martes, 26 de agosto de 2014

Homilía: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” – XXI domingo durante el año


Hace aproximadamente un año, en esta misa, con este evangelio, donde dice, donde Jesús pregunta “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. No sé si recuerdan pero pasaron algunos de ustedes acá adelante, los que se animaba, cinco o seis, a decir en público quien pensaban que era Jesús, es más la primera chica que paso dijo en casa me matan, me acuerdo, espero que este por acá porque a ver qué fue lo que paso. Y hoy vamos a dar un pasito más que el que dimos la otra vez, con una dinámica que ya alguna vez la hicimos. Yo creo que esta pregunta se la hacen para que ellos compartan quien es Jesús, esto que a veces nos cuesta un poquito, nos cuesta más en algunos ámbitos que estamos un poquito más protegidos, tipo confirmación, (algunos están sufriendo me parece, todavía no dije nada de lo que vamos a hacer) o algún retiro donde uno está un poquito más cubierto. Pero hoy vamos a hacer un ejercicio, entonces lo que los voy a invitar como ya hicimos hace un tiempo con otro tema, que compartan de a dos, que busquen a quien tienen al lado, mejor al que conozcan menos a la persona así lo hacen, y que en pocas palabras se animen a decirle quien es Jesús para ustedes, se animen a compartir así como Jesús le pregunto a Pedro, a ustedes como discípulos de Jesús, quien es Jesús para ustedes.

Bueno. Muy bien, me alegro que tengan tantas cosas para compartir de Jesús, espero que esta dinámica que empezamos acá se extienda y se prolongue en la vida, en lugares que a veces se nos hace muy difícil. Y lo primero que podríamos pensar es cuál es el sentimiento que me genera el compartir a Jesús, tal vez mas allá de que algunos el primer sentimiento sea odiarme después de que dije esto, bueno ¿Qué sentí cuando tuve que compartir a Jesús? Me dio un poquito de vergüenza, no me anime, de pronto preferí quedar callado, me dio alegría, me costó pero después me solté. Bueno podríamos pensar sin juzgarnos, no es para juzgar es para ver que va generando en mi cuando voy compartiendo a Jesús y como me animo a hablar de Jesús.
Porque como les decía antes, esto les pregunta Jesús a sus discípulos primero que dice la gente sobre quien soy, bueno los que no lo conocían tanto dicen que es un profeta, Jesús es un profeta, como Jeremías, como Elías, como Juan el Bautista. Pero después le pregunta a sus apóstoles, aquellos que estaban más cerca ¿Quién dicen ustedes que soy yo? Aquellos que habían pasado más tiempo y que por lo tanto tenían que conocerlo más, y es ahí donde Jesús escucha esa respuesta de Pedro, “Tu eres el Mesías” Mas allá de que como sabemos esa respuesta va a tener que hacer camino, es un evangelio como en dos partes hoy es el primer capítulo, no se pierdan el próximo capítulo el domingo que viene porque esta partido en dos este evangelio y esta la continuación después de esto. Pero Pedro contesta bien “Tú eres el Mesías” ¿Por qué contesta bien? Porque paso más tiempo con Jesús, porque lo conoce más y eso es ineludible, si queremos responder la pregunta de quién es Jesús tenemos que pasar tiempo con Él, tenemos que tomarnos el tiempo, tenemos que animarnos a sentarnos con Jesús, no hay otra forma, no hay otra forma en la vida yo no puedo conocer una persona leyendo un libro, no se lo conoce así a una persona este es el libro de Juan, de Pedro, de María, del Cholo, no. Se lo conoce como compartiendo tiempo, es más, en general hasta nos pasa que hay una tentación intrínseca cuando no conocemos tanto al otro que es hasta prejuzgarlo una primera respuesta y después cuando uno lo conoce más dice ¿Por qué pensaba yo esto de esta persona? Y con Jesús nos puede pasar lo mismo, no negativamente, que tengamos una primera imagen y nos quedemos con algo de Jesús nada más hasta valedero pero que no termina de profundizar en quien es Jesús, no alguien que viene a impartir justicia, alguien que hace milagros, alguien que me hace sentir bien, alguien que me hace feliz en este momento, pero hay un paso más, pero para eso tengo que, como les digo, tomarme un tiempo para estar con Jesús. Después de tomarme un tiempo como hicieron los apóstoles tengo que animarme a compartirlo. Jesús les pregunta bueno quien dice ustedes que soy, que acaso no sabe Jesús lo que está en el corazón de sus discípulos, está haciendo un sondeo a ver qué pasa, yo creo que lo central es que quiere que lo compartan que se animen a decirlo, que se animen hablarlo unos con otros. Y a veces en la vida hablamos de tantas cosas triviales y perdemos el tiempo hablando de un montón de cosas que pasan y ¿compartimos las cosas profundas? Y entre esas cosas profundas, ¿compartimos a Jesús?

Podríamos pensar, ¿Cuántas veces en la mesa de nuestras casas hemos hablado de Jesús? Y no digo pelearnos o discutir por algo, sino compartir quien es Jesús para mí o algo que paso o que viste en este retiro, no se algo que tenga que ver con Jesús, animarnos a compartirlo, obviamente que depende de todos, no depende solamente de uno y eso en distintos lugares, en distintos ámbitos, cuanto me animo en mi hablar diario, semanal, mensual, hablar de Jesús, o queda solo circunscripto a algunos lugares específicos, obviamente me es fácil a mi hablar de Jesús acá delante de ustedes y aparte es lo que esperan, pero si salgo de acá me animo yo en otro espacio a  hablar en otro espacio que sea más duro, más difícil, a mostrar que soy cura. Y lo mismo podría decir con ustedes, ustedes aun es más arduo, más difícil, porque yo estoy vestido así y la gente ya sabe lo que se viene más o menos, pobre. Pero ustedes tienen un montón de ámbitos donde es mucho más difícil y obviamente como muchas veces hemos hablado no es hacer proselitismo, no es salir con una bandera, es compartir la vida, compartir lo que hay en mi corazón y animarme a compartir y hablar de Jesús y a que el otro sepa que es lo que estoy viviendo.

Yo me acuerdo que cuando iba  a la facultad de ingeniería, me vieron con un librito de espiritualidad, religioso y bueno ya obviamente me encasillaron y estábamos hablando y un día salió el tema de la fe y me dicen no, vos sos una persona muy religiosa y todavía no era ni seminarista, creo que no estaba ni próximo a eso y le digo porque decís eso y no bueno porque una vez te vi con esto y me acuerdo que lo único que le dije yo fue “A ver pero yo voy a misa todos los domingos ¿para vos eso es ser muy religioso?” Re me dijo la persona, bueno entonces no le digo todas las otras cosas que hago porque si no va a pensar que soy un fanático, coordinar misionar, bueno muchas cosas que hacía. Bueno pero decía me animo a compartir esto a blanquear  mi situación de fe o tengo que dar ciertos pasos. Cada uno de nosotros podría pensar cual es el que tiene que dar, no me da vergüenza, prefiero no contar, que hiciste ayer, no nada, ¿me da vergüenza decir que fui a misa, rece, fui a misionar, fui a un retiro? No sé lo que fuera, compartir hasta ahí, después veremos cuál es el paso que el otro está preparado para recibir y según el ámbito no será lo mismo y obviamente que hay lugares donde uno no se puede exponer tanto, pero lo que hace Jesús es que los discípulos compartan, fíjense, y seguramente tuvieron muchos sentimientos que diariamente nosotros tenemos. ¿Por qué hablo solamente Pedro? Y porque seguramente alguno diría “huy está bien lo que voy a decir” cuando la pregunta era personal o tal vez les dio vergüenza y ahí el que se animo fue Pedro “Tu eres el Mesías” y ahí recibió esa felicitación de Jesús y creo que es lo mismo para nosotros, animarnos en ponerlo en palabras, animarnos a tomarnos tiempo, podríamos pensar cada uno de nosotros ¿Cuál es el pasito que puedo dar en el tiempo con Jesús? Como puedo rezar un poquito más, como puedo tomarme un poquito más de tiempo intimo con Él en la oración, en la eucaristía, en lo que fuese y no digo grandes cosas, tal vez empezar el día o cuando voy en el tren o en el colectivo rezo un Ave María lo pongo en manos de Jesús, no digo una decena o un rosario, un Ave María poniendo en manos de María este día o lo que fuese, voy confiando en Él, voy poniendo mi vida en Él, voy pasando tiempo. Y poder estudiar teología hacer la licenciatura que si no paso tiempo en esa intimidad con Jesús nunca voy a entender quién es, nunca lo voy a comprender. La verdad de Jesús no la revelan los libros, la revela el encuentro y la fe se hace palabra y se profundiza totalmente en la teología, pero no se puede quitar el encuentro con Jesús en la fe es el piso indispensable para que yo crezca, para que yo vaya cada día conociéndolo más. Después bienvenido sea estudiar todo lo que quiera, conocerlo más también desde ese lugar, pero el conocimiento intimo no lo quita nadie y eso es lo que nos pide Jesús y a partir de ahí podes ser esa piedra donde otros también crezcan en la fe.

Fíjense, a Pedro que es el único que se animó a contestarle le dice “Tu eres Pedro, tu eres piedra y sobre ti voy a edificar mi Iglesia” y uno diría que piedra debe si va a ser un ser humano y todos tenemos la experiencia de lo que Pedro hasta en algunos momentos flaqueo y la respuesta de Pedro hasta no es total porque vamos a ver cómo le cuesta entender lo que es ser Mesías el domingo que viene, pero es sincera, es lo que él descubre en ese momento, eso es lo que necesita Jesús, la va a profundizar muchísimo, y será pastor de la Iglesia, pero en ese momento le dio la respuesta del corazón, esto es lo que me pasa, y a partir de ahí muchos se fueron ensamblando en esa construcción de la cual Pedro es piedra. Y esto lo pide para cada uno de nosotros si nos animamos a vivir y a compartir la fe, sobre nosotros otros van teniendo fe. Acá hay muchos que coordinan, hay muchos que van a coordinar ahora que acaban de hacer la convivencia, bueno van a tener que compartir a Jesús y eso es lo lindo, desde la fe comparto lo que tengo, comparto eso que hice experiencia, me animo a hablar de Jesús. Y esto como les digo en primer lugar lo hacemos acá de a poquito irlo trasladándolo a la vida, porque es la manera de que otro crezca en la fe, porque es la manera de que otro conozca a Jesús, porque es la manera de que en el otro se haga carne este Jesús. Y esta es la doble invitación, por un lado ¿Cómo me voy a alimentando de Jesús? ¿En que espacios y en qué lugares lo voy conociendo cada día más, voy creciendo en esa intimidad? En segundo, a partir que lo voy conociendo ¿Cómo comparto la fe con los demás? A ver lo han hecho un montón los que están acá, supongo que los que son papás han educado a sus hijos en la fe, muchos han coordinado, han misionado, han hecho un montón de cosas, bueno es seguir eso, animarnos  a abrir el circulo, a expandirlo un poquito más. Y hay veces en donde nos es un poquito más arduo, esa es la invitación de Jesús, pero para eso en cada momento tengo que responder esta pregunta y seguramente si a Pedro se la hacíamos en otro momento iba a responder otra cosa, más profunda, mucho más profunda de Jesús. Y nosotros podemos ir haciendo lo mismo siempre en la medida que nos animemos a seguir alimentándonos de Él.

Les hago una invitación, anímense, esta semana, por un lado a responder esta pregunta con Jesús, a mirar en el corazón esto que compartieron con los demás. Y algo de misión, anímense a preguntarle a alguien quien es Jesús para ellos, pero alguien que cueste un poquito no el que me sale más fácil, anímense en esta semana a que sea bueno como vivís la fe, quien es Jesús para vos, a pensar en alguien y preguntarle, que esa pregunta le haga un poquito de ruido en el corazón, que esa pregunta genere algo en ellos, genere por lo menos el preguntarse, en ponerse en camino.

Pidámosle a Jesús, al Mesías, al hijo de Dios, a aquel que hizo de Pedro una piedra, aquel que sobre Pedro edifico su Iglesia, que también nosotros seamos parte de esa construcción y que también  sobre nosotros otros puedan cimentar su fe.

Lecturas
Is 22,19-23
Sal 137,1-2a.2bc-3.6.8bc
Ro 11,33-36
Mt 16,13-20


viernes, 22 de agosto de 2014

Homilía: “Mujer, qué grande es tu fe” – XX domingo durante el año

En la película alemana, “La Ola” que alguna vez hablamos, trata de como hoy se puede dar ciertos fanatismos aun entre los más jóvenes. Comienza con un profesor, Rainer Wenger, que le avisan al comienzo  del año que va a tener que llevar a delante el seminario de autocracias, es decir, de gobiernos totalitarios, dictaduras. Él se queja bastante porque es más socialista y no es lo que más le gusta pero tiene que darlo igual, es su trabajo. Entonces hay una imagen en la cual está frente al aula hablando con los alumnos, empieza hablar de lo que fue todo el movimiento nazi y comienza un dialogo con los alumnos, similar a esto: los alumnos empiezan a decirle la Alemania nazi fue una porquería hasta yo lo sé, exacto malditos nazis dice otros de los chicos. Y otro chico dice ya paso, no va a volver a pasar. El profesor les pregunta ¿y todos los neo nazis que hay? Mira nosotros no podemos echarnos la culpa por lo que hicieron otros  y que no hicimos nosotros, el profesor le dice no es culpa sino que es parte nuestra historia y cierta responsabilidad tenemos todos. Otro de los alumnos dice yo soy turco, como diciendo yo no tengo nada que ver con esto, y ya como cansado otro, de los alumnos dice hablamos de otra cosa como el gobierno de Bush, como poner como ejemplo. Y el profesor dice no esperen, hemos llegado a un punto interesante, ¿Ustedes creen que no se puede volver a dar una dictadura como esa?, y los alumnos le contesta, no de ninguna manera somos mucho más inteligentes ahora.
Me quiero centra un poquito en esto último, es verdad que tenemos mucho más conocimiento de las cosas ahora de lo que se tenía antes, la globalización, la comunicación el que la información llegue más rápido hace que uno tenga más conocimientos. Es más los últimos estudios dicen que los chicos acceden a la inteligencia mucho más rápido por las motivaciones, después podríamos discutir otras cosas. Pero eso ha hecho que como mundo, como sociedad, como familia estemos más unidos, nos queramos más los unos a los a otros. Ese saber más ha influido en que nos acerquemos, en que formemos vínculos más sólidos.
Uno mira el mundo y sigue viendo en los últimos años, aun hoy, discriminaciones muy fuertes, asesinatos por etnias en distintos países, en distintos lugares, casi como que va rotando uno podría decir a mí nunca me va a tocar y quien esta exento de algo así. El mismo papa pidiéndonos, los últimos tiempos, que recemos muy fuerte por cosas que van pasando, por intolerancias religiosas y por intolerancias étnicas. Pero no tenemos que irnos tan lejos, podríamos pensar en nuestro país cuando todavía no ha terminado de sanar ciertas heridas de una época muy dura, muy difícil, casi nefasta de nuestra historia. Y hoy en día, también podemos preguntarnos no es tan fácil, en nuestros colegios no pasa nada, no se discrimina, no se son intolerantes muchas veces con chicos nuevos o diferentes o distintos. Todo el tema del bullying que cada día crece más y que tenemos que descubrir a como acercarnos intentar integrar. Como uno desde chiquitos le tiene que enseñar a los chicos, casi naturalmente a integren a los demás, a que compartan. Y creo que la experiencia en nuestro país también, donde muchos han trabajado para que en vez de ver, al que está al lado mío como un hermano, lo veamos como un enemigo y cada vez nos distanciemos más, nos peleemos más, los vínculos se rompan. Creo que aun hoy en día vemos muchos signos de enemistades, de intolerancia, de discriminación.
Y creo que el principal problema es tener que tener una apertura de corazón. Uno puede romper con esos esquemas cuando uno aprende a querer más. Hace poco se me acerco una persona, un joven, muy lastimado por la discriminación que sentía en lo que le hacían y yo hablando con él me preguntaba cómo podía dolerle menos y yo le decía mira no hay una forma fácil de aprender esto, lamentablemente no es tan simple y todos tenemos la experiencia de lo que duele cuando a uno lo dejan de lado, lo discriminan, lo atacan. Pero si quieres también mira un poquito al otro lado, y mira a esa persona que es intolerante, que te carga, que te joroba, y no estamos hablando de pavadas, y casi que se entienda tenele lástima, porque habla de la pobreza de su corazón. Habla de un corazón pequeño, de un corazón que no se siente querido, de un corazón que no se siente amado, por su historia, por su vida, por lo que sea. Porque el amor es lo que incluye. Cuando yo aprendo amar lo que menos quiero es lastimar al otro, lo que menos quiero es agredir al otro, y cuando yo agredo, en general, habla de algo esta pasando en mi vida, hay una herida que no esta cerrada, hay algo que ocurre y que yo no puedo sanar. Y es por eso que continuamente tenemos que hacer un aprendizaje, un aprendizaje que es aprender a amar y aprender a incluir a los otros y esto es constante no es que cuando somos pequeños nos tienen que enseñar eso, casi que cada uno de nosotros podría mirar que es lo que  a mi me toca hoy, donde soy intolerante, donde no quiero incluir a los demás, a quien es al que miro mal.
El evangelio de hoy va justamente a esto, y tal vez una representación de lo que decía antes de lo que como mundo nos cuesta, que es romper divisiones, que es romper límites, que es aprender a incluir. Este evangelio de Jesús que cuando uno lo escuche por primera vez casi como que hace ruido, la posición que toma Jesús a uno lo pone casi como nerviosos, como diciendo  como Jesús no reacciona más rápido frente a lo que está pasando. Para recordar, esta mujer que grita incesantemente  para que Jesús cure a su hija, es una mujer pagana, cananea, Jesús acaba de salir de territorio judío. Y los apóstoles hacen como a veces les pasa a los papás que los vieron cuando los chicos inciten e inciten y entonces uno dice no sé si tienen razón pero aunque sea por cansancio hacemos lo que vos quieras, bueno los apóstoles le dicen eso, mira nos cansa con sus gritos, sácanosla de encima, hace el milagro pero Jesús dice yo no vine para eso, vine para las ovejas perdidas del pueblo de Israel, mi misión son los judíos. Pero esta mujer se acerca  se postra frente a Jesús, le pide que lo socorre y Jesús insiste no está bien darle el pan de los hijos a los cachorros, a los perros, y la mujer le dice hasta los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa. Es impresionante, es la única vez en el evangelio donde le van  a ganar con los argumentos a Jesús y es una mujer. Búsquenlo, denlo vuelta va a ser la única vez. Ahí Jesús dice, que grande es tu fe.
Esto nos trae un problema a nosotros, porque nos hace ruido el evangelio. Entonces a lo largo de la historia buscamos cómo salir por la tangente, cómo podemos zafar de este evangelio de Jesús. Entonces se dice, “no, bueno, lo que pasa es que Jesús le quería enseñar a esta mujer. ¿Enseñar qué? Es una buena pregunta. ¿Jesús no conoce los corazones? Esto decimos siempre. Además el evangelio no dice qué le quería enseñar.
Lo que pasa es que en este evangelio Jesús está aprendiendo, está aprendiendo algo nuevo y eso nos hace un montón de ruido. ¿Cómo puede Jesús aprender? Porque no sé por qué nos han enseñado así, pero nos han enseñado que Jesús sabía siempre todo. Perdonando la expresión, como que Jesús se estaba amamantando de María y que tenía conocimiento de absolutamente todo lo que le iba a pasar en su vida. Que no tenía que aprender nada. Sin embargo eso es una herejía porque va en contra de la encarnación. La encarnación justamente habla de que se encarna Jesús, se limita, elige un límite, elige un cuerpo. Elige un cuerpo que va a estar en un lugar nada más, en Israel, no va a  estar en todos los lugares del mundo. Elige un cuerpo en el que no puede estar en otras personas. Elige signos con algunos nada más, hay otros a los que nunca los conoció ni los vio. Y no solo tiene límites su cuerpo, sino también su mente, es un hombre. Y cuando uno piensa, uno piensa que Jesús nació y les dijo a María y José, salió de la panza y dijo, hasta acá llegaron no tienen que ser papá y mamá
no me tienen que enseñar nada. O no se imaginan un Jesús que aprendió, que aprendió a caminar, un Jesús al que le fueron enseñando de su religión, que aprendió el oficio de carpintero mundo. ¿No aprendió un montón  de cosas Jesús? ¿Y cuál es el problema? ¿Acaso es negativo aprender? ¿Tenemos que saberlo todo? ¿No demuestra la grandeza de un corazón que va creciendo cuando uno aprende? Y esto es lo que hace Jesús. Y esto es lo que hace en este evangelio, una mujer le enseña a Jesús. ¿Por qué le enseña? Porque Jesús tenía claro cuando empieza su misión que la misión de él es para los judíos. Es lo que nos dice acá “yo vine para las ovejas pérdidas de Israel, no vine para las otras”. Sin embargo cuando empieza a escuchar la fe de esta mujer Jesús  se abre a un mundo nuevo que es el mundo pagano. Y lo hace muy rápido, por lo menos por experiencia propia a mí crecer y aprender me cuesta bastante, y tardo bastante y soy cabeza dura.
Jesús muestra una rapidez en la que en cuanto lo ve se abre a eso, bueno ahora toca el territorio pagano, y “¡qué grande que es tu fe!“ , hasta se admira de lo que está pasando y no solo termina acá, va a ir a Tiro, va a ir a Sidón va a hacer milagros, va a multiplicar los panes va a mostrar que el don de Dios es para todos y aun en eso nos enseña a nosotros, todos tenemos que aprender , todos tenemos que ir agrandando cada día más el corazón e incluir más a los demás, ese es el camino, esa es la invitación que nos hace a cada uno de nosotros, porque nosotros somos hijos de esta mujer, somos todos paganos, salvo que alguno tenga en sus genes raíces judías, no lo sé, somos todos provenientes del paganismo, somos todos provenientes de este camino que abre Jesús a través de esta mujer que le pide que el don de Dios sea para todos, y que Jesús comienza a hacerlo, y que después van a seguir los apóstoles que aprendieron de Jesús y después nos tocará seguir a nosotros en cada uno de nuestros lugares y Jesús muestra como siempre hay algo nuevo que supera lo anterior, y por eso nos pide que la misericordia supere los sacrificios nos pide que la persona esté siempre por encima de la ley, nos pide que la fe supere toda de división, raza, ideología totalitarismo y ese es el camino. Y cuesta aprender eso, siempre cuesta. Ver eso siempre cuesta. Es más fácil quedarme en mi seguridad de lo que sé que abrirnos a lo nuevo. Pero Jesús me invita a eso. Anímense a dar un paso más, miren dónde estamos discriminando dónde somos intolerantes, dónde no formamos puentes, dónde no nos encontramos con los demás.
 Creo que vivimos un tiempo difícil donde no todos, pero, muchos tienden a derribar puentes. Jesús dice que la fe es por definición inclusiva, tengo que incluir a los demás. Si no me voy quedando, es el camino, es casi la exigencia que nos pide Jesús. Cómo irnos integrando los unos a los otros como ir dando pasos. Y esto es difícil, el aprendizaje no se hace sin sudor, sin lágrimas sin costarnos muchas cosas. Sin muchas veces ser rechazados, pero es así el camino que nos pide que nos miren mal porque nos juntamos con tal que nadie nos mira, porque ayudamos a uno que lo dejan solo y tenemos miedo de pasar vergüenza, y si no pasamos vergüenza frente a Jesús que nos pide que seamos ese signo, ahí en ese momento. Si no nos pasa como en la primera lectura porque el aliento que empieza a hacer Jesús ya  nos lo dice Isaías. Isaías nos dice que el don de dios es para todos los hombres, para todos pueblos, pero se quedó en palabras, el pueblo no lo aprendió, el pueblo de Israel no aprendió que eso era para todos. Y nosotros también nos podemos quedar en palabras  porque muchas veces decimos “no, no hay que discriminar, no, hay que trabajar por la unidad, no son todos buenos, pero no resiste el test de la experiencia, después en la vida diaria, después nosotros no lo vivimos. Por eso tenemos que pedirle a Jesús que nos ayude a dar ese paso, que nos ayude a trabajar en la unidad, la fe tiene que derribar fronteras. Y no solo le paso eso al pueblo de Israel, nos pasó muchas veces como Iglesia, nos pasa muchas veces como comunidad, nos pasa también como familia, nos pasa como sociedad. El camino de Jesús va a ser siempre el otro, cómo aprender también nosotros a incluir a los demás y que nuestra ve nos lleve a eso. Creo que en esta semana podemos pedirle a maría ya que es Nuestra señora de la Unidad que trabaja por la unidad de todos, que nos regale un corazón  así, que nos regale un corazón que sepa llegar al otro, que mire al otro siempre como un hermano, que a través de la fe sepa descubrir que es un hijo y una hija de dios y que tengo mucho más que me une de lo que me separa. Pero para eso tengo que pedirle que la fe me regale ojos nuevos, una manera nueva de mirar una manera nueva de acercarme a los demás. Pidámosle a María que seguramente acompañó a los apóstoles para que también vivieran esto, cuando ellos tuvieron que aprender esto esa primera gran misión a los paganos. Que también nosotros por medio de ella podamos seguir este camino y a través de la fe llegar a todos.
Lecturas
Is 56,1.6-7
Sal 66,2-3.5.6.8
Ro 11,13-15.29-32

Mt 15,21-28

viernes, 8 de agosto de 2014

Homilía: “Jesús se compadeció” – XVIII domingo durante el año


Hay una frase del Dalai Lama que dice: “Si quieres que los demás sean felices, compadécete de ellos. Si quieres ser feliz, practica la compasión.” Pone el ser compasivo como camino para alcanzar la felicidad que todos deseamos y buscamos. Lo que pasa es que este valor, esta virtud que es la compasión y que pone de manifiesto Jesús en el evangelio, muchas veces ha sido minusvalorada. Casi que la compasión en algunos ambientes es tenerle lástima al otro, es decirle “pobrecito” al que está en aquel lugar. Sin embargo, la compasión en su sentido verdadero tiene un significado mucho más profundo: el poder estar en el lugar del otro, el poder sufrir con el otro, el poder tocar el corazón del otro y también el de uno mismo. Eso me permite salir muchas veces de mí mismo, me permite romper mi egoísmo, me permite romper mis propias barreras que no me dejan encontrarme y acercarme. Es por eso que todos los signos de Jesús en este evangelio comienzan diciendo: “tuvo compasión”; es decir: pudo descubrir lo que pasaba en el corazón del que estaba delante de Él. No empezó a plantear teorías o pensamientos (que lo alejarían del otro) sino que pudo ver la necesidad del corazón del que estaba en frente y pudo sufrir con él. Por eso sanó a los enfermos, por eso dio de comer a aquellos que lo necesitaban; por eso con esos cinco panes y esos dos pescados comieron hasta saciarse.
Los problemas empiezan cuando Jesús les pide a los discípulos que tengan esa misma compasión. Les dice, “denles de comer ustedes mismos”, y esto los angustia: tenemos cinco panes y dos pescados, no podemos hacer nada. ¿Qué es lo que yo puedo hacer desde mi lugar? En vez de darles de comer, como dice Jesús, ellos piensan: mandalos a sus casas, hasta acá llegamos. Se abruman, “¿Qué es lo que voy a poder hacer yo frente a estos cinco mil hombres, sus mujeres y niños?”
Muchas veces nosotros pasamos por la misma sensación que los discípulos. ¿Cuántas veces pensamos que lo que nosotros podemos hacer es poco y nada? Desde lo sencillo, desde cuando alguien nos pide algo en una esquina; tendemos a pensar, no en lo que me pide el niño que están en la calle, sino, ¿qué es lo que yo puedo cambiar de la situación de este chico?, o ¿qué es lo que yo puedo cambiar de la situación del país? Cuando alguien se nos presenta y prácticamente nos vuelca encima su vida, con todas sus angustias, pensamos ¿qué es lo que puede hacer por el otro?, y la respuesta que nos surge es: “yo no puedo hacer nada”, en vez de empezar a valorar el estar ahí, el poder escuchar. Nos preguntamos, ¿qué es lo que puedo hacer yo por mi país desde mi lugar? Me angustio y siento que no puedo hacer nada, que es demasiado el cambio que tiene que haber. Creo que muchas veces tenemos, de diferentes maneras, la misma tentación que los discípulos: yo no puedo hacer nada, entonces me saco esto de encima; con mi propia vida, limitada, me quedo estático porque me paralizo frente a la necesidad del otro. No obstante, cuando Jesús se hace presente, Él los tranquiliza y les dice: Yo soy el que va a poner el signo, Yo soy el que voy a hacer el gesto, ustedes repartan, ustedes den de esto que yo les doy. Ahí es cuando todo de alguna manera se hace mucho más grande. Esta es muchas veces la experiencia que tenemos cuando dejamos de lado nuestros propios miedos y dejamos que Jesús actúe.
Voy a poner algunos ejemplos de lo que me pasó esta semana. Como ustedes saben, acabo de llegar de misionar; estuve en Misiones estos últimos diez días. La primera experiencia cuando vamos a misionar es que todo nos desborda, que nosotros no nos podemos hacer cargo de una situación. En general vamos a lugares mucho más pobres del lugar en el que estamos nosotros, vemos la necesidad social que hay, necesidad de educación, necesidad de alimentos, necesidad afectiva, gente abandonada, y a uno le surge: ¿qué es lo que yo puedo hacer? Esa es la primera tentación que uno tiene: yo vine acá, pero en realidad todo me desborda.
Más allá de eso, cuando van transcurriendo los días, uno empieza a descubrir cuando pone a Jesús en el medio, cómo hay un montón de gestos que multiplican, cómo hay un montón de signos que van más allá. A mí me habían pedido que vaya a una casa porque había una chica que estaba con muchos problemas que no quería hablar con nadie y necesitaban que alguien hable con ella. Entonces, el último día antes de venirme para acá, voy a visitarla, y creo que fue la casa más rápida de todas. Llegué y le dije a la dueña de casa: “Hola, vengo a ver a tu hija, que le pediste a los misioneros que la pase a visitar…”, y me dice: “No, Padre, quédese tranquilo, ya no es necesario.” “¿Cómo que no es necesario?”, le digo yo. Entonces me empieza a hablar del encuentro de jóvenes que nosotros habíamos hecho. A éste se habían acercado alrededor de setenta jóvenes, una de las chicas había dado un testimonio de su familia y después habían hecho grupos de a cuatro; y me dice, “¿vio que había un grupito en el que lloraban mucho? Era el grupo de mi hija, estaba contando su historia por primera vez.” En un espacio donde uno piensa que no se hace nada fuera de lo común, un encuentro de jóvenes, una chica pudo abrir el corazón por primera vez, pudo contar su vida. Después salió, volvió a ir a la escuela cuando hace días no quería ir, empezó a estar mucho mejor. Entonces uno se pregunta, ¿qué es lo que hice? No hice mucho. En realidad, armamos una dinámica, hicimos grupitos, pero a una chica le cambió la vida.
¿Por qué? Porque pusimos a Jesús ahí en el centro. Jesús nos llevó, y lo que nos dijo es: pongan esos cinco panes y dos pescados y no se preocupen. Lo importante no es qué era lo que había que hacer; lo importante es ponerse en el lugar, escuchar al otro, compartir. Como éste podemos poner un montón de ejemplos de la misión, donde un montón de estos gestos se iban multiplicando, donde estos gestos cada vez se hacían más fuertes, donde los chicos sentían que todo los desbordaba. Yo pensaba, cuando leía el evangelio, ¿cuál habrá sido el pensamiento de los discípulos cuando al principio dijeron “mandalos a sus casa” y al final vieron doce canastas llenas de alimentos? Seguramente se vieron desbordaros, no entienden qué es lo que está pasando. Porque para entenderlo tengo que compadecerme, tengo que vivir este sentimiento, tengo que no asustarme ni querer sacarme el problema de encima. Tengo que estar con el otro, animarme, y desde mi lugar, hacer lo pequeño que yo puedo hacer, que no es solamente dar de aquello que parece comprado. Esto es lo que dice Isaías en la primera lectura, ¿por qué compran cosas o se alimentan de cosas que no valen la pena? “Vengan conmigo”, dice Dios. Tomen y coman sin pagar vino y leche de madre. ¿De qué cosas nos alimentamos? ¿Nos alimentamos de la Palabra de Dios? Porque nuestra sensación es que no podemos solucionar económica, social o afectivamente la vida del otro. Pero cuando nos dejamos alimentar de esa Palabra de Dios, hay un montón de cosas en las cuales podemos acompañar y estar, en las cuales podemos escuchar, acompañar, ponernos al servicio, ser solidarios, compartir la vida. Tendremos que ver la situación, y fijarnos cómo podemos estar con el otro desde ese lugar. Esa es la clave, no sacarme el problema de encima, sino el estar y compartir. En el ejemplo que yo les ponía, ¿qué es lo que hace posible el gesto en la misión? Que estamos ahí diez días. Las cosas y los días van pasando y uno va viendo un montón de gestos y de signos, y cómo la gente se quiere aferrar a eso. No les llevamos ropa, no les llevamos comida, no es que les solucionamos la situación social,  pero la gente les pedía a los chicos: “Por favor, quédense. Estén con nosotros.” Eso es lo que pide Jesús, que estemos presentes en la vida de los demás, que acompañemos. A veces en el silencio, a veces en el dolor, a veces sufriendo, pero estando ahí. Todos tenemos la experiencia, aún en los momentos más difíciles que hemos pasado en la vida, de la presencia de alguien a nuestro lado como un sostén, un signo de Dios para nosotros.
Pidámosle a este Jesús que es el que hace los milagros, a este Jesús que con muy poco nos da mucho, que nosotros nos demos cuenta que el que trabaja es Él, que nosotros nos animemos a ser ese signo, ese gesto que está presente, para que de esa manera, Jesús haga posible ese milagro.

Lecturas:
*Isa 55,1-3
*Sal 144
*Rom 8,35.37-39

*Mt 14,13-21