Hoy estamos celebrando la fiesta de Cristo Rey,
esta fiesta de Jesús como rey del universo. Un título que fue siempre muy
complicado de aplicar a Jesús, tanto en el evangelio como en la historia de la
Iglesia. ¿Por qué? Por las connotaciones que tiene, por lo que significa y por
lo que uno está acostumbrado a ver. Y es por eso que llevó todo un largo
camino. En la Iglesia esta fiesta tiene menos de cien años, fue instaurada hace
poco; cuando, podríamos decir que de alguna manera, la mayoría de las
monarquías más conocidas para nosotros habían caído, y no estaba más el riesgo
de confundirlo.
En el caso de Jesús, esta es la primera vez en el
evangelio que Él va a aceptar este título. Lo va a aceptar en un momento donde
ya los caminos se han cercado, donde nadie puede ya confundir qué es lo que Él
está diciendo. Es más, no sé si recordarán, hay otros textos donde dice que
Jesús se escapaba porque querían hacerlo rey. Él esquivaba este título por todo
lo que significa, y todo el peso que uno pone sobre la palabra.
Es por eso que uno tiene que tener siempre mucho
cuidado en qué es lo que quiere decir y qué es lo que quiere transmitir; qué es
lo que está detrás de un título, de una frase, de algo que aplicamos al otro. Porque
las cosas que nos dicen nos condicionan. Por ejemplo, si uno le dice todo el
tiempo a alguien que no lo quiere, que es tonto, después es muy difícil dar
vuelta eso, que la otra persona se sienta valorada, que la otra persona se
sienta una persona inteligente; eso condiciona. No sólo nuestra manera de
mirarlo al otro, sino la manera con que el otro lo mira. Y en el caso de Jesús,
pasa exactamente lo mismo.
Jesús no tiene problema con el título, tiene
problema con la manera que nosotros lo miramos y descubrimos que Él quiere este
Reino. Es más, en este evangelio ya tenemos dos ejemplos porque cuando Pilato
quiere sacarse la cuestión de encima, como ustedes saben, esto es en la pasión
de Jesús, lo llevan a Jesús hasta ahí, y la pregunta de Pilato es clara: ¿Sos
rey o no? Si sos rey te tengo que matar, si no sos rey, terminemos rápido con
esto. Lo primero que le pregunta Jesús a Pilato es “¿lo dices por tí mismo o lo
dices por los otros?” Porque ya es diferente. Una cosa es el reinado que
esperaban los romanos, era Tiberio el emperador en ese momento, y la manera que
miraban a los reyes, a los emperadores; y otra cosa es el reinado que esperaban
los judíos. Los judíos esperaban que Dios fuera su rey, que Dios reinara sobre
ellos. Es por eso que ya desde lo más próximo a Jesús, hay dos miradas muy
diferentes de esto. Al final, Jesús frente a la insistencia de Pilato, termina
diciendo, “Tú lo dices, Yo soy Rey, y mi
reinado es un reinado de la verdad”.
Es decir, el reinado de Jesús se quiere traducir
en esa verdad que desde Dios Jesús nos quiere transmitir. Y hay algo nuevo en
Jesús, que es esa imagen de Dios que nos invita a tener. Ahora, para eso, Él
tiene que romper con todas las formas tradicionales, y eso es lo difícil. Tal
vez si hay una cualidad que podríamos aplicar a Jesús es la creatividad. Jesús
mantiene muchas de las cosas que su pueblo creía, pero de una manera nueva y de
una forma nueva. De una manera totalmente diferente, y tan creativa y tan
novedosa que siempre fue muy difícil de entender para ellos. Y no sólo fue
difícil de entender para el pueblo, fue difícil de entender hasta para los
apóstoles: ¿Qué es lo que vos nos pedís? ¿De qué manera? ¿De qué forma? Y pide
cosas que todos nosotros pediríamos para nuestra familia. Que sean
transparentes, que sean generosos, que sean honestos, que sean buenos. Que
transmitan a Jesús, que transmitan a Dios. Que abran el corazón, que no sean
violentos, que sean hombres y mujeres de paz.
Sin embargo, una cosa es decir la palabra, y otra
cosa es después vivirlo. Porque ahí es cuando siempre se nos dan, a nosotros
mismos, como estos cortocircuitos. Y es por eso que Jesús tiene que ir dando
como pasos muy concretos. Es decir, en primer lugar Él tiene que dar testimonio
de lo que espera y de lo que cree, de qué manera quiere que sea. Casi como
diciendo, primero mírenlo en mí. Primero vean de qué forma quiero Yo que sea
este Reino. Segundo de qué forma quiere transmitirlo. Jesús nunca se impone,
nunca es por medio de la violencia, nunca es por medio de la coacción. Es una
verdad que se tiene que transmitir, que le tiene que dar libertad al otro, que
es el otro el que la tiene que descubrir. Y eso también nos cuesta a nosotros,
porque cuando desde la libertad del otro, el otro dice que no, y a nosotros nos
cuesta muchísimo. Cuando de la libertad de un pueblo, un pueblo elige leyes,
formas de ser, maneras de vivir distintas de las que nosotros como cristianos
esperamos, también nos cuesta.
Ahora, la pregunta es, ¿tenemos que cambiar por
eso la forma de transmitir? ¿Jesús nos está pidiendo otra forma de
transmitirlo? Tal vez nos está pidiendo otra manera de vivirlo y de dar
testimonio, eso sí. Pero tenemos que
tener siempre ese respeto. Jesús aún en ese momento que era mucho más difícil,
nunca impuso las cosas, siempre las quiso transmitir. Y de esa manera, que es
el camino de Dios y el camino de Jesús. Por
eso podríamos decir que cuando Él dice “mi realeza no es de este mundo” es
porque acá no se vive de la forma de Él quiere y espera, pero sí espera que ese
Reino, en el corazón de cada uno, empiece a ser germen, empiece a cambiar,
empecemos a transmitirlo.
Creo que tal vez la manera de transmitir las cosas
es ver qué es lo que queremos. Y si los medios que ponemos para eso, están
acorde a eso que queremos. Jesús es muy claro, quiere el Reino de Dios, pero la
manera de llegar y de dar testimonio es esta, no hay otra. Es la que Jesús nos
muestra y nos elije. Casi nosotros podríamos hacer lo mismo en las cosas nuestras.
Bueno, no sólo en algo grande que a veces está fuera de nuestro alcance como
qué país queremos, sino bueno, qué comunidad queremos, como habíamos hablado;
qué familia queremos; cuáles son los medios que yo voy a poner; cómo voy a
transmitir ciertos pilares, ciertos valores; cómo voy a mantenerme firme en
ellos a pesar de todo.
Esto, como les decía, tiene lo lindo y lo
fascinante de poder uno, desde la libertad ir construyendo la dificultad que
muchas veces tenemos todos nosotros en mantenernos fieles a esos valores, a
esos ideales. Jesús dice en el salmo, “gusten y vean qué bueno es el Señor”, y
dice eso porque es la manera de transmitirla, desde el gusto que uno siente por
las cosas, desde la bondad que uno le transmite a otro. Creo que a lo que nos
invita hoy es también a tener gusto por el Reino de Dios, a saborear esas cosas
para encontrándole el gusto, poder llevársela a los demás.
Pidámosle a Jesús, aquél que es nuestro Rey, aquél
que nos viene a mostrar cómo quiere que vivamos y seamos en su Reino, que
nosotros podamos dar testimonio de ese Reino que Él nos transmite.
Lecturas:
*Dn 7, 13-14
*Sal 92, 1-5
*Ap 1, 5-8
*Jn 18,
33-37