miércoles, 9 de septiembre de 2009

Homilía: "¡Efata! ¡Ábrete!"

Este año salió una película que tuvo una traducción un poco trágica: “Simplemente no te quiere”. Es una comedia romántica muy linda, en la cual en una escena Gigi entra a un bar esperando encontrar a un hombre con el que había salido hacía una semana. Se sienta en la barra para tomar algo cuando se acerca Alex, el que regenteaba el lugar, y le pregunta si quiere tomar algo. “No, no, estoy esperando a alguien”, le responde Gigi.
-“Ah, ¿estas esperando a tu novio?”
- “No, no estoy esperando a Connor, un chico con el que salí la semana pasada.”
-“No pero Connor hoy no va a venir, hoy es jueves. Los jueves no viene.”
En ese momento y frente a quedar en evidencia Gigi intenta inventar una excusa de porque esta ahí, y Alex se da cuenta y le dice: “Mira, Connor no va a venir hoy”. Ella se da cuenta que esta en un aprieto, que no hay excusa que valga para explicar porque esta allí, y después del papelón se levanta para irse. Sin embargo cuando se está yendo Alex le dice: “quedate, te invito a tomar algo.”
Aparece luego una escena al final cuando el bar esta cerrando en el que justamente este chico Alex le dice, “mira, me caes bien, me caes simpática, así que te voy a decir algo, Connor no te va a llamar nunca.”
-“No, ¿pero por qué no me va a llamar?”, le responde Gigi.
- “Yo soy hombre, he hecho esto muchas veces y no te va a llamar.”
- “Pero puede ser que haya perdido mi número, que esté muy ocupado, que se murió su abuela, que fue de viaje...”
-“O puede ser que no te quiere llamar”, le dice. Y ella empieza a contar una historia en la que una amiga, Tery, tenía una amiga a la que un chico no la llamó durante mucho tiempo hasta que terminaron casándose.
- Alex le contesta: “Bueno mirá, más allá de tu amiga, esa no es la regla, esa fue la excepción. La regla es que si un chico te quiere llamar, te va a llamar. Y si no te quiere llamar, no te va a llamar. Bueno Connor no te va a llamar, vos sos la regla así que olvidate.”
-Y Gigi dice “Me dejaste pensando”.
Y esta escena esta en consonancia con como empieza la película, donde un chico empuja a una chica que esta jugando en una plaza siendo ambos muy chiquitos y cuando ella le pregunta por qué me empujaste, el chico le contesta: “porque tenes cara de popo”. Y la mamá, cuando la chiquita va llorando le dice: “no te preocupes, te dijo eso porque le gustas”.
Y empieza así empiezan a pasar un montón de frases hechas que las chicas se dicen entre si, que ustedes conocerán mejor que yo. No te llama: “porque le gustas mucho”, “porque es una relación seria”, “porque sos muy linda” o por lo que fuera. Y aparece una pregunta que queda picando que es “¿por qué no podemos decirnos nosotras, las mujeres, la verdad y buscamos siempre algo más?”.
Pero creo que se podría profundizar esa pregunta y más que decirse la verdad unos a otros, podríamos decir: ¿porque no podemos aprender a comunicarnos? ¿por qué no podemos aprender a decir lo que nos esta pasando? Tanto los varones como las mujeres en cualquier vínculo o relación, ¿por qué es tan difícil abrir el corazón al otro? ¿por qué es tan difícil mostrar lo que estoy pensando y lo que estoy sintiendo? Aún cuando en la cultura de hoy parece como contradictorio o paradójico.
Vivimos en una cultura, en una era llamada de la globalización, más allá de que unos últimos estudios dicen que el 40% de la población mundial todavía no hizo una llamada por teléfono. Sacando ese 40%, un poco bastante de gente, pensemos en el resto. Ya que vivimos en ella, ya que somos parte de la cultura de la globalización, donde parece que estamos re-comunicados. Tenemos un montón de canales de comunicación, de los cuales aún cuando no encontramos nada, por ejemplo, podemos hacer zapping en la tele durante un rato largo, haber si por arte de magia aparece algo de golpe, ya que cuantas veces no encontramos nada. O porque tenemos un montón de cosas para ver o para comunicarnos en internet. Podemos mandarnos mails, podemos encontrar al otro muy rápido con los celulares, podemos usar las redes sociales, tipo Facebook, y no se cuantas cosas más hay.
Bueno, ¿eso nos hace estar comunicados con el otro? Podemos decir que quizás tenemos mucha más información del otro, pero de todo eso que manejamos en el día, ¿nos queda algo? ¿hay algo verdadero de todo eso que hablamos, algo que nos da verdadera vida y que recordamos al final del día? Para poner un ejemplo nomás, ahora podemos encontrarnos todos muy fácil, todos en general tenemos celular entonces si queremos encontrar a alguien y el otro quiere que lo encuentren, podemos llegar a encontrarlo. Lo llamamos al teléfono y es simple. Sin embargo eso que hace fácil ubicar a un hijo o a alguien cercano, ¿hace que sepamos comunicarnos con el otro? ¿o hace que sepamos a veces dónde esta solamente? ¿hace que sepamos lo que le esta pasando, lo que esta viviendo, lo que le esta sucediendo? Porque velocidad, que es lo que nos da la nueva cultura, cantidad, no hace a la calidad. Son cosas distintas. Pero lo que a nosotros nos ayuda a crecer es cuando hay una verdadera calidad en la comunicación. Cuando más allá de la cantidad, de la velocidad, eso lo podemos transformar en algo que nos haga bien, en algo que nos ayude a comunicarnos de verdad. Y creo que esto nos cuesta a todos. Y es por eso que día a día tenemos que trabajar para aprender a abrir el corazón, aprender a escuchar, aprender a crecer en el diálogo con el otro.
Pensaba esto entorno a este Evangelio en el cual a simple vista Jesús hace un milagro más. Jesús va, agarra una persona que estaba enferma, que era sordomuda, y la cura. Lo hace escuchar y lo hace poder hablar. Y hasta ahí no tiene nada nuevo, es lo que hace Jesús en muchos de los pasajes del Evangelio. Sin embargo si nos ponemos a mirar con un poquito más de detalle hay algunas cosa de este relato que llaman la atención. En primer lugar dónde hace el milagro Jesús. Todos los lugares que nombra por donde Jesús esta atravesando son pueblos paganos, pueblos que no conocen a este Dios, pueblos que no han oído hablar de Jesús. Y es ahí donde Jesús justamente hace un milagro que es que puedan oír y que puedan hablar. ¿O no será que Marcos nos quiere enseñar algo nuevo? Que Jesús en ese signo nos esta mostrando lo que quiere hacer con su pueblo, o con todos los pueblos, que es abrir el oído para que puedan escuchar. Para que puedan escuchar a este Dios del cual todavía no se les ha hablado. Para que puedan entenderlo, para que puedan comprenderlo. Abrir los labios para que puedan responder si quieren seguirlo o no, si aceptan ese mensaje, si lo quieren anunciar. Y nos muestra con este pueblo lo que quiere hacer con su pueblo. Lo que quiere hacer con todos los pueblos. Que aprendamos a escuchar a un Dios nuevo. Que aprendamos a escuchar a un Dios que nos trae un mensaje nuevo, que quiere hablarnos al corazón y que quiere que nos animemos a responderle si queremos estar con Él o no. Esto es para todos. Como en la primera lectura de Isaías, el pueblo va a escuchar de este Dios, va a volver a escuchar de este Dios de una manera nueva, y va a tener que aprender a hablar de una manera nueva. Nosotros también tenemos que aprender a escuchar de este Dios de una manera nueva, ya que quiere tocar nuestros corazones para que escuchemos verdaderas palabras de vida, para que no escuchemos solo algo que nos informa, que se nos dice, sino alguien que toca nuestro corazón. Para que podamos responderle si queremos caminar o no con Él.
En segundo lugar, es muy llamativo cómo hace el milagro Jesús porque casi que pensamos demasiadas cosas dice Marcos. Le mete los dedos en la oreja, pone saliva en su boca, casi que uno diría: no nos cuentes más como lo esta haciendo. Entonces podríamos pensar: ¿por qué cuenta tanto?
En realidad cuando Jesús hace milagros lo puede hacer mucho más simple. Alguna vez dijo “vuelve a tu casa ya está curado”, ni siquiera tiene que estar en el lugar. Entonces ¿que nos quiere decir con esto? Y creo que lo que nos quiere decir es que Jesús se compromete, que Dios se compromete, y que se compromete realmente con nosotros. De tal manera que no tiene problema en tocarnos, en hacer lo posible, en este caso, para que podamos escuchar y podamos hablar. Y que se va a esforzar con toda su vida para lograrlo. Para que podamos escuchar, hablar, ver a un Dios distinto que se acerca a nosotros. Y que lo muestra desde que se encarnó. No es un Dios que esta impasible más allá de todos. Es un Dios que se compromete, que nos ama tanto, que nos quiere tanto, que se encarna, que se hace hombre, que esta con nosotros, que predica, que busca la manera de abrirnos...
Una de las pocas palabras que nos quedan en arameo: “Efata”, Ábrete. Eso es lo que quiere hacer con nosotros. Abrir. No solo el oído, la boca sino también los ojos, el corazón... Para que podamos descubrir a alguien nuevo. Y por eso se compromete hasta el final, aún cuando le cueste dar la vida. El problema es que pareciera que a Dios nada le cuesta. Siempre hablamos del amor gratuito, siempre hablamos del perdón gratuito. Que es verdad en parte. El amor de Dios es gratuito, el perdón de Dios es gratuito. Ahora, eso no significa que no le cueste. ¿Cuánto nos cuesta a nosotros amar, crecer en el amor? ¿Cuánto nos cuesta hacer un camino en el corazón para aprender a perdonar, para aceptar el perdón, para decirle al otro que me equivoqué? Bueno, a Dios también le cuesta. ¡Vaya si le cuesta! Le va a costar la vida, va a morir en la cruz. No es gratuito todo. Va a tener que comprometerse hasta el final si quiere algo distinto. Es más, en la cruz todos recordarán que Jesús reza “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Porque muchas veces las cosas cuestan, las cosas verdaderas.
En este caso cuesta aprender a dialogar, cuesta aprender a tener encuentros verdaderos con el otro, cuesta aprender a abrir el corazón. Y por eso viene Jesús, a intentar abrir cueste lo que cueste. Aún cuando haya que meter los dedos, poner saliva, hacer lo que haya que hacer, Jesús se va a comprometer para que lo podamos escuchar, para que lo podamos ver, para que podamos hablar de Él. La pregunta es si nosotros nos queremos comprometer con el otro para poder escucharlo, para poder entenderlo, para poder comprenderlo, para poder hablarle al corazón, para poder mirarlo de una manera nueva. Cuesta mucho, pero es la única manera de descubrir lo que da vida. Es la única manera de descubrir lo que toca el corazón. Es la única manera de poder alegrarse y gozar de lo que encontré en la vida. Esto es lo que lo mueve a Jesús. Por eso nos invita a nosotros a hacer lo mismo.
Pidámosle entonces hoy a Jesús que sea el que transforme las cosas, el que abra aquello que necesitamos. Tal vez los oídos para escuchar mejor, tal vez la boca para aprender a contar lo que me pasa, lo que me sucede, a comunicarme con los otros, tal vez los ojos para aprender a mirar desde una mirada nueva, tal vez el corazón para tener una nueva esperanza cuando baje los brazos, cuando no encuentro los caminos, tal vez la búsqueda para encontrar qué es lo que quiero, cuáles son mis deseos. Pidámosle a Aquel que pueda abrir todas las cosas, que nos ayude para que nosotros podamos encontrar aquello que necesitamos, aquello que queremos, aquello que nos da vida.
(Domingo XXIII durante el año, lecturas: Is 35,4-7; Sl 145,7-10; Sant 2,1-7; Mc 7,31-37)

No hay comentarios:

Publicar un comentario