En el comienzo de la película August
Rush, aparece una voz en off, en la que el protagonista habla de que "...puedes
oír la música, esta en todas partes, en el viento, en el aire, en la luz, esta
rodeándonos; todo lo que tienes que
hacer es abrirte, todo lo que tienes que hacer es escuchar." Y
comienza con una imagen de él en medio de un maizal, de una plantación, en la
que va escuchando esa brisa que pasa entre las plantas. Y de a poquito, en esa
concentración que él tiene, parece que la brisa va como creciendo, creciendo,
creciendo, hasta que pareciera que hubiera un tornado más o menos, como si
fuera un twister que va arrasando con todo. Y la idea no es la imagen visual,
sino lo que él está sintiendo al escuchar con atención esa suave brisa, al
poner todos sus sentidos en juego en ese momento.
Esta sensación que uno tiene cuando descubre gente que en ciertas
cosas tiene esa capacidad de concentración, de percibir cosas que uno no puede,
o que le cuestan mucho. Me acuerdo, de cuando navegaba, y alguna vez no venía
viento por ningún lado, que alguno que sabía más decía: "Mirá, por ahí
viene una brisa". Y uno miraba y se preguntaba, "¿por dónde viene una
brisa?". Y el otro decía, " sí, mirá... si mirás el agua..." y
era verdad, pero uno no tenía esa capacidad de poder percibirla, esa capacidad
de ver lo que ocurría. Así podemos poner un montón de ejemplos.
Cuando vemos que el otro tiene una sensibilidad distinta, que es
capaz de estar en los detalles, en aquellas cosas que a veces nos cuestan. Que
más cuestan cuando uno está apurado, cuando no tiene la capacidad de poder
mirar con mayor atención, de poner en juego todos los sentidos. Por eso, muchas
veces nos pasa que pasan cosas alrededor nuestro, y cuando vamos a mucha
velocidad, o estamos muy cerrados en nosotros mismos, y no estamos percibiendo
lo que sucede, no nos damos cuenta. Y no sólo no nos damos cuenta porque el
otro no nos dijo, o no tuvimos la capacidad de percibirlo, sino también cuando
el otro muchas veces nos ha repetido las cosas. "¡Otra vez más me
preguntas!", nos dice quizás el otro, porque ya nos dijo muchas veces y
nosotros no le prestamos atención, no lo escuchamos, no estuvimos atentos a lo
que el otro nos quería decir, o a lo que el otro le pasaba. Porque para eso hay
que tener como una capacidad especial de poder mirar a nuestro alrededor, casi
como una mirada contemplativa. No pasando así nomás, sino pudiendo contemplar
qué es lo que pasa, y ahí es cuando sí tenemos la capacidad de ver las cosas pequeñas,
de disfrutar las cosas cotidianas, de las cosas que pasan todos los días.
Hoy vivimos en un mundo en donde muchas veces pareciera que todo
tiene que ser grande, que todo tiene que explotar. Lo que pasa es que uno dice,
"Bueno, ¿cuán grande tiene que ser lo próximo, si todo el tiempo lo que
estoy esperando es que pasen cosas extraordinarias, que pasen cosas
grandes?", o "¿tenés alguna novedad, algo nuevo para contarme?,
pareciera que lo de todos los días no basta. Siempre pareciera que tiene que
pasar algo totalmente imprevisto, que salga de los parámetros normales, como
para que uno se conmueva, como para que uno se sorprenda. ¿Por qué? Porque
hemos perdido la capacidad de sorprendernos frente a las cosas pequeñas, frente
a las cosas de todos los días, pero que por ser pequeñas, no pierden esa gran
profundidad que tienen. Casi esa misma gran profundidad, que tiene esa pequeña
semilla del grano de mostaza, que seguramente ustedes muchas veces habrán
visto, les habrán mostrado en catequesis. Si yo tuviera ahora acá en mi mano
una de esas semillas, no se ve; es como la cabecita de un alfiler; muy, muy
pequeña. Y sin embargo, la ponen como ejemplo del Reino de los Cielos. Curioso
porque Jesús, generalmente nos sorprende - por no decir siempre - y dice,
"Bueno, ¿con qué parábola les puedo comparar el Reino de los
Cielos?". Y uno esperase que dijera algo grande, algo majestuoso, y toma
la semilla más chiquita de todas, la que es imperceptible, que si se cae uno no
tiene forma de encontrarla. Y Él compara el Reino de los Cielos con eso que es tan
chiquito, tal vez porque su intención era esa, tal vez la intención era que uno tiene que aprender a percibir, en algo
más pequeño y diferente, pero que si uno lo deja, eso crece de una manera
extraordinaria, aún después siendo pequeña - "es el más grande de los
arbustos, donde los pájaros pueden venir a cobijarse"-; si uno le da el
tiempo, si uno deja que madure. Y para eso pone este primer ejemplo, compara el
Reino de los Cielos con un hombre que fue y que plantó la semilla. Casi lo que
idealizaría cualquier hombre de campo, ojalá pudiera plantar e irse, porque no
tiene que hacer nada más. Jesús dice, "vuelvan el día de la cosecha. Por
más que duerman, eso va a crecer. Tengan
esa certeza de que si las cosas están puestas en Dios, van a crecer".
Eso de a poquito va a ir haciendo su proceso, lo que pasa es que uno muchas
veces no lo ve, no ve la semilla del grano de mostaza, no ve la raíz que va
creciendo. Recién cuando empieza a ver un tallo, dice, "¿cómo o cuánto
tengo que esperar? ¿Hasta donde?"
Y creo que esto es un ejemplo en la vida, y en la fe. Todo tiene su tiempo, todo tiene su
momento. A veces pareciese que uno, a los 15 o 16 años, tiene que haber
tenido todas las experiencias de la vida. Primero, es imposible porque hay algunas
experiencias que son parte del camino que uno va haciendo a ciertas edades.
Segundo, cada cosa tiene su lugar, cada cosa tiene su momento, y le tengo que
aprender a dar el tiempo, tengo que tener paciencia. Tal vez, la virtud que hoy
como sociedad, más nos cuesta. Al vivir en este tiempo del fast food, del fast
"todo" más o menos, no tenemos paciencia para nada. No sólo la
intolerancia que tenemos en cualquier lugar, no hablemos si vamos a algún banco
o negocio, y nos enojamos, e independientemente de que tengamos razón o no, no
tenemos nada de paciencia con nadie; sino paciencia en todo lo que hacemos. En
nuestros propios tiempos personales, en los de los demás, en los vínculos. Si
cada uno tiene su proceso, la paciencia hay que multiplicarla, por lo menos por
tres, en los vínculos: paciencia conmigo, paciencia con el otro, y paciencia
con el vínculo que tenemos que ir haciendo, así que si no queremos tener
paciencia en un vínculo, mejor ni empezar, dedicarse a otra cosa. Porque esos
son los tiempos que lleva cualquier relación, que lleva también el camino de la
fe, y ahí también tengo que tener paciencia, por como las cosas se van dando,
por el camino que tengo que ir haciendo. Porque muchas veces hay cosas que no
entiendo, porque muchas veces las cosas quedan ocultas. Como nos dice Jesús,
tenemos que esperar, tenemos que esperar que pasen, no siempre las vemos.
Un gran ejemplo de esto es Jesús. Jesús no vio los frutos de lo que predicó.
Jesús muere y las cosas que Él predicó, que Él dijo, que Él pidió, no dieron
fruto todavía. Sin embargo, por algo dijo esta parábola, porque creo que el
primero que la puso en práctica es Él. Él sabía que lo que Él hacía era como
dejar esa semilla, ese grano de mostaza, en muchos hombres y mujeres, y que en
algún momento iban a dar fruto. Y que tal vez, y así fue, esos frutos Él no los
viera, no fueran para el momento en el que Él estuviese. Sin embargo, no por
eso dejó de anunciar, no por eso dejó de predicar, no por eso dejó de dar
testimonio de lo que estaba convencido y creía. Él siguió viviendo en eso ¡Y
vaya si después dio fruto! Creo que muchos de los que estamos acá podemos halar
de lo que significan los frutos de la fe en nuestra vida, pero para eso hay que
darle tiempo a las cosas. Ese mismo tiempo y esa misma paciencia que hoy nos
pide a cada uno de nosotros, que nos animemos a tener en la vida.
Si hay algo que no son estas imágenes del Reino de las que nos habla
Jesús, es exitistas. Y creo que en la fe, tenemos que aprender a mirar de otra
manera, aprender a descubrir en lo escondido, aprender a descubrir en lo
pequeño. Ahí se hace presente Dios, ahí Dios está con nosotros. Lo que pasa es
que nos exige un modo de mirar, un modo de contemplar, un modo de escuchar, en el
que uno aprenda a descubrir en los detalles. "Tuve hambre, y me diste de
comer. Estuve sólo y me vestiste. Necesité alguien que me acompañe, y caminaste
a mi lado." Y en muchas cosas más, que también los otros van haciendo con
cada uno de nosotros.
Pidámosle esta noche a Jesús, que tengamos la capacidad de mirar con
los ojos de la fe; de aprender a descubrir esos signos pequeños del Reino que
están en medio de nosotros, pero que tenemos que aprender a percibirlos. Que
nos animemos a que esos signos den fruto en nosotros, para que también nosotros
los podamos llevar a los demás.
Lecturas:
*Ez 17:22-24
*Sl 92:2-3, 13-14, 15-16
*2 Cor 5:6-10
*Mc 4:26-34