Hay una
película que se llama “En Busca de la
Felicidad” que narra la vida de Chris Gardner; un hecho más o menos
verídico. Es un hombre que viene con la vida en picada, no le vienen saliendo
bien las cosas. De casualidad, termina encontrándose con un hombre de una firma
que cotiza en la bolsa, y éste lo invita a postularse para una pasantía en
dicha firma.
Él está muy
entusiasmado con esta entrevista que va a tener. La noche anterior, está
pintando su casa cuando le tocan la puerta, aparece la policía y se lo llevan
preso porque debía unas multas. Tiene que pasar la noche en la comisaría, hasta
que al día siguiente le hagan el descuento de su cuenta para poder salir. Sale
prácticamente en el horario de la entrevista, entonces piensa: ¿qué hago?,
¿pierdo la entrevista o me voy para allá? Estaba con la ropa de la noche
anterior, todo pintado… Decide finalmente ir a la entrevista. Llega el momento
y lo hacen pasar, generando la sorpresa de todos, vestido así en una empresa
seria. Y Chris dice: “Hace veinte minutos que estoy pensando en salir corriendo
por la misma puerta por la que entré. Pero llegué hasta acá, y vine a la
entrevista a la que me habían invitado.” Lo primero que le preguntan es:
“Póngase en nuestro lugar, ¿qué le diría a unos hombres que lo ven llegar así?
Todo pintado, sin una camisa…” Él le dice: “que tiene unos lindos pantalones.”,
como para salir graciosamente.
La entrevista
sigue, pero lo central en lo que yo pensaba es que él se anima a renunciar a la
imagen que quería dar. Él quería mostrarse de una manera, había pensado la
entrevista de una forma, quería que las cosas fueran como él esperaba. Pero al
final tiene que renunciar a eso, aceptar que le tocó esa forma. Me tocó esta
forma, me tocó esta manera, me tocó esta imagen que es la que hoy puedo dar.
Animarse a dar ese paso. Esto puede parecer muy sencillo, pero podríamos pensar
en las veces que nos cuesta dar ciertas imágenes, que en la vida ponemos como
fachadas, en las que no queremos renunciar a ciertas cosas. Preferimos que nos
conozcan de una manera o de otra; que sepan esto pero que no sepan tal otra
cosa.
Podemos
también pensarlo en otras cosas sencillas, yo ya no tengo ni diez años, ni
veinte, ni treinta; me quedo en cuarenta por ahora, y tengo que renunciar a lo
que podía hacer cuando tenía diez años, veinte o treinta. Por más cirugía
plástica, lifting, lo que me haga, ya tengo la edad que tengo. Tengo que
animarme a habitar y a vivir con eso. Muchas veces no nos animamos a vivir la
edad que tenemos, seguimos con la nostalgia de lo de antes, sin querer
renunciar a la edad que teníamos antes, y como no renunciamos a eso, no
terminamos de vivir la madurez y lo lindo de lo que me toca, de lo que esta
edad me regala. Pero para eso tengo que animarme a morir en lo anterior y a
nacer a esto. Eso muchas veces se hace con dolor. Hay cosas que nos cuesta
dejar.
También pasa
con los proyectos, cuando éramos más jóvenes, a veces teníamos un montón de
proyectos, cosas que habíamos pensado, que así iba a ser mi profesión, mi vida,
mi familia, que íbamos a cambiar el mundo… y a veces uno se da cuenta que de
casualidad logró cambiar alguna cosa de su metro cuadrado, y de que algunos
proyectos puede hacerlos y otros no. A veces nos peleamos con eso. Pensamos que
a “x” momento de nuestra vida íbamos a llegar de una forma, con cierto status
social, de esta manera, con este proyecto. En vez de habitar lo que Dios me
regala hoy, me sigo peleando contra eso, sigo enojado por esto, y no puedo
aceptar esto que Dios me dio, habitarlo, vivirlo, hacerlo dar fruto.
Esto
obviamente es muy sencillo de decir pero es la Pascua cotidiana que Dios nos
invita a vivir. Hoy Jesús en el evangelio usa esta imagen: si el grano de trigo
que cae en tierra no muere, no puede dar fruto. Porque eso es lo que está por
vivir Jesús. Jesús ha descubierto, ha elegido dar la vida. Jesús dice
claramente, a mí nadie me la quita la vida, yo la doy voluntariamente. ¿Por
qué? Porque sabe que ese es el camino para que dé fruto. Y dice, mi alma está
turbada, me cuesta dar la vida, no es fácil dar la vida. Trae dolor, trae
sufrimiento, pero si caminé hasta acá por esto, si ya lo elegí, animarme a dar
este paso. Esto nos va a tocar vivirlo a todos en algún momento.
En algún
momento, los días que Dios nos regala en este mundo se acabarán, y tendremos
que aprender a soltar esta vida para nacer a una vida nueva. Tenemos
experiencias cercanas o no tan cercanas de personas queridas que han partido, y
tenemos que aprender a soltar en nuestra vida, pero más allá de esa pascua, que
es ese paso de la muerte a la vida, cotidianamente también se nos pide hacer
ciertas pascuas. Esas pascuas también traen su dolor o su sufrimiento. Pero
también hay que acordarse de que hay cosas que mueren, para que otras cosas den
fruto. La promesa de Jesús es que va a dar fruto. Ese el camino de la Cuaresma:
ver a qué cosas puedo morir, para que otras den fruto, para mirar cuál es el
fruto que hoy pueden dar. Podemos pensar en cosas sencillas. ¿Qué actitudes
mías no dan fruto?, y le puedo pedir a Jesús que me ayude a cambiarlas. Que me
ayude a dejar morirlas, para que nazcan actitudes que pueden dar vida. A veces
me pasa que yo esperaba esto de esta persona de mi familia, y no me lo da. Para
dejar que dé fruto, tengo que renunciar a ciertas cosas, dejo morir esto, mis
expectativas, mis ilusiones, la manera en que yo pensaba que el otro iba a ser,
para que pueda dar fruto, para que caminemos juntos, para que nos podamos
encontrar, para que esa vida que en el amor Jesús nos invita a tener, pueda ser
más grande. Esto es cotidiano en la vida.
Tal vez, para
no marearlos tanto pongo un ejemplo. Cuando los padres empiezan a pensar en
tener otro hijo, ponen un montón de cosas en la balanza. ¿A qué estoy dispuesto
a renunciar? Hay pasos, proyectos, cosas que si doy esta vida, voy a tener que
dejar atrás. Eso lleva tiempo de madurez en el corazón. Llegó la hora de ver si
me animo a dar este paso. Renuncio a esto para dar vida, para que esta vida
pueda ser posible.
Jesús nos
pide esto cotidianamente, y hay momentos donde llega la hora de dar ese paso.
Esta es la clave de Juan, ha llegado la hora de que algo muera para que algo
resucite. Para que en nuestra vida ciertas cosas den fruto y resuciten,
necesariamente tienen que morir otras. Lo central de la Pascua de Jesús es la
resurrección. En general nosotros
estamos mucho más acostumbrados a decir: “Jesús murió por mí”, en vez de decir “Jesús
resucitó por mí”. Miramos lo negativo. Para poder mirar lo positivo de la vida,
sí voy a tener que dar ese paso, voy a tener que dejar que ciertas cosas queden
atrás.
Lo mismo en
la fe. Hoy se acercan estos hombres a decir: “queremos ver a Jesús”. Bueno, los
que tienen que mostrarle a Jesús ahí son Felipe y Andrés. También a nosotros de
muchas maneras nos van a decir: “queremos ver a Jesús”. Pero para poder
transmitir bien a Jesús, habrá ciertas cosas a las que tendremos que morir,
para poder mostrar una imagen mejor de Jesús, para poner un ejemplo de esto. En
este tramo de mi vida, tal vez el paso más fuerte que tuve que dar, es
renunciar a cierta manera en la que yo vivía la fe. Durante mucho tiempo yo
pensé que Jesús me pedía cómo podía ser mejor cristiano. Y después descubrí que
eso tenía una trampa. Jesús no me pide que sea mejor, sino que sea más bueno.
¿Cómo podes ser más bueno?, ¿cómo podés amar mejor? Y a veces para amar de una
manera más entregada, uno tiene que renunciar a ciertas cosas. Porque el ser
mejor me termina alejando de ciertas cosas, me aleja de los demás y me aleja de
Dios. Jesús me invita a agrandar el corazón, a tener un corazón que está más
dispuesto al otro, a escucharlo, a veces a que te den una mano, a veces a
soportarlo, dice Pablo, a tener un corazón más misericordioso. De esa manera transmitir
con esos gestos mucho mejor a Jesús, poder estar más cerca del otro. Pero para
eso tengo que renunciar a cierta imagen.
En este
camino de la Cuaresma, se nos pide prepararnos para esa hora de la Pascua.
Descubrir qué queremos que muera, para que algo resucite. Animémonos a mirar en
estos días de Cuaresma que nos quedan, a qué cosas queremos morir para ver qué
cosas queremos dejar atrás, para que también esta Pascua haga Pascua en
nosotros.
Lecturas:
*Jeremías 31, 31-34
*Salmo 50
*Hebreos 5, 7-9
*San Juan 12, 20-33