Hace
unos años salió una película que se llama “Niños
del Hombre”. Se sitúa en Inglaterra
en el 2027, donde hace 18 años que la humanidad no puede tener hijos. Por
distintas causas, las mujeres han sido infértiles, se ha dejado de poder
procrear, de poder traer hijos a la Tierra. La película comienza con el último
hijo que nació, a quien asesinan. Hay una gran consternación en todo el mundo,
porque no sólo no pueden tener hijos, sino que la persona más famosa, por ser
la última en nacer, acaba de ser asesinada. Entonces, en el comienzo de la
película, aparece un grupo de personas que lo busca a Tío, que es una persona
que ha estado en varios movimientos, para pedirle que se haga cargo de una
misión. Él está resignado, no se quiere comprometer mucho con la vida, hasta
que le dicen cuál es la misión: hay una mujer que está embarazada, y le piden
que la saque de Inglaterra, hacia un lugar que se llama Proyecto Humano. Está
todo dividido, las ciudades no dejan entrar a los inmigrantes… un poco lo que
pasa hoy, con las cosas un poco más exacerbadas. Le piden entonces que lleve a
este mujer embarazada. En el camino el niño nace, después de dieciocho años hay
una primera vida. Y hay una imagen con la que me quiero quedar: en un momento
ellos quedan en medio de una guerra entre el ejército y la guerrilla. Él no
sabe cómo hacer ya para escapar, hasta que decide agarrar el niño y salir con
él y con la madre; todos lo ven, y es como que todo se detiene. En medio de la agresión y de la violencia,
frente a esa nueva vida, el silencio. Todos dejan de pelear, como haciendo una
reverencia frente a ese niño, contemplándolo. La imagen evoca cómo la vida va
abriendo camino, cómo la vida trae algo nuevo.
Eso
que queda así tan de manifiesto en esta escena de la película, creo que es lo
que estamos celebrando esta noche. Celebramos que la vida va abriendo camino,
que la vida de Dios en medio nuestro va abriendo camino.
Hoy
estamos celebrando lo que llamamos la Nochebuena.
Nosotros ya estamos acostumbrados a este nombre, entonces no nos llama la
atención; pero no nos damos cuenta de que en esa época, este nombre es
contradictorio. Hoy en día, a la noche, los jóvenes salen, uno se puede quedar
viendo tele, puede hacer cosas; pero en ese entonces, la noche era el momento
de la oscuridad, era donde todo se acababa, donde todo terminaba, donde
aparecía el miedo, el temor. Pero este nombre nos dice que hubo una noche que
fue buena, una noche donde hubo luz. “El pueblo que caminaba en las tinieblas
[en la noche], vio una gran luz” dice Isaías. En la Nochebuena nosotros
celebramos eso, hay una luz que viene a nosotros, hay un Dios que quiere
iluminar nuestras vidas, y que por eso nos llama a mirar a esa vida que nace, a
contemplarla.
Yo
pensaba algunas actitudes que nos podrían nacer frente al pesebre. Creo que la
primera actitud frente a esa vida, frente a Jesús que se hace presente, es el
silencio. ¿Qué silencio? ¿Vieron cuando uno ve algo maravilloso y se queda sin
palabras, no sabe que decir? Es como que primero te tenés que recuperar de eso
que viste. Bueno, toda vida, en este caso la vida de Jesús, tendría que
causarnos también esta admiración que nos deja sin palabras, que nos deja
mudos, que no sabemos qué decir frente a ese Dios que en Jesús viene a
nosotros, y que nos invita en silencio a contemplar a un Dios que nos ama y que
se nos hace presente.
Lo
segundo que pensaba es cómo toda vida trae alegría. Como muchos de ustedes
saben, me ha tocado mucho visitar las clínicas cuando alguien nace; tengo
muchos hermanos más chicos que yo, ahora tengo muchísimo sobrinos. Y, vieron
que lo primero que uno hace cuando entra a una habitación en neonatología y ve
al niño, es una sonrisa. Uno se sonríe frente a la vida, uno se alegra porque
la nueva vida trae alegría al corazón. Entonces, uno se alegra, y es como que
se olvida de todo. Por más de que uno esté en un mal día, que esté con
dificultades, eso a uno le cambia el día. El enterarse de que alguien nació te
cambia el día, te alegra. Es un gozo profundo, no es solamente una sonrisa
exterior, es una alegría que nos cambia el corazón. Bueno, toda vida nos alegra
la vida. La vida de Jesús tendría que traer ese gozo y esa alegría de que algo
diferente nació, de que algo distinto vino a nosotros, de que algo diferente
nos invita a vivir con una esperanza y con una alegría distintas.
En
tercer lugar, pensaba en lo valiosa que es nuestra vida. ¿Vieron cuando tenemos
un bebe en brazos, y hay alguien que no es muy cuidadoso? Cuando le tenemos que
pasar el bebe, le decimos: pará, tené cuidado, sentate acá, acomódate que te lo
voy a dar… ponemos mil precauciones. ¿Por qué? Porque ese niño es muy valioso,
y entonces tenemos mucho cuidado. Fíjense cuán valiosa será nuestra vida, que
Dios nos da a cuidar a su hijo, que Dios nos dice: yo pongo en manos de ustedes
a mi hijo; ténganlo, cuídenlo, acarícienlo, ámenlo. No sólo nos muestra lo
valiosa que es la vida de Jesús, sino también lo valiosa que es nuestra vida.
Al darnos a su hijo nos dice: yo creo en ustedes, yo confío en ustedes. Esa fe
y esa confianza que nos tiene, brota de saber cuánto vale la vida de cada uno
de nosotros.
Por
último, podríamos decir que lo que nos trae ese niño es la reconciliación. En
el pesebre sucede algo que muchas veces se nos hace muy difícil. Se juntan los
extremos, lo que parece que está separado. Porque, ¿quiénes van al pesebre? Van
los pastores y van los reyes magos: los pastores, que eran los más pobres; y
los reyes magos que traen dones, traen regalos, porque tienen un montón de
plata. En el pesebre todos se unen, todos se reconcilian, todos pueden estar
unidos. Vivimos en un mundo donde nos cuesta mucho vivir en armonía, nos cuesta
mucho que no haya divisiones. Es más, no sólo en el mundo, en nuestro país,
sino a veces en nuestras propias familias, con nuestros amigos, nos cuesta
mucho la armonía. Hoy vivimos la alegría de ese niño que viene a nosotros, que
nos dice: yo vengo a traer esa reconciliación que a ustedes les cuesta, yo
vengo a traer esa armonía que muchas veces les es difícil vivir.
Creo
que estas cuatro cosas: el silencio, la alegría, el valor de nuestra vida, la
reconciliación que nos trae, nos muestran algo distinto que sucede en la
Navidad. ¿Vieron que cuando llega la Navidad, a veces llega tan de golpe que
uno dice: “uuuh, me llegó la Navidad, no pude prepararme”? “Yo pensaba
prepararme en el Adviento, pero como hay tantas cosas a fin de año, al final no
me preparé como quería, no recé como quería, no hice las cosas que quería.” La
Navidad es justamente lo contrario, es un Jesús que viene a nosotros en el que
Dios nos dice: yo soy el que tengo que hacer las cosas, quédate tranquilo, yo
soy el que hago; esto no depende de vos, yo soy el que muevo los corazones, yo
soy el que me hago presente, yo soy el que nazco en un humilde pesebre, quedate
tranquilo. Esa es la alegría que nos trae Dios, que nos dice: hoy no tenés que
hacer nada, descansá, reposá, recibí la gratuidad de ese Dios que se da
gratuitamente, recibí la alegría de ese Dios que hoy viene a alegrar tu vida. A
veces es lo que más nos cuesta porque hacer
nos sale muy fácil, pero cuando tenemos que recibir del otro, muchas veces nos
cuesta, nos pone incómodos. Hoy Dios es el que nos quiere poner incómodos,
quiere que nos sintamos como que: ¿qué es lo que yo tengo que hacer? ¿Hoy?
Nada. Contemplá este niño como hicieron los pastores.
Para
terminar, saben que el Papa sacó una exhortación muy linda hace poquito; al
final de ésta evoca la figura de María, y dice algo así: María es la única que
puede hacer de una cueva de animales un hogar para su hijo. Es aquella que
puede transformarlo todo, trayendo esa alegría, esa paz, a ese sitio. Y el Papa
hace un paralelismo con nosotros, dice: María hace lo mismo con la Iglesia. De
alguna manera dice que en nuestro zoológico, donde somos tan diferentes que a
veces nos cuesta tanto que tenemos que separarnos un poco, también puede hacer
una familia y una comunidad. Ella es la que nos puede reunir, ella es la que
nos trae a Jesús para hacer algo diferente, para que descubramos que ese niño
viene a cambiar las cosas, viene a traernos la salvación.
Vivamos
hoy la alegría, en esta Navidad, de ese Dios amante del ser humano, que nos
hermana, que nos abraza, que nos hace familia, que nos ayuda a vivir como comunidad
y como hijos de Dios.
Lecturas:
*Is 9, 1-3.5-6
*Sal 95, 1-2a.2b-3.11-12.13
*Tito 2, 11-14
*Lc 2, 1-14