Hoy vamos a cambiar un poco, para que no se aburran tanto. Para comenzar
la homilía, los voy a invitar a que cierren un momento los ojos, y piensen cuál
es la preocupación, la inquietud, la duda, aquello que hoy más le cuesta en el
corazón. Les doy un momento, y anímense a pensar.
---
Manteniendo los ojos cerrados, imagínense ahora que Jesús se les hace
presente, va a ustedes, y les dice: “No se inquieten, no se preocupen,
mantengan la calma, estén tranquilos, crean en Mí”. Y anímense a vivir esa paz
que este Jesús, que este Dios, trae al corazón.
---
Ya pueden abrir los ojos.
Esto es lo que hace Jesús con sus discípulos en el evangelio que acabamos
de escuchar. Los discípulos tienen miedo, están preocupados, no saben lo que
está por pasar, tienen un montón de dudas. Las cosas cambiaron, no son como
antes; y Jesús les dice: “No se inquieten, no se preocupen.” En palabras
nuestras sería: “tranqui, quedate tranquilo”.
Podríamos pensar cuáles son las personas que a nosotros nos hacen sentir
tranquilos, nos sacan de nuestras angustias, de nuestras preocupaciones.
¿Vieron cómo los chiquitos, cuando están preocupados, angustiados, van
corriendo hasta mamá o papá y le piden “¡upa!¡upa!” y se suben? Ahí se empiezan
a tranquilizar, porque se sienten seguros y se quedan tranquilos. Bueno, esa
tranquilidad de niños nos invita a tener Jesús en Él. Pero para eso tengo que
creer en Él, tengo que confiar en Él. “Crean en Mí”, les dice Jesús. Sin
embargo, esto es difícil. A todos en las preocupaciones, en las dudas, nos
cuesta confiar y creer. Tal es así que después de que les dice eso, Tomás
empieza a decirle: “bueno, pero no sé ni adónde vas, ni cuál es el camino”;
Felipe, “mostranos al Padre”; empiezan a aparecer todas las preocupaciones.
Pero Jesús les sigue diciendo: tranquilos, pongan el corazón en Mí.
Creo que este evangelio es tal vez una muestra de lo que pasa con nuestra
cultura, hoy vivimos siempre preocupados. Siempre estamos en medio de
problemas, siempre hay dificultades. No sé si es más fácil o más difícil que en
otras épocas, pero siempre estamos como intranquilos en el corazón; nos cuesta
mucho descansar. Pero hay un Jesús que también nos quiere volver a decir a
nosotros que descansemos en Él, que reposemos en Él. ¿Cómo? Creyendo,
confiando, poniendo nuestro corazón en sus manos.
Vivimos épocas convulsionadas por un montón de cambios, por inseguridades
sociales, económicas y políticas; pero sobre todo por inseguridades personales,
porque somos inseguros de nosotros mismos. Entonces, como somos inseguros
queremos tener todo controlado y nos cuesta confiar. Y entonces, todo parece
enorme. Cualquier problemita, cualquier cosa que pase, es una carga y una
angustia muy grande. Y Jesús vuelve a abrirnos los ojos, y a pedirnos que
reposemos en Él. Vuelve a decirnos: tranquilos, no se inquieten. Y nos lo dice
hasta el cansancio, porque quiere que descubramos que en Él se puede vivir algo
distinto.
Ahora, para eso tengo que animarme a pararme en Él, tengo que pedirle:
aumentá mi fe, ayudame a creer y a confiar. Esto que para nosotros es tan
complejo y tan difícil, soltar las cosas y confiar en Jesús. Y a veces nos
preguntamos, cómo lo va a hacer Jesús, de qué manera, de qué forma, no veo la
salida, no encuentro la manera. Esto es lo mismo que le pasa a Tomás: “Señor,
no sabemos ni adónde vas. Vos me decís que te vas a una casa que tiene
habitaciones, bueno, ¿dónde queda esa casa? No sabemos el camino.” No es como
ahora cuando nos vamos de vacaciones, que está todo explicado cómo llegar, o
que el GPS ahora nos dice: “gire a la derecha, recalculando, gire a la
izquierda…” Nosotros quisiéramos que la fe fuera así, porque pareciera más
fácil. Pero en la fe no está todo calculado y controlado; la fe es descansar en
Jesús, es confiar en Él. Por eso cuando Tomás quiere un mapa que le indique a
dónde tiene que llegar, y por dónde tiene que caminar, y qué paso tiene que
hacer, y que todo sea mucho más seguro y más fácil; Jesús le dice: Yo soy el
camino. “Yo soy el camino, Yo soy la verdad, Yo soy la vida. Cree en Mí”. Esa
es la invitación para nosotros.
Podríamos pensar si a nosotros nos cuesta encontrar el camino como a
Tomás. Y Jesús lo encuentra por nosotros, Jesús nos dice: Yo soy el camino para
vos, quedate tranquilo cuando no veas la salida, cuando no lo encuentres,
cuando no lo veas claro, yo te voy a guiar, yo te voy a llevar, yo voy a
caminar con vos. Como esa oración tan linda que seguramente todos conocen de
las huellas en la arena, que una persona mira y ve esos dos pares de huellas
porque Jesús lo acompaña, y ve que en los momentos difíciles hay sólo un par de
huellas, y le reprocha a Jesús. Y Él le contesta: No, en esos momentos no me
fui, te alcé, te llevé. Y Jesús nos dice eso. Si te animás a poner las manos en
Mí, te voy a guiar. Y a veces nuestra fe va a flaquear un poco, y a veces
sentimos que vamos para delante, a veces sentimos que vamos para atrás, a veces
que hay algo que no sirve de nada, y ¿qué nos dice Jesús? Cuando no veas las
cosas claras, confiá, creé. Nos vuelve a repetir las cosas.
Y uno pensará, ¿será como Cholo que está un poco con el disco rayado, que
repite varias veces lo mismo? No, es que lo esencial siempre se repite varias
veces, siempre se vuelve a eso. Y Jesús seguramente los cansó a los discípulos
diciendo: miren, son pocas cosas, pero son básicas. El problema no es decirlas,
en eso somos todos doctores; el problema es vivirlas. Me acuerdo que una vez
Pablo VI dijo que “las palabras iluminan pero los ejemplos arrastran”. Y pienso
en esta frase para este evangelio porque lo raro es que el evangelio tendría
que ser al revés. ¿Por qué tendría que ser al revés? Porque el que está en
problemas es Jesús. Jesús está en la Última Cena, está por dar la vida,
tendrían que estar los discípulos diciéndole: “bueno, tranquilo Jesús, tenés
que subir la a la cruz.” No sé, tratando de tranquilizarlo por todo lo que se
le viene. Y en vez de eso, está Jesús con una calma que asombra, tranquilizando
a sus discípulos, aún en este momento.
¿Por qué puede hacer esto Jesús? Porque Él sabe en quién descansa. El que
a Jesús le dijo “no te inquietes” es el Padre; el que le dijo “podés descansar
en Mí”, es Dios. Y como Jesús descubrió en su Padre el Camino, la Verdad y la Vida,
da testimonio de eso. No se inquieta, y lo transmite. Por eso el ejemplo de
Jesús arrastra, porque lo vive, porque lo que fue mamando y aprendiendo y
creciendo, lo encarna. Cuando nosotros vemos los valores encarnados, eso es lo
que nos mueve, lo que nos conmueve y nos llama también a nosotros a poder
vivirlo. Bueno, Jesús nos dice que Él es ese camino, que Él nos va a guiar y
nos va a acompañar, que nos va a ir dando señales; que Él es esa verdad, que
cuando no tenemos respuestas, cuando no sabemos, volvamos a Él, animémonos a
poner el corazón, a rezarle. Él es la vida; esa vida que a veces sentimos que
anda tirando, esa vida nuestra que a veces no valoramos, que no queremos, esa
vida en los demás que a veces nosotros o el mundo no quiere, tiene valor. ¿Por
qué? Porque nos la dio Jesús. En Él todos tenemos vida, si nos animamos a
mirarnos con sus ojos. Si nos valoramos con sus ojos, nos valoramos, nos
queremos, nos amamos; con lo que nos gusta, y con lo que no nos gusta tanto.
Esa es la invitación de Jesús para nosotros, a que nos animemos a vivir esa
vida que nos da.
Muchas veces como cristianos, vivimos como en una eterna Cuaresma, todo
es un problema, todo son dificultades; parece como que no encarnamos la Pascua.
Bueno, estamos en tiempo pascual, tendríamos que vivir la alegría de lo que es
la Pascua de Jesús. Animémonos a encarnarla. Y la alegría es descubrir estas
cosas, estas imágenes que Jesús nos da; qué bueno que Jesús me diga “Yo soy el
Camino”, puedo confiar en Él; qué bueno que me diga “Yo soy la Verdad”, voy a
encontrar respuestas; qué bueno que me diga “Yo soy la Vida”, Él me trae vida.
Vivamos la resurrección de Jesús, alegrémonos de eso, animémonos como Iglesia y
como comunidad a vivir la Pascua, a vivir el paso, a no quedarnos como siempre
quejándonos por los problemas, sino a descubrir que Jesús nos trae una
esperanza diferente y distinta; a un Jesús que nos muestra el Camino, nos trae
la Verdad y nos regala Vida.
Animémonos entonces durante estos días a poner el corazón en Jesús, a
rezarle; a pedirle que nos tranquilice, que nos ayude a poner el corazón en la
Fe, que nos aumente la Fe; a que nos muestre ese camino que necesitamos, esa
verdad que hoy requerimos, esa vida que necesitamos también sacar de adentro.
Pidámosle a Jesús, que así como hizo con sus discípulos, nos muestre
también el camino hacia esa casa del Padre.
Lecturas:
*Hech 6, 1-7
* Sal 32,1-2.4-5.18-19
*1Pedro 2,4-9
*Jn 2,4-9