto, sino podemos pensar en nuestros trabajos, en los lugares donde nos movemos; cuantas cosas descubrimos de nuestra persona que no son las que quisiéramos Lo primero es animarse a descubrirlo. Como también pasa en nuestra relación con Jesús Cuantas veces descubrimos que hay cosas que estamos viviendo, y no queremos; pecados que queremos dejar atrásy no podemos. Para eso tenemos que animarnos a ser autocríticos Para eso tenemos que animarnos a mirar. A escuchar lo que muchas veces otros nos dicen para poder ir cambiando. Y si nos animamos a ser autocríticos , bueno, habremos dado el primer paso. Después vendrá el segundo que muchas veces no es fácil. Perdón, que generalmente no es fácil, que es cambiar. Que es dejar atrás eso. Pero estamos en camino, intentando descubrir que hay cosas que no queremos en nuestra vida.

En segundo lugar, relacionado con esto, pensaba justamente en esas actitudes que terminan hiriendo al otro, que le hacen mal al otro, que empiezan de alguna manera a atacar los vínculos, nuestras relaciones. Y no sólo de parte nuestra sino también de parte de los otros. Cuantas veces nos sentimos heridos, nos sentimos mal, por la actitud que el otro tiene. Cuantas veces nos equivocamos; cuantas veces nos sentimos damnificados por el otro. Pero si nos animamos a creer en el perdón. Si nos animamos a perdonarnos mutuamente, a descubrir que yo necesito perdonar , como necesito ser perdonado... por las veces que hiero, por las veces que actúo mal, por las veces que digo cosas que no tendría que decir. por las veces que no hago o no digo cosas que tendría que hacer o decir... Bueno, eso puede cambiar. Seguramente todos tenemos esa experiencia de que habiéndonos animado a pedir perdón, habiendo sido perdonados, o habiendo perdonado, ahí fuimos mas fuertes. Ahí el vinculo creció. En todos los vínculos, con nuestros padres, son sus hijos, con sus maridos, mujeres; con nuestros amigos, amigas. Animarnos a descubrir que es el perdón el que nos ayuda a ser fuertes aun cuando sentimos que todo se esta desmoronando, aun cuando sentimos que todo se esta cayendo. Salvo que nos quedemos en esa soberbia o en ese orgullo de que nadie puede ser débil. Pero como no conozco a nadie, preséntenmelo cualquier cosa, que no sea débil podemos animarnos a perdonar y a pedir perdón.

Y tercero pensaba justamente esto que tiene que ver con la película. Que muchas veces tenemos enfermedades, a veces alguna más psicológica, otra más física. Que tal vez necesiten algún tratamiento, una terapia. Bueno, también pueden ser sanadas. Si nos animamos a buscar ayuda en aquello que nos pueden ayudar, seguramente, muchas veces saldremos de una manera nueva. Habremos crecido, habremos podido sanar alguna herida, nos habrán curado de algo que padecíamos Y eso nos va a ayudar a caminar de una manera nueva. Es verdad que no siempre esto es así. Porque uno podría decir, bueno, muy fácil pero hay muchas situaciones en la que uno no puede crecer, hay situaciones en las que descubrimos que no encontramos cura o algunas que tardamos mucho, algunas que nos cuesta muchísimo. Sin embargo creo que es ahí mismo donde también Jesús nos dice que si nos animamos a aceptar nuestra debilidad eso va a vivir de una manera distinta.

Me acuerdo una anécdota de hace unos años, cuando recién era sacerdote. Eempezó a venir a charlar conmigo una chica, que se empezó a acompañar espiritualmente. Y estaba ahí con un tema con el novio. Vino un día y me cuenta que había tenido una charla con su novio donde había decidido abrirle el corazón. Entonces le había contado 2 o 3 cosas que le costaban mucho, cosas que la afligían mucho, cosas que eran sus debilidades mas fuertes. Y que casi no había compartido con nadie y se las había querido compartir a él en ese momento del noviazgo.. Y estaba con el típico miedo de que es lo que el otro va a hacer y decir. Pero ella pensó, en este camino yo quiero abrirle el corazón Y que después que ella termino de decir eso, su novio le dijo: “yo me quiero casar con vos” (Esto es para las mujeres) Entonces yo pensaba, como es el corazón humano. Porque cuando ella se mostró más vulnerable que nunca, cuando mostró su debilidad a flor de piel, cuando ella esperaba una reacción negativa del otro, justamente fue la contraria. El novio me conto después, cuando los case, que ahí vio una persona que quería entregarle todo el corazó, una persona que podía serle sincera en todo. En todo lo que vivía, en todo lo que le pasaba. Y descubrí como esa debilidad de ella, transformó en una fortaleza su vinculo. Y ya no importaba si lo podía cambiar o no. A la larga, estos problemas la iban acompañando desde hacía muchos años en su forma y su manera de ser. Sin embargo en esa relación, cuando se animó a confrontar, cambió la vida de los dos. Y creo que esto es lo primero.

Yo ponía el ejemplo hoy de como muchas veces nos cuesta tal vez en nuestras casas, ser como queremos ser. Bueno, animémoslos a compartir eso. Loa padres con sus hijos, los hijos con sus padres. Mira, disculpame pero así no es como yo quiero ser. Yo quiero cambiar esto. Y creo que eso es parte del camino. Animarnos a mostrarnos débiles. Animarnos a mostrar que la debilidad es parte de nuestra vida. Y si nos animamos a compartirla, juntos, ahí viviremos algo distinto. Podemos creer que nunca somos débiles como seria el slogan de esta cultura. Podemos creer que solamente tenemos cosas débiles. Todos tenemos fortalezas y debilidades. Pero tenemos que aprender que si vamos caminando, podemos hacer lo que hace Pablo que descubre que cuando es débil es fuerte. Y creo que el ejemplo mas grande de esto es Jesús.

Cuando Jesús se presenta en Nazaret en su pueblo, la gente se pregunta: “¿este no es acaso el carpintero, el hijo de María?”...

Sí. Esa es la respuesta. Jesús es el carpintero, el hijo de María, el hijo de José. Es un hombre, es débil Dios, ya que en Jesús asumió la debilidad. El problema no es que Dios es débil en Jesús, porque justamente lo es. El problema es que ellos no pudieron transcender eso. El problema es que esa debilidad de Jesús no les dejo profundizar que en ese Jesús había algo mucho más profundo. Y para poder caminar con Dios, para poder caminar con Jesús, tenemos que aprender a aceptar esto.

Dios también es débil muchas veces. Nos lo mostró en Jesús Nos lo muestra mucha veces cuando nosotros quisiéramos decirle porque no es mas todopoderoso. Primero habría que preguntarse quizás que es esa palabra, y habría que preguntarle a Él, porque no hace esto, porque no actúa en tal lugar. Bueno, esa no es la manera de actuar de Dios. Su manera de actuar es mostrar su grandeza, su todopoderoso, regalándonos a nosotros la libertad. Mostrándonos lo que es ser débil y animándonos en eso, a cambiar.

Y para terminar pensaba dos ejemplos de esta semana nomás. La primera de ellas es pasaron las elecciones, y uno, después de lo que paso con las elecciones, a mi no me importa mucho la política me importa mas el fútbol y la teología, y pensaba como uno esperaba una autocrítica mucho mas grande que lo que paso de parte del gobierno. Para poder decir en esto que fuimos débil cambiemos. Sin embargo uno no la encontró .Bueno, tal vez si encontraron algún texto, pásenmelo así lo leo Y decía si no nos animamos a descubrir que a veces nos puede ir mal, nunca vamos a cambiar, nunca vamos a crecer.

Y por el contrario, pensaba otra cosa que tiene que ver con la salud. Donde mas allá de que uno diga: tarde, recién ahora; nos animamos a hacer autocrítica, nos animamos a descubrir que en esto somos débiles. Ahora hagamos camino, animémoslos a ayudarnos, esto es a lo que nos invita Jesús. Esa es la manera de crecer. Esa es la manera de descubrir que la debilidad es una ocasión para crecer todos juntos. Cuidándonos y acompañándonos .

Eso es lo que descubrió Pablo. Que este Jesús el hijo de José, el carpintero, lo hacia fuerte, aun cuando era débil, aun cuando había algo: “tres veces pedí a Dios que me quite este aguijón”. Se los traduzco, tres veces pedí a Dios que me quite este pecado, pero no pasa nada. Bueno, “me basta tu gracia”. En nuestra debilidad digámosle nosotros también a Jesús, me basta tu gracia.

(Domingo XIV durante el año, lecturas: Ez 2,2-5; Sl 122; 2Cor 12,7-10; Mc 6,1-6)

martes, 7 de julio de 2009

Homilía: "Jairo y la hemorroísa"

Hace unos años salió una serie que se llamaba “Band of Brothers” que hicieron Tom Hanks con Steven Spielberg y que muestra la historia en la segunda guerra mundial de la compañía Easy; de la cual va mostrando, lo que van viviendo a lo largo de la guerra distintos personajes. Y en uno de los capítulos muestran que algunos soldados estaban asombrados del valor y valentía de uno de los tenientes, que era Ronald Speirs. Y se preguntaban cómo puede ser que esta persona haga todas estas cosas, mientras los demás estaban metidos en la trinchera, rezándole a Dios y a todos los Santos para que no les pasara nada. Entonces, en uno de los momentos que justo el teniente pasa por la trinchera de uno de estos hombres, este soldado le pregunta: “¿Cómo te animas a hacer todo aquello que estas haciendo?” Y Ronald le responde: “porque yo ya me considero que estoy muerto”. Bueno, yo pensaba, como mas allá de esta frase tan fuerte, como considerar que ya murió es lo que le permite justamente tener el valor de hacer todo lo que hace. Y esto es posible porque ya sabe hacia donde va su vida; ya asumió lo que le puede llegar a pasar; ya se dio cuenta, por mas que le tenga valor a la vida, que la puede perder en cualquier momento. Y esto le da valor para animarse a jugársela en momentos tan duros y tan difíciles.

Y pensaba como también nosotros cuando le encontramos un sentido a las cosas, nos animamos a obrar de otra manera. Muchas veces cuando hablamos nos cuesta expresarnos por ciertos miedos, nos cuesta decir cosas porque no nos animamos, nos cuesta jugárnosla porque no sabemos lo que va a pasar. Pero cuando encontramos el sentido que le da a mi vida, algo de lo que estoy haciendo, ahí me animo a enfrentarlo de una manera diferente. Ahí me animo a hacer cosas que muchas veces de otra manera no me hubiera animado, o que antes no hubiera empezado.

Miremos esto contemplando la imagen de Jesús en estos últimos evangelios que hemos leído. Como ustedes se acuerdan el domingo pasado los discípulos querían cruzar el lago (a pedido de Jesús) y se larga esta tempestad donde viene la lluvia , vientos, y todos ese temporal. Y mientras los discípulos no saben para donde correr (no tienen mucho lugar en la barca), Jesús dormía plácidamente. Jesús estaba tranquilo y calmo. Y es en ese momento que los discípulos van y lo despiertan. También hoy escuchamos que Jesús estaba rodeado de una multitud, cuando se acerca una persona y le pide que vaya a curar a la hija. Que después se le acercan otras personas que lo van apretando de un lado y del otro. Sin embargo se da cuenta de todo lo que esta pasando. Es decir, a pesar de todo el alboroto exterior, Jesús mantiene la calma en el corazón, esta tranquilo. Y la gran pregunta es, como puede mantener esa calma y esa tranquilidad? A nosotros nos pasa que muchas veces, cuando las cosas están difíciles, duras, cuando las cosas se complicaron, lo primero que hacemos es desesperarnos sin saber para donde ir. Y si alguien en medio de ese momento difícil mantiene la calma casi que lo queremos sopapear. Como diciendo “¡¡Despertate!! ¿Qué es lo que te esta pasando?” Sin embargo Jesús no es que muestra una pasividad, que seria el problema. Muestra una tranquilidad en los momentos difíciles y esa tranquilidad es la que le permite actuar. Y porque puede estar tranquilo. Porque Jesús ya descubrió que es lo que quiere, cual es el sentido de su vida, eso le permite caminar de una manera distinta. Y aun en los momentos difíciles sabe hacia donde ir. Y aun en los momentos donde una muchedumbre lo esta apretando puede darse cuenta de lo que esta pasando, saber lo que ocurre en el corazón de cada uno de los que están ahí Y esto es lo que pasa. Cuando Jesús esta caminando a cuidar a esta niña, la hija de Jairo, sucede este milagro que todos escuchamos. Y cuando Jesús pregunta quien me todo, le dicen, pero bueno Jesús estamos por todos lados....; pero a pesar de eso Jesús se da cuenta que algo diferente esta pasando.

Podríamos preguntarnos ¿Por qué estaba toda esa gente ahí? Tal vez algunos porque Jesús era muy famoso y querían conocerlo; tal vez, otros, porque habian escuchado que iba a curar a alguien y querian verlo; tal vez, como los discipulos, que no entienden mucho quien es este Jesús, que se vienen preguntando quien es, porque quieren seguir apostando por él. Pero tambien hay gente que fue por algo diferente, necesitando algo en es momento de Jesús. Y ahi tenemos a esta mujer que va a tocar a Jesús de una manera distinta. Y eso es lo que él descubre. A pesar de estar rodeado de muchos tiene el tiempo para encontrarse con alguien. Va y busca con la mirada aquella que la busco de una manera diferente. Y creo que esta es una gran virtud, junto con la calma que él mantiene. A pesar de estar con mucha gente Jesús tiene tiempo para cada uno, para aquel que lo necesita.

Y pensaba en nosotros en este mundo tan urbano, en esta iglesia tan grande con tanta gente, en grupos tan grandes de jovenes, en la masividad que muchas veces hoy nos gusta tanto, de los actos, de las lugares a donde vamos... Nos damos tiempo para el encuentro con el otro, o nos perdemos en la multitud. En nuestras familias, cuando tenemos encuentros, sentimos que no podemos estar con nadie porque habia muchas personas o nos damos el tiempo en el corazón para encontrarnos con aquellos que queremos. Y esta es una tension que muchas veces vivimos. Bueno, Jesús busca la manera y la forma de vivir y de resolver esta tensión de estar con todos pero también de estar con aquel que lo necesita. Y es por eso que Jesús se sigue moviendo y sigue yendo hacia el lugar donde lo necesitan. Y lo importante ahora en el otro pasa a ser qu l movilizó a ese encuentro con Jesús En Jairo y en la hemorroisa es la necesidad de algo de Jesús. De algo que Jesús tiene y q ellos buscan, pero también es la confianza. La confianza que esa persona le pueden dar aquello que necesita. Y ambos le piden algo a Jesús La hemorroisa es tocarlo, y Jairo es que le imponga las manos a su hija, que la toca.

El tocar a Jesús hace algo distinto en mi vida. Bueno, nosotros no podemos tocar a Jesús de la misma manera que lo hicieron los discípulos o estas personas. Ahora, nuestra vida toco la vida de Jesús Es más, Dios toco nuestras vidas. Y por eso estamos acá. Supongo que en cada uno de los que esta acá, me incluyo, esta porque de una manera diferente Dios actúo en su vida. Dios nos toco y eso nos movilizo, eso nos puso en camino, eso nos acerco a él. Como lo hizo con los discípulos. Como lo hizo con esas personas. Ahora en el camino hay que ir purificando las motivaciones, hay que ir descubriendo quien es este Jesús, hay que redescubrir porque yo quiero estar con él. Esto es lo que le va a pasar a Jairo. En el camino le van a decir que su hija murió, y Jesús le va a pedir una sola cosa: basta que creas.

Jesús va a ayudarlo a Jairo a hacer camino. Lo mismo hizo con los discípulos el domingo pasado: “porque no creen ustedes”. En el camino con Jesús tenemos que ir profundizando, y nuestra fe tiene que ir creciendo. Jesús día a día nos va a ir pidiendo de alguna manera que caminemos con el. La única manera de animarnos a crecer es caminar con Jesús. Habrá momentos en que entenderemos, habrá momentos en que no. Pero es ponernos en camino con este Jesús que nos invita a tener una historia con él. Sabiendo que es él el que puede trasformarnos. Por un lado curar nuestras heridas, como hizo con esta mujer. Y hay distintas heridas. Cada uno de nosotros tendrá distintas. Tal vez cosas que nos pasaron. Tal vez cosas que nos hicieron o palabras que nos dijeron; tal vez rencores que nos quedan en el corazón, personas que no podemos perdonar, cosas que no nos animamos a hacer. Podemos pedirle a Dios que cure esas heridas. Tal vez cosas que no nos perdonamos, por cosas que dijimos, por cosas que hicimos, también podemos pedirle a Dios tanbien que cure esas heridas. El es el que puede sanar los corazones, el es el que puede traer algo nuevo.

O tal vez necesitamos levantarnos. No estamos muertos todavía, gracias a Dios, como esta niña. Pero si Dios tiene que levantar algo en nosotros: el ánimo, la convicción, ayudarnos a caminar de nuevo, decirnos: “yo te lo ordeno, levántate, anímate, lucha de nuevo”. Cuantas veces en la vida con muchas cosas que nos pasan tendemos a bajar los brazos. Cuantas veces nos parece que nada puede cambiar, que no vale la pena seguir luchando. Hoy Jesús nos dice a nosotros al corazón: "levantate, volve a apostar, animate". Y esto es porque Jesús siempre busca una cosa: “la vida”. Y lo único que nos puede dar vida es animarnos a caminar, es lucharla, eso es lo que quiere Dios para nosotros.

Eso es lo que dicen las 3 lecturas. El libro de la sabiduría Dios quiere la vida nos hizo incorruptibles. La segunda lectura hagan una colecta, junten para que todos tengan vida, para que todos puedan vivir decentemente, para que todos puedan compartir el evangelio. Los dos signos de Jesús del evangelio nos muestran vida.

Bueno, en que nosotros necesitamos vida hoy. Pidámosle a este Jesús que toco nuestras vidas, que sane nuestros corazones, que nos cure, que nos levante, que el nos salve como hizo con estas personas; para que así, salvados, caminando con él, podamos también anunciarlo a los demás.

(Domingo XIII durante el año, lecturas: Sab 1,13-15; 2, 23-2; Sl 29, 2Cor 8, 7-9.13-15, Mc 5, 21-43)

viernes, 3 de julio de 2009

¿Vacaciones de invierno?

Nos acercamos a lo que llamamos las vacaciones de invierno y un montón de preguntas o reflexiones se me suscitan en torno a este tema. La que me surge con más fuerza es la diferencia que encontramos con las vacaciones de verano. En ese momento, en mayor o menor medida, casi todos tenemos un tiempo de descanso, relax, que lo ocupamos en distintas actividades, como les hablaba en diciembre. Pero este no sólo es un tiempo más corto, sino que muchas veces ni siquiera, es un tiempo, es decir, no lo tenemos.
Sin embargo todos tenemos incorporado en nuestra cabeza que llegan las vacaciones de invierno. Y esto se da, creo, porque hemos crecido con el calendario escolar. Ahora he dicho crecido, porque una vez que uno va creciendo esto se vuelve más complejo y difícil.
Primero uno pasa a la facultad y ahí muchas veces no tenemos vacaciones. Uno tiene que estudiar, dar finales y cuando se da cuenta volver a empezar las clases. Con suerte a uno le quedan un par de días para retomar fuerza..
Más complejo aún se hace si uno ya esta trabajando. A lo sumo puedo tener unos días con una carga un poco más tranquila cuando no tengo que cursar, pero lo que es vacaciones, todavía es un sueño lejano.
Luego, si ya he formado una familia, el tema es más complicado aún. Hay que hacer malabares para arreglarse con los chicos que están en la casa y el trabajo diario.
Es decir, creo que es un tiempo mucho más complejo. Donde algunos podrán tener un rato de descanso y otros tienen que continuar con sus tareas cotidianas.
Y frente a esto me viene a la memoria un texto del Eclesiastés:

Hay un tiempo para cada cosa, y un momento para hacerla bajo el cielo. Hay tiempo de nacer, y tiempo para morir; tiempo para plantar, y tiempo para arrancar lo plantado. Un tiempo para dar muerte, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir y un tiempo para construir Un tiempo para llorar, y otro para reír; un tiempo para los lamentos, y otro para las danzas. Un tiempo para lanzar piedras y otro para recogerlas; un tiempo para abrazar, y otro para separarse. Un tiempo para buscar, y otro para perder; un tiempo para guardar, y otro para tirar fuera. Un tiempo para rasgar, y otro para coser; un tiempo para callarse, y otro para hablar. Un tiempo para amar, y otro para odiar; un tiempo para la guerra, y otro para la paz. (ecle 3,1-8).

Parafraseando podríamos preguntarnos ¿que es lo que tengo que hacer, que tiempo me toca ahora?
Para algunos sobre todo los que están en el colegio será un tiempo de descanso. Entonces sean agradecidos y aprovéchenlo
Para otros, tiempo de sentarse y estudiar. Entonces agradezcan este don que Dios les ha dado, esta oportunidad de poder formarse, de crecer intelectualmente y preparen bien sus exámenes.
Para otros, tiempo de seguir trabajando. También sean agradecidos por tener trabajo en estos tiempos difíciles y intenten seguir creciendo laboralmente.
Pero podríamos seguir, y aún profundizar más:

Tal vez es un tiempo para buscar a Dios y a los demás....
Un tiempo para mirar cuales son mis deseos más profundos...
Un tiempo para preguntarme y reflexionar...
Un tiempo para perdonar...
Un tiempo para agradecer...

Cada uno tiene que aprender a descubrir a que me llama Dios en este tiempo. Podemos quedarnos con la nostalgia de que antes teníamos vacaciones, de que antes era distinto; o podemos agradecer y aprovechar lo que hoy nos toca. Tengamos un corazón abierto y agradecido a Dios y aprovechemos las oportunidades que nos da la vida.

jueves, 2 de julio de 2009

Confiar en Dios

El camino espiritual de todo cristiano se basa en la confianza cada vez más profunda en Dios. Es la confianza la que nos permite dar, en primer lugar, el salto inicial en el vacío, encontrar a Dios en los niveles más profundos de nosotros mismos. Y es la confianza la que guía nuestro crecimiento y maduración en la vida, la transformación de nuestro dolor, de nuestras heridas y de nuestras motivaciones interiores, para descubrir hacia donde vamos, hacia donde queremos ir.
Porque para la fe la primera pregunta y la más decisiva no es que debo hacer, a quién tengo que obedecer; sino a donde quiero llegar, hacia donde me siento llamado, ya que la fe no es primeramente límite y represión, sino horizonte que se abre y da sentido al caminar.
La fe nos invita a caminar hacia la plenitud de vida en Dios, construyendo la comunión entre los hombres, caminado juntos; y esto significa abrir mi corazón también al otro, crecer juntos.
Todos pasamos por situaciones difíciles en nuestra vida: debilidades personales, enfermedades, dolor, pérdida de un ser querido, dificultades en el trabajo o de dinero, problemas de los hijos o de los padres, injusticias, etc. Todos hemos sido alguna vez defraudados, nos hemos sentido heridos, y todo esto muchas veces va haciendo que nos vayamos cerrando, alejando de los demás.
Hoy vemos que nos encontramos en un mundo al que le cuesta confiar, confiar en Dios y confiar en los demás. Nos encontramos con nuestros propios límites y con nuestras seguridades que no nos dejan ser libres, largarnos al vacío y tomar la mano de Dios, para caminar hacia él. Hacia esa meta que a todos nos espera. Pero es solo animándome a soltar de todo lo que me aferra, confiando en aquel que me da libertad, que podré crecer. Jesús nos llama y nos invita a caminar como hombres y mujeres adultas, que son libres para elegir. Confía en nosotros y por eso nos invita a ir descubriendo aquel horizonte que le da sentido a mi vida.
Pidamos hoy a Jesús, a aquél que se despojo de todo, aún de su vida poniendo toda la confianza en Dios, que hoy cada uno como cristianos y todos como Iglesia nos animemos a dar ese salto en la fe y poner nuestra esperanza en Dios.
Termino invitándolos a rezar con esta oración que nos regalo Carlos de Foucauld:

Padre, Me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que fuere, Por ello te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí Y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma, Te la entrego Con todo el amor de que soy capaz, Porque te amo y necesito darme, Ponerme en tus manos sin medida, Con infinita confianza, Porque tu eres mi Padre.