lunes, 23 de mayo de 2011

Homilia: "Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida" Domingo V de Pascua

Una película que seguramente la mayoría de ustedes vio hace unos años, que se llama “El ultimo samurai” que alguna vez hemos hablado, y que trata esta nueva entrada en el mundo japonés de lo que es la cultura mas occidental, y esto en esa dinastía Meiji causa como un quiebre, un quiebre entre lo tradicional y lo que es mas novedoso. Y ahí surge esta disputa entre los samuráis, que eran totalmente reverenciados, que siempre habían custodiado al emperador y al pueblo y esta nueva clase dirigencial que acompaña al emperador y lo va a asesorando en cómo hacer un nuevo Japón. Esto llega a tal crisis que los samuráis entran en guerra con ellos, y se da una especie de tregua donde Katsumoto, el jefe de lo samuráis, va a verlo al emperador Meiji. Están en una galería charlando, el emperador bastante enojado por lo que estos hombres están haciendo y entonces le pregunta por qué pelean contra él, por qué están en guerra, por qué no aceptan las cosas cómo son, y Katusmoto le dice: “Yo no estoy peleando contra usted, no tengo nada en contra de usted, al contrario, yo lo que estoy haciendo es ir contra esto que nos esta haciendo a todos mal”. Y el emperador enojado le dice: “¿Qué quieres entonces, mi lugar, mi trono? ¿Quieres quitarme la vida?” El otro dice: “No, de ninguna manera, ese es su lugar. Si usted quiere mi vida pídamela, yo me la quitaré voluntariamente”. Y el emperador queda totalmente desconcertado porque pensaba que tenia un enemigo en frente y descubre que tiene a alguien que todavía le sigue teniendo respeto, tanta devoción que es capas de dar la vida, quitarse la vida voluntariamente si él se la pide, como era la regla de ellos. Y ahí cambia totalmente el discurso, y le dice que esta perdido, que por favor le diga que es lo que tiene que hacer. Y Katusmoto se pone de rodillas y le dice: “De ninguna manera, usted es el emperador, usted es el que nos guía, usted es el que tiene que encontrar las respuestas”, y muestra esa reverencia que tiene hacia aquel que tiene que para ellos mostrarles el camino. El emperador muestra esa desolación de no saber cómo moverse en esos nuevos marcos en el que se mueve su pueblo, en el que tiene que guiar a su pueblo.

Y esto es algo de lo que podríamos decir esta pasando en nuestro mundo, en nuestra sociedad donde los marcos se han corrido, donde los marcos no son iguales a lo que eran antes. Antes cuando uno era más chico (los que somos más grandes), mas o menos uno sabia qué era lo que tenia que seguir, cuál era el camino que uno tenia que recorrer, lo que se invitaba, cuáles eran las verdades puntuales, sólidas, cuál era el lugar donde daba vida, que ayudaba a que uno crezca y daba más vida, y uno se sentía seguro ahí. Sin embargo hoy en día descubrimos que esos marcos también se nos han corrido, también son muchos mas amplios, y ahí muchas veces nos sentimos prendidos, porque no entendemos, porque en vez de un camino hay un montón de caminos y uno dice “cuál es el que yo tengo que elegir”, porque en vez de una verdad parece que hubiera muchas verdades, parece que a veces la verdad fuera como mutando y uno tiene que terminar de encontrarla, de descubrirla, y parece que la vida no pasa por donde pensábamos, sino que también hay otros espacios donde hay vida. Eso en primer lugar nos crea la angustia de no saber si estamos buscando bien, si estamos encontrando aquello que necesitamos, y en segunda lugar el vértigo de no saber hacia donde ir.

Sin embargo la única manera de poder crecer en la vida es ir encontrando justamente cuál es mi camino, cuál es la verdad, cuál es lugar que me da vida. Sin embargo esto lleva tiempo y muchas veces nos sentimos desconcertados: los más grandes porque muchas veces no lo encontramos o nos sentimos perdidos en un mundo así donde hay un montón de opciones que no entendemos ni comprendemos, y muchas veces los más jóvenes o los más chicos que dicen “de todos estos caminos, ¿cuál es el mío?”. Si tengo tantos caminos, tantos caminos que dan vida, ¿cuál elijo? Y si elijo, ¿elijo bien?... Y aparece esa nueva gran pregunta frente a ese nuevo marco en el que nos tenemos que mover.

Y eso que nos sucede a nosotros en la vida es lo que le sucede a los discípulos en este momento con Jesús. Jesús esta dando su discurso final, se esta despidiendo de sus discípulos y les dice que se va ir, que llego el momento que parte. Pero que se queden tranquilos porque va a una casa a prepararles un lugar, y que hay muchas habitaciones. Sin embargo esto no los deja tranquilos a los discípulos, y Mateo lo interviene diciendo: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino, cómo llegamos a ir?”. Y Jesús le dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Y creo que llevó mucho tiempo para que los discípulos pudieran comprender qué era lo que Jesús les estaba diciendo… Ellos habían dejado todo por Jesús y habían encontrado algo nuevo en Jesús: un camino para ellos, una verdad que les daba seguridad, un lugar donde su vida era más plena. Sin embargo cuando descubren que Jesús no iba a estar más de la misma manera, que se tiene que ir, se le corren los marcos. Ya no es el lugar, el espacio que habitaban antes con Jesús y no saben cómo moverse en ese nuevo espacio que Jesús les invita a vivir. ¿Cuál es el camino cuando Jesús no esta conmigo como antes? ¿Cuál es la verdad cuando no lo tengo a mi lado para preguntarle? ¿Cuál es la vida si no esta esa vida que me daba antes? Sin embargo no es que Jesús no este, sino que tienen que aprender a descubrirlo de una manera nueva. Jesús antes era el Camino, la Verdad y la Vida para ellos, Jesús después de eso va a seguir siendo el Camino, la Verdad y la Vida, pero de una manera nueva, y ese es el momento que están atravesando, esa es la transición que tienen que hacer ellos: volver a descubrir a Jesús como Camino, como Verdad, y como Vida, con una presencia nueva, con una realidad nueva, con una manera de ser nueva, ya no lo tienen ahí. Y les va a llevar todo un camino, les va a llevar tiempo, les va a llevar tener que lucharlo, tener que buscarlo.

Y eso es lo que nos sucede cuando nos van corriendo los marcos, perdemos esas certezas, esas seguridades, y tenemos que volver a buscar cuál es nuestro camino, cuál es nuestra verdad, y cuál es nuestra vida. Tenemos que preguntarnos en nuestro corazón, tenemos que aprender a escuchar, y tenemos que buscar a Dios. Creo que un ejemplo claro de esto es cuando uno vive la fe: cuántas veces nuestra fe entra en crisis porque las respuestas que teníamos antes ya no alcanzan, el modo de presencia de Dios de antes ya no alcanza… Cuando era niño yo pensaba como niño y vivía como niño, pero ahora soy joven y no me alcanza lo anterior, ¿y dónde esta Jesús acá? ¿y cómo me acompaña en mi ser joven? ¿y cómo me da Vida? Y cuando parece que lo encuentro me vuelve a desaparecer esa seguridad y me vuelvo a preguntar: ¿y en esta nueva realidad, en donde uno se esta casando, recibiéndose, cómo se hace presente Jesús acá? ¿cómo es acá mi Camino, mi Verdad, mi Vida? Y así continuamente, y uno tiene que ir aprendiendo a abrir la cabeza, a abrir el corazón para descubrir de qué manera y en cada momento, cómo se hace presente Jesús. Pero para eso tengo que animarme a romper mis estructuras, tengo que animarme a romper aquello que me da seguridad, y aprender a pensar, y vivir de una manera distinta y nueva. Si los discípulos se quedaban esperando que Jesús estuviera siempre así, nunca lo iban a descubrí presente de otra forma. Si nosotros esperamos que Jesús este presente de la misma manera que estuvo antes, nos quedamos anclados en esa nostalgia, esperando, esperando, y nos perderemos el Jesús que hoy se nos vuelve a hacer presente y que nos invita a vivir de una manera distinta y nueva, y para eso tenemos que abrirnos…

Es lo que les pasa a los discípulos en al Primera Lectura: “No nos alcanza esta estructura que armamos, esta forma de vivir”, entonces vayan, que atiendan, que hagan esto; “Ya no nos alcanzan estas respuestas”, entonces nos tenemos que volver a preguntar… Creo que si uno mira esto es claro en la Biblia, uno de la preguntas que mas me hacen los jóvenes: ¿Por qué tal cosa dice en el Antiguo Testamente, y tal otra dice en el Nuevo, casi como contradictorio? Porque las respuestas anteriores no alcanzan, y siguen profetizando en Dios, y como es palabra de Dios no se pueden borrar, y uno tiene que aprender a leer cómo el pueblo fue creciendo y descubriendo a Jesús, como camino, como verdad, como vida cada vez mas profundo. Si leo el primer libro me quede 2000 años antes de Jesús… si me voy acercando voy encontrando las nuevas respuestas. Y también nosotros necesitamos nuevas respuestas en nuestra vida para poder seguirlo y para poder seguir a los demás.

Para terminar les pongo un ejemplo de lo que nos paso esta semana, como ustedes saben estuve en la Reunión Anual del Clero intentando entender a todos los jóvenes que tenemos acá. Y una de las cosas que nos decía una socióloga es cómo los marcos se van corriendo, y nos hicieron hacer dos imágenes: una a los sacerdotes que habían nacido entre los años ‘48 y ‘68 donde tenían que dibujar en una silueta de un hombre, qué cosas vivieron cuando eran adolescentes, y otra a nosotros entre el ’68 y ’98 que también dibujáramos, y uno notaba que era totalmente distinto la manera de vivir, de pensar, las cosas que antes eran tabú y que se van destapando, y nos decía entonces que hoy también es totalmente distinto, y nos ponía un ejemplo: antes uno iba formando una ética desde chiquito, y según esa ética obraba, hacia las cosas, a partir de ahí sabia qué estaba bien y qué estaba mal, entonces ‘te retaban porque eso estaba mal’. Y en general eso en los jóvenes es distinto hoy, el hacer y el obrar van formando una ética, ya no sale tanto de adentro para afuera, sino de afuera para adentro, entonces uno le dice a los jóvenes ‘por qué hiciste esto’, ‘pero qué, ¿esta mal?’; ‘si haces esto sos una mala persona’, ‘¿y por qué?’, y empiezan a surgir todas esas preguntas en que en ellos van formando ese ser moral, ese ser ético, y que no es mejor ni peor una forma u otra, sino que es una forma de aprender... Así es que entonces nos terminó diciendo: “Abran la cabeza, empiezan a mirar de una manera nueva”, los marcos se corrieron y para poder llevar a Jesús ahí hay que pensar de una forma nueva, hay que encontrar caminos, hay que encontrar verdades, hay que encontrar espacios vitales…

Creo que eso es un desafío para todos nosotros como comunidad y en cualquier realidad. Esto es lo que les enseñó Jesús a sus discípulos, esto es lo que nos enseña hoy a nosotros, que Él es nuestro Camino, nuestra Verdad, y nuestra Vida, hoy, y cómo podemos descubrir eso y cómo podemos anunciar eso hoy, cómo podemos anunciar a un hombre o una mujer que no creen y decirle que Jesús es el camino, cómo podemos ir a un hombre o una mujer que no creen y decirles que Él es una verdad, cómo podemos ir a un hombre o una mujer que no creen y decirles que Él es nuestra Vida.

Ese es el desafío para nosotros, pero es un desafío lindo, el desafío de ver cómo a Jesús se lo encarna hoy.

Pidámosle entonces a Él, Camino, Verdad, Vida, que encontrándonos con Él hoy, podamos vivirlo y anunciarlo hoy.


Primera Lectura: Hechos 6, 1-7

Salmo: 32, 1-2. 4-5. 18-19.

Segunda Lectura: Pedro 2, 4-9

Evangelio: Juan 14, 1-12

lunes, 16 de mayo de 2011

Homilia: "Vine para que tengan vida, y vida en abundancia" Domingo IV de Pascua

Anoche después de un largo día salí a comer a un restoran con unos amigos y amigas, y en medio de la comida en un momento llamamos al mozo, y yo le pregunté cómo se llamaba, cuál era su nombre, y él me contestó, me dijo el nombre: Nelson, y me dijo: “Pero, qué quiere, ¿el libro de quejas?”, “No, todavía no”, le dije… Más allá de la ironía, lo gracioso era como la sorpresa de la persona frente a preguntarle el nombre, que parece que no es lo más normal: “No, es para saber como te llamas, poder llamarte por tu nombre”, cosa que uno no tenga que estar como nos pasa siempre en los restoranes, levantando la mano y tratando de inventar: “Che, disculpa, mozo” o alguna palabra parecida, para que la otra persona nos preste atención, y en cambio llamando al otro por su nombre, aquello que de alguna manera nos da identidad, y aquello que nos ayuda a crecer.

Si bien esto es una cosa simple, una comida que uno fue hacer, podríamos pensar hoy en la vida cuántas cosas hay que nos van despersonalizando, nos van perdiendo lo que nosotros somos porque el mundo de hoy nos invita a un montón de cosas, de paradigmas, de maneras de tratarnos que nos hacen perder quiénes somos nosotros mismos. En primer lugar partiendo de nuestro nombre, no solo porque hoy se usan un montón de veces apodos que pueden tener más que ver o menos que ver con uno, pero que muchas veces no ayudan porque carga al otro de un defecto o de lo que fuera, sino porque aún siendo mas grandes nos sentimos tratados como una ‘cosa’ y no como ‘alguien’: cuando a veces sentimos en un montón de lugares que somos un numero, que no nos conocen, que no saben quiénes somos, que no le importamos. Y todas esas cosas atentan contra nosotros mismos y atentan contra los vínculos, es más uno puede ver un montón de propagandas hoy que intentan tener a lo contrario, a mostrar que la persona tiene un lugar, tiene un nombre, tiene un valor. Sin embargo muchas veces en el mundo se va haciendo como un camino al revés con nosotros: en muchos lugares frente a la situación que vivimos a veces no sabemos ni quiénes viven al lado nuestro, ni quiénes son nuestros vecinos, no los conocemos, o a veces si, o muchas veces nos pasa también en nuestros trabajos. Pero uno conociendo a veces su nombre podríamos preguntarnos si nos animamos a encontrarnos con el otro, si llegamos a descubrir al otro. Alguna vez hemos hablado de cómo aún cuando nos detenemos o saludamos a alguien, muchas veces no tenemos ganas de comprometernos con eso. Cuento también una anécdota de cuando uno se saludo por la calle, que a veces en el mundo en que vivimos tan rápido no tenemos tiempo ni de saludar al otro, solo un ‘chau’ ‘hola’ y pasamos de largo, o gritamos un ‘cómo andas’ y no escuchamos ni la respuesta, que a veces hasta cuando nos detenemos y le preguntamos al otro esperamos que responda y deseamos que responda con la respuesta clásica de los hombres que es ‘bien’, porque si responde algo más que bien es un problema para nosotros, no tenemos ganas de bancarnos eso, porque cuando el otro empieza a decirnos: “No, más o menos, porque la verdad que tal cosa o tal otra”, uno empieza a pensar “¿Para qué le pregunté? No tenía ganas” o “Que pesado”, y en el fondo no tenemos ganas de terminar de encontrarnos con el otro y eso hace que nuestros vínculos, nuestra manera de relacionarse quede en la superficie, es más, aun cuando no queda en la superficie, ¿cuántas veces nos sentimos incómodos frente a la profundidad del otro? Cuando el otro me expresa un sentimiento, cómo muchas veces me cuesta, me siendo incomodo, me da alegría, me da tristeza, llanto, gozo, una sensación, lo que piensa en lo profundo. Ahora la única manera de crecer en al relación, en los vínculos es encontrarme bien con que si yo me puedo relacionar en lo profundo del corazón, con que si puedo encontrarme verdaderamente, porque eso es lo que sana.

Y esto sucede también en nuestro camino de fe, todos necesitamos de esos encuentros que nos sanan, que nos salvan, que van a la profundidad de nosotros. Y esto es lo que escuchamos en el Evangelio de hoy, que Jesús quiere encontrarse con nosotros pero desde lo profundo de nuestro corazón. Nos dice que Él es un buen pastor, diferente a los demás, diferente a lo que fueron otros que no son como Él, que los que lo escuchan conocen su voz, lo reconocen, que Él se preocupa por sus ovejas, las alimenta, y que les da vida, y no una vida como para ir tirando, sino una vida en abundancia. Un Jesús que nos muestra cómo Dios se quiere comprometer con nosotros, un Jesús que nos muestra cómo Dios quiere llegar hasta lo profundo de nuestras vidas, para que ahí si nos descubramos entendidos, descubramos que podemos abrir el corazón, que podemos expresarnos. Y eso es lo que a lo largo de nuestra vida vamos buscando…

Como decía antes cuando encontramos eso, encontramos como un oasis, un manantial, un lugar donde yo me siento cómodo, yo me siento feliz, donde yo puedo ser yo mismo. Y por eso a lo largo de la vida Jesús, nuestro único buen pastor va buscando personas que nos ayuden a vivir esto. En primer lugar podríamos pensar hoy en San Isidro Labrador, (hoy es la fiesta patronal donde estuvimos celebrando, acá atrás tenemos presentes las imágenes de San Isidro y Santa Maria de la Cabeza, ambos quien nos acompañan en nuestra diócesis desde esta, nuestra Catedral), y como ellos lo intentaron haciendo desde lo que les tocaba: desde el trabajo, desde la oración, desde el crecer como matrimonio, como familia, intentaron vivir esa profundidad que nos invita Jesús, y también como modelo nos invita a nosotros a poder vivir eso.

A veces la vida de los santos nos resulta muy lejana porque uno ve por ejemplo a San Francisco de Asís y piensa que eso no lo va a poder vivir, que es imposible; o ve a la Madre Teresa y uno dice que el dejar todo, el trabajar de esa manera, el preocuparse de esa manera, uno no lo puede vivir. Sin embargo creo que tenemos la alegría en esta Catedral que justamente nuestros patronos son personas que hicieron lo que la mayoría de la gente hace, que es formar una familia, intenta desde ahí vivir como Jesús nos invita: intentando escucharse, entenderse, comprenderse, preocupándose por el otro, pidiendo perdón cuando es necesario, intentando crecer en ese vinculo, en aquello que nos da vida porque en el fondo es lo que cada uno de nosotros necesitamos, es lo que hoy la mayoría de las instituciones, de los modelos, de las cosas están en crisis, y tal vez están en crisis justamente porque no transmiten vida, porque uno no encuentra vida ahí, y porque no la encuentra uno no la quiere repetir, y porque si uno encuentra lugar donde ve que hay algo importante, profundo, uno quiere volver a eso, uno lo quiere repetir, uno lo quiere tener, pero si no lo logramos hacer todo eso se va perdiendo, y tal vez podríamos pensar cada uno de nosotros cómo lo podemos vivir desde donde nos toca: en nuestras familias, cómo ser un buen padre, cómo ser una buena madre, cómo ser un buen hijo, cómo ser un buen hermano, como intentar crecer y preocuparnos por los demás; también en nuestros trabajos, cómo intentar desde el lugar que tenemos y nos toca, poder vivir e intentar esto; también en nuestra comunidad, cómo podemos animarnos a vivir y transmitir a Jesús. Lo mismo le decía al final de la misa cómo en nuestra diócesis, en nuestro país, en el mundo esta en crisis todo lo que tiene que ver con las vocaciones más consagradas que es lo que celebramos este domingo, como domingo del Buen Pastor, como les decía hay solo 10 seminaristas, somos menos sacerdotes, y esto no solo pasa en la vida consagrada sino que pasa también en las comunidades: hay menos gente, participa menos gente en muchas de nuestras comunidades, y la pregunta que nos podríamos hacer es si estamos transmitiendo vida, si dentro de la cantidad de cosas que uno intenta hacer o uno intenta vivir uno esta intentado con nuestra forma, con nuestra manera, con nuestra vida transmitir a Jesús, si uno puede mostrar algo mejor, o no mejor, tal vez algo distinto de lo que nota el mundo, alguien que está, alguien que se preocupa por los demás, alguien que está, alguien que intenta comprender al otro, darle un lugar, ¿por qué? Y porque eso es lo que nos hace más personas, eso es lo que personaliza, cuando encontramos vínculos sanos, cuando encontramos un lugar en el que crecemos, un lugar en el que descansamos. Ese es Jesús, el que quiere que encontremos en Él un lugar para descansar, un lugar para poder ser, un lugar para poder encontrarnos y sanar nuestros corazones.

Pidámosle hoy a Jesús nuestro Buen Pastor, que en primer lugar encontrándonos con Él podamos encontrar a aquel que nos da vida, y vida en abundancia, y que descubriendo también esa vida que nos trae Él podamos también nosotros, creciendo en nuestra vida, llevarle vida a los demás.


Primera Lectura: Hechos 2, 14a. 36-41

Salmo: 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6.

Segunda Lectura: 1 Pedro 2, 20b-25

Evangelio: Juan 10, 1-10

lunes, 9 de mayo de 2011

Homilia: "Jesús siguió caminando con ellos" Domingo III de Pascua

El ultimo verano estábamos misionando con un grupo de jóvenes grande de la comunidad y los últimos días yo me pasaba haciendo bendiciones de casas, de lugares, y uno de los chicos que creo que esta por acá me dice que faltaba bendecir un negocio, y nos fuimos a bendecir este negocio y había una señora que estaba embarazada que también quería que la bendiga. Cuando llegamos y bendije ese negocio nos dimos cuenta que la señora no estaba, y nos dicen: “Lo que pasa es que anda con problemas en su embarazo entonces esta de reposo ahora en su casa”, entonces no es tan difícil llegar en el pueblo, preguntamos dónde era la casa y nos fuimos para ahí. Llegamos a la casa y si, la chica estaba con algunos problemas en el embarazo, venía medio complicada la cosa, le habían dado algunas inyecciones y quería una bendición para quedarse tranquila y segura de que todo iba a salir bien, el problema era que el que no estaba muy tranquilo y seguro era yo que tenía que darle la bendición, y uno lo primero que piensa es “qué va a pensar el día de mañana si pasa algo”, entonces el primero que tiene que hacer un proceso muchas veces en el corazón es uno mismo, y lo primero que me resonaba en la cabeza era esta frase de “Hombre de poca fe”, ¿por qué nos cuesta tanto creer en estos signos y en estas cosas de Dios? Así que tomando un poco de fuerza, de valentía y mas que eso de confianza en Dios y de abandonar las cosas en Dios, hice como un ‘up grade’ porque le dije: “Quédate tranquila, te voy a dar la bendición y el año que viene cuando venga la vamos a bautizar”.

Este chico después me preguntó cómo te animaste a decir esto, lo que yo tampoco sabia mucho pero pensaba cómo muchas veces nos termina ganando la incredulidad, hay cosas que nos cuesta del testimonio nuestro que tenemos que dar de Jesús, y muchas veces el testimonio del otro que tiene que dar de Jesús.

Me acuerdo cuando me estaba por ordenar en el retiro de ordenación sacerdotal vino uno de los sacerdotes a predicarnos que se iban turnando, y nos dijo que el primer problema de fe lo íbamos a tener nosotros, porque a partir de este fin de semana ustedes van a celebrar misa, van a confesar, van a bendecir, van a hacer un montón de cosas en los que la gente va a creer y ustedes no tanto porque van a empezar a creer en que pueden consagrar, en que pueden confesar, en que pueden hacer un montón de cosas, y ese salto en la fe les va a costar tiempo, mucho menos que lo que le cuesta a la gente que esta delante de ustedes. Y eso es un continuo camino, desde mi experiencia personal, que todos nosotros vamos haciendo en la vida porque en la vida, como en la fe, para poder crecer tenemos que dar saltos y tenemos que animarnos a soltar nuestras seguridades, a lanzarnos hacia delante y eso nos hace vulnerables, eso nos crea una incertidumbre muchas veces en el corazón, y por eso nos cuesta. Casi por naturaleza tendemos a querer controlar las cosas y no a soltarlas, y cuando las tenemos que soltar, y cuando no las vemos tan claras, tendemos a dudar, tendemos a preguntarnos qué es lo que esta pasando acá.

Y creo que un claro ejemplo de lo que es un proceso y un camino en la fe es este texto tan conocido de los discípulos de Emaus que pasan por cambios en ese camino que van haciendo hacía Jesús: primero con un gran entusiasmo de haber encontrado a Jesús, aquel que colmaba sus expectativas, sus deseos, las promesas que ellos tenían, pero que de pronto eso se acaba súbitamente, bruscamente y no encuentran respuestas a sus preguntas más profundas y es por eso que tienden a querer volver, y no alcanza lo que otro les dice en ese momento, porque dicen que unas mujeres se les acercaron, que los discípulos fueron pero ‘no entienden qué es lo que estaba pasando ahí’. El mismo Jesús les había dicho cosas, y en ese camino no entienden qué es lo que esta pasando y no terminan de confiar en el otro que les está diciendo algo. Y por si eso fuera poco en ese querer volver, Jesús se pone a su lado, camino con ellos y ellos enfrascados, metidos en sus problemas no se dan cuenta de quién esta caminando con ellos, y Jesús habla, les cuenta, les dice un montón de cosas, les explica las escrituras, y no se dan cuenta de que es Él. Tal es así que después se van a preguntar “¿Cómo no ardían nuestras corazones cuando Jesús nos hablaba? ¿Cómo no nos dimos cuenta de que pasaba esto, de que Jesús estaba acá?”. Sin embargo va a haber un momento de lucidez que va a ser al partir el pan. No sabemos por qué, ¿por qué eso y no lo otro? Uno puede haber dicho “y si, lo reconocieron al partir el pan porque Jesús partió el pan con ellos antes, ¿pero acaso nunca les habló?”. ¿Por qué lo reconocen ahí? No se, es un misterio, y es el proceso y el camino que Jesús tuvo que hacer con ellos para que ellos en ese momento lo reconocieran y a partir de ahí se animaron a volver, a volver a anunciarlo, a volver a tener alegría, a querer compartirlo con los demás, a contar lo que les estaba pasando.

Y esto nos ocurre también a nosotros en nuestro camino de fe. En general tenemos algún momento así donde nos encontramos con Jesús de una manera especial, fuerte, en que lo seguimos, en que lo sentimos de una manera profunda, en que arde nuestro corazón de esa presencia de Jesús y que tenemos muchas ganas de seguirlo, de dar la vida por Él, de hacer un montón de cosas, nos entusiasmamos, pero generalmente a ese proceso fuerte (que puede ser mas largo o mas corto) muchas veces viene un proceso donde nos cuesta seguir a Jesús, donde no encontramos respuestas, preguntas, donde no lo vemos presente de la misma forma, la misma manera, y ahí nos empiezan a aparecer como un montón de cuestionamientos, de dudas en el corazón: ¿habrá sido real lo que viví, lo que pensé? ¿será esto posible? ¿Jesús se hace presente realmente? ¿vale la pena vivirlo o no? ¿qué me aporta a mi vida? Y empiezan a aparecernos un montón de dudas y muchas veces un montón de alejamientos frente a esas dudas de Jesús. Y los que somos un poco más grandes tenemos la experiencia de que, como en la vida, muchas veces somos como ciclotímicos en la fe: nos acercamos, nos alejamos, nos volvemos a acercar, lo volvemos a descubrir presente, y en algún momento nos preguntamos: ¿cómo no me di cuenta de que Jesús estaba acá? ¿cómo no me di cuenta que caminaba conmigo? ¿cómo no me di cuenta que me acompañó en esto, que estuvo presente acá? O a veces nos surge la pregunta frente a los demás: ¿por qué el otro vibra con esto? ¿por qué al otro le pasa esto? ¿por qué el otro siente esto? Y tenemos que ir haciendo un camino, un proceso en el corazón para que Jesús de alguna manera se vuelva a hacer presente en nosotros, y hay veces donde vuelve a aparecer esto. A veces porque tenemos un signo fuerte de la presencia de Jesús, a veces porque de casualidad hacemos algún retiro, escuchamos algo, a veces porque Jesús se hace signo a través de nosotros, a mi me pasa a veces cuando acompaño la catequesis familiar y los padres me dicen “tuve que acompañar esta catequesis y ahí me acerqué” o “alguien me invitó”, y a partir de eso uno dice “acá pasó algo, acá me volví a encontrar con Jesús, y el otro es signo de esa presencia para mi”, y de a poco vuelven a surgir esas ganas en el corazón de anunciarlo… Todos tenemos nuestro camino y nuestro proceso, y creo que lo lindo de este texto es ver cómo todo eso es parte de un camino hacia Dios.

Yo no se si era necesario que vuelvan a Emaus para encontrar con Jesús, lo que si se es que tenían que hacerlo, que era lo que en ese momento sentía su corazón, pero que también en ese momento Jesús los seguía buscando, seguía caminando con ellos, y seguía invitándolos a acercarse a Él, que lo mismo hace con nosotros. Y creo que de alguna manera esto nos renueva la esperanza y nos quita la angustia, porque muchas veces decimos ¿qué es lo que va a pasar el día de mañana? ¿tendré fe o no tendré fe? ¿me costará o no me costará? Y tendré que vivir lo que toque en ese momento pero con la certeza de que Dios está y de que me sigue buscando, y no solo es una disiente en nuestra vida sino en la vida de los demás porque muchas veces también nos preguntamos qué es lo que pasa con el otro… Creo que todos tenemos experiencia en nuestras familias (no hay que ir mas lejos) de que uno cree, otros no, uno está mas cerca, otro más lejos, y muchas veces eso nos crea cuestionamientos. Entonces, ¿cuál es el cuestionamiento que yo estoy dando? ¿por qué pasa esto? O a veces más negativo, ¿qué es lo que yo hice mal? Y no es que yo haya hecho algo mal, sino que como yo necesito un proceso, el otro necesita un proceso, y la pregunta es en qué parte del camino está, y cuándo va a llegar ese momento en el que Jesús parta el pan para ellos…

Creo que esto nos invita a caminar siempre con la confianza y la esperanza puesta en Jesús, y que también hoy es una invitación para la Iglesia, porque la Iglesia también tiene que su proceso y su camino a Jesús: momentos en que como Iglesia, como comunidad, nos acercamos más, momentos donde nos cuesta más, momentos donde lo vemos más presente, momentos donde no lo vemos tan presente, pero la invitación es a animarnos a estar en camino y animarnos a hacer camino para los demás.

Una de las grandes preguntas que nos hacemos los sacerdotes es cómo llegar a la gente, y no siempre le encontramos respuesta, o mejor dicho pocas veces encontramos respuestas. Es un problema a veces más para Jesús que para nosotros, pero a veces mirando un poquito no mas las etapas de la vida uno piensa cómo cuesta, porque uno dice ‘la Pastoral para la educación de los más chicos’, porque a veces es más fácil, por ejemplo en la capilla tenemos un montón de chicos, a veces podemos armar una pastoral para una misa con niños; acá en la Catedral uno dice ‘cuantos jóvenes hay, y que lindo que tantos jóvenes vengan’ pero ya entre esta pastoral de niños y la de jóvenes, nos cuesta, porque entre que el chico toma la primera comunión y que llega a confirmación tenemos ganas de decirle “metelo en el freezer un tiempo y vamos a ver que hacemos después” porque nos cuesta encontrar una propuesta como Iglesia, y cuando hablo como Iglesia es a todos. Y muchas veces podemos encontrar una propuesta y después nos vuelve a costar: la semana que viene nos vamos a una reunión de sacerdotes que tenemos todos los años y la temática es ‘la Pastoral Juvenil’: ¿qué hacemos con los jóvenes? Y la pregunta es muchas veces, sobretodo la juventud que hoy se prolongó más, y no tenemos respuestas. Acá en la Catedral dentro de todo creo que hemos podido encontrar algunos espacios, pero en muchas parroquias a duras penas se llega a los 20 años, hasta ahí, o cuando recién se casan, y así podríamos seguir describiendo cada etapa de la vida, ¿cómo acompañamos el camino de la gente? Y hablé solo de edades… Podríamos hablar de otras cosas como momentos de la vida que estamos pasando: en las alegrías, en las tristezas, en los momentos duros o momentos difíciles, ¿cómo acompañamos? O en las distintas situaciones que hoy se dan, distintas realidad… Creo que Emaus también es una invitación a la Iglesia de cómo caminar con le gente.

Hemos elegido esta semana con los otros sacerdotes este lema: ‘Jesús siguió caminando con ellos’ y en ese momento de crisis, difícil, que no entendía, Jesús caminó con ellos. Ahora la pregunta es a nosotros como Iglesia: ¿nosotros caminamos con ellos? ¿nosotros caminamos con la gente? ¿nosotros le anunciamos a Jesús, proclamamos a Jesús, somos signos de Jesús?

Creo que Emaus nos da el aliciente, la alegría de que Jesús camina con nosotros, y nos da una gran invitación y un gran desafío: cómo caminamos con los demás.

Pidámosle a Jesús, aquel que Resucitado se apareció a sus discípulos, los juntó, los llamó y los volvió a reunir, que también nosotros con la alegría de Jesús Resucitado, podamos salir al encuentro del otro, caminar con el otro y volver a reunir a todos.


Primera Lectura: Hechos 2, 14. 22-23

Salmo: 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11

Segunda Lectura: 1 Pedro 1, 17-21

Evangelio: Lucas 24, 13-35

Homilia: "Hemos visto al Señor" Domingo II de Pascua

Hay una historia que cuenta que había un gran maestro, sabio que vivía hermiticamente, es decir en las afueras, en soledad y un joven que tenia muchas ganas de realizar varios de los sueños que había pensado en su vida dijo: “Voy a hablar con este hombre, con este maestro para que me diga qué es lo que tengo que hacer para poder lograrlos, para poder llevarlos adelante”. Entonces se fue caminando, lo buscó, hasta que lo encontró, se presentó, y le dijo: “Maestro vengo a hacerle una pregunta: ¿qué es lo que tengo que hacer para lograr lo que yo quiero en la vida?”. El maestro se quedó en silencio, el joven pensó que estaría meditando o estaría buscando que quiere responderle… pasó el rato y no le contestó nada, el joven vuelve a preguntarle, y siguió como los chicos, empezó a preguntarle una y otra vez, pero el maestro no le respondió nada. Por eso se fue medio decepcionado pero, al otro día volvió a tomar fuerza y dijo “vamos a insistir, voy a volver a ir”, fue de nuevo a donde estaba el maestro y le volvió a preguntar: “¿Qué es lo que tengo que hacer para lograr lo que quiero en la vida?”. Nuevamente encontró un silencio, la repitió algunas veces más pero se dio cuenta de que eso no avanzaba, y volvió hacia su casa. Pero volvió a tomar valor y por tercera vez volvió a irle a preguntar al maestro: “¿Qué es lo que tengo que hacer para lograr lo que quiero en la vida?”. Entonces el maestro esta vez si le empezó a contestar y le dijo: “Acompáñame”. Se fueron caminando un largo trecho, el joven esperaba que le dijera algo pero no fue así, llegaron a un río que atravesaba por ahí y le dijo: “acompáñame, nos vamos a meter en el río”. Lo llevo en el río hasta una altura bastante prudente y le dijo: “Ahora metete todo el cuerpo adentro del agua”. Este joven metió todo su cuerpo adentro del agua y el maestro lo empezó a sostener abajo. El joven pensó que era un chiste pero el tiempo empezó a seguir, el joven quería empezar a respirar, empezó a luchar para salir, el maestro no lo dejaba hasta que después de un rato y un buen susto para este joven, lo dejó salir del agua. Y el joven no entendía, le dijo: “¿Qué es lo que estas haciendo?”, “Enseñándote” le dijo el maestro, “¿Qué es lo que tenes que hacer para lograr lo que queres en la vida? Lo mismo que hiciste recién: animarte a pelear, a luchar, a insistir por aquello que queres, por aquello que deseas en el corazón sin bajar los brazos”.

Y creo que con las dos respuestas le enseñó lo mismo: primero buscando que esta persona insista en preguntar aquello que estaba buscando, y segundo que luche por lo que es central en la vida.

Y creo que la enseñanza de la pascua es volver a lo central, volver a lo esencial de nuestra vida. ¿Qué es lo que hizo Jesús por nosotros? En el fondo ir a lo central. Desde que empezó la historia de Dios, podríamos decir con Abraham que es cómo puedo hacer para formar un pueblo, para formar una familia, para formar lo más natural que tenemos en la vida, y fue buscando el camino y vaya si le costó porque fue intentando, el pueblo iba para adelante, iba para atrás. Y entonces Dios envía a su propio Hijo, Jesús, y dijo que ahora si vamos a poder formar una familia, pero también le costó con los discípulos que a veces entendían, a veces no entendían, a veces se peleaban entre ellos, a veces le discutían a Jesús, y después de dar la vida sigue insistiendo por lo mismo: se vuelve a aparecer para volverlos a formar, como comunidad, como familia, con la dificultad que esto tiene, con la dificultad que tienen todas las familias. Cada uno de nosotros podría pensar en su familia, ¿es fácil vivir en familia? ¿sale todo de un día para el otro o tenemos que poner lo mejor que podemos, tenemos que luchar, tenemos que acompañarnos, tenemos que escuchar? Cuesta formar una familia, cuesta poder vivirlo día a día, ¿y por qué va a ser esto diferente en la familia de Jesús?

Muchas veces una de las criticas que recibimos como cristianos es que no somos Jesús, y vaya novedad… No, no somos Jesús, eso es claro, no somos iguales a Él. Somos parte de ese cuerpo que como familia quiere crecer como comunidad y quiere dar testimonio de Él, pero obviamente terminamos lejos, y si los que estamos esperando o lo que el otro esta esperando es que nosotros seamos Jesús, se equivoco de quien tiene que mirar. Somos los que caminamos siguiendo a Jesús, somos los que intentamos vivir como familia lo que el nos dice. Seria como pedirle a cualquier familia que sea como por ejemplo ‘la familia Ingals’ (para los mas grandes, si no los mas chicos pregúntenle a sus padres quiénes eran), pero no existe. Si uno esperaba que su familia fuera la familia Ingals, no es así, y tenemos que aprender a descubrir cuál es nuestra realidad y cómo tenemos que crecer, y para eso qué estamos dispuestos a poner y luchar porque a veces creemos que las cosas van a salir fáciles en la vida, y generalmente por no decir siempre las cosas no son fáciles. Si uno quiere formar una buena familia uno tiene que trabajar y poner todo y cada uno de la familia, algo para que eso sea así. Si uno quiere estudiar, recibirse, tener buenas notas, tiene que hacer lo mismo, no va a caer por obra del Espíritu Santo, tengo que poner de mi, y así en cada cosa que yo quiero hacer.

Una de las cosas que más me gusta es ir preguntando a los novios que se casan: qué es lo que quieren, qué es lo que buscan. Y cuando charlamos de que el matrimonio es indisoluble más allá de las dificultades que puedan aparecer en el camino, les pregunto con qué deseo se casa cada uno en el corazón. Como alguna vez les dije: “Si el otro me dijese ‘yo me caso con vos por 2 años, para ver, o por 5’, ¿se casarían?”, a lo que todos responden que no, lo que yo espero es que el otro se me entregue, que el otro se me de. Entonces la siguiente pregunta es: ¿Qué están dispuestos a aportar ustedes? ¿Cuáles son los dones que ustedes creen que tienen para aportar en este matrimonio? Entonces empiezan a contar eso… y después les pregunto cuáles son los dones que ustedes encuentran que el otro los ayuda a ustedes, los hace crecer. Y por último les digo: “esto es un camino para toda la vida, eso es lo que tengo que hacer continuamente: poner mis dones, recibir los dones del otro, para poder crecer”. Y esto es así en todos los vínculos, no solo en el vinculo matrimonial, en un vinculo de amistad, ¿qué estoy dispuesto a dar? ¿hasta dónde estoy dispuesto a luchar por esta amistad? En una familia, ¿qué estoy dispuesto a dar por mi familia? Porque a veces nos cuesta, podemos estar pasando un momento difícil, y no es solo esperar de los demás, sino que es en qué yo puedo poner para crecer todos, llevar un ambiente más sano, mejor. O en mi colegio, en mi trabajo, ¿qué es lo que yo quiero poner al servicio del otro? Porque es la única manera de crecer en la vida.

Y esto es lo que veíamos en el video. Muchas veces estamos pensando qué es lo que quiero, pero no qué es lo que hoy pongo para eso, qué es lo que estoy dispuesto a ofrecer para eso. Porque Jesús también tenía un deseo muy grande, que era dar vida, pero hasta el final. Tuvo que recorrer todo el camino, y que a la vez tuvo que ir creciendo más en esa entrega. Y nosotros es igual: tenemos que descubrir qué es lo queremos aportar, poner al servicio de los demás y saber que de esa manera, en ese camino tenemos que ir creciendo. Y por eso día a día tenemos que aportar ese servicio, esa alegría, ese luchar, apenarnos, tener que volver a levantarnos, pedir perdón, poniendo siempre aquello que puedo, aquello que se me regaló.

Esto es lo que hace Jesús hoy. Jesús se aparece por primera vez a sus discípulos. Y lo que le trae son dones: cuando estaban con miedo, les trae paz, pero una paz distinta de lo que nosotros conocemos, de que estén tranquilos, de que no pase nada, no, la paz en hebreo, ‘shalom’, era algo mucho más profundo, era que tengas un bienestar, que logres lo que quedes en la vida, que estés bien, que estés bien en tu grupo familiar, con tus amigos, eso es lo que les desea Jesús. Y después la paz les trae alegría: se alegran porque ven al resucitado, se alegran porque ven a Jesús. Y por último les regala al Espíritu Santo, para que ese espíritu les de fuerza para poder caminar, les de fuerza para poder anunciar, y recién ahí después de que les da dones para que ellos lo puedan vivir, los envía: “Como el Padre me envió, yo también los envío”. Muy lindo este lema, y para los que estuvieron el viernes en la ordenación episcopal de Miguel Ángel D’annibale, eligió este lema, que es nuestro lema diocesano, en la asamblea del 2009 elegimos: “Como el Padre me envió, yo también los envío”, porque eso es lo que hace la Pascua, la Pascua envía. La Pascua por definición nos manda, nos hace misioneros, nos hace adultos en la fe. Quedarse muchas veces es lo que nos pasa hoy en día, y creo que a veces es una piedad o una fe intimista, individualista, mía con Jesús, es semi infantil en la fe, adolescentes hasta ahí. Hasta que no me animo a ser enviado no crezco en la fe, y los discípulos crecieron en la fe cuando vivieron la Pascua, y ahí los envió: “Ahora si vayan y den testimonio, ahora si vayan y anuncien. Ese es el trabajo de ustedes como cristianos, hasta hoy estuvieron aprendiendo, ahora vayan a donde les toque con los dones que yo les di”. Lo mismo nos dice a nosotros: que con los dones que nos dio vayamos anunciando, que hagamos Pascua nosotros y que la vivamos.

Hoy estamos celebrando el día del celebrador, el 1 de mayo, y ahí también se nos envía a dar testimonio en lo que nos toca: los que somos más grande en nuestro trabajo, los que son más jóvenes en el colegio, en los lugares donde están, y es cómo puedo dar testimonio acá, cómo puedo vivir el Evangelio y los valores en mi empresa, en el colegio, en mi universidad, ese es el trabajo de cristianos. En lo que tiene que ver más con el ambiente de trabajo es cómo puedo hacer un ambiente sano, como puedo luchar por la dignidad de los trabajadores, porque todos tengan trabajo, porque se realicen a través del trabajo.

Hoy temprano beatificaron a Juan Pablo II, los que se levantaron hoy a la mañana pudieron verlo, y se esta por cumplir 30 años de una Encíclica que el escribió que habla del trabajo, y que habla del trabajo como misión de los cristianos: la misión de los cristianos es transformar los ámbitos de trabajo para que ahí podamos vivir el Evangelio.

Animémonos a vivir eso, lo que nos invitó Juan Pablo, lo que nos invitó Jesús, transformar aquello que nos toca. Eso es vivir la Pascua, eso es poder decir como los discípulos: “Hemos visto al Señor”. Y como hemos visto al Señor, de diversas formas en nuestra vida queremos anunciarlo.

Sintámonos entonces enviados por Jesús. Descubramos a este Jesús que nos sale al encuentro, que nos regala sus dones y que nos envía a ser testigos de su Pascua, de su Resurrección.


Primera Lectura: Hechos 2, 42-47

Salmo: 117, 1 y14-15. 16-18. 19-21

Segunda Lectura: 1 Pedro 1, 3-9

Evangelio: Juan 20, 19-31

La Resurrección del Señor

Hace un par de años se llevo al cine un libro “Children of men”, que se tradujo “Hijos del hombre” o “Niños del hombre”, que es una película que trata en Gran Bretaña en el 2027, y pasa que en el mundo la humanidad ha dejado de tener hijos desde el 2009. Cuando comienza la película muere, justamente en Buenos Aires, el hombre mas joven del mundo de 18 años. La humanidad esta desconcertada, parece una época muy difícil, el gobierno de gran bretaña es un gobierno de la extrema derecha, muy autoritario, hay muchos líos entre la población mas nativa, los inmigrantes, toda una violencia muy grande… Y es en ese momento donde de pronto raptan a Clive Owen, que hace de Faron en la película, y le piden que les haga un favor. Este hombre no entiende bien que es lo que le están pidiendo hasta que le muestran una mujer de raza negra que esta embarazada, y queda totalmente anonadado frente a lo que esta sucediendo, como les decía hacia ya muchos años que los hombres y las mujeres no podían tener hijos. Logran convencerlo para que el logre llevar a esta mujer a un grupo de hombres llamado ‘El factor humano’, para que de ahí comenzara esta nueva creación. Y él va intentando llevar con ayuda de sus contactos a esta mujer pro la cual tenía que cruzar Gran Bretaña. Este niño nace en medio del camino, y hay una imagen muy fuerte en la película que están como en medio de una guerra los más nacionalistas contra estos grupos que en la película son mas subversivos, y ellos quedan en el medio hasta que este niño, propio de un bebe, empieza a llorar, a llorar cada vez más fuerte, y la gente que esta cerca empieza como a darse vuelta y empieza a acallarse toda esa violencia y todo ese ruido tan fuerte de la guerra con toda la gente que empieza a mirar a este niño sin poder creer lo que esta viendo, a esta vida nueva que nace, a esta vida nueva, distinta a lo que estaban acostumbrados. Se produce un silencio muy grande y una reverencia muy grande frente a esa vida.

Esa reverencia también muy grande que todos nosotros también tenemos aunque estamos mucho mas acostumbrados a esto. Como cambia nuestra vida la alegría que trae cuando una vida nace, muchos de ustedes son padres, madres, o si no tal vez han tenido sobrinos, lo que fuera, y uno sabe la alegría que se vive cuando se llega a un momento así, como todo se detiene. Mas allá de lo bien o difícil que sean los momentos, cuando algo nace es como que se respira un aire distinto, se vive algo distinto. Y eso es lo primero que nos invita a mirar Dios, esta vida que nos regaló, esta vida que nos regaló a cada uno de nosotros, esta vida que a veces estamos tan acostumbrados (sobre todo los que tenemos un poco mas de años) que casi no nos damos cuenta y a veces casi le perdemos el valor. Ese gran regalo que día a día Dios nos da, pero que no queda solamente en nuestra vida, si no también en la vida de los demás, en al vida de los que están a nuestro alrededor, mas allá de las cosas que intenta hacer, todavía la vida sigue siendo un regalo que nos dan los demás y aprendemos a vivir, a nacer, a crecer en familia, y mas allá de lo bien o lo que nos cueste los vínculos según los momentos, son los que Dios puso a nuestro lado y son los que también nos invita a agradecer y a valorar. Y también a los que nos vamos encontrando, amigos y amigas, y los que después a lo largo de la vida uno va eligiendo, en esa elección mas fuerte de esas pocas amistades, pero mas fuertes y vinculares que van quedando, o esa elección de vida que uno hace cuando elige a aquel o aquella que quiere amar, al que le quiere entregar la vida. Sin embargo muchas veces la vida se va complicando y vamos como perdiendo de vista estas cosas y nos vamos quedando con las otras cosas que nos rodean, que van dando vueltas pero que no son tan centrales.

Y hoy estamos celebrando justamente lo central que es la vida, y la vida cuando parece que todo se acaba, la vida cuando parece que todo se termina, porque Dios no solo nos dio la vida, nos regalo la vida, nos da un montón de cosas gratuitas a lo largo de nuestra vida, nos ama y nos enseña a amarnos los unos a los otros para que tengamos más vida, y si no que también nos muestra que donde todo parece que se acaba como es la muerte , hay vida.

Cunado los discípulos habían perdido la fe, habían perdido la esperanza, Dios vuelve a hablar. En ese gran silencio de los hombres, donde parecía que nada podía cambiar y todo había terminado, donde aprecia que el mal triunfaba, que el mal vencía, Dios vuelve a hablar, y nos trae nueva vida en Jesús. Y es en eso donde nos invita a descubrir esa nueva presencia de Dios.

En el Evangelio escuchamos como Maria Magdalena, Pedro y el discípulo amado van al sepulcro y encuentran algo distinto. Fueron a ver signos de muerte y no los encuentran, y la gran pregunta ante eso es ¿qué pasó? Y tienen que aprender a creer y descubrir en esos primeros gestos a aquel que resucitó. Obviamente después vamos a escuchar como Jesús se les va a apareciendo para reforzar esa creencia, pero tienen que aprender a descubrir la vida donde parecía que no había mas vida. Y esto es lo que nos dice Pedro en la Primera Lectura, o lo que dice Pablo en la Segunda Lectura: “En Jesús hay una vida nueva, en Jesús se nos promete algo nuevo y algo distinto”. El problema es que muchas veces vamos perdiendo esto central y esencial que es aprender a descubrir y reconocer el valor de la vida. Vivimos en un mundo donde nos sentimos muy exigidos, donde siempre estamos corriendo, donde nunca llegamos a lo que tenemos que hacer pero tenemos ganas de llegar y seguimos intentándolo, donde tenemos un montón de obligaciones, un montón de cosas que hacer, y vamos perdiendo lo central.

Hace un par de años salio un video muy famoso en Youtube de Randy Paul que es un hombre que le descubren un cáncer y le dicen que en 3 meses se va a morir, y él en la facultad da una ultima clase magistral hablando de cómo piensa encarar eso en su vida, y pide que no le tengan lastima porque él no se tiene lastima, y es un agradecido a todo lo que se le dio y quiere seguir viviendo por todo lo que día a día que Dios le dio. Y la gran pregunta que él deja es: “Si hoy fuera el ultimo día de mi vida, ¿estaría haciendo lo que quiero hacer?”. Y esta es la pregunta que nos podríamos hacer nosotros: en nuestra vida ¿estamos haciendo aquello que queremos, que deseamos? Obviamente que tenemos obligaciones, todos tenemos obligaciones que con responsabilidad tenemos que llevar adelante, pero ¿hemos aprendido a disfrutar de la vida? ¿hemos aprendido a valorar la vida, a querer la vida, a descubrir cuáles son las cosas centrales? O nos vamos perdiendo en las tangentes o en las cosas superficiales y por eso muchas veces estamos angustiados, muchas veces discutimos por cosas que no valen la pena, que no sabemos cómo llegamos ahí, en el cual como estamos tan exigidos, tan tolerantes, casi sensibles para eso, y no para descubrir las buenas cosas pero para descubrir que me enojo, que me hiciste esto, estamos como muy a flor de piel.

Hoy Jesús nos dice: “Aprendan a volver a lo esencial. Aprendan a volver a lo central”. Y lo central y lo esencial es descubrir esa vida que Dios nos da, esa vida que tenemos a nuestro alcance y descubrir si estamos verdaderamente haciendo aquello que nos llena el corazón, aquello que nos hace felices, si este es el camino que yo quiero, si voy hacia donde yo deseo, si aprendo a disfrutar de lo que cada día de esta vida que Dios me regalo me da, pidiéndola con responsabilidad pero aprendiéndola a gozar y disfrutar. Y cuando aprendo a disfrutar y gozar de la vida, esa vida me plenifica. Muchas veces hace ruido, como cuando uno esta con un montón de niños, eso hace ruido, (si ustedes encuentran la manera de que cuando haya muchos chicos no haya ruido avísenme porque tengo misas con niños que es un poco complicada), o a veces cuando hay un montón de jóvenes (de vez en cuando me desordenan un salón, me dejan sucio), entonces cuál es la solución de ‘no quiero mas ruido’ ‘no quiero mas sucio’, o es aprender a disfrutar de lo central: ‘que lindo tener un montón de niños que intenta vivir su fe, que se reúnen, que viven la alegría y que alegran el hogar’, ‘que lindo ver un montón de jóvenes que intentan también vivir la fe, como hubo en Pascua Joven o en Pascua Universitaria, como en los dos grupos que les agradecemos que fueron a misionar en estos días, o muchos de ustedes que fueron viviendo su fe acá o que de domingo a domingo vienen, o que en sus casas se pueden reunir, gozar, alegrarse’. O preferiríamos lo otro… como en la película que no hay niños, jóvenes, esa angustia que se vive…

Creo que la invitación de Jesús en la Pascua es aprender a valorar lo que tenemos, esa vida que nos dio, a los mas niños, a los mas jóvenes, a nosotros los adultos, que vamos creciendo, que nos vamos haciendo más mañosos, que en vez de cambiar como esperamos o espera el otro cada vez se acentúa más las cosas, tenemos que aprender a tolerarnos ciertas cosas, pero también podemos agradecer porque tenemos al otro al lado, porque podemos ir caminando juntos.

Hoy Jesús nos invita a valorar la vida porque eso es lo que nos vino a traer: vida y vida en abundancia, porque aun donde parece que se acaba ala vida, Jesús y Dios vuelven a hablar. Ahí hay vida, y vida para siempre.

Eso es lo que nos invita a descubrir hoy y ese es tal vez el paso que podemos dar en esta Pascua. ¿Cuál es el paso? Descubrir los signos de vida que Dios pone a nuestro alrededor, alegrarnos y disfrutarnos.

Pidámosle a Jesús, aquel que pasó de la muerte a la vida, aquel que nos regala esa vida también a nosotros, que mirándolo a Él, el Resucitado, aprendamos a descubrir y a gozar de todos los signos de vida que pone en nuestro camino.

Primera Lectura: Hechos 10, 34a. 37-43

Salmo: 117, 1-2. 16ab-17. 22-23

Segunda Lectura: Colosenses 3, 1-4

Evangelio: Juan 20, 1-9


Domingo de Ramos

Una muy breve reflexión: creo que en este día se nos invita a poner especialmente la atención y la mirada en Jesús. Comenzamos en el fondo del templo escuchando cómo la gente con alegría, con jubilo alabando a Dios entraba a Jerusalén y como lo acompañaban en esos primeros momentos. Sin embargo esa entrada a Jerusalén tenía un significado profundo en Jesús: no es que entraba a Jerusalén porque quería conocer la ciudad o hacer un city-tour, sino que quería entrar en el corazón de cada una de esas personas que estaban allí. Eso fue lo que buscó durante toda su vida, eso fue lo que buscó de una manera especial, anunciando, proclamando, poniendo distintos gestos. Sin embargo los acontecimientos se van a ir sucediendo como todos conocemos y como acabamos de escuchar en este relato de la pasión, donde vamos a empezar a escuchar distintas posturas frente a Jesús, distintas maneras de relacionarse con Él: personas que lo trataron con indiferencia, personas que lo entregaron, personas que no lo siguieron, personas que dijeron que iban a dar la vida y después no pudieron, y personas que siguieron caminando con Él. Cada uno de ellos tuvo que ir descubriendo a lo largo de los acontecimientos qué iba a ser, porque no bastaba con esa primera pregunta de “quién es este”, y todos decíamos “si, es Jesús el de Nazareth, el profeta” pero tenían que hacer un camino en el corazón, como tenemos que hacer nosotros con cada uno de las otras personas como muchas veces hablamos:, no basta con conocerla con una primera impresión, que puede ser muy buena o muy mala o como fuera, uno tiene que hacer camino con el otro, y uno tiene que hacer camino con Jesús, y la única manera de terminar descubriendo quién es, es terminando todo ese recorrido. El que hace esa profesión de Jesús es el que estuvo hasta el final, ese centurión que dice “verdaderamente este era el Hijo de Dios”. A nosotros se nos invita a hacer todo el camino, a hacer toda esa profesión, a no cortarla en la mitad, sino a descubrir qué es lo que Jesús nos quiere invitar a vivir en cada momento.

Como les decía Jesús entra en Jerusalén porque quiere entrar en nuestras vidas, y de una manera especial hoy lo celebramos acá porque Jesús quiere volver a entrar en nuestros corazones, en nuestras vidas. Quiere ser parte nuestro, quiere transformar, quiere que encontremos aquello que necesitamos. En algunos momentos lo sentiremos más presente, en otros no. En algunos momentos lo viviremos con alegría, en otro momento con tristeza. En algún momento tendremos mucho para agradecerle, en otro momento nos enojaremos, tendremos alguna bronca, le recriminaremos algo, pero todo eso es parte del camino, y tenemos que animarnos a terminarlo. Jesús también sufre y le cuesta: “si es posible que no pase de mi este cáliz”, pero se anima a ir hasta al final, hasta dar la vida. Hoy nos invita a nosotros, en especial esta semana santa, a hacer lo mismo: a caminar con Él, a acompañarlo y a dejarnos acompañar en este tiempo.

Pidámosle entonces hoy a Jesús, aquel que quiere entrar a nuestros corazones, que le abramos nuestras vidas de par en par, que lo dejemos transformar con él, y que transformados por Él como los discípulos, nos animemos a responderle a los demás quién es este hombre.

Primera Lectura: Isaias 50, 4-7

Salmo: 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

Segunda Lectura: Filipenses 2, 6-11

Evangelio: Mateo 26, 14-27. 66