lunes, 27 de junio de 2011

Cuerpo y Sangre de Cristo

Hace poco salio una película no muy conocida que se llama “The way” (El camino) con Martin Sheen, que trata sobre una peregrinación a Santiago de Compostela, el camino de Santiago tan conocido. La película comienza con este hombre que es un padre (Tom) que tiene un hijo (Daniel), y lo llaman por teléfono porque estaba jugando al golf, y le cuentan que su hijo murió justamente haciendo el camino de Santiago, recién comenzando. Entonces él se toma un vuelo, se va de California hasta Francia a donde están los pirineos para ir a buscar a su hijo. Ellos estaban bastante distanciados, les había costado mucho la relación desde que había muerto la madre de su hijo o su esposa, y llega ahí todo convulsionado por esto que había pasado, le empiezan a dar las pertenencias de su hijo, empieza a mirarlo, esta por volverse y empieza a ver toda las cosas que el hijo iba a hacer, todo ese camino que quería recorrer, todo esto que él no había entendido de por qué su hijo quería hacer estas cosas, y es ahí donde recapacitando, donde recordando momentos de ese encuentro con su hijo, se acerca en la noche a donde esta el capitán de la policía y le pide que quiere cremar a su hijo. Una vez que le entregan una cajita con las cenizas de su hijo, habla con el capitán y le dice: “Quiero que me digas como hacer el camino de Santiago”, el capitán le dice que no, que no tiene sentido, que no lo haga por eso, pero Daniel insiste en que si, en que lo quiere hacer ahora a este camino, y que se va a ir, o mejor dicho “que nos vamos a ir”, a lo que el capitán le pregunta “Pero, ¿con quién lo haces?”, “Con mi hijo” le responde Daniel, “¿Y por qué lo haces?”, “Todavía no lo se”… Pero tiene una intuición en el corazón, que es que para entender más en profundidad a su hijo, para poder comprender esto necesita ponerse en camino, estar ese mes/mes y medio haciendo ese camino para empezar a entender y comprender algo de lo que pasa, porque necesita hacer esa experiencia, necesita hacer esa experiencia profunda de descubrir qué es lo que el otro esta viviendo, y solo por un camino y haciendo la experiencia va a poder estar más en comunión con esta persona que quiere y ama tanto.

Algo similar a lo que sucede en la Primera Lectura. El pueblo era esclavo en Egipto y Dios lo libera, y después de liberarlo pasa 40 años en el desierto, porque el pueblo tiene que hacer experiencia de lo que significa estar con Dios, tiene que hacer la experiencia de lo que significa en la vida ‘caminar con Dios’, y estando ahí las puertas escuchamos esta Primera Lectura donde Moisés le dice al pueblo que se acuerde todo lo que Dios hizo con ellos en el camino. Es mas, cuando termine la lectura les va a decir “No se olviden”, casi reafirmando todo lo que fueron viviendo durante ese tiempo, y solo pudieron conocer a Dios si se animaron a ponerse en ese camino. Sin embargo, ¿cuál es la tentación o el miedo que ve Moisés ahora para su pueblo? Que a partir de ahora que lleguen a ese deseo, a esa promesa que Dios les hizo, que es de la tierra, se olviden de seguir caminando con Él, que a partir de ahora que terminaron esa parte del camino se vayan alejando de ese Dios, y por eso les dice que recuerden y tengan siempre presente en el corazón aquello que vivieron.

Casi lo mismo que podríamos hacer nosotros, cada uno de nosotros podría mirar su historia, como muchas veces en los retiros o en distintos momentos, donde recordamos esos momentos dónde de una manera especial me encontré con Jesús. Casi podríamos hacer una dinámica en la que nos podríamos juntar de a 3 o 4 y podríamos compartir algún momento fuerte en el que nos encontramos con Jesús, en el que a lo largo del camino de nuestra vida lo descubrimos presente, y cuál fue la experiencia que tuvimos, porque solo encontrándonos con Él y caminando podemos ir descubriendo quién es y qué significa para nosotros. Sin embargo también muchas veces tenemos como este miedo de qué es lo que va a pasar después, qué es lo que va a ocurrir después, pasa a veces cuando uno es joven y se confirmó, o terminó un periodo donde misionaba, donde hacia algo, donde se casó, donde terminó la catequesis familiar, podríamos pensar distintos momentos de nuestra vida en que después decimos: “¿Ahora como sigo mi relación con Dios? ¿Cómo profundizo con Él?”, y muchas veces nos agarra miedo y pensamos en si no lo volvemos a descubrir presente en nuestra vida, si no podemos seguir profundizando, si no lo sentimos de la misma manera… Y muchas veces esta esa tentación, y el primer paso es aprender a descubrirlo presente, a prender a descubrir que Él actuó en nuestra vida.

Creo que Jesús en el Evangelio da un paso más. No solo nos dice “Recuerden”, sino “Vívanlo hoy”. Jesús en el evangelio dice que Él justamente se hace alimento para que podamos comer de Él, ya no dice solamente ‘recuerden’, sino “El que come vivirá por mi, el que se alimenta de mi tendrá vida eterna”, o mejor dicho ‘tiene’ vida eterna. Es curiosa esta frase de Jesús porque uno generalmente cuando piensa esta frase de Jesús piensa cuando se acabe esta vida, que cuando nos toque, cuando tengamos que pasar a la otra vida, uno dice “ahí voy a llegar a la vida eterna”. Sin embargo Jesús dice: “El que me come tiene vida eterna”, y lo hace presente, nos dice: “Ya lo vivimos hoy”, y la pregunta es ¿Estamos solamente esperando algo, o aprendemos a descubrir y vivir cada momento de encuentro que tenemos con Dios, de encuentro que tenemos con el otro?

Vemos que pasa algo parecido como a lo que es la felicidad. Si uno le pregunta a alguien qué es la felicidad, algunos te contestan ‘un momento’, ‘ese momento que viví en mi vida’, parece que no fuera más un estado, algo en el que uno puede vivir, una alegría, un gozo, lo que se prolonga, como hay distintos momentos que voy encontrando esa felicidad, y me olvido y me cuesta vivirlo muchas veces en el presente, en eso que se prolonga más allá de las dificultades porque creo que la felicidad se encuentra cuando uno encuentra en el corazón vivir aquello que se desea. Por ejemplo, creo que es complicado pero podemos decir que si uno le pregunta a Jesús si quería pasar por la cruz, Jesús seguramente va a decir que no, que no quiere sufrir, que no quiere pasar por la cruz, pero seguramente si uno le pregunta a Jesús si es eso lo que lo hace feliz, Él también va a decir que si, porque ese es su deseo, que es dar vida, porque aun cuando le cueste y aun cuando sufra lo va a hacer sabiendo que eso lleva vida a los demás, y que cuando da vida algo eso lleva felicidad.

Y eso es lo que nos quiere transmitir Jesús a nosotros, que si nos animamos a dar vida, si descubrimos la vida que Jesús nos da, eso nos hace vivir una vida más plena, eso nos hace vivir una vida más alegre, eso se hace de a poco y encontrando en el corazón aquella felicidad que tiene Jesús, pero para eso tenemos que animarnos a alimentarnos de Él, y no solo lo hace para el pasado sino para el presente, “Conmigo tienen a alguien que los acompaña siempre”, algo que no pasa. Les dice: “Sus padres comieron el maná, ese pan que Dios les dio en el desierto. Yo los alimento todos los días, a partir de ahora esto no pasará más” y eso es lo que nos invita a descubrir, pero para eso tenemos que caminar con Él, para eso tenemos que alimentarnos con Él, para eso tenemos que descubrir que significa esa Eucaristía también en mi vida, y después de alimentarnos con Él, eso necesariamente me tiene que abrir a los demás.

Pablo en la Segunda Lectura les dice: “¿Ustedes no comen el cuerpo de Cristo, ustedes no beben su sangre?”, entonces crezcan en la fraternidad, crezcan en la unidad, crezcan en comunidad, el encuentro con Dios necesariamente nos tiene que llevar al encuentro con los demás, esto es algo tan profundo y tan esencial para Pablo que para él se identifica la Eucaristía con la Comunidad, es lo mismo para él. Pablo dice: “Ese pan es el cuerpo de Jesús”, y agrega hacia su comunidad: “Ustedes son el cuerpo de Cristo”, es tan profunda esa identificación que tienen que para Pablo no hay manera de que no vayan unidas, tienen que crecer juntos.

Esta es la invitación también para nosotros, a que alimentándonos de Él podamos crecer con los demás, podamos crecer como familia, podamos crecer como comunidad, podamos crecer como país.

Jesús se hace alimento para que alimentándonos podamos ser guiados por Él.

Pidámosle entonces hoy a Jesús que podamos abrirle el corazón, que podamos descubrirlo presente en nuestras vidas, que podamos tener el valor que significa ‘alimentarse de Él’, descubrirlo, y que alimentados de Él, teniendo más vida, descubriendo ese Cristo que vive en nosotros a partir de la Eucaristía, también podamos crecer en el vinculo, en la relación con los demás.


Primera Lectura: Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a

Salmo: 147

Segunda Lectura: I Corintios 10, 16-17

Eevangelio: Juan 6, 51-58

Santisima Trinidad

Hace unos años cuando estaba preparándome para ser sacerdote, estaba en el seminario, y una de las materias que me tocaba estudiar era la materia de ‘Trinidad’, esta fiesta que estamos celebrando hoy, la Santísima Trinidad, y tuvimos una clase una mañana de un tema que es complejo como es la Trinidad, difícil de entender y de explicar como nos dice San Agustín. Y volvemos al seminario después de las clases y a la tarde se me acerca uno de mis compañeros y me dice “Cholo me podes dar una mano, no entendí mucho hoy lo que vimos en clase, y vos que tenes bastante memoria y capacidad de síntesis, ¿me podes explicar un poquito qué es lo que vimos?”. Entonces nos sentamos juntos, yo en pocas palabras le expliqué un poco, le hice un resumen de lo que habíamos visto en clase, y cuando termino de explicarle me dice: “Gracias, ahora si entendí”, y lo primero que pensé fue que no había entendido nada, o que si había entendido que me lo explicase a mi porque más allá de lo que hubiera entendido, uno se encuentra frente al misterio, justamente frente a la Santísima Trinidad, y uno lo que consigue son aproximaciones, insinuaciones hacía ello, pero nosotros nos gusta tener todo perfectito, todo cuadradito siempre, casi como 2+2=4, pero eso acá no es así, no cierra de esa manera, y es por eso que uno tiene que tener esa humildad frente a quien esta, y que ante esa materia ‘Dios uno y trino’, ‘Santísima Trinidad’, uno va a intentando entender, comprender un poco de esto que Jesús va a revelar, de esto que uno aprende de chiquito, que Dios es uno pero que son 3 personas fáciles de decir, imposibles de identificar, donde la razón encuentra su limite.

El problema que tenemos es que en este mundo más occidental a nosotros nos gusta entender todo, explicar todo, que todo cierre, que todo tenga un sentido y una explicación. Si fuéramos hombre y mujeres más del mundo oriental, seria mas fácil porque son mas contemplativos, mas de hacer una experiencia, de adorar a aquello que se les presenta.

Pero ha sido en este lado del mundo, hemos sido formados de otra manera. Por eso uno quiere seguir entendiendo que no tiene nada de malo, pero el problema no es que no cierra de esa forma sino que uno tiene que presentarse frente a Dios y descubrir que lo que puede hacer frente a Dios es una experiencia, no explicarlo, no terminar de entenderlo, sino encontrarse con Él, porque esto es lo que ha hecho el hombre a lo largo de toda su historia.

Una de las cosas que mas me he preguntado siempre es por qué la Biblia es tan larga, sobre todo cunado uno elije una carrera como esta y la tiene que estudiar entera, no me quedo otra, tenía que estudiar libro por libro, intentar entender, y creo que justamente es tan larga no porque intenta explicar a Dios, sino porque cuenta una experiencia, mejor dicho cuenta muchas experiencias, nos quiere mostrar la experiencia que hombres y mujeres a lo largo de los siglos fueron teniendo de Dios, lo que vivieron y lo que les pasó en el corazón, porque eso es lo que uno puede narrar. Hay muchas cosas que no se pueden explicar, como siempre hablamos que el amor es difícil de explicar, las cosas mas profundas son difíciles de explicar y de poner en palabras, pero uno puede decir qué experiencia tuvo. Y en la Biblia nos pasa eso, hay pocas definiciones, hay por ejemplo solo 3 definiciones de Dios porque no se lo puede definir, definir es acotarlo, y dice: “Dios es amor, Dios es luz, y Dios es espíritu”, son las únicas 3 definiciones que tenemos en miles de paginas, pero si narra un montón de encuentros de un pueblo, de una persona, de un profeta con Dios, esa experiencia que ellos han tenido. La pregunta es si es menos valido, o al contrario si no es más profundo, porque cuando uno narra una experiencia se esta encontrando con lo más profundo del corazón, esta narrando aquello que le pasó y que muchas veces es muy distinto según la persona que lo narra, que lo dice. Si uno le pregunta a un joven, a un varón, como le fue en el casamiento ayer, le va a contestar ‘bien’, y qué tal estuvo, ‘bien’, y en cambio si le pregunta a una mujer, va a decir ‘bien, buenísimo, fuimos a tal hora, hicimos tal cosa’ y va a tardar un largo rato en narrar todo lo que vio, hizo, y no solo podemos ver esta diferencia de genero, sino también lo que cada uno es y tiene y la forma de contar las cosas: ‘¿cómo la pasaste?’, ‘me aburrí’; ‘¿qué tal estuvo?’, ‘ buenísimo’, fueron entonces las dos cosas distintas, porque la experiencia es diferente, porque la experiencia es distinta. Tal vez si tuviesen que narrar o solamente escribir, encontraríamos algo mas semejante, no creo que igual, pero cuando nos encontramos con lo profundo del corazón, ahí las experiencias son diferentes pero son mas verdaderas y son mas valiosas, y eso es lo que se nos invita a descubrir y a hacer con Dios: una experiencia.

Esta experiencia que hoy nos viene narrada en estas tres lecturas.

En la Primera Lectura, Moisés se encuentra con este Dios que los libera, que los lleva caminando hacia una nueva tierra, que le pide que le enseñe al pueblo una nueva ley, y este Moisés que haciendo esta nueva experiencia de Dios le dice: “Si vos sos el que pasas por acá, el que me salís al encuentro, guíanos, llévanos”, y Dios los va a guiar, y los va a llevar.

Y nos encontramos con Pablo en la Segunda Lectura, que al hacer la experiencia con este Dios que le cambió la vida y que le llenó el corazón, invita a su comunidad a que se alegre, a que viva la alegría de este Dios que esta con ellos, de este Dios que les trae amor y paz, y que se lo puedan llevar, que lo puedan compartir, que lo puedan saludar los unos con los otros.

Por último nos encontramos con Juan que pone en boca de Jesús, este Dios que nos quiere, que nos ama tanto, que por eso nos envía a su hijo, y que no viene para condenar sino para salvar. Tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo para que nos salve, eso es lo que busca, eso es lo que buscó siempre. La experiencia que tantos hombres y mujeres hicieron es que hay un Dios que busca, rebusca, se muere de ganas de salvar al hombre, y como no va encontrando los caminos termina enviando a su único Hijo para que descubramos cuánto nos quiere y cuánto nos ama, para que descubramos en ese cuanto nos quiere el amor que Dios nos da.

Si tuviéramos que resumir en pocas palabras qué es lo que busca Dios y qué experiencia quiere que hagamos, es la experiencia del amor, de sentirnos queridos, amados, valorados. Y frente a esa experiencia del amor la respuesta que nos dice Juan que podemos hacer es la respuesta de la fe, creer. Y la respuesta de la fe es la respuesta de un corazón agradecido. Cuando uno se siente amado, la única manera que puede responder es creyendo en el otro, confiando en el otro, y que a partir de ese creer y esa confianza nazca el amor hacia el otro, nazca también esta reciprocidad. “Como me siento amado y creo en vos, te amo a vos para que también creas y confíes en mi”.

Y cuando entramos en esta dinámica de dar y recibir este amor y esta fe, lo que se pone en juego es la vida. La vida es el resultado de cuando amamos y creemos, cuanto más nos sentimos amados, cuanto más confiamos, cuanto más creemos, más vida tenemos, nuestra vida es más plena, más la gozamos. Podríamos mirar cada uno la historia de nuestra vida y seguramente aquellos momentos donde más nos sentimos plenos, donde más sentimos que nuestra vida es más expandida, donde más sentimos que podíamos gozar y aprovechar de la vida fue los momentos donde más nos sentíamos amados, donde mas confiamos en Dios, en los demás, y en nosotros, donde pudimos entrar en esta dinámica del amor y de la fe, amar y confiar, y cuando no pudimos amar, no pudimos confiar, no pudimos creer, seguramente hemos sentido que teníamos menos vida, que la vida se cerraba, que nos angustiaba más, que no era tan bella como creíamos, por eso Dios continuamente va buscando que hagamos esta experiencia, volver a sentirse amado y volver a creer, para que de esa manera nuestra vida sea más plena.

Por eso Dios quiere salvar al mundo, porque quiere que tengamos vida. Esto es lo que busca, para esto nos la da. Esto es lo que quiere cada día de cada uno de nosotros, pero para eso tenemos que hacer en el corazón experiencia de Dios, para eso tenemos que ser vulnerables, dejarnos tocar y afectar por el otro. Cuando yo quiero estar más armadito, cuando yo quiero controlar, no me dejo afectar por el otro, no soy vulnerable, no me dejo tocar, pero tampoco me dejo amar, y si no me dejo amar, mi vida no crece, m vida no es mas plena. Y cuando hacemos experiencia de este amor en el corazón nuestra vida va creciendo, puedo expandirme y puedo llevarla a los demás. Y cuando hacemos experiencia, eso es lo que da testimonio a los demás.

Esto es lo que les dice Pablo: “Ustedes pueden dar testimonio del Padre, del Hijo, y del Espíritu, ¿por qué? Porque lo han vivido. Han recibido su gracia, han recibido su amor, han vivido en comunión”.

Hoy nos invita a nosotros a descubrir que hemos recibido su gracia, que nos ama, y que tenemos que vivir en comunión. Hoy los invita a ustedes que se van a confesar (Evelin, Marcia, Agustín), que van a recibir la gracia de Dios, que van a recibir su amor para que vivan en comunidad, y para que viviendo en comunidad puedan ser testigos de Jesús.

Hagamos entonces en este tiempo experiencia de Dios en el corazón, dejémonos amar, querer por Él para que sintiéndonos amados y creyendo en Él, podamos ser testigos del amor de Dios.


Primera Lectura: Exodo 34, 4b-6. 8-9

Salmo: Dan 3

Segunda Lectura: II Corintios 13, 11-13

Evangelio: Juan 3, 16-18

martes, 14 de junio de 2011

Homilia: "Yo los envío a ustedes" Domingo de Pentecostés

El año pasado salió una película que estuvo nominada al Oscar como ‘Mejor película extranjera’, una película canadiense que la traducción es “Incendios”, que comienza con una imagen de dos hijos gemelos, un varón y una mujer que van a escuchar la lectura del testamento que le dejó su madre, y cuando empiezan a escuchar el testamento, sobretodo el varón empieza a enojarse mucho, no esta de acuerdo, piensa que es una locura más de su mamá, que no puede hacer las cosas normales porque les dice que no va a poner nada de su tumba hasta que ellos hagan algo, y lo que les pide es que la hija busque a su padre, a quien no había conocido, de quien no sabia nada, y a su hijo le pide que busque a su hermano, el que ni siquiera sabia que existía. Y ahí comienza la historia de esta hermana que sale en búsqueda de conocer un poco mas de su familia y de lo que era su madre, y este chico que esta enojado y no quiere saber nada. Y cuando habla con el notario (aquel que les había leído el testamento) y le dice que esta enojado, que no entiende a su madre, no sabe por qué le pide esas cosas, no entiende por qué no se puede acabar eso ahí, este hombre le dice: “La muerte nunca es el final de una historia”.

Y a partir de ahí este chico va a empezar a reflexionar sobre qué significado tiene eso. Porque la muerte tiene tal peso propio que generalmente nos paraliza, nos detiene, no nos deja avanzar, es donde generalmente pensamos que todo se acaba, es donde justamente pensamos que la historia ya tiene su fin, que no hay nada mas para añadir. Sin embargo como cristianos hemos celebrado hace ya 7 semanas que nosotros creemos que la muerte no tiene el final de la historia. Ahora el final de la historia no es solamente porque alguien muera o no, si no también porque muchas veces vivimos de esa manera, porque muchas veces más allá de que no lo creamos, o que la historia continua para muchos de nosotros, esto nos paraliza, no nos deja avanzar, no nos deja volver a mirar en el corazón qué es lo que queremos, y si bien Jesús se les apareció resucitado a sus discípulos, podíamos decir que de alguna manera parecía que la historia se acababa ahí: se apareció, les dijo ‘estoy Vivo, estoy resucitado’, pero los discípulos siguieron haciendo sus cosas, escuchamos que se han ido a pescar, y aún siguen con miedo, siguen esperando por temor a los judíos, parecía que algo se acabó, o que por lo menos esa historia de Jesús hasta ahí llegaba, y de alguna manera esto era verdad porque el tiempo de Jesús se estaba acabando. Pero los discípulos, sabiéndolo o no, estaban esperando algo nuevo, algo tenía que pasar para que la historia no se terminara de escribir, o para que todo no acabase ayer, y este ‘algo tenía que pasar’ es justamente este Espíritu que tenia que venir…

Hoy estamos recordando, hoy estamos viviendo, hoy estamos celebrando Pentecostés. Esto significa que creemos y que hacemos vida en nosotros de que el Espíritu viene a reescribir la historia, de que el Espíritu viene a traer algo nuevo, que el Espíritu viene a decir “esto no se acabo”, o de alguna manera como decían alguna vez en alguna serie: “esto recién empieza”

Y les trae una vida nueva, les trae algo nuevo. Pero más allá de cómo haya sido tienen ambos una misma consecuencia, ambos a partir de ahí se animan a ser testigos. Tanto los discípulos como los apóstoles, a partir de Pentecostés descubren que hay algo nuevo, quieren comunicar al mundo una experiencia que tuvieron, algo que vivieron, algo que les paso en la vida, y por eso se animan. Y lo primero difícil de esto es cómo comunicar una experiencia, creo que las cosas más profundas en la vida son difíciles de explicar, son difíciles de comunicar, como hablábamos de cuando uno ama a alguien, cómo le explica que lo ama. O también nos pasa en las cosas de la fe, cuando uno ve a Jesús cómo hace para explicarle a otro, puedo saber un montón pero cómo le explico, cómo le transmito una experiencia. Cuando uno le quiere explicar a alguien cómo rezar, puedo tener los libros que te enseñan, pero cómo transmito la experiencia de lo que estoy viviendo, porque en primer lugar tengo que hacer experiencia de eso, en segundo lugar tengo que entenderla para después poder llevarla. Pero parece que este Espíritu renueva los corazones de los discípulos, hace un curso rápido de idiomas, y los invita a predicar, los invita a llevar esta buena noticia a todos: cretenses, árabes, los venidos de la mesopotamia, todos escuchan hablar las maravillas de Dios. Y creo que lo primera central es que ellos fueron a hablarles a todos, es decir que tuvieron que encontrarse con distintas realidades, tuvieron que ir a descubrir qué es lo que el otro tenía y dónde estaba el otro.

Una de las cosas que más llama la atención es que por todos los lugares que uno pasa, un grupo, un trabajo, una comunidad, una familia, se habla que el problema es la comunicación, cómo nos comunicamos, porque no es solamente hablar, a veces parece que estamos en diálogos de sordos, nadie escucha (‘te lo dije 18000 veces’ ‘no me lo dijiste’, nunca sabemos quién dice la verdad), pero hay un problema muchas veces, y lo primero que podemos decir es ¿qué es una verdadera comunicación? ¿cómo llegamos al otro? Y lo primero es descubrir dónde esta el otro, si es un niño, un joven, un adulto, descubrir si esta alegre, si esta triste, esta cerrado, esta escuchando, qué es lo que pasa al otro, porque sino parto de la realidad del otro, cómo llego, en cualquier ámbito, en una familia, en un trabajo, acá en la Iglesia, tengo que encontrarme verdaderamente con el otro, y para eso tengo que tener empatía, tengo que comprenderlo, tengo que ver qué pasa. Y lo segundo es que tengo que tener claridad en lo que quiero decir, pero para eso tengo que tener experiencia para que no sea solamente algo nocional, sino una experiencia, algo que yo te quiero decir, sino pasa que muchas veces sentimos que las palabras son vacías, que no tienen sustento, y a partir de ahí si tengo algo valioso para comunicar, a partir de ahí si puedo ser testigo.

Y esto es lo que hizo el Espíritu, los hizo verdaderos testigos de la Resurrección, tan testigos de la Resurrección que podríamos decir que continúan la obra de Jesús. “Así como el Padre me envió a mi, yo también los envío a ustedes”, es el mismo envío, mi Padre me pidió primero a mi, ahora siguen ustedes. Por mi Padre, porque el Padre me envío, ahora también vayan ustedes, lo mismo que hizo Jesús lo tienen que hacer ellos. No es que es un añadido y algo más, es la misma obra, la misma responsabilidad, es el mismo camino que Jesús tuvo que transitar, el que también se nos invita a nosotros, si se los dice a los apóstoles, se los dice a nosotros, porque cuando uno hace experiencia de Dios, uno quiere transmitirla o uno la ve.

Veíamos y escuchábamos recién el video de Liturgia que el grupo preparó, y veíamos cómo ellos ponían a alguno de los testigos que han visto o se han visto reflejados de alguna manera en Jesús, o ponían a la Madre Teresa o Juan Pablo II, que eran mas fácil de encontrar donde ellos descubrían pero podíamos ver un montón testigos, donde vemos testimonio en el que trabaja, en el que ayuda, en el que se presenta, en el que es generoso, en el que se preocupa por los demás. Ahora para eso tengo que descubrir que tengo un don, algo para dar, y muchas veces no me doy cuenta, pero parece que esto paso siempre porque Pablo le escribe a su comunidad y les dice: “Hay diversidad de dones, pero hay un solo Dios. Hay diversidad de carismas, pero hay un solo Señor”, dense cuenta lo que les dice Pablo, ustedes tiene dones para esta comunidad, todos tienen dones, y ninguno tiene todos, ahora si los reunimos tenemos un montón para dar, y cada uno tiene un montón de cosas para ofrecer. Pero parece que esto que Pablo le tuvo que decir a la comunidad, continuamente lo tenemos que refrescar porque vieron que nos cuesta mucho reconocer los dones que tenemos, y ni hablar los que tienen los demás que nos cuestan más. Una de las cosas que me dicen los jóvenes que a veces me cargan es que muchas veces los mando a hacer una lista, porque cuando les digo que me digan sus dones, me dicen que no tienen ninguno, y entonces lo que les digo es que se quejen de Dios porque los hizo un desastre, cómo puede ser que no tengan ni un don… Entonces acá hay 2 opciones: o Dios me hizo muy mal, o no se reconocer lo que Dios me dio, es la única salida, y yo creo que Dios hizo buenas criaturas y nos dio dones a todos, pero el problema es que no nos animamos a descubrirlos, y descubrirlo no es ser soberbio, es descubrir y ser agradecido con lo que Dios me dio.

En primer lugar descubrir los míos, y si descubro los míos, tengo algo para darle a los demás, porque tengo dónde pararme, porque sino descubro dones, de dónde parto para llevar al otro, y no tengo nada. En cambio si descubro lo que Dios me dio tengo un montón de dones para transmitir ese mensaje que es el de Jesús, por eso no importa tanto cuáles son mis dones, si no que los ponga en servicio.

Ahora de la misma manera en que se me invita a descubrir los míos, se me invita a descubrir lo de los demás, esto que a veces nos cuesta tanto porque en un mundo en el que somos tan exigentes en general, nos preocupamos en ver lo que le falta al otro, lo que no nos gusta del otro, lo que nos molesta del otro, los defectos del otro. Que lindo sería si en comunidad o en grupo pudiéramos ver qué don tiene cada uno de nosotros, y nos animamos a mirarlos, nos animamos a verlo y a compartirlo, y a vivir la alegría, miren la alegría de todo lo que Dios nos dio, miren la alegría de lo que podemos hacer juntos, y si descubrimos esos dones, ahí si podemos ser testigos, podemos llevar la presencia de Jesús por medio de quien nos da la fuerza que es el Espíritu.

Hoy volvemos a celebrar Pentecostés. Hoy Jesús de alguna manera renueva nuestro Bautismo por medio del Espíritu. Hoy Jesús de alguna manera renueva nuestra Confirmación por medio del Espíritu. Hoy Jesús renueva de alguna manera nuestro ser testigos por medio del Espíritu, y lo hace para que nos animemos a transmitir algo: “Así como el Padre me envió, yo también los envío”.

Hoy también quiere soplar el Espíritu acá, y Jesús nos quiere decir a nosotros: “Yo los envío”.

Animémonos a escuchar este pedido de Jesús en nuestro corazón, animémonos a descubrir la presencia del Espíritu que se hace carne, y animémonos a llevar ese don que Dios nos de.


Primera lectura: 2 Corintios 12, 1-10

Salmo: 33. 8-9 . 10-11, 12-13

Evangelio: Mateo 6, 24-34

miércoles, 8 de junio de 2011

La Ascencion del Señor

En la serie de películas de “La guerra de las galaxias”, en la ‘primer’ película de todas (o la cuarta en realidad) comienza con Luke que se encuentra con Obi-Wan Kenovi, y comienza a enterarse quién es, a qué esta destinado, qué es lo que tiene que hacer, y Obi-Wan empieza a enseñarle a Luke todo lo que significa y lo que esperan de alguna manera de él. Así que al poco tiempo de haber empezado la película, tienen como una primera misión que tienen que ir a hacer frente a una de esas naves imperiales, y en medio de esa misión termina perdiendo o muriendo Obi-Wan, dando la vida de una manera por ellos para que ellos puedan escapar. En ese momento Luke y sus compañeros sienten esa desilusión, y no solo esa desilusión sino también esa soledad de quien no sabe qué es lo que va a pasar ahora, de que aquel que los venía acompañando, guiando, mostrándoles el camino, haciéndoles como maestro, ya no esta y no entienden, y no solo esta el dolor de perderlo y el dolor de que ya se va, sino también el cómo vamos a continuar y qué es lo que tenemos que hacer ahora, y para poder seguir se van a tener que acostumbrar a un nuevo modo de presencia o igual entre ellos, y al mismo tiempo a que a partir de ahí ellos tienen que ‘tomar la posta’, a partir de ahí ellos tienen que ser testigos.

Creo que de una manera análoga podríamos decir que están viviendo esto los discípulos cuando sienten en esta fiesta que hoy celebramos, que Jesús asciende a los cielos, que Jesús se va. Por un lado el dolor de la despedida, el dolor de que alguien se va, de que no va a estar con ellos, por lo menos de la manera que ellos esperan. Por otro lado ese periodo de Jesús de que ahora en más les toca a ellos, que ahora en más tienen que ser testigos, tienen que ‘tomar la posta’.

Y esto es tan claro que la Primera Lectura de hoy divide un libro de Lucas en 2. Ustedes saben que Lucas escribió el Evangelio y escribió los Hechos, por eso empieza diciendo: “En mi primer libro querido Teofilo te narré todos lo de Jesús desde que nació hasta que dio la vida. Ahora voy a narrarte desde que Jesús se va a los cielos en adelante”. Es mas podríamos decir ‘los hechos de Jesús’ y ahora ‘los hechos de los apóstoles’, la vida de Jesús y la vida de la Iglesia, tan marcada que en dos libros puede haber como una novela diferente o una serie diferente. Y nos muestra este caminos que los discípulos tienen que aprender a hacer. En primer lugar esto que venimos hablando desde el último tiempo: aprender que Jesús se va y que las cosas en al vida se van, y que tenemos que aprender a soltarlas. No solo lo que alguna vez dijimos como la edad, en que uno no tiene mas 10, 20, 30, 40 años y que no hay cirugía estética que valga y que la edad pasa, sino también un montón de cosas que vamos viviendo; aprender a descubrir que van quedando atrás y que la manera de crecer y madurar es descubrir que esa etapa quedó atrás, sino nos quedamos como con la nostalgia de eso. El problema de esta nostalgia es que nos ancla, nos deja ahí frenados y no nos deja caminar para adelante, y en vez de mirar para adelante que es hacia donde nos invita Jesús o hacia donde nos invita la vida, vamos mirando hacia atrás y vamos como ‘arrastrándonos’, desde cosas muy simples, desde etapas que uno no se anima a cerrar (cuando termina el colegio, cuando termina la facultad, cuando uno tiene que terminar un trabajo) hasta etapas mucho más profundas en la vida donde podríamos hablar de una amistad, de un noviazgo que se termina, a veces de un matrimonio, y uno tiene que mirar hacia adelante y ver cómo hay partes que fueron parte de la historia, que enriquecieron mi corazón pero que desde ahora en más tengo que nacer a algo a nuevo.

Y eso es también lo que tenemos que aprender a hacer en la fe. Tal vez el ejemplo más grande de esto es una Iglesia que aun casi 400 años después, todavía no se acostumbró a vivir una época que no es la cristiandad, y sigue con la nostalgia de “cuando era la cristiandad, Dios era casi vidente, que todos creían” y no hemos terminado de aprender a anunciar a un mundo que eso no nace por evidencia, que tenemos que ser testigos tal vez como dice el Evangelio, que eso ya se fue, con sus cosas mejores y con sus cosas peores, y que hoy tenemos que aprender a vivir una etapa diferente y que no se puede volver atrás. Creo que en la vida descubrimos que no se puede volver atrás, no solo en edad sino en un montón de cosas que van pasando; es mas, no es necesario volver atrás, si uno se anima a sumir lo que hoy tiene e ir hacia delante.

Y creo que este ‘no es necesario’, se nos hace patente y claro en Jesús. Jesús antes de irse nos dice: “Les conviene que yo me vaya”. Uno dice “el que escribió este Evangelio se equivocó” o no estaba muy inspirado cuando lo escribió, ¿cómo nos puede convenir que Jesús se vaya? Y Jesús nos muestra que hay un tiempo que tiene que estar entre nosotros y otro tiempo que no, y nosotros que seguimos, caminos, adoramos al mas grande, este nos dice que “Llega un momento en que tengo que partir y tengo que dejar atrás las cosas”. Y si lo hace Jesús, esto es una invitación para todos y no solo porque llego el momento, sino porque es conveniente para los demás. Muchas veces nos quejamos de esto en la sociedad con cosas que no nos gustan, con personas que se engrosan en el poder, ¿pero sabemos nosotros a veces dar un paso al costado, que tenemos que dejarle un lugar al otro? ¿sabemos ver que el otro madura, que crece, que le tengo que dar su espacio, su libertad, su lugar? O los jóvenes tienen que aprender que hay que partir y no ‘cuando no se puede’ sino que ya cumplí mi ciclo, y para tener que crecer y madurar tengo que dejar mi casa, tengo que dejar mi hogar, tengo que hacer mi propio camino, con todo lo que cuesta y lo difícil que es, con lo que hay que luchar. La única manera de madurar en al vida y en la fe es descubrir que hay etapas que pasan, y que tengo que dejarlas pasar y nacer a algo nuevo, y esperemos que se nos promete mejor, porque Jesús cuando se va no les dice “estén tristes”, les dice: “Viene algo más grande”, y a partir de ahí podemos empezar a entender qué es esto del Espíritu que Él nos va a dar, tan importante para nosotros que nos presente Jesús de una manera tan nueva que es lo que hace que Jesús parta para que nazca algo nuevo. Y a partir de ese Espíritu que nos va a renovar en Pentecostés, o que se va a preparar para todos lo que se están preparando para recibirlo este año en la confirmación, vamos a ser invitados a ser testigos.

Fíjense el Evangelio de hoy dice que en el último discurso que Jesús les da a los discípulos, les pide que “sean sus testigos, que sean discípulos”, ¿cómo? Bautizando y enseñando. Y se tiene que abrir a algo totalmente nuevo porque los discípulos eran pocos, no existía el cristianismo, ellos eran judíos, tienen que empezar a aprender qué significa ser cristiano, tienen que ir a anunciar a un mundo distinto, y a empezar a bautizar, y como hemos hablado de a poquito la gente se va a ir convirtiendo, descubriendo esta nueva vida en Jesús, y se va a ir haciendo bautizar, y después de bautizar van a tener que ser ellos testigos porque si no no van a haber otros que puedan creer, y si esto llegó hasta nosotros es porque muchos se comprometieron en ese camino. Ahora en general ese problema no lo tenemos nosotros, por lo menos en la Argentina: la ultima encuesta que se hizo es que por lo menos el 88% de la Argentina está bautizada, así que no tenemos que salir a bautizar (en general tenemos llenas las Iglesias los fines de semana de chicos que se bautizan), pero la pregunta es: ¿hacemos la segunda parte? ¿vamos y enseñamos, transmitimos, les decimos una experiencia? Muy gracioso cuando alguna vez (perdón si alguien me lo dijo) viene una persona más grande y me dice: “Padre, yo iba a la Iglesia, yo era monaguillo cuando era chico” y la respuesta que me sale es “y ahora hace como 50 años que no pisas una Iglesia mas o menos”, porque si la última experiencia que tuve fue la de ser monaguillo quiere decir que hace un montón de años que no se va… pero más allá de eso lo que decía es: ¿acompañamos a la gente para que pueda hacer un proceso, para que no salte de chiquito que fue monaguillo hasta que salte un evento social y tenga que pasar y dar una vuelta por una Iglesia? ¿de qué manera nos hacemos testigos para que otros vivan eso?

La invitación de Jesús fue que después de que ellos tuvieran una experiencia, cuando Jesús se fue les toca a ellos, y que ellos van a recibir esa promesa del Espíritu que nos dice el libro de los Hechos para ser testigos, y esa es su misión. Sin embargo esa no es solo la misión de los apóstoles, sino que es también la misión nuestra. también nosotros hemos recibido el Espíritu, también nosotros fuimos confirmados, también nosotros tenemos que ser testigos.

Esa es la invitación de Jesús, sino nos quedamos a mitad del camino, sino no maduramos en la fe. Podemos tener una piedad muy grande, un vinculo muy grande en la oración, pero si no buscamos la manera de ser testigos, nos hemos quedado a mitad de camino en el camino de la fe, porque es la primera etapa: conocer a Jesús y tener una experiencia de Él, hasta que nace la segunda etapa: ser testigos, ir y anunciarlo, llevarlo a los demás, y no solamente con una espada y una bandera como se hacia en la cristiandad, sino de múltiples maneras. En primer lugar encarnando esos valores, aprendiendo a vivirlos, mostrándole al otro que tenemos algo importante para vivir y que a nosotros el seguir a Jesús y el celebrar y vivir la fe nos cambia la vida, y no nos es lo mismo, y que por eso queremos mostrársela a los demás, no basta solamente con armar una pancarta o con decir algo. Tal vez para poner un ejemplo (quizás no el más feliz en el ultimo tiempo y sin entrar en discusión), hace poco quisimos ir a hablar o decir lo que pensábamos sobre lo que era el matrimonio, el matrimonio en el que creemos, y así nos fue porque nos acordamos en el momento en que tenemos que salir a defender una ley y nada mas. ¿No seria mejor si como cristianos o como sociedad, damos testimonio de aquello que queremos vivir? Si partimos de otro lugar, si le mostramos a los demás lo lindo y lo valioso que es vivir el matrimonio, vivir la familia, transmitirla. Y lo mismo con cada valor, no basta con decir ‘esto no’, tengo que mostrar que hay algo que lo sustenta a ese valor, que hay algo que se vive y que puede transmitir. Para poner otro ejemplo, no se basta con decir ‘no se miente’, hay que mostrar que la verdad tiene un valor, que el ser transparente alegra la vida, que hay que tener vínculos más profundos, que el ir con la verdad es lo que trae paz al corazón, pero si no empezamos a vivir los valores o aquello que nos gusta, ¿qué le estamos llevando al otro? ¿qué le estamos mostrando para contagiar a los demás?

Creo que les dije los últimos días, hace poco estuve leyendo un libro sobre los orígenes cristianos y decía que cuando comenzó el cristianismo la gente no entendía como era que lo cristianos anunciaban a Jesús de esa manera, porque lo seguían mujeres (no tengo nada contra ellas) que no tenían lugar, los niños, los pobres, los extranjeros, y decían “¿quiénes son estos para anunciarle el Evangelio a estos, a estos que están marginados? ¿y quiénes son estos para que todos puedan hablar, para que todos tengan un lugar para compartir y vivir esa alegría como que todos son parte? ¿dónde esta el Maestro y dónde esta el que aprende de eso?”, es decir mostraban algo distinto, lo que contagiaban a los demás era lo que vivían mas allá de lo que decían, y que descubrían que tenían algo valioso para llevar. Ahora, para eso tengo que hacer una experiencia. Que sin embargo muchas veces la hemos transmitido, muchos hemos participado de un retiro o algo porque nos dijeron “anda, hacelo, esto es lindo”. Lo bueno entonces es animarnos a llevar esa experiencia, animarnos a llevarla a los demás, mostrarles que hay algo que tenemos que el otro también lo puede vivir, y no solo que lo puede vivir, sino que si lo vive le va a cambiar la vida. Ahora para eso yo tengo que tener esa certeza en el corazón, y para eso yo tengo que haber echo experiencia, y a partir de ahí si querer ser testigos.

Hoy vivimos esta fiesta con esa sensación de que Jesús se va, pero nos envía el Espíritu, y nos envía el Espíritu para que seamos testigos, para que descubramos que tenemos algo valioso, para que descubramos que eso valioso tenemos que llevarlo a los demás.

Pidámosle a aquellos primeros cristianos que se animaron a ser testigos de Jesús, a llevar la posta de este testimonio, de esta buena noticia, para que también nosotros la vivamos, que nosotros seamos parte de eso, que tomemos ese testimonio, que tomemos esa experiencia, que la hagamos carne y que la transmitamos a los demás.


Primera Lectura: Hechos 1, 1-11

Salmo: 46

Segunda Lectura: Efesios 1, 17-26

Evangelio: Mateo 18, 16-20