lunes, 20 de diciembre de 2010

Homilia: "Recibamos al Emmanuel" 4º Domingo de Adviento

En la película “El conde de Montecristo” comienza cuando un holandés llega a Marsella con el barco después de una serie de infortunios que habían tenido donde había muerto el capitán. Por lo que había hecho parece que la vía va viento en popa porque le avisan que va a ser el nuevo capitán, y esto posibilita que se pueda casar con mercedes, su prometida, la cual tenia que esperar porque él no tenia un trabajo así tan bueno. Cuando parece que todo le va a ir bien, que todo va como él quería y pensaba, uno de sus amigos, Fernando (junto con otros de los que trabajan en el barco) se confabulan para dejarlo malparado. Lo llevan frente a Villefort, que era el que se ocupaba en ese entonces de todo ese lugar, y justamente lo encarcela, y lo manda a un castillo perdido (el castillo de If), donde él lo primero dice que es inocente, y le dicen “si, obviamente, si no no estarías acá… Hay 100 cárceles en Francia. Si te mandaron a esta isla es porque quieren que desaparezcas”. Y él se siente incomprendido en esa soledad de la celda, va perdiendo la esperanza que tenia en el principio, deja de rezar, se olvida de Dios, ya no tiene más ganas de vivir. Y en medio de eso, después de varios años, aparece casi de casualidad en su celda queriendo escapar el abate Faria, que estaba ahí viviendo en otra celda y que había evocado el camino de escape. Y después del susto que le leva encontrarse con él, Edmond encuentra en este abate aun compañía y no solo una compañía, sino alguien que le enseña, lo acompaña, le aconseja, y lo va a ayudar para que 10 años después él pueda escapar de nuevo y comenzar de nuevo de una manera distinta.
Lo que lo ayudó en esa soledad, en ese difícil transe de estar en esa celda, fue encontrar en ese momento oscuro y difícil de su vida, alguien que este con él, aunque sea alguien que no conociera, aunque sea alguien inesperado, aunque sea alguien que también esté encarcelado. Su situación no cambió pero encontró compañía en eso, y encontró alguien que lo ayudó a verlo de una manera distinta.

También nosotros pasamos por soledades muy profundas en la vida, y no tenemos que estar solos muchas veces para pasar soledades: muchas veces estamos rodeados de gente en nuestra vida, en lo diario, en lo de todos los días y sin embargo nos sentimos solos, nos sentimos vulnerables muchas veces, incomprendidos, creemos que no nos prestan atención, muchas veces no nos sentimos amados. Podríamos decir que tal vez una de las características de la sociedad de hoy es esta vulnerabilidad, este muchas veces a ‘pesar de estar rodeado’ el sentirse aislado y solo y no saber con quien compartir y a partir de quien poder salir de esto.

Seguramente una soledad profunda sintió también San José en su corazón en el momento en el que se entera que Maria estaba embarazada. Nosotros generalmente ponemos la atención en Maria con todo lo valioso que ella tiene con su ‘si’ a Jesús, pero muchas veces nos olvidamos lo difícil que fue también esto para San José, lo difícil que fue para un José que de un día para el toro se encontró que Maria estaba embarazada, que iba a tener un hijo. El evangelio resalta sus virtudes: que era un hombre justo, que decidió abandonarla en secreto (para que Maria no fuera castigada por eso). Sin embargo en esa soledad, en ese no comprender las cosas, es que en medio de un sueño se le aparece un ángel para tratar de iluminar un poco aquello de incomprensión que siente José. Y es ahí donde le dice y le anuncia lo que esta pasando, y lo invita a acompañar a Maria en este camino. Y José va a tener que aferrarse a eso, no es que las cosas exteriormente cambiaron, seguramente José tenia un montón de ilusiones: era un hombre joven, se acababa de empezar su casamiento (ustedes saben que en la antigüedad, los casamientos tenían dos partes: una primera que era la parte administrativa/legal, donde los novios se comprometían, casaban, y después de eso pasaban unos meses hasta que se hacía una fiesta familiar donde en esa fiesta el novio se terminaba llevando a su mujer en andas hasta su nueva casa) y María y José estaban entre esos dos momentos. Seguramente con todas las ilusiones que José tenia de este nuevo camino, y tiene que aprender a adaptarse, y tiene que hacerlo tal vez porque descubre que Dios está con él. Creo que de todo lo que le dice el ángel lo central es “Dios con nosotros”, este Emmanuel que va a venir para acompañarnos aun donde nos sentimos solos, aun donde nos sentimos incomprendidos, aun donde sentimos que los otros no nos entienden.

Es curioso porque el Evangelio nunca nombra un dialogo entre Maria y José, habla muy poco Maria, y José directamente no habla en el Evangelio, y no aparecen diálogos entre Maria y José… ¿porque no los habrán tenido, porque no tendrían cosas para compartir? Creo que uno cuando piensa en Maria y José piensa en lo lindo que seria esa familia, lo que compartirían, lo que se acompañarían, como irían educando y criando a Jesús. Sin embargo no sabemos anda de eso, lo que sabemos es que Maria se encontró con un ángel que le anunció a Jesús, y a José le pasa lo mismo, y siempre el encuentro es de ellos con Jesús. Tal vez porque el Evangelio va a lo central, y no porque no era una familia con todo lo que eso significa, si no porque lo central ahí es Jesús, y el Evangelio va a ese vinculo central, ese vinculo que tiene Maria que nos posibilita de tener a Jesús entre nosotros, a este José que cree, confía y compaña a los dos, los cuida y los educa. Y a este Dios que en Jesús, se hace Dios con nosotros, a este Dios que nos acompaña para que sintamos que alguien camina a nuestro lado.

Y tal vez en esta Navidad también se nos quiere invitar a lo mismo. En primer lugar descubrir que hay un Dios que esta con nosotros, lo central de la Navidad es descubrir que Dios quiere acompañarnos, que Dios quiere fortalecernos en nuestras debilidades, estar con nosotros en donde nos sentimos solos, darnos fuerzas en donde nos sentimos debilitados y abatidos, descubrir que este niño que viene, viene a traer algo nuevo. Y que este Dios con nosotros quiere iluminar nuestros corazones y hacernos volver a lo central.

Seguramente todos lo vamos a pasar en familia en esta Navidad. Algunos con una familia un poco más grande, otros con una familia más grande aun, según cuántos se junten, si la familia directa o los primos. Seguramente vean a mucha gente que hace mucho tiempo que no ven, que tal vez no comparten, y es muy valorado y muy lindo el poder vivir eso. Pero tal vez José hoy nos quiere decir ‘volvamos a lo central’: animémonos a descubrir, aun en lo lindo de eso, que hay un Jesús que viene a nosotros, que hay un Jesús que quiere hacer vinculo con nosotros, que hay un Jesús que se quiere encontrar con cada uno de nosotros, que en esta Navidad nos quiere decir “Dios esta contigo, Dios te acompaña, Dios te entiende y te comprende”.

Creo que de todos los personajes que aparecen en el pesebre, tal vez José es el que mas se parece a nosotros: tiene que creer y confiar en algo que esta pasando totalmente exterior a él, donde él esta totalmente involucrado, donde es una parte importante pero lo único que le queda es creer y confiar. Y a nosotros nos pasa lo mismo, Jesús vino porque quiere estar con todos nosotros, pero tenemos que creer en algo exterior, en algo que creyeron Maria y José, y por eso nos regalaron a ese niño, en el que muchas veces nos cuesta creer: en este mundo, en lo que pasa, en lo que sucede. Y hoy también José nos dice a nosotros “anímense a confiar, anímense a creer, anímense a descubrir que en ese niño en esta Navidad, Dios vuelve a nosotros”.

Para terminar, Mateo no habla casi de Maria porque necesita a José. Mateo le escribe a una comunidad de Judíos, y estos necesitaban saber que Jesús es el Mesías, y para eso que es descendiente de David, por eso nos dice que José es el hijo de David, porque necesita eso, necesita entroncarlo en esa cadena. Y eso es también lo que nos dice Pablo en la segunda lectura a los Romanos: “Miren ustedes, acá viene el que ustedes esperaban, acá viene el hijo de David.”. Ustedes pongan la esperanza en Él, ¿por qué? Porque están llamados a ser santos…
Para eso viene Jesús, para que nosotros descubramos a qué se nos llama para que nosotros descubramos cuál es nuestro camino. Nosotros somos los que hoy estamos llamados a ser santos, para eso tenemos que hacer como José, como Pablo, como muchos, creer y confiar en Dios, hacer lo que Dios nos pide, sencillamente como hizo José, sencillamente con hizo Pablo cuando le tocó, animarnos a asentar esa misión y caminar detrás de Jesús.

Pidámosle entonces en este día a José, que como ejemplo de él nosotros escuchando a este ángel que nos dice a nosotros que Jesús va a nacer en medio nuestro, podamos creer, confiar en eso y esperarlo con un corazón abierto para que en esta Navidad Jesús se haga presente de una manera nueva.



Primera Lectura: Isaias 7, 10-14
Salmo: 23, 1-2. 3-4ab. 5-6
Segunda Lectura: Romanos 1, 1-7
Evangelio: Mateo 1, 18-24

Cierre de Jovenes 2010

Hace unos años salió una película que se llama “Corazón de caballero” en la cual William es enviado por el padre a que acompañe a un caballero para que ‘cambie su estrella’, para que pueda vivir de otra manera. Y como ustedes recordaran, siendo grande y después de que su caballero muere, él va tomando su lugar hasta que casi al final descubren que era verdad que él no es caballero, entonces lo atrapan, lo ponen para la burla de los demás ahí encadenado en la plaza, y cuando todos los demás se empiezan a burlar de él y lo van a cargar aparecen aquellos que lo habían acompañado y a los que él también había ayudado, todos se ponen alrededor de él y lo quieren defender diciéndole ‘que no se atrevan a tocarlo, que se la van a tener que ver con ellos’. Y frente a ese panorama del que ‘se había echo pasar por caballero y no lo era’, estaba atrapado, pero aquellos que se suponen que eran como sus sirvientes, en vez de estar escapándose estaban sirviéndolo. El Príncipe Eduardo que estaba en la plaza, se conmueve y pasa ahí adelante y les dice “Solo ver que aquellos que lo ayudaban lo querían tanto, a él le bastaba, pero que a lo largo de este tiempo que lo había conocido había visto mucho más”. Entonces impone esa autoridad frente a la gente que estaba en la plaza y lo nombra caballero.

Y yo pensaba como estos hombres que habían conocido a William habían descubierto en él con el tiempo y caminando con él, alguien en quien confiar. Y no solo alguien en quien podían confiar, si no alguien por el cual estaban dispuestos, a defender, a dar la vida, a vivir de una manera distinta. Alguien que no solo había cambiado de alguna manera su estrella (aquello que no se esparaba, era de condición muy humilde y logra ser caballero) sino que también había cambiado la vida de esos hombres.

Y pensaba como de alguna manera cuando Dios nos envía a Jesús, cuando el Padre nos envía a su Hijo, lo hace con este deseo, que todos nosotros cambiemos nuestra estrella. No es para que su Hijo cambie, su Hijo no lo necesita, si no para que todos nosotros tengamos una vida distinta, para que todos nosotros descubramos algo distinto, y eso es lo que vamos a celebrar ahora dentro de pocos días, vamos a celebrar que este niño tan pequeño, tan frágil que viene a nosotros, trae algo nuevo, trae una existencia nueva, y nos da un sentido distinto a todos nosotros. A partir de conocer a Jesús hemos ido conociendo a otras personas, hemos tenido experiencias distintas y nos invita de una manera nueva.

A ver, ¿cuántos de acá están en Confirmación? Coordinadores, chicos… Ustedes han encontrado seguramente y conocido coordinadores nuevos, chicos nuevos, por el hecho de decir “quiero crecer en el vinculo con Jesús”, o por la motivación que fuera. ¿O cuántos de acá están en Caminar? Muchos también, aquellos que siguieron profundizando después de confirmarse, que quisieron redoblar la apuesta, seguir conociendo a Jesús, pero no solo en nuestro grupo, si no en cualquiera de los otros grupos. A ver, levanten la mano los de los dos grupos misioneros: Jeremías y Villa Elisa. O en las cosas más solidarias: San Agustín, San Cayetano, les agradecemos mucho. O en los Grupos de Oración, todos los que participaron durante este año… Y en todos los demás grupos que tenemos en la parroquia: Grupo de Novios, Transpirar… Todas las actividades que vamos haciendo durante el año y que nos ayudan a encontrarnos con Jesús, y que nos ayudan a cambiar nuestra vida.

Muchas veces pensamos qué cosas pequeñas cambian nuestra vida… y casi como que así lo decimos: ‘papá tengo que ir a esta fiesta’ a lo que nos contestan ‘no, no podes salir’, ‘pero me muero si no voy a esta fiesta’ o ‘es el fin del mundo’ o ‘esta fiesta va a cambiarme la vida’. Una fiesta decimos nada mas… Tal vez podríamos decir que hay una fiesta que cambió nuestra vida, que es la Navidad. Fíjense la manera en que se nos invita a vivir y a celebrar, y que hay alguien que quiso cambiar verdaderamente nuestra vida, y por eso dio la vida, que hay alguien que quiso iluminar nuestra vida, y que quiso que nuestra vida cobre un sentido diferente, por eso los invitamos a trabajar en estos días y a preparar esta celebración. ¿Qué es lo que significa Jesús para nosotros?

La pregunta que nos podríamos hacer, sobre todo los que han caminado más años, ¿qué significa Jesús? ¿Qué trajo de nuevo a mi vida? ¿Siento que cambió mi vida a partir de Él? ¿Quiero transmitir algo distinto? ¿Logré crecer en algo, en algún valor, en algún aspecto? Y tal vez como nos dice el Evangelio, ¿logré ser luz para los demás? Jesús nos dice que es la luz de mundo, y vino y quiso iluminar nuestra vida, y nos dice que cuando hay una luz no se pone debajo de una mesa, no tiene sentido, nadie pone una luz ahí abajo. Esa es entonces la vida de cada uno de ustedes, esa es la vida de cada uno de nosotros, una vida que fue iluminada por Jesús y por eso siempre refleja, siempre da luz. La pregunta es si esa luz que Jesús hace que nuestra vida de, la queremos llevar a los demás, si queremos iluminar la vida del otro, o si la queremos guardar, o si la queremos esconder… Jesús nos dice “eso se ha puesto para que este en lo alto, la vida de ustedes tiene que iluminar la de los otros”. Y así, podremos darle gusto a la vida de los demás: “Ustedes son la sal en la tierra” y la sal lo que hace es darle gusto a la comida. Jesús quiere darle gusto a nuestra vida para que nosotros le demos gusto a la vida de los demás, la pregunta es de qué manera queremos vivir, de qué manera Jesús queremos que ilumine nuestra vida, de qué manera Jesús cambió nuestra estrella, de qué manera nos invita a caminar…

No se si se acuerdan pero cuando William es chiquito y el padre lo envía, cuando se esta por ir, vuelve y le dice al papa “¿Pero cómo voy a saber para volver?”. Y el padre le dice: “Solo sigue tus pasos”. Nosotros tenemos una ventaja, porque acá no es solamente seguir nuestros pasos, si no que tenemos a alguien que nos lleva, y aun cuando a veces no encontramos el camino o algunas veces nos perdemos, tenemos a alguien que nos busca, que nos agarra, que nos lleva sobre sus hombros y que nos vuelve a poner en camino. Con Jesús siempre tenemos los pasos garantizados. Con Jesús siempre vamos a saber a donde ir, y cuando no lo sepamos nos va a buscar y nos va a volver a traer.

Esto es lo que celebramos en Navidad: con Jesús siempre se puede volver a nacer, con Jesús siempre se vuelve a empezar, con Jesús siempre se ilumina a los demás, siempre se da gusto a la vida de los otros.

Démosle gracias entonces a Jesús por todo lo que hemos podido vivir este año, por toda la gente que conocimos, por todos los que fueron signos de Dios para nosotros. Démosle gracias por todo lo que pudimos testimoniar en la vida de los demás. Y pidámosle a este niño que nace, a este niño que se hace presente en nuestra vida que la vida nuestra siempre pueda iluminar la vida de los demás.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Homilia: "Tengan paciencia, Jesús cumple sus promesas" 3º Domingo de Adviento


Hace tiempo salió una película que se llama “La duda”, que transcurre en un colegio de hará unos 50 años, en el Bronx en Estados Unidos, y que más que nada está centrada en dos mujeres hermanas que trabajan en ese lugar, la superior que es la hermana Aloysius y la más joven, la hermana James, y el sacerdote el Padre Flynn, y van mostrando en la película cosas que hacen, que pasan (donde no quedamos muy bien parados los sacerdotes con muchas cosas que han pasado en el último tiempo), pero me quiero centrar en una conversación que hay en el final de la película entre estas dos hermanas. La hermana Aloysius se alegra de ver a la hermana James que viene de visitar a su familia, de ver a su hermana, le pregunta cómo esta, si se ha mejorado, ella le contesta que necesitaba ese respiro, ese encontrarse con su familia, y empiezan a hablar un poco de su familia, y un poco de lo que había sucedido durante ese tiempo, en todas esas vicisitudes que habían pasado en el colegio. La hermana Aloysius se admira de la inocencia de la hermana James, y esta última se admira de la seguridad que tiene su hermana, y de la firmeza de muchas de las decisiones que tuvo que tomar la hermana. Sin embargo se queda sorprendida cuando sobre el final de la conversación la hermana James la mira, y la hermana Aloysius se pone a llorar y le dice: “Tengo dudas, tengo tantas dudas”. La hermana ahí la abraza sorprendida, porque justamente tenía la imagen contraria de esta hermana: que creía, que era firme, que tenía convicciones, que tenía certeza en cada una de las decisiones o de su fe. Sin embargo cuando le abre el corazón le muestra esa duda, muchas veces inherente al corazón humano.

Esas dudas que nos van también surgiendo a cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida en muchas de las cosas que vamos eligiendo, aun en las que más nos gustan y queremos: en las amistades, en los noviazgos, en los matrimonios, en las carreras que uno elige, en los caminos que uno va buscando, también en la vida de fe. Esas dudas que a veces sentimos como si nos atravesaran, como si fueran un puñal, y que empezamos a buscar certezas o comprobaciones o seguridades que muchas veces no terminamos de encontrar, que muchas veces no terminamos de vislumbrar, y seguimos buscando aquel o aquella que nos dé una respuesta más segura. Ahora esto que nos sucede en la vida o en la fe, como decía es algo casi inherente al corazón humano. Para que uno pueda madurar o crecer, uno tiene que preguntarse en el corazón, y aprender día a día a hacerlo propio. Y tal vez el ejemplo más grande de esto lo tenemos en Juan el Bautista. Juan, aquel al que Jesús dice “el mayor hombre nacido de mujer”, aquel que preparó el camino de Jesús, aquel que bautizó a Jesús, aquel que le dijo a sus discípulos: “Síganlo, Él es el cordero de Dios”. Sin embargo al final de su vida, cuando estaba pronto a morir en la cárcel, manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús si es Él el que estaban esperando o si tienen que esperar a otro. Y uno se sorprende porque dice ¿Juan pregunta eso? Aquel que uno siente que tiene la certeza de saber quién es el Mesías, quién es el que iba a venir, llega a un momento de incertidumbre en el cual le manda a preguntar a Jesús, y para sorpresa de nosotros tampoco Jesús le contesta, no le dice “sí, soy el Mesías” o “no soy el Mesías”, sino que le dice a los discípulos que tienen que decidirlo ellos. “Vean y oigan”, miren los que está pasando, escuchen lo que estoy diciendo, y decidan ustedes. Son los discípulos los que van a tener que descubrir si creen o no en Jesús, y son ellos los que le van a tener que dar testimonio a Juan. Uno se podría a pensar que se la podría haber hecho un poquito más fácil Jesús a Juan, porque después de todo lo que había hecho, después del momento de su vida en el que esta… Sin embargo la decisión de si cree o no en Él tiene que ser personal.

Cada uno de nosotros llega al momento en la vida en que tenemos que contestarle a Jesús si queremos estar con Él o no, si creemos en Él o no, en lo que está pasando o en lo que está sucediendo. Sin embargo como decíamos, eso entra en duda. Por ejemplo, en la Primera Lectura entra en duda porque perdieron la tierra. Dios le había prometido al pueblo de Israel una tierra ahí en Caná. El pueblo había ido, había conquistado esa tierra, había vivido mucho tiempo, y sin embargo llega en un momento en que la pierden y los expulsan a Babilonia, y la pregunta del pueblo es ¿sigo creyendo en este Dios? cuando perdí aquello que me daba seguridad, es decir, esta tierra, ¿sigo creyendo y poniendo la esperanza en aquel que hoy no me responde? Y aquí el profeta Isaías les dice: “Vuelvan a creer en Él, vuelvan a esperar en Dios, aquel que creó el mundo, aquel que los trajo a esta tierra, puede volver a hacerlo. Así que levanten la cabeza y vuelvan a caminar y anúncienlo a los demás”. En la segunda lectura escuchamos que también Santiago le tiene que contestar a su comunidad porque van perdiendo la esperanza, porque esperaban que Jesús volviera pronto, y vaya si no volvió, hoy lo estamos esperando nosotros todavía. Y es por eso que tiene que decirles: “Tengan paciencia, Jesús cumple sus promesas, Dios cumple sus promesas, así que esperen y tengan esperanza, y vivan de acuerdo a lo que les invitó Jesús”. Cuando estos discípulos se acercan en el Evangelio porque dudan y no saben que está pasando, como les decía, Jesús les dice: “Vean y oigan”, ¿qué es lo que tienen que descubrir? Los signos: “los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son curados, los sordos oyen. Por otro lado, la Buena Noticia es anunciada a aquellos que no tienen buenas noticias, a los más pobres, a aquellos que no tiene esperanza para que la tengan, y tienen que creer en esos signos”. Y después miren la pregunta para todos los que estaban ya ahí: “¿Qué es lo que ustedes fueron a ver? Cuando fueron a ver a Juan, ¿por qué fueron con Juan? ¿qué es lo que estaban esperando? ¿qué es lo que buscaban en él?” O podría haber preguntado de otra manera ¿qué es lo que buscan ahora conmigo? ¿por qué vienen hasta donde estoy yo? Por ahí somos muchos los que estamos acá reunidos alrededor de Jesús porque creemos en Él, porque esperamos en Él, y también nos pregunta hoy Jesús a nosotros qué es lo que vinieron a ver, ¿qué es lo que vinimos a ver acá hoy con Jesús? ¿por qué estamos con Él? ¿qué es lo que esperamos de Él? ¿qué es lo que queremos de Jesús? Tal vez cada uno de nosotros podría preguntarse por qué esta hoy acá en misa, porque muchas veces nos pasa que estamos acá con la cabeza en otra lado, o con más ganas de contestar un mensajito de texto que estar acá, o de hacer otra cosa, y eso nos pasa a todos. Pero, ¿qué es lo que buscamos en la persona de Jesús? ¿por qué nos acercamos a Él? ¿qué es lo que hemos encontrado en Él? ¿qué es lo que Jesús nos promete y en qué basamos nuestra esperanza?

Hoy escuchamos que la palabra de Dios nos dice: “Dios mismo nos salvará”, Él es el que va a hacer presente. Y eso es lo que estamos celebrando en el Adviento, estamos celebrando que Dios mismo se va a volver a hacer presente. Muchas veces esperamos un montón de cosas de Jesús, ahora la promesa de la Navidad no son cosas, es una persona, es alguien que viene a nosotros, es volver a poner la mirada en lo central y en lo esencial, en ese Jesús que viene, en ese niño pequeño, en ese pequeño signo y gesto de Dios en medio nuestro. Y tal vez en este camino tenemos que aprender a descubrir esos pequeños gestos, esos pequeños signos que Jesús pone, aprender nosotros a ver y a oír, a ver a Dios presente en nuestro tiempo, a escuchar el clamor de Dios. Fíjense cuando le preguntan si eres tú, Jesús les dice: “Miren lo que esta pasando: son curados los enfermos, se les anuncia a los más pobres”. Va a lo central Jesús, a aquellos que más lo necesitan hoy, son los que se dan cuenta qué es lo que esta pasando, y en aquellos que más lo necesitan hoy, tienen que descubrir la presencia de Jesús.

Si nosotros queremos dar testimonio de Jesús tenemos que preguntar de qué manera nos estamos acercando a los que más nos necesitan. En ese entonces eran los enfermos, los más pobres, y seguramente hoy sean los mismos, y podríamos preguntarnos quiénes son los que más necesitan hoy de Jesús, de qué manera nosotros podemos hacer hoy que otros oigan y vean, de qué manera podemos ser signo para los demás.

Eso es lo que hizo Jesús, eso fue lo que fue transmitiendo, esa es la promesa de Jesús, eso es lo que nos promete a nosotros y nos invita a vivir.

Pidámosle entonces en este tiempo a Jesús, que en primer lugar podamos esperarlo con paciencia, con esa paciencia del que espera sabiendo que Jesús cumple sus promesas, y que renovados en la esperanza también nosotros podamos ser signo para los demás, dar testimonio de las obras de Jesús, hacer que otros a través nuestro también puedan ver y oír a este Jesús que se aproxima a nosotros.

Primera Lectura: Isaias 35, 1-6a. 10
Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10
Segunda Lectura: Santiago 5, 7-10
Evangelio: Mateo 11, 2-11

Homilia: "Aleérate, llena de gracia" Inmaculada Concepción de Maria

Hay un cuento que habla sobre la vida de Nasrudin que cuenta que este hombre se fue haciendo cada vez más famoso en todo el pueblo, en todo el mundo de esa época, y entonces le empezaron a pedir si podía dar conferencias, pero él no tenía mucho interés en dar conferencias y tampoco entendía por qué le pedían que las diera. Hasta que acepta ir a una, y él pensaba en lo que iba a decir, y decía “Yo me he hecho conocido por viajar, por estar con la gente, por escucharla, no se qué es lo que tengo para decir”. Entonces fue, le toco un auditoria muy grande que estaba lleno de gente, se paro delante de ellos y les dijo: “¿Ustedes saben qué es lo que les voy a decir?”, y la gente le contesto: “No, no sabemos”, “Bueno, si no saben qué es lo que les voy a decir, significan que no están preparados para escucharme”, se dio media vuelta y se fue. La gente no entendía nada, se quedo perpleja, hasta que siempre aparece una persona que quiere que hable, y dice: “que hombre inteligente, que breve que es, como sabe resumir lo esencial” y se empezó a pasar eso de boca en boca ‘que inteligente’, ‘que inteligente que fue a lo central del mensaje’, y fueron, lo buscaron después de esa conferencia y le preguntaron si podía dar otra conferencia. Él les dice: “Pero no se dar una, ¿y voy a tener que dar dos?” y ellos le decían que había estado muy bueno lo que dijo, bien centrado en lo esencial, y por eso querían que de otra conferencia. Volvió, y como la gente había dicho que era muy inteligente, había mas gente todavía para escucharlo, y les dijo de nuevo lo mismo. “¿Ustedes saben qué es lo que yo les voy a decir?”, y la gente que ya estaba preparada le dijo “Si”, “Bueno, si ya lo saben no es necesario que lo repita”, entonces la gente ya entendía menos, y uno dice lo mismo ‘que brillante este hombre’, la gente se empieza a contagiar de eso, y entonces le fueron a pedir que diera una tercera conferencia. Todo sigue así de boca en boca, va a dar la tercera conferencia, y les vuelve a repetir: “¿Ustedes saben qué es lo que yo les voy a decir?”, ellos ya preparados le dicen algunos ‘si’, y otros ‘no’, “Bueno, júntense los que saben y cuéntenles a los que no saben”, y se fue.

Mas allá de lo gracioso de este cuento, nos muestra que muchas veces lo central no es lo esencial que uno va a decir, si no lo uno hace y vive. Es más, en general lo más valioso de la vida de cada uno de nosotros es el testimonio que nos animamos a dar.

En la fiesta que hoy estamos celebrando, más aún. Estamos celebrando esta fiesta de María, y lo central justamente, quién fue María, ¿qué fue lo que ella vivió y qué fue lo que ella hizo? Por empezar no sabemos mucho de Maria, sabemos bastante poco de la vida de ella. Tampoco habló mucho María, nos sobra una carilla, una hoja para escribir las cosas que María dijo, la más larga viene justo de esto con el Magnificat. Pero en general cuando le preguntaron, fue a lo esencial, “Hágase en mi según tu palabra”, contesta hoy, “Hagan lo que Él les diga” le dice a los discípulos que estaban en las bodas de Caná, yendo siempre a lo central. Sin embargo, su fama se extendió de generación en generación, muchísimos veneramos a María, muchas veces le rezamos a ella, le pedimos que interceda por nosotros, y eso fue por lo que ella hizo, no por lo que ella dijo, es decir, por lo que significó en su vida.
Y lo que significó en su vida tal vez se puede sintetizar en estas primeras palabras que el ángel le dice. Primero le dice: “Alégrate”. Antes de decirle cualquier cosa, antes de decirle cuál es su misión, “Alégrate”. ¿Y por qué tiene que alegrarse Maria? Y porque Dios se va a hacer presente en su vida. Y lo mismo tendríamos que hacer nosotros, es como si el ángel nos dijera hoy a nosotros “Alégrense”. ¿Por qué? Y por lo que Dios va a hacer, por lo que va a venir, no por lo que están esperando sino porque Dios esta presente, “Vivan esa alegría. Contágiense de esa alegría”. Y cuando todos esperamos que diga “Alégrate, Maria” que es su nombre, no le dice su nombre, le dice: “Alégrate, llena de gracia”, casi como si le estuviera cambiando el nombre, como si a partir de ese momento, esa palabra ‘llena de gracia’ pasara a ser su nombre. ¿Y qué significa ese ‘llena de gracia’? Y que Dios de una manera especial se va a hacer presnete en su vida. Y llena porque, en primer lugar podríamos decir que la gracia justamente es ese amor que Dios le da. La gracia es justamente un don de Dios, Dios que se hace presente en la vida de alguien. Y Maria tiene que descubrir en su corazón que Dios se le da perfectamente, que Dios la ama perfectamente, porque cuando uno se siente amado perfectamente, uno es mas libre. La libertad la da el amor, cuando uno ama se anima a dar los pasos más importantes en la vida: se anima a casarse, se anima a tener hijos, se anima a ayudar al otro. Maria tiene que descubrir ese amor grandioso que Dios tiene por ella para ser plenamente libre, y para poder plenamente libre decirle que si a Dios, “Hagase en mi según tu palabra”. Por eso Dios de una manera especial se hace presente en su corazón, mostrándole como la ama y como la quiere.

Nosotros tenemos muchas veces una visión extricesista de la gracia, como si la gracia fuera algo de afuera o algo casi opcional, porque casi siempre decimos tradicionalmente que ‘estoy en gracia’ o ‘no estoy en gracia’, casi como si dependiera de nosotros, o ‘canales de gracia’, ‘se derrama la gracia’, y casi la buscamos codificar. Pero en realidad la gracia es justamente el amor de Dios, Dios que se da. Es más, deberíamos decir que a partir de Jesús, la gracia es Jesús, es donde Dios se dio totalmente, y ya no es algo exterior, sino algo interior. Maria nos muestra que la gracia es Dios que actúa en el interior de cada uno de nosotros: Jesús, se hace presente en el interior de Maria, y a partir de ahí se hace presente en el interior de cada uno de nosotros, actúa en nuestras vidas y en nuestros corazones transformándolos, transformándolos desde adentro, actuando de una manera nueva y especial. A partir de Maria, Dios actúa de una manera distinta.
En general hasta María, uno estaba acostumbrado a recibir distintos dones de Dios, Dios nos daba distintas cosas, nos ayudaba, se hacía presente, mandaba a un profeta, decía que nos iba a liberar, los hacía cruzar el Mar Rojo, los hace volver a la Tierra Prometida, les da una tierra, les da descendencia…. A partir de Jesús esto cambia, ya no es que recibimos los dones de Dios, si no que Dios se hace don para nosotros, Dios es el gran don, y en Jesús lo recibimos de una manera distinta y nueva, transformando desde lo profundo de nuestras vidas el proceder de cada uno de nosotros, ayudándonos a caminar con una libertad nueva, esta libertad y esta manera de vivir que Maria le hace decir que si, “Quiero que tu te hagas presente en mi vida. Quiero que tu me cuides de una manera especial”, y esto es porque Dios tomo una iniciativa. La gracia es una elección libre y gratuita de Dios no por meritos, no por lo que hacemos, si no por que Él quiere. Es lo mismo en María.

Hoy estamos celebrando la fiesta de la Inmaculada Concepción, que Maria fue preservada de pecado. Esto estuvo en discusión durante mucho tiempo, y se aprobó recién hace un siglo y medio porque no podía hacer, tiene toda una historia. Pero en realidad era porque Dios la elegía, no por lo que Maria había echo, si no porque Dios quería trazar un plan especial, la eligió gratuitamente y le hizo este regalo. Vaya si Maria lo acepto, después le dijo que ‘si’ en el corazón. Pero lo mismo hace con cada uno de nosotros, nos sigue eligiendo libre y gratuitamente. La presencia de Dios en nuestra vida no depende de nosotros, Dios siempre esta. Es más, podríamos decir que cuanto más lo necesitamos, más viene: la oveja perdida que va a buscar. Sin embargo, obviamente que tenemos que abrir el corazón y elegirlo, obviamente que tenemos que hacerle un lugar, pero Dios siempre camina con nosotros, y eso también nos ayuda a descubrir esta gratuidad del amor de Dios, Dios nos ama por lo que somos y no por lo que deberíamos ser, y por lo que somos se hace presente en nuestra vida y transforma nuestros corazones.

Esto es lo que descubrió Maria, esto es lo que vivió Maria, esto es lo que irradió Maria y mostró a los demás. Por eso con total libertad pudo decir: “Hagase en mi según tu palabra” Espero con la libertad de la que se siente amada.

También nosotros estamos en este tiempo de Adviento esperando que Jesús se haga presente, esperando que Jesús venga a nosotros y nazca de una manera especial. Podríamos hoy tomar estas palabras de María, decirle hoy cada uno de nosotros a Jesús en este tiempo de Adviento “Hágase en mi según tu palabra”, queremos decirte que si en el corazón, queremos que así como naciste una vez en Nazareth, hoy vuelvas a nacer en medio de nosotros, en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras vidas.

Digámosle entonces que si, como lo hizo Maria, hagámosle un lugar en nuestras vidas a Jesús, para que de una manera nueva y especial pueda nacer en medio nuestro.


Primera Lectura: Genesis 3, 9-15. 20
Salmo: 97, 1. 2-3ab. 3c-4
Segunda Lectura_: Efesios 1, 3-6. 11-12
Evangelio: Lucas 1, 26-38

lunes, 6 de diciembre de 2010

Homilia: "Preparen el corazón a este niño que los conducirá" 2º Domingo de Adviento


Hace un tiempito salio una película no muy conocida de cine independiente que se llama “Ten ítems or less” (que traducida seria “10 artículos o menos”, que seria acá como la caja rápida de los supermercados), en la que Morgan Freeman hace de un actor de venido a menos, que hace tiempo esta sin trabajo y por eso acepta una oferta del cine independiente, y se va a un barrio obrero de Los Ángeles para ver justamente cómo trabaja el gerente de un supermercado, que era lo que le habían pedido. Va hasta ese lugar, lo llevan, se queda ahí para mirar y cuando esta observando, se queda admirado por el trabajo de una de las cajeras que se llama Scarlet, y más que el gerente, era ella la que manejaba todo ese lugar (Scarlet era una inmigrante española que trabaja ahí de cajera justamente en esa caja). Y empieza una relación amistosa, a dialogar con ella, hasta que pasa el día y nadie lo va a buscar, nadie se preocupa por él, él no sabe ni un número de teléfono como para llamar a alguien para que lo vengan a buscar, y esta mujer Scarlet le dice que lo lleva hasta donde vive (la otra punta de Los Ángeles), y ahí comienza toda una relación entre ellos, en un vínculo donde se empiezan a ayudar mutuamente.
En un momento Scarlet le cuenta que tiene que ir a una entrevista pero que no se anima, que tiene miedo, y después de charlarlo un poquito, él le dice: “Ya se qué es lo que te pasa, tenes 25 años pero estás tan vieja como yo en mi último cumpleaños. Tenes un matrimonio fracasado ya a esta edad, tu trabajo para vos es una porquería, no te gusta, crees que no podes tener hijos y que por eso tu marido se alejó, y a pesar de que le volves a insistir, en tu corazón no crees que nada nuevo o bueno te pueda esperar, e intentas no convencerte de eso pero te aferras a esto y a estas inseguridades y no te animas a buscar aquello que te espera, y lo se porque es también lo que yo he vivido”. Es decir, este actor descubre que a pesar de la corta edad de esta mujer, como ha pasado por algunas desilusiones en la vida, no puede esperar nada nuevo, y aparte tiene miedo de lo que pueda llegar a pasar. Por eso aunque no este feliz ni contenta, se aferra a aquello que tiene, se queda en eso. Ha perdido la esperanza, ha pedido la ilusión, ha perdido el deseo de luchar por algo más.

Cosas que también nos suceden a nosotros a menudo, más allá de la edad que tengamos. Muchas veces frente a desilusiones que pasamos en la vida, frente a nuestro país y las cosas que suceden, frente al mundo y las cosas que suceden, frente a problemas familiares, frente a problemas amorosos, escolares o en la facultad, tendemos muchas veces a desilusionarnos. A veces la desilusión es pasajera (que debería ser lo más normal), pero muchas veces es como que nos queda en el corazón, y nos cuesta creer que Dios tiene una promesa más grande para nosotros, nos cuesta esperar en algo mejor para nosotros, nos cuesta confiar que Dios tiene algo bueno para cada uno de nosotros, y nos vamos acomodando a lo que tenemos sin luchar ni esperar algo más.

Esto le sucedió muchas veces al pueblo de Israel, y es por eso que Isaías en la Primer Lectura que acabamos de escuchar hoy, le pide al pueblo que crea que algo nuevo pueden hacer, “nacerá un retoño nuevo, un bástalo nuevo en medio de ustedes que traerá algo que ustedes no conocen, tan novedoso que hasta los animales que más se enfrentan estarán el uno con el otro”. Sin embargo tal vez para sorpresa de todos los que escuchan, les dice: “Un niño los conducirá”. Lo primero que uno piensa es cómo un niño nos va a conducir, uno siempre, cree o sabe por experiencia (los padres) cómo uno tiene que conducir a los niños, cómo uno tiene que mostrarles el camino, y acá hace data la primera paradoja que Isaías plantea.
En la Segunda Lectura, Pablo le pide a su comunidad que “esperen en el Señor”, y que esa esperanza en el Señor tendría que verse en la constancia de su obrar: “Obren como Jesús obró, vivan como Jesús vivió, tengan los mismo que Jesús tuvo los unos con los otros”, es decir, vivan de una manera nueva, caminando detrás de Jesús.
En el Evangelio aparece Juan el Bautista, un profeta querido y aclamado por el pueblo de Israel, y le pide a su pueblo que se prepare, que se convierta, es decir, que cambie, ¿por qué? Porque alguien esta por venir, porque algo esta por pasar, pero no dice: “bueno, vayan y vean qué pasa”. Fíjense, uno se admira cuando lo escucha a Juan porque escucha que hay otros hombres como los fariseos y los escribas que se acercaban, se bautizaban, y en vez de decirles ‘que bueno que vinieron acá’, Juan les dice “raza de víboras” o cualquier otro insulto, ¿y esto por qué? “Porque ustedes lo hacen por apariencia nada más”. Y como nos dice Isaías, “Ese niño mirará el corazón, no la apariencia. Ustedes vienen acá porque los demás hacen lo mismo, porque no quieren que el pueblo piense distinto de ustedes, pero no cambian en lo profundo del corazón, y viene alguien que es tan grande que implica un cambio rotundo”. Es más, llama la atención esta diferencia porque Isaías nos dice “Un niño nos conducirá”, y Juan Bautista (tal vez la persona más importante de esa época) dice: “Yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias”, es decir de hacer el trabajo de esclavo. Parece que es un niño con la sencillez, con simpleza que tiene todo niño, y al mismo tiempo alguien grandioso, que es tan grande en el cual yo no puedo hacer nada al lado de Él. Y eso es muchas veces la dificultad que tenemos todos de encontrar en Jesús.

Estamos caminando hacia la Navidad, estamos intentando preparar nuestro corazón y renovarnos en la esperanza, como hablábamos la semana pasada. Pero lo difícil es renovar la esperanza en un niño, volver a creer en algo pequeño, volver a creer en algo sencillo, poder creer que nosotros también tenemos que preparar el corazón para que un niño nos guíe. Y tal vez podríamos centrar la atención en lo que hacemos en Navidad.
En estos días he estado pasando por algunos grupos, algunos de catequesis y otros grupos que obviamente están trabajado la Navidad, y una de las cosas que se les pregunta es cómo van a pasar la Navidad, y uno escucha que dicen: “vamos a pasarla en familia”, “nos vamos a encontrar con gente que hace mucho tiempo que no vemos”, o que algunos cuentan anécdotas de lo que sintió, de lo que pasó, de lo que vivió, y uno cuando escucha eso piensa que en la Navidad uno intenta (no siempre lo puede) volver a lo central y a lo esencial, y tanto uno intenta volver a central y lo esencial que goza de las alegrías que tiene y también vive la tristeza de las ausencias que uno tiene, porque uno deja de lado todas las cosas que muchas veces embellecen y puede volver a lo central del corazón, y aprender a descubrir en eso lo importante de los vínculos, lo importante del otro en mi vida, lo importante del que esta a mi lado, y esto en el fondo lo hacemos por Jesús.

A uno le llama la atención a veces todo lo que se celebra en la Navidad, y al mismo tiempo todo lo que muchas veces perdemos del foco de la Navidad y de lo central de la Navidad que es Jesús, es decir algo tan sencillo y tan simple que es por quien lo celebramos. A veces me gusta decirle a los mas chiquitos que es tan importante el cumpleaños de Jesús que todos recibimos regalos, Jesús nos hace regalos a todos, pero lo hago justamente para intentar llevar a los chicos, desde lo que vivimos hasta lo central, a quién es aquel que nos espera. Tal vez nosotros tenemos que volver a descubrir en esta Navidad quién viene a nosotros, y volver a descubrir esta promesa de Isaías: hay un niño que se acerca, hay un niño que va a nacer, hay un niño que nos va a conducir, “Déjense guiar”. Y para eso como nos dice Juan, “Preparen el corazón, abran el corazón a este niño”.

Pongamos entonces la mirada en este niño que quiere volver a hacerse presente en medio nuestro en esta Navidad. Pidámosle que vaya preparando nuestro corazón, que nos ayude a descubrir lo central y lo esencial en nuestras vidas para que descubriéndolo, podamos como Jesús tener los mismos sentimientos que Él, y llevarlos a los demás


Primera Lectura: Isaias 11, 1-10
Salmo: 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17
Segunda Lectura: Romanos 15, 4-9
Evangelio: Mateo 3, 1-2

viernes, 3 de diciembre de 2010

De vacaciones por el aconcagua (2da. parte)

Como les contaba en el número anterior, después de prepararnos durante un año y aclimatarnos, ya estábamos, junto a mi compañero Cristián Cabrini, en plaza de mulas (4260), donde nos quedamos 4 días para aclimatarnos y aprovechamos para ir conociendo la vida de montaña. Muchos me preguntaban que hacía en ese tiempo (que ya lo explicaré más en detalle más adelante), pero les doy un adelanto. En primer lugar hay que entender que más de la mitad del día estás en la carpa por el frío extremo, solo salíamos cuando había sol. A los dos nos encanta contemplar la montaña, disfrutábamos del silencio, y aprovechábamos para aprender de la gente que trabaja allí, sus costumbres, vivencias, etc. Además era muy curioso como por un lado los sacerdotes son sinónimo de mal tiempo (que esta vez ya venía de hacía varios días) pero como al mismo tiempo les encantaba estar con nosotros y aprovechaban para charlar, conocer un poco más de Dios y nos pedían participar de la misa de campaña que armábamos.

Así que luego de unos días de aclimatación comenzamos un lindo ascenso hacia plaza Canadá (4900 mts), donde comienzan los llamados campos de altura. No hicimos porteos anteriores así que llevábamos todo con nosotros, fueron un par de horas de caminata. Al siguiente día, encaramos hacia el siguiente campo de altura ubicado en nido de cóndores (5380 metros), donde comenzó a cambiarnos la geografía, mucho más nieve, hielo, además de una excelente vista y nuestra primera imagen clara de la cima del Aconcagua. Al mismo tiempo una mala noticia. El ejercito que intento ese día hacer cumbre se bajaba de la montaña porque el clima era muy malo. Esa noche en la carpa empezamos a entender el Aconcagua con más de 20 grados bajo cero y ráfagas de viento de 100 km por hora. Todavía tenemos la imagen con Cristián de despertarnos y mirar nuestras bolsas de dormir que a pesar de estar bien calentitos adentro estaban las dos cubiertas de escarcha. Tuvimos que esperar que salga el sol para poder secarlas. Allí conocimos a Peter un segundo guía que junto a Oscar nos iba a acompañar y nos quedamos dos días para continuar aclimatándonos, aprender a caminar sobre hielo con los grampones y esperar que el clima cambie. Nos dijeron que se venía mal tiempo pero que podía haber una ventana de buen clima dos días después así que como nos sentíamos muy bien físicamente decidimos intentarlo. Dos días después encaramos hacia el tercer y último campamento de altura llamado Berlín (6000 metros), localizado sobre el filo norte. Después de 3 duras horas de caminata donde el paso ya se hace más lento por la altura, llegamos al campamento donde se encuentran tres refugios de madera, los cuales estaban vacíos por el mal clima así que nos ubicamos en el más grande para descansar. Luego de recuperar un poco las fuerzas y alimentarnos bien salimos del refugio solamente un rato (debido al frío) para aprovechar la vista. Gracias a la altura este lugar ofrece una espectacular vista de los picos más altos de los Andes y además podíamos contemplar de cerca la cumbre que intentaríamos al otro día si el clima nos lo permitía. Descansamos bien, no pudimos dormir debido al escaso oxígeno que ya hay a esta altura y celebramos una lenta pero emotiva misa de campaña a “6000 metros”.

A las 4 de la mañana desayunamos bien, nos abrigamos muy lentamente (todos los movimientos tienen que ser lentos para que no te afecte la altura) y comenzamos a subir a las 5 de la mañana, con una noche muy cerrada, mucho frío 25 grados bajo cero y un fuerte viento, esperando que el clima mejore con el transcurrir del día. Caminamos durante tres horas donde, con nuestras linternas ubicadas en nuestras cabezas, soló veíamos donde pisaba el que estaba adelante nuestro (uno de los guías). A las tres horas llegando al refugio de Independencia (6400 metros), amaneció, lo que nos ayudó a caminar más tranquilos y poder contemplar el paisaje.

Descansamos unos minutos y aprovechamos para alimentarnos y ponernos los grampones pero lamentablemente el clima no cambiaba. Así que viendo eso y que yo hacía un rato que venía caminando con los dedos muy congelados decidí que esta vez hasta aquí llegaba. Que, como dicen en la montaña, esa iba a ser mi cima, mi Aconcagua. Feliz por haber llegado por primera vez en mi vida tan alto (nunca había superado los 4200 metros) y con el deseo de que en otra oportunidad pudiese, si Dios quiere, llegar a la cumbre. Me quede junto a Peter, un rato sacando fotos y contemplando el paisaje y Cristián continuó junto a Oscar, nuestro guía principal. Diez minutos después llegarían a un lugar llamado la travesía (6500 metros) donde se ven ambas laderas de la montaña y se camina por un filo, que debido al excesivo viento, no iban a poder cruzar, debiendo también volver. Nos encontramos en el refugio de Berlín un rato después, donde luego de almorzar y despedirnos de las alturas del Aconcagua descenderíamos en un día muy duro hasta plaza de mulas. Al siguiente día recorreríamos 42 kilómetros para luego de 11 días de aventura en el Aconcagua regresásemos a Mendoza, felices con la experiencia.

Aprendimos en estos días mucho de la montaña, sus tiempos, sus silencios, el confiar en tus guías, el maravilloso cielo casi violáceo lleno de estrellas, y el poder compartir con un amigo cada momento del día.

Como verán ya se me hizo muy largo así que quedará para el año que viene el compartir varias de las enseñanzas.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Homilia: "Dios se hace presente en nuestras vidas" 1º Domingo de Adviento

Cuenta una historia que un pueblito perdido del norte argentino en Jujuy se venía preparando para la Navidad, un pueblo perdido que tenía la capillita del lugar (a veces bastante grande para lo que son los pueblitos del norte), algunas casitas y no mucho más. Un día el sacerdote del pueblo le dijo a la gente que se preparara, que por ahí iba a pasar Dios. La gente le preguntaba cómo podía ser eso, “Sisi, me han avisado que por acá va a pasar Dios, va camino hacia la capital, así que va a hacer una parada acá y por eso tenemos que prepararnos”. El pueblo se alegró mucho de que Dios fuese a pasar por ahí, ya que no pasaban muchas cosas, y empezaron a preparar todo: limpiaron un poco el pueblo, aprovecharon para dejarlo limpio, arreglaron todas las lámparas del lugar. El jefe de la comuna se portó bien y decía que si iba a pasar una persona tan importante había que prepararse; se enteraron también los vendedores ambulantes que pasaban por la zona y decían “ya que esto va a ocurrir, me voy a quedar acá para poder recibir a Dios y conocerlo en persona”. También se enteraron los pastores que trabajaban por esos lados, y se acercaron al pueblo que estaba totalmente convulsionado por esta noticia, y entonces llamaron al sacristán (un viejo albañil que trabajaba en la capilla) y le dijeron que fuera al camino (el único camino importante que el pueblo tenía) para esperar a este Dios que se iba a acercar. Es aquí que el sacristán dice “Pero ¿cómo lo voy a reconocer? ¿cómo me voy a dar cuenta que es Dios?”, y el sacerdote le dijo “Te vas a dar cuenta porque viene en son de paz. No es como otros que vienen a sacar provecho, si no que es una persona que ya te vas a dar cuenta por la manera en que se acerca”.
Entonces el pueblo se preparó, el sacristán ahí en la entrada del pueblo esperándolo, y empezaron a pasar las horas, no se acercaba nadie, al sacristán le agarraba sueño pero decía ‘no, tengo que escucharte, tengo que estar listo, preparado’ (como dicen las lecturas de este tiempo ‘preparándome para este encuentro con Dios’) hasta que el sueño lo venció… Y no solo pasó ese día, si no que empezaron a pasar los días y Dios no venía… Empezaron a pasar las semanas, y los meses, y las cosas volvieron a la normalidad: los pastores volvieron a su trabajo, los vendedores ambulantes dijeron ‘en este pueblo ya no pasa nada’ y se fueron a otros lugares, el pueblo se empezó a dejar estar, estaba un poco más sucio, ya no se empezaban a arreglar las cosas. Además, el jefe de comuna se enojó con el sacerdote porque le reprochaba por esas falsas expectativas, anhelos que le hizo a la gente y lo que sucedía en ese momento, y el único que se quedo ahí en la entrada del pueblo fue este sacristán, esperando y cumpliendo lo que a él le habían pedido.
Así que un día, después de un almuerzo le empezó a dar un poquito de modorra, de sueño, y ahí medio luchando contra eso, mientras acariciaba la barba ya crecida después de tanto tiempo, como en un susurro dijo “Señor, ¿dónde estas?” y escucho una voz que le hablaba al corazón y le decía “Aquí contigo”. Se sorprendió, no lo había visto presente y le dijo: “Pero señor, ¿desde cuándo estas acá conmigo?”, y le respondió “Estoy acá contigo desde que empezaste a desear que yo viniera”.
(Le agradecemos a Martín Descalzo por este cuento)

Creo que esto va al centro del Adviento, que es que muchas veces estamos buscando afuera las cosas, que muchas veces estamos esperando que cosas extraordinarias vengan, sucedan, y nos olvidamos de lo primero central del Adviento, que es justamente interioridad, aprender a descubrir a aquel que se hace presente en mi propia vida y en la vida de los demás. No es solamente un mirar hacia afuera, si no aprender a esperar con anhelo y con deseo a aquel que se hace presente en nuestro corazón, a aquel que nos dice en el Evangelio que Él llama a la puerta que toca, y que si uno se la abre, entra. Y ese es el Jesús que de una manera especial se quiere hacer presente en la vida de cada uno de nosotros en este tiempo de Adviento de una manera más plena aún en esta próxima Navidad. Un Jesús que nos invita en este tiempo a empezar a abrirle el corazón, a empezar a descubrirlo en nuestra propia vida y en la vida de los demás.
Muchas veces nos pasamos luchando y buscando muchos tesoros dentro nuestro y no aprendemos a descubrir todos los gestos cotidianos de cariño, de amor, de palabras que Dios tiene con nosotros cada día, que Dios ha tenido con nosotros.

En primer lugar en el Adviento, nos preparamos para celebrar la Navidad, acontecimiento que ya ocurrió hace por lo menos 2010 años, es decir que Dios ya vino a nosotros, Dios nació en medio nuestro, Dios se hizo presente en nuestra historia, en nuestras sociedades, en nuestras familias, en nuestra vida, y hoy vamos a prepararnos para volver a celebrar esto, que Dios vuelve a nacer en medio nuestro, que Dios se hace presente en nuestras vidas.
Es verdad que el Adviento nos prepara también para la paresia, para esta segunda venida de Jesús, pero esta segunda venida la vamos a poder descubrir en la medida que descubramos que Dios ya esta presente. “Yo estaré con ustedes” nos dice, no solamente ‘yo voy a volver a venir’.
“Yo estoy con ustedes”, y para poder apreciar a aquel que viene tenemos que aprender, en primer lugar, a descubrir a aquel que esta, porque si no nos puede pasar como sucede por ejemplo en el Evangelio: Noé les decía algo y los otros le contestaban que eso no iba a pasar, y no nos damos cuenta y pasa por al lado… ¿Cuántas veces nos pasan un montón de gestos al lado y no nos damos cuenta? De personas, del mismo Dios, y si no aprendemos a descubrirlo hoy, aquí y ahora, no lo aprenderemos a descubrir mañana, y la preparación empieza por descubrir a ese Dios que se hace presente, que me invita a prepararme viviéndolo ya.

En el video que nos prepararon los chicos del grupo de Liturgia, veíamos como muchos deportistas se iban preparando, y que aquello que ellos lograron era fruto de toda esa preparación y de aprender a vivir todo ese camino, y no es que una cosa era mas que lo otro, sino que era todo fruto de ese mismo camino recorrido. Y ese “preparen el camino del Señor” que nos dice Isaías, es aprender a descubrirlo presente ya, en este tiempo de Adviento aprender a preparar ya viviendo todo aquello que nos desea: el amor, la generosidad, la solidaridad, la generosidad, el poder hacerle a los demás y a Dios un lugar.

Hoy hemos comenzado a vivir este nuevo año litúrgico para la Iglesia, que siempre nos llega a contramano, lamentablemente es así. Nosotros queremos terminar todo, decimos generalmente “yo quiero terminar, no empezar”, y Dios nos dice: “Quiero que algunas cosas las empieces hoy”. Entonces es empezar a pensar que en lo que hoy me toca tendré que aprender a hacerle un lugar a Jesús, porque podemos decir “yo no tengo tiempo hoy, estoy cansado”. Ahora en general para las cosas que queremos nos hacemos tiempo, yo no veo a nadie que el día de noche buena no haya preparado una buena cena, no haya comprado los regalos, no se haya vestido bien, eso por lo menos en mi casa no sucede, tal vez en la de ustedes es de otra manera, pero creo que para eso nos hacemos siempre un espacio…
Ahora podemos preguntarnos hoy qué espacio queremos hacerle en nuestras familias a aquel que verdaderamente le da sentido a la Navidad. Porque también le hacemos un lugar: ponemos un arbolito, un pesebre… Tal vez podríamos pensar en hacer también una corona de Adviento, y hacer aunque sea una oración, o aprovechar tal vez este tiempo de adviento para decir ‘bendigamos la mesa’, o recemos juntos un Padre Nuestro a la noche… un pequeño gesto…Aprender a preparar el camino, aprender a preparar el corazón. ¿Y por qué? Porque eso es lo que nos da más vida.

Este año que hoy comenzamos para la Iglesia, los obispos de la Argentina nos piden que aprendamos a valorar y a caminar defendiendo la vida, promoviendo la vida, y la vida en todo momento, desde su concepción hasta que la vida acá en este mundo termine, sabiendo ese paso a una vida más plena. Y aprender a descubrir esta vida nueva es aprender a mirar de qué manera hoy puedo tener más vida yo y los demás. Pensaba en esto de una película que ya hablamos (no los voy a dejar sin película hoy), “Antes de partir”, supongo que muchos la vieron con Morgan Freeman y Jack Nicholson, que cuando están ahí en el hospital donde les dicen que van a morir dentro de poco, les preguntan qué es lo que les gustaría hacer antes de eso. Hacen entonces una lista, y obviamente la lista empieza con las cosas mas superfluas, tal vez como uno diría… Entonces pensemos nosotros que haríamos si nos dijeran que mañana se acaba nuestra vida o dentro de unos días. Obviamente primero no voy a bajonearme, nadie quiere que la vida se acabe, pero ¿qué cosas yo quisiera hacer? Porque a veces es como que las trasladamos, y tenemos que aprovechar este tiempo para decir “en estas cosas que verdaderamente yo quiero hacer porque me dan vida a mi y a los demás, empiezo a poner mas fuerzas, empiezo a poner mi vida y mi corazón”. Tal vez uno podría decir que le gustaría conocer tal lugar, viajar, pero sabemos que eso es superfluo, pasa y bueno ya termino. Y en general cuando profundizamos decimos cómo puedo aprender a crecer en aquello que me da más vida, que es el encuentro con los demás. Creo que todos descubrimos que cuando quedan pocas cosas, lo que valoramos es nuestra vida y la del otro.

Tal vez ese es el camino del Adviento. El camino del Adviento es alguien que da vida, alguien que nace, que es Jesús, alguien que viene a traer una nueva vida. Hagamos nosotros lo mismo con los demás: ¿de qué manera yo le puedo llevar mas vida a la vida del otro? ¿de qué manera yo puedo hacer que el otro camine con una alegría mas grande? ¿de qué manera yo puedo ayudar a crecer al otro?

Ese es el camino del Adviento, ese es el camino de Jesús, esa es la vida que nos ayuda a transmitir.
“Caminemos a la luz del Señor” nos dice el final de la Lectura de Isaías. Caminar a la luz del Señor en el tiempo de Adviento es dar vida a los demás. Eso lo tuvo claro Jesús, por eso vino, por eso dio su vida. Eso es lo que nos invita día a día a hacer a nosotros.
Aprovechemos que hoy empieza el Adviento, miremos de qué manera queremos prepararlo, no dejemos pasar esta oportunidad. Descubramos verdaderamente qué cosas son las que me dan vida a mi y a los que más quiero y a los que me rodean, a los que Dios pone y pasan por nuestro lado, y pidámosle a Jesús, aquel que verdaderamente nos dio vida, que también nosotros podamos llevarle vida a los demás.



Primera Lectura: Isais 2, 1-5
Salmo: 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9.
Segunda Lectura: Romano 13, 11-14.a
Evangelio: Mateo 24, 37-44

Homilia: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario


En la película “Juego de poder” (que está basada en hechos reales) Tom Hanks hace de Charles Wilson, un congresista texano que tuvo una vida poco anticipada como congresista, y no le importa mucho lo que vive ni lo que hace. Hasta que llega un momento en el que una mujer que él conocía, Johana (que tenía mucha influencia ya que era multimillonaria) le pide que vaya a Pakistán; dice que tiene que ir para ver qué puede hacer en la guerra que hay en Afganistán contra el Imperio Soviético. Él se queja, le dice que no, y ella que sabía todo hasta de su agenda le dice: “si, la semana que viene vas a ir a Israel, y después pasa a ver al presidente de Pakistán”. “Claro, como si nada, todos se llevan tan bien que no pasa nada que pase de un país al otro” le contesta Charles, e igualmente lo termina convenciendo, y va a ver él al presidente de Pakistán. Cuando esta sentado junto a este acompañado de sus dos asesores militares (que para colmo habían estudiado en Estados Unidos), Charles como buen político quiere safar de la situación y les dice que el gobierno estadounidense esta muy involucrado en la guerra en Afganistán, pero ellos le dicen que no le creen. Charles les pide ayuda y les dice: “para que ustedes se den una idea, un tercio de la población de Afganistán hoy esta viviendo en el norte de nuestro país, y eso es imposible, no hay manera de poder ayudar a esta gente”. El presidente le dice que si, que saben, y que por eso se han comprometido a ayudarlos, que están a favor de su causa. Muchas palabras de frente le van diciendo al presidente, y le dice: “por eso les hemos dado 10 millones para que ustedes puedan llevar adelante esta guerra”, Charles le contesta: “¿10 millones? Con eso no llegamos a ningún lado”, “por eso les hemos dado estas ametralladoras” “esas ametralladoras no pueden agujerear a los helicópteros blindados que vienen”, “por eso les hemos dado tantos aviones”, “si, y nunca nos vendieron el radar, para que no los podamos utilizar. Diga la verdad por lo menos: a ustedes esto no les interesa”. El presidente como buen político intentaba buscar la manera de decir que si les interesaba, pero sabiendo que no le importaba mucho. Entonces viendo que la cosa no llegaba a mas, Charles le dice: “sabia que esto iba a pasar, pero quería hablar con usted, y se que es un hombre que cumple sus promesas, así que le pido solo una cosa: que antes de irse vaya en helicóptero a ver a los refugiados en el norte de Pakistán, a todos los afganos que viven ahí”. Y cuando llega ahí se conmueve, se conmueve frente a eso que esta pasando al ver la realidad, al ver la realidad de todos estos hombres y mujeres y niños y niñas que vivían como refugiados. A partir de ahí va a intentar cambiar aquello que esta sucediendo, con intrigas, ocultando cosas (como muchos a veces hacen en la política), pero intentando que la ayuda necesaria llegue a Afganistán.

Pensaba cómo muchas veces nos llenamos de palabras de lo que creemos que tienen que ser las cosas, de cómo habría que cambiar, de cuáles son nuestros valores, nuestros ideales, pero la preguntas es ¿las vivimos? Nosotros en primer lugar, ¿creemos aquello que decimos? Y creemos no porque realmente estoy convencido de esto, sino porque ¿yo intento vivir esto? Porque todos sabemos que lo que más ayuda a los demás y a nosotros no es ‘el decir las cosas’, sino el poder ‘ser ejemplo’ en eso, el poder ‘traducirlo en gestos’. Si fuera solamente por lo que decimos, bueno justo los políticos serian hoy las personas de más rating y sabemos que es justamente al revés, porque muchas veces vemos que no viven o no cumplen o no llevan adelante aquello que ellos dicen. Pero podríamos pensar cada uno de nosotros en los ambientes en los que nos movemos, empezar pensando ¿cuáles son los valores centrales en esto? En mi familia, en la que a mi me toca criar, cuidar, ¿cuáles son los valores que yo creo que tengo que educar? Y en segundo lugar, no cuáles son los que creo, sino que ¿yo los vivo? ¿yo intento ser un ejemplo de esto? ¿yo intento llevar adelante esto? Con mis amigos, con mis amigas, en los ámbitos en los que estamos, en los que les damos un montón de enseñanzas, siempre cuando el problema es del otro la tenemos clarísima... El problema es cuando las tenemos que llevar adelante nosotros. Entonces, eso que al otro le decimos, de cómo tiene que hacer las cosas, de cómo se tiene que vivir, ¿nosotros lo vivimos? Esas cargas que al otro le imponemos o le aconsejamos, ¿también les damos ejemplo en eso? Y esto podríamos decirlo en cada uno de los ámbitos… También tendríamos que aprender primero a mirar si nosotros estamos viviendo lo que a los otros les estamos diciendo, porque muchas veces somos los primeros en quejarnos en que las cosas no se hacen como queremos que se hagan. Pero tal vez en primer lugar somos nosotros los que no llevamos eso adelante, en el fondo somos nosotros los que buscamos salvarnos nosotros mismos sin importarnos los demás, y muchas veces sin importarnos qué es lo que tengo que hacer para salvarme.

Hoy escuchamos tal vez la tentación más grande que le hacen a Jesús, donde se lleva ya en carne aquellas tentaciones que Él tuvo en el desierto, tanto los soldados, las autoridades religiosas, como uno de los ladrones que esta a su lado, le dicen: “Sálvate a ti mismo”. Y cuántas veces escuchamos hoy que se nos invita a decir “Bueno, sálvate a ti mismo, sálvate vos”, y no “cómo podemos ayudar a los demás”, sino ‘hace la tuya’’. Y no solo ‘sálvate a ti mismo’, si no como decía antes “ni me importa lo que tengas que hacer para salvarte a ti mismo”, El problema es que eso nos va como convirtiendo en islas, nos va aislando de los demás, y muchas veces le pedimos al otro el compromiso que nosotros no asumimos: el intentar ir caminando juntos, el intentar ir creando algo más comunitario, ¿de qué manera nos comprometemos en algo?
O tal vez ampliamos un poquito el espectro: en realidad el ladrón que esta a uno de sus lados no le dice ‘Sálvate a ti mismo solamente’, le dice: “Sálvate a ti mismo y a nosotros”, que también es algo que intentamos hacer, ¿cómo nos podemos salvar entre nosotros? Entre los que somos de este clan, entre los que somos políticos, futbolistas, en la Iglesia, en donde fuera, y parece que los que no son parte de esto, “se cayeron del mapa” mas o menos.
Sin embargo, Jesús quiere venir y mostrarnos y traernos algo totalmente nuevo. Tal vez el único que estaba ahí que se podía salvar a si mismo era Jesús, el único que de cierta forma o de cierta manera no necesitaba de los demás es Jesús. Sin embargo no busca salvarse a si mismo, si no busca perder su vida, aquello que en algún momento hemos escuchado este año “quien pierda su vida por mi” va a ser Jesús, va a perder la vida por los demás. ¿Por qué? Porque en primer lugar quiere justamente dar ejemplo de lo que se tiene que vivir. Y el ejemplo más grande de lo que se tiene que vivir es su vida, es aprender a mirar qué es lo que se quiere transmitir.
Muchas veces me he preguntado qué es lo mas profundo que desde Dios nos quiere transmitir Jesús. Y creo que lo más profundo que desde Dios nos quiere transmitir Jesús es justamente la compasión que Dios tiene por nosotros.

Hoy estamos celebrando la fiesta de Cristo Rey, una fiesta que tiene menos de 100 años, por ser una fiesta difícil de poner, porque justamente los reyes que conocemos y que durante mucho tiempo existieron y hoy de alguna forma existen, no eran mucho del agrado de la gente. Aparte en general buscaban cómo ser autoritarios, tiranos, que los demás estén al servicio de ellos. En el Evangelio queda claro que Jesús era un rey, en la pasión de Juan nos lo dice, Jesús no lo niega, esta inscripto en la cruz aunque sea de forma burlona. Sin embargo, es difícil transmitir esto directamente a Jesús, porque cuando uno mira los reinos, cuando uno mira la gente que tiene poder, uno ve que la usa en beneficio propio, no en beneficio de los demás. Y Jesús viene justamente a traer algo nuevo, a mostrar un Rey que se quiere preocupar por los demás, que hace las cosas al revés: nace en un pesebre perdido, vive en una familia humilde, y cuando empezamos a saber algo de Él, se preocupa por los demás, y no le importa que lo hagan rey, no le importa tener fama, lo único que busca es ¿cómo puedo ayudar al otro? Y cuando quieren preguntar cómo es el Reino de Dios, Él dice “es un Reino donde se vive la compasión, donde se vive la misericordia, donde se vive el perdón, la generosidad, la solidaridad, donde se vive algo nuevo”. En el fondo Jesús viene a traer un Reino totalmente nuevo, y muchas veces nos cuesta vivir esto, en todos los ámbitos. Nos cuesta en la Iglesia, el animarnos a ponernos al servicio de los demás, el bajarnos tal vez de estructuras de poder durante 2000 años nos ha costado y nos sigue costando, y muchas veces cuando vemos que perdemos un poquito de poder, nos quejamos en vez de ver y de quejarnos cuando no somos mas misericordiosos, compasivos, generosos. Pero esto no solo en la Iglesia, si no en las sociedades, muchas veces nos pasa en las familias. Muchas veces vamos como perdiendo lo esencial. El quejarnos tal vez por cosas mas superfluas que perdemos, y el no darnos cuenta tal vez de valores más esenciales que en cada lugar se nos pide vivir para poder acercarnos más a Jesús, en el fondo para poder ser felices.

Hoy estamos cerrando el año litúrgico, y estamos cerrando este Evangelio de Lucas, que curiosamente es el Evangelio donde más se pone de manifiesto la compasión y la misericordia de Dios. Para mirar algún botón de muestra, el hijo que se va de la casa, la oveja perdida que el pastor va a buscar, el buen samaritano que se preocupa por su hermano, la viuda pobre que pone lo poquito que tiene en la colecta del templo y que nadie la mira y que Jesús si la mira.
En Lucas, Jesús lleva al extremo la misericordia de Dios, y la termina llevando en este último texto. Una palabra rara porque el Evangelio dice “un buen ladrón”, es una pregunta qué será un ‘buen ladrón’, este iría a las casas y diría: “señora yo voy a robar, pero quédese tranquilo que yo soy bueno, no va a pasar nada más que los robe” porque no pegan estas dos palabras. Sin embargo ha pasado la tradición como el “buen ladrón”, ¿por qué? Porque lo único que le dijo a Jesús fue: “Acuérdate de mi”, “yo hice las cosas mal en mi vida, pero vos no, acordate de mi”. Y Jesús le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, no le dijo “tenes que hacer esto, tenes que cambiar” (que no tenía tiempo, estaba en el horno ya), sino que le dijo “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Curioso porque el primer santo, el primero que goza del paraíso es un criminal, es un ladrón, que había sido juzgado, que había sido entregado justamente, y que estaba muriendo. Pero aunque sea en ese momento, en el final de su vida, lo vio a Jesús y le abrió una antija, y Jesús dijo “Con esto me basta”.

Lo mismo nos dice a nosotros día a día, lo mismo nos pide a nosotros. Miren hasta donde llega la misericordia de Dios. Con eso le basta.
Lo mismo nos pide a nosotros, que seamos de la misma manera, misericordiosos con los demás. ¿Cómo se es parte del Reino de Dios? Viviendo lo que Él vivió, siguiendo su ejemplo.

Pidámosle hoy entonces también nosotros a Jesús que descubriéndolo, le podamos pedir como el buen ladrón, que se acuerde de nosotros, que también nos haga un lugar, que queremos vivir y habitar con Él,, que queremos desde acá también dar testimonio de Él. Digámosle con Él que también nosotros queremos compartir su vida.


Primera Lectura: Isaias 2, 1-5
Salmo: 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9
Segunda Lectura: Romanos 13, 11-14a
Evangelio: Mateo 24, 37-44

lunes, 15 de noviembre de 2010

Homilia: "Por la constancia salvaran sus vidas" Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario


Hace poco salió una película con Julia Roberts que se llama “Comer, rezar, y amar”, en la cual se lleva al cine las memorias de Elizabeth Gilbert. Esta comienza con Liz Gilbert (Julia Roberts) en un paisaje que va pasando la cámara, contando que una amiga de ella, Débora que es psicóloga se le ha pedido un trabajo en Philadelphia, la comuna de Philadelphia le ha pedido si puede ayudar psicológicamente a unos refugiados camboyanos que había en Estados Unidos. Y cuenta que su amiga está aterrada por la experiencia que estos chicos han tenido: han visto como asesinaban a sus familias, han estado en campos de refugiados durante muchos años, han sido llevados en barco mediante tráficos de personas, y Débora piensa qué le puede hablar ella a esas personas, sobre el sufrimiento, sobre el dolor, sobre el por qué ocurren ciertas cosas. Pero a pesar de esto va porque es lo que le han pedido, y cuando se pone a hablar con las mujeres dice que le empiezan a preguntar otras cosas y no lo que ella esperaba: le preguntan si van a volver a ver al chico del que se enamoraron en el barco, si a pesar de que estén casados o con otras chicas puede existir la posibilidad de que estén interesados en ellas, y empiezan a preguntarle cuestiones sobre el amor, más simples de responder para ella, pero son las preguntas que estas chicas se hacen en este momento. Y continua ella, Liz Gilbert, diciendo: “Y aquí estoy yo”, que fue hasta Bali para ver a un Wayan de novena generación para que también le responda a ella unas preguntas que ella tiene. “¿Y por qué estoy aquí yo?” se pregunta ella, (algunos supondrán que le podría preguntar ‘cómo puedo crecer en mi relación con Dios’, otros que quiere saber como se puede acabar el hambre, y otras preguntas bien existenciales) y no, “he venido hasta aquí para preguntarle qué tengo que hacer en la relación con mi marido, si tengo que dejarlo o no”. También descubriendo que la pregunta que centra toda su vida en ese momento es eso, a la cual no encuentra una respuesta o no se anima a dar una respuesta, y en camino a animarse a bucear en su corazón y buscar respuestas a interrogantes que tiene en su vida, va a empezar a pasear un poco por Italia, Bali, India, así que si tienen ganas de ver paisajes y países, miren la película…

Ahora no solo ella, todos nosotros a lo largo de la vida vamos haciendo distintos cuestionamientos, distintas preguntas que pueden surgir mas exterior o interiormente, a veces por curiosidad, a veces por una angustia o un deseo profundo desde preguntas que pueden ser: cómo surgieron las cosas o cómo se crearon, cómo nacieron, cómo llegaron a la vida, cómo se sostienen; o preguntas que tienen que ver con el futuro, o con el fin de los tiempos: cuándo sucederá, cómo sucederá, qué es lo que va a pasar el día de mañana. O preguntas que tienen que ver con nosotros hoy, tal vez por una situación que nos pasa, una enfermedad o un dolor muy grande, por qué a mi, por qué a él, por qué sucede esto. O preguntas que tienen que ver con nuestro futuro: qué es lo que tengo que hacer, qué es lo que tengo que decidir en este momento, qué camino tengo que tomar. Pero podríamos decir que a lo largo de la vida y continuamente vamos pasando por momentos en los cuales necesitamos respuestas los interrogantes de la vida. Muchas de ellas generan crisis en la vida, por las cuales tenemos que ir caminando y atravesando, y según cómo podamos respondernos y aceptar esas respuestas es como vamos a ir caminando. Cuando no las encontramos, muchas veces nos vamos llenando de angustia, de incertidumbre, de miedo… O a veces algunas las logramos contestar y logramos caminar de una manera mejor, y otras tenemos que ir aprendiendo, aceptar que no encontramos esas respuestas, por lo menos hoy. Pero lo que es seguro es que muchas veces tenemos que caminar con preguntas e interrogantes que nos hacemos en la vida.

En este caso la pregunta que en el Evangelio le aparece a Jesús es: cómo va a ser el fin de los tiempos, y cuándo va a ser el fin de los tiempos, cuándo todo se va a acabar. Sin embargo, Jesús no nos contesta directamente la pregunta. Frente a este interrogante que se le hace a Jesús (que numerosas veces se le hace en este Evangelio), habla un poquito de cómo prepararse pero no dice cuándo va a ser, cómo va a ser, de qué manera. Es más, tal vez lo único que los judíos tenían en su fe como seguridad lo tira abajo, los judíos estaban orgullosos de ese templo que tenían en Jerusalén y Jesús les dice “de esto no va a quedar absolutamente nada, ni piedra sobre piedra” (solamente ha quedado hoy el Muro de los Lamentos). Y para poder seguir caminando en su historia con Dios van a tener que reconfigurar y pasar esta crisis: cómo puede ser que yo crea en Dios si esto donde yo ponía mi fundamente ya no esto, si esto que yo creí que nunca iba a pasar pasó.
A nosotros no nos importa tanto lo que ha pasado con el templo de Jerusalén, pero podríamos empezar por nuestra vida, tal vez mirando hacia atrás o preguntándonos hoy: ¿cuáles son las cosas en las cuales yo siento que mi fe tambalea? ¿cuáles son esas preguntas existenciales que yo le hago a Dios, donde no lo entiendo, donde no lo comprendo, donde no encuentro respuestas que me ayuden a caminar de una manera distinta hacia él? Y si no aparecieron todavía, podemos irnos preparando para el momento en que aparezca…
A lo largo de la vida nos van surgiendo estos interrogantes, porque hay cosas que no entendemos, que no comprendemos, porque muchas veces no sabemos por qué suceden ciertas cosas, ciertos males, ciertos sufrimientos, ciertos dolores, si Dios no quiere eso para nosotros…
El problema es que muchas veces tenemos la ilusión de que si estamos con Dios todo va a estar bien, y eso es un arma de doble filo porque ¿qué significa que “todo va a estar bien”, que siempre todo lo que queremos va a salir bien? Creo que todos tenemos experiencia de que no es así… ¿que nunca vamos a sufrir? “Prepárense para la prueba” como dice el mismo Evangelio… ¿que no vamos a tener dolores en la vida? ¿que no vamos a morir? No, todos tenemos que pasar por eso, no es eso lo que nos promete Jesús, no es ese el ‘bien’ que Él dice. Y muchas veces eso hace que nuestra fe entre en crisis: que nos enojemos con Dios, que le preguntemos un montón de cosas, que no terminemos de entender, ni de comprender cómo puede pasar esto.
La primera tentación sería intentar contestar por qué suceden estas cosas, pero van a tener que ir a otro lado porque hoy yo no tengo esas respuestas, pero también tenemos que aprender a mirar de otro lugar… ¿cuál es la promesa que Dios nos hace? En este Evangelio cuando le están preguntando otras cosas, Jesús le dice una cosa nada mas: de dónde vienen y a dónde van. “Ustedes vienen del Padre y van al Padre” a Dios, ese es el sentido de sus vidas, por eso tienen vida y ese es el lugar hacia donde caminan. El problema es que no les alcanza eso y buscan algo más. Pero también Dios nos dice a nosotros que el sentido de nuestras vidas es Él, el que nos invita a caminar de una manera distinta es Él, el que quiere traernos algo distinto es Él, pero no nos dice que no nos va a pasar esto, no nos dice que estamos exentos de esto, y tal vez es porque a veces nos falta mirar el ultimo sentido de nuestras cosas.

Cuando uno es más joven, uno va pensando un montón de cosas, va construyendo un montón de cosas, tiene un montón de ideales. Sin embargo cuando uno es un poquito más grande, intenta ir mas a lo esencial y se da cuenta que un montón de cosas en que desgastó tiempo, en las que fue construyendo no son lo central de la vida. Y muchas veces cuando uno descubre que le pasó algo grave, uno intenta ir a lo central o lo esencial, y en general cuando intentamos poner la mirada en eso descubrimos que lo central y lo esencial tiene que ver con el amor, tiene que ver con aquellos que amamos, aquellos que nos aman, tiene que ver con Jesús, con aquel que nos ama, y con aquel que nos invita a amar. Y tal vez si, si aprendemos a descubrir eso amores en nuestra vida, empecemos a descubrir esas cosas que le dan sentido a pesar del dolor, a pesar del sufrimiento, a pesar de no entender, saber que hay alguien conmigo y que me acompaña, saber que hay alguien que me apoya y quiere caminar, y que quiere que yo descubra que lo tengo a mi lado.

Esto es lo que nos promete Jesús, porque Jesús hizo experiencia de esto. Jesús muchas veces no entendió, Jesús muchas veces sufrió, Jesús tuvo que aprender a dar la vida, pero descubrió que había un amor que en eso lo sostenía, y por eso lo vivió de una manera distinta. Hoy nos invita a nosotros a vivir lo mismo, a descubrir que en ese momento de crisis, de incertidumbre, de no creer, Jesús nos dice “Yo estoy a tu lado, no estas solo”, alguien que te entiende, que te comprende, que quiere caminar con vos.

Hoy celebramos un sacramento que tiene mucho que ver, que es el sacramento de la Unción de los Enfermos, que se da a aquellas personas de edad mayor, que sienten que necesitan esa fuerza para caminar con Dios, que se le da a personas que están enfermas, que tienen un dolor grande, que muchas veces no comprenden o no encuentran respuestas a esto, y Jesús dejó un sacramento para esto, o por lo menos para decirnos eso “yo estoy a tu lado, yo te quiero dar fuerzas, yo quiero acompañarte en este momento difícil”.

Eso es lo que hace Dios con nosotros, eso es lo que nos invita a hacer también con nosotros, y por eso el camino tiene que ver con la perseverancia, con lo que dice Jesús al final: “Por la constancia salvarán sus vidas”. Cuando lleguen esos momentos difíciles tendremos que animarnos a perseverar, a ser constantes, a refugiarnos en aquel amor que le dio sentido a nuestras vidas.

Pidámosle entonces a aquel que nos salvó, a aquel que quiere darle sentido a nuestras vidas, a aquel que nos ama y nos amó hasta dar la vida, que también nosotros encontrando en Él a aquel que nos acompaña, a aquel que le da sentido, podamos ser constantes en el camino hacia Él.



Primera Lectura: Malaquías 3, 19-20a
Salmo: 97, 5-6. 7-9a. 9bc
Segunda Lectura: Segunda carta a los Tesalonicenses 3, 7-12
Evangelio: Lucas 21, 5-19