miércoles, 31 de agosto de 2011

Homilía "Tú Me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir" Domingo XXII del Tiempo Ordinario

“La fuerza en la disciplina, la fuerza en la comunidad, la fuerza en la acción, la fuerza en el orgullo” es la frase más repetida por el profesor Rainer Wenger en la película alemana “La Ola” (2008), en donde a él le toca, en la semana de los talleres, el taller de autocracias, de los distintos totalitarismos que ha habido a lo largo de la historia y él se queja porque no quiere dar este taller a los alumnos. Sin embargo, le dicen que ya está así, y que le toca eso; entonces, empieza a pensar en cómo poder hacer llegar esto de una manera más viva a sus alumnos. Bueno, comienza a hablar con ellos. En la primera clase no le va muy bien; los alumnos le dicen que hoy eso no se puede dar, que esos totalitarismos, como el del Tercer Reich, no pueden volver a pasar, y él empieza a seducir a los alumnos invitándolos a animarse a seguir, por dos o tres días, un proyecto. Los alumnos aceptan y comienza con una férrea disciplina a invitarlos. Así logra que se sienten y hagan silencio rápidamente, que mantengan derechas las espaldas, que no se saquen las zapatillas ni los zapatos (como hacen los alumnos en clase), y todas esas cosas que suceden hoy. La cuestión es que esto que comienza como un entretenimiento empieza a subir y los alumnos se empiezan a “copar”, podríamos decir, seducir por esta nueva propuesta cada vez más metidos, más involucrados… Hasta que todo llega como a un punto más de conflicto en un partido de waterpolo, en donde el profesor se da cuenta de lo que está pasando. Sin embargo, esto continúa, ¿no?

Bueno, como siempre, si quieren ver cómo continúa, alquilen “La Ola”.

Pensaba en cómo esto muestra el espíritu humano que lo que busca es qué es lo que quiere seguir. Pero, para eso, se tiene que sentir seducido por algo; para eso, se tiene que sentir atraído por algo. Y esto nos sucede en todos los momentos de la vida. Por poner un ejemplo muy simple: cuando uno es chiquito, un varón en general, y tiene que elegir un equipo de fútbol, a veces para desagrado de nuestros padres (¿no? Mi papá es de River), uno se siente seducido por algún amigo, primo, por algo, y cambia de equipo muchas veces. Y esto que es tan simple empieza a sucedernos con muchas cosas de la vida: con qué amigos nos juntamos, con qué personas estamos más, qué es lo que empezamos a decir, a hacer, nuestra manera de obrar. Pero para eso tenemos que descubrir que hay algo que nos atrae, hay algo que nos llama.

Más aun en nuestra juventud, cuando uno empieza a buscar qué es lo que quiere, qué es lo que desea, a qué está llamado… Y para eso uno se tiene que sentir seducido, tiene que encontrar distintas propuestas y, en base a esas propuestas que uno va encontrando, uno va viviendo. Por eso nacen las ideologías, o han nacido a lo largo de la historia, algunas mejores, otras no tan buenas, pero, más allá de catalogarlas moralmente, lo que han buscado es llamar a las distintas personas a seguir una forma de vida, un estilo de vida. También nos podemos sentir seducidos por las cosas. ¿Cuántas veces nuestra búsqueda o hacia lo que tira más nuestro corazón es hacia las cosas materiales? Y siempre necesitamos tener el iPhone 4, el iPad 2, o la última computadora o, cuando uno es más grande, el último auto; siempre estamos como en una carrera y no terminamos de conformarnos con lo que tenemos –sea bueno, malo, nos guste o no– y nuestra seducción pasa muchas veces más por el tener.

Y también nos sentimos seducidos por el otro: en la amistad, en el noviazgo, en el matrimonio. Uno se siente atraído, seducido, y por eso va haciendo opciones en el corazón. Y también uno se siente atraído y seducido por Jesús. Todos los que estamos acá es porque, en algún momento de nuestra vida, Jesús nos ha llamado, ha tocado nuestro corazón, nos ha seducido, y por eso lo hemos seguido. Y esta es la atracción que tiene Jeremías que nos dice, en la primera lectura, “Tú me has seducido, y yo me dejé seducir”. Porque este juego se tiene que dar siempre. Dios va a tocar el corazón del hombre, busca seducirlo, pero yo se lo tengo que abrir, yo tengo que hacer una opción por Él. Y esa opción por Él implica hacer un camino, en donde habrá cosas que me gusten y donde habrá otras cosas que no me gusten tanto. Esto es lo que le pasa a Jeremías. Jeremías está predicando a Dios y no le va bien, bah, le va bastante mal, porque no lo aceptan, no lo quieren escuchar; no es un profeta que tiene mucho éxito. Y por eso dice “¿por qué te tengo que hablar, por qué tengo que predicar de vos? Sin embargo, no puedo hacer otra cosa. Calaste tan hondo en mi corazón, entraste tan profundo que no me queda otra cosa que anunciarte, no me queda otra cosa que hablar de Vos”.

Sin embargo, esto no es tan fácil. Y por eso pasa lo que sucede en la segunda lectura, que escribe Pablo, donde le pide a su comunidad que no se deje seducir por los modelos de este mundo; por eso tal vez esta frase que tenemos acá, a primera vista, un poco nos choca. Porque Pablo dice “Bueno, ustedes conocieron a Jesús”; Pablo cuando habla no dice que está mal el mundo sino que habla de los criterios del mundo que nos alejan de Jesús, de los criterios del mundo que no son evangélicos. “Ustedes han descubierto, han conocido, algo nuevo; vivan de esa manera”. Ahora esto que le pasa a la comunidad nos pasa a nosotros. ¿Cuántas veces decimos “yo quiero vivir de esta manera, yo quiero portarme así; yo, en este lugar (en mi casa, en el colegio, en la facultad, con mis amigos) quiero ser de esta forma” y muchas veces no podemos? Muchas veces sentimos que nuestra propia vida nos tira para otro lado. Esto es lo que le pasa a la comunidad. Por eso Pablo les dice “vivan de acuerdo a la manera que conocieron, no se alejen de Jesús”.

Ahora esto, que es simple de decir, es difícil de vivir. Es lo que les pasa también a los discípulos. Pedro se sintió seducido por Jesús, totalmente atraído; por eso dejó todo. Lo sigue, camina con Él, está dispuesto a dar la vida –dice– por Él. Y el domingo pasado escuchamos que, cuando Jesús pregunta quién es, hasta Pedro sabe quién es Jesús: “Tú eres el Mesías”. Sin embargo, cuando Jesús explica qué significa ser el Mesías, ya Pedro no se siente tan seducido por eso. Al contrario, le dice que no, lo reprende, “Tú no puedes ser ni vivir de esta manera, no puedes hacer esto, esto no va a pasar” y se come el reto más grande de todo el Nuevo Testamento: “Ve detrás de mí, Satanás”, que es como decir “te estás comportando como el diablo, sos una tentación para mí”. Imagínense las preguntas que le habrá traído esto a Pedro en el corazón; a un Pedro que se había sentido tan seducido y atraído por Jesús que había dejado todo, y que en un momento alguien le dice “mirá, así no, de esta forma no”. Es decir, aun los discípulos, aun Pedro, el primer Papa, tienen que seguir haciendo un camino en el corazón. No basta con esa primera seducción o enamoramiento que siempre tenemos. Tenemos que profundizar y, a partir de esa profundización, podremos optar y elegir. Seguramente, esto trajo un montón de cuestionamientos en Pedro y tuvo que volver a elegir a Jesús; y tuvo que descubrir si a este Jesús lo quería. Porque al Jesús que anunciaba, que le gustaba su palabra, que iba a traer un nuevo Reino, que lo seguían multitudes, ese le gustaba a Pedro. Pero el Jesús que decía “Yo tengo que entregarme, tengo que dar la vida, que sufrir, que morir en la cruz”, ese no le gusta tanto a Pedro. Sin embargo, no puede elegir a uno o a otro, tiene que integrarlo. Y tiene que ver si está dispuesto a seguir y a dar la vida por ese Jesús.

Y este es el camino de todos nosotros, el camino del cristiano, el camino de la vida: ir descubriendo de qué cosas nos vamos seduciendo, ir descubriendo cuáles nuestros deseos profundos. Y tal vez podríamos preguntarnos todos “qué es lo que le presentamos a los demás” en el mundo, en la fe. Porque, cuando uno presenta una buena propuesta, en general alguien se siente atraído. Hoy salió una nota en uno de los diarios importantes de la Argentina que habla de la generación “ni-ni” –ni estudia, ni trabaja– no sé si hay alguno acá, yo no tengo ningún problema igual con esa generación. Y les pedía que hablen y uno podría poner una postura de decir o está bien o está mal; pero la pregunta es ¿qué hemos presentado para que se llegue a esto?, ¿por qué esto es más atractivo que otra cosa?, ¿por qué uno no quiere elegir un deseo más profundo? Porque el “ni-ni” no es un deseo, digamos, es una posición en la que me encuentro. Entonces, ¿hemos presentado algo que sea más atrayente que eso?

Y lo mismo nosotros podríamos decir como Iglesia, como cristianos, ¿cuál es nuestra propuesta para el mundo? Y, tal vez, no siguiendo los criterios que no nos parecen evangélicos del mundo, no ese modelo, sino el modelo de Jesús. Porque Jesús fue atractivo, parece, con algunas cosas más, otras no tanto; pero eso llamaba la atención. Tal vez nos podríamos preguntar nosotros. En estos días, ustedes saben que estuve participando con 180 jóvenes, varios de los cuales están acá, de la Jornada Mundial de la Juventud, y una de las cosas que les decía a los jóvenes era cómo, cuando uno tiene el corazón abierto, se siente seducido por ciertas cosas que nunca haría. La mayoría de ellos subieron la Escalera Santa (que son 30 escalones) rezando, de rodillas; acá les digo “tienen que subir la escalera” y no quieren subir ni un piso, y ahí los subieron rezando, de rodillas. En Fátima hicieron lo mismo: un camino enorme, terminaron con doscientas frutillas en las rodillas. Entonces, ¿qué es lo que pasa? Y es que uno se siente seducido cuando ve algo que le toca el corazón. Eso es lo que hizo Jesús con nosotros, y por eso estamos acá. Pero no termina con la primera seducción, tenemos que animarnos a profundizar en Él. Y eso implica integrarlo todo. Esto que le pasó a Pedro nos pasa a nosotros. Creo que una de las veces que más entra en crisis nuestra fe es cuando, por primera vez, sufrimos verdaderamente. Sufrimos nosotros, o sufre alguien cercano a nosotros, y no entendemos, no comprendemos, y tenemos que volver a hacer el mismo paso que Pedro, volver a decidr si esto que tengo que integrar, lo que me gusta y lo que no me gusta tanto, lo quiero. Ese es el camino de la vida, sino no toleramos nada. Una amistad, un noviazgo, un matrimonio, ¿cómo voy integrando las distintas facetas de la vida? Jesús nos invita a eso, cuando nos dice “piérdanse” es “déjense seducir y, seducidos, síganme”.

Animémonos entonces a escuchar a este Jesús que nos habla al corazón, que nos invita a perder la vida para ganarla y, siguiéndolo, animémonos también a transmitir ese amor, esa esperanza, esa fe en Jesús también a los demás.

Jornada mundial de la Juventud 2011 (2da parte)

“Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (San Pablo)

En la revista del mes pasado les conté que durante el mes de Agosto iba a estar participando de la JMJ en Madrid y lo que había vivido en las dos jornadas anteriores (Alemania y Australia). Aprovecho ahora (mientras escribo esta nota me encuentro participando de la jornada mundial) para contarles qué es una JMJ y que hacemos en esos días.

¿Qué es una JMJ?

Nadie mejor que Juan Pablo II para explicarlo:

“La finalidad principal de las Jornadas es la de colocar a Jesucristo en el centro de la fe y de la vida de cada joven, para que sea el punto de referencia constante y la luz verdadera de cada iniciativa y da toda tarea educativa de las nuevas generaciones. Es el «estribillo» de cada Jornada Mundial. Y todas juntas, a lo largo de este decenio, aparece como una continua y apremiante invitación a fundamentar la vida y la fe sobre la roca que es Cristo.”

¿Qué hacemos durante esa semana (del 16 al 21 de Agosto)?

Primero quería remarcar que lo central es el clima de encuentro que va más allá de lo que hacemos esos días. El encuentro con tantos jóvenes de tantos países diferentes, el encuentro con el Papa Benedicto XVI que nos invita a la Jornada y el encuentro profundo con Jesús que nos llama a crecer en la fe.

Ahora, luego de esa aclaración, las actividades principales son:

Misa de Inicio: Comienza el encuentro con una Misa en la plaza de la Cibeles de Madrid, presidida por el arzobispo de Madrid. Es muy lindo ver una misa tan multitudinaria y tantas banderas de tantos países diferentes.

Catequesis de los obispos: Los participantes en la JMJ, organizados por grupos lingüísticos, tiene encuentros de catequesis con obispos venidos de todo el mundo. Son tres días seguidos a la mañana, que continúan con algunos trabajos en grupo y una misa compartida entre todos (también es muy lindo compartir la liturgia y aprender cantos de otros países)

Llegada del papa: El jueves el Papa llega a España y en distintos lugares los jóvenes se congregan para verlo pasar y saludarlo esperando el primer mensaje que les dará al terminar el recorrido.

Vía crucis: el viernes siempre se realizá un vía crucis donde se recorrén varios puntos de la ciudad. Dada la cantidad de peregrinos uno ve algunas escenas en vivo (nos dividen en distintos puntos) y otras se sigue por pantallas gigantes. En este caso cada estación estará representando un paso de la Semana Santa española. Es un momento muy fuerte de oración con la pasión de Jesús.

Acto central, sábado y domingo con el Papa: Todos los participantes de la JMJ más muchos venidos directamente para este acto participan del momento culmen de la Jornada. Desde el sábado temprano el lugar se va llenando (va a ser en el aeródromo de los 4 vientos) hay muchos momentos de oración, reflexión, canto hasta que a la noche con la presencia del Papa comienza una vigilia de adoración eucarística. Luego se pasa la noche al aire libre. Para participar todos juntos el domingo de la Misa de clausura de la JMJ. El Papa presidirá la Misa con millares de jóvenes (se esperan 2 millones para este acto), para enviarles al mundo a testimoniar su fe, como hizo el Señor con sus Apóstoles.

También a lo largo de toda la semana tenemos:

Programa Cultural: A lo largo de toda la semana el día se celebrarán diversas actividades, que no coinciden con los actos principales de la JMJ. Este plan incluye conciertos, exposiciones, muestras, visitas guiadas a museos, obras de teatro, y un largo etcétera.

El mes que viene les contaré mis apreciaciones sobre lo que vivimos en la JMJ.

Jornada mundial de la Juventud 2011 (1ra parte)


“Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (San Pablo)

Del 15 al 21 de Agosto estaré participando de la JMJ en Madrid. Viajamos con un grupo de 180 jóvenes de la diócesis que sumado a los colegios hacen 500 jóvenes en total de esta zona. Invitados por el papa nos reuniremos a celebrar la fe bajo el lema “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (San Pablo).

Todavía recuerdo la primera vez que participe de una Jornada mundial en 2005, en Colonia, Alemania, donde con el padre Pancho Peña íbamos con la inquietud de que será esto… Y buscamos preparar a los chicos/as haciéndoles saber que no era un viaje turístico sino una peregrinación. Hoy es mi tercera JMJ (participé en el 2008 en Sídney, Australia), y puedo decir que es una experiencia muy fuerte de Iglesia, de encuentro con otros jóvenes que comparten una misma fe y buscan a Dios como nosotros.

Muchas veces nuestra experiencia de Iglesia pasa por la catequesis de los colegios o por ir a misa los domingos pero cuando a eso le sumamos una fuerte experiencia de fe, sea en confirmación, algún retiro, pascua joven, etc.; la manera de descubrir a Dios es totalmente diferente. En este caso sucede lo mismo. Vamos a visitar Roma, asís, hacer un par de días del camino de Santiago, visitar el santuario de Fátima para terminar participando en la JMJ. Y en esa tan linda peregrinación que iremos haciendo vamos a ir descubriendo como todo nos habla Dios. Pasar por lugares como las catacumbas donde murieron tantos mártires, visitar las basílicas de San Juan de Letrán o San Pedro; ver la tumba de San Francisco, el cuerpo incorrupto de Santa Clara, caminar hacia Santiago de Compostela como lo hacen tantos peregrinos; celebrar misa en todos estos lugares van abriendo la mente y el corazón. Y lo más importante nos ayudan a valorar las verdaderas cosas de la vida. En primer lugar sentirnos privilegiados y agradecidos por tener la posibilidad de vivir esta experiencia. Segundo, descubrir que se puede disfrutar y ser feliz con otros códigos o formas de la que muchas veces se nos presentan. Los días del viaje son exigentes, nos levantamos temprano, no se sale solo, ni de noche, nos tenemos que respetar, cuidar la forma de hablar y lo que decimos, y ayudarnos los unos a los otros. No es un viaje de turismo (aunque conocemos muy lindos lugares), no es un viaje de egresados o de diversión (aunque nos divertimos mucho), ni un viaje que planeo yo y hago lo que quiero sino que tengo que adaptarme a lo que esta planeado y a los tiempo de todos. Sin embargo es una experiencia tan fuerte que marca el corazón.

Creo que hoy en la juventud hay una gran sed de Dios y eventos masivos, retiros o experiencias fuertes de oración, caridad o misión, nos ayudan a vivir una fe más sincera y profunda.

El próximo mes les contaré que es lo que se hace en la JMJ, como están divididos los días y en octubre les transmitiré lo que me dejo esta nueva experiencia.

Vivir la alegría del Evangelio


¿Qué significa para nosotros, ser alegres, vivir la alegría del evangelio? Creo que hay dos pequeñas parábolas que pueden iluminarnos sobre este punto:


“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. También es semejante el Reino de los Cielos a un comercianter que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra”. (Mt 13,44–46).


La alegría del evangelio es similar a la de quien habiendo encontrado un tesoro, pleno de felicidad, vende, hasta malvende, todo lo que tiene para conseguir ese tesoro. Los que lo miran pueden decir hasta que está loco, pero los juicios de los demás no le importan porque está seguro del tesoro que encontró.

También la alegría del evangelio es similar al comerciante que encontró la piedra preciosa. Cuando vende todo la gente pensará que quiere cambiar de oficio, dedicarse a otra cosa, o que está fuera de sí. Pero él sabe que al conseguir esa perla tendrá un tesoro mucho más grande que con todas las demás perlas juntas.

La alegría, el verdadero gozo, es el estado en que nos encontramos cuando hemos alcanzado aquello que deseábamos. Cuanto más profundo es ese deseo, tanto más hondo es el gozo. Pero vivimos en un mundo lleno de expectativas falsas. Una cultura donde se cortan las expectativas continuamente. Encontramos una gran falta de fe; esclavitud del corazón que le llaman. Estamos en un mundo en el cual muchas veces ya no se espera nada más.

Los esclavos son un claro ejemplo de resignación, de alguien que no espera nada y por lo tanto no se rebelan contra esa situación en la que viven; son personas que tienen cadenas en su corazón. Tienen anulación de todo deseo, de toda expectativa, de toda promesa. Para ellos no hay nada.

Cuando se habla del mundo de hoy se pone como paradigma la libertad, pero ¿el ser libre pasa nada más por una situación exterior? ¿Nos sentimos verdaderamente libres? Porque creo que una manera sutil, imperceptible, de ir esclavizando a alguien es quitarle la capacidad de desear profundamente, dejar que nade, desee en la superficie. Cuando los deseos son superficiales, al colmarlos, se produce una excitación exterior pero luego nace en uno una posterior frustración. Y esto se convierte en un círculo vicioso. Cuando hay incapacidad de gozar profundamente, lo que se busca es compensar con experiencias sensibles. Nos encontramos con un vacío interior, una soledad, un aislamiento que nos provoca una gran aridez. La ansiedad por cubrir ese vacío nos conduce a “dar manotazos” a cosas exteriores que no nos sacian. Esto agudiza la frustración y nos va haciendo esclavos.

En cambio cuando me animo a mirar y preguntarme sobre mis deseos más profundos voy siendo cada vez más libre. El deseo es el espacio ofrecido a Dios para recibir el Don y por lo tanto, para experimentar el gozo. Cuando el deseo es profundo, al ser colmado, el gozo brota desde dentro y fluye hacia fuera como una fuente. Y ahí nace la verdadera alegría. La alegría del evangelio es de quien encontró la plenitud de la vida, el sentido que la vida misma tiene, por que vale la pena vivir. La alegría del evangelio es de quien se encontró con Jesús, y está dispuesto a venderlo todo, a dejar todo atrás para quedarse con él, para vivir ese encuentro. Y así se siente libre, tranquilo, vivo, feliz…