Homilía: ¿Estamos dispuestos a dar la vida por amor? - VI domingo de Pascua
En la
película Hace mucho que te quiero,
Juliette sale de la cárcel, después de quince años de estar allí; y Léa que era
su hermana, decide, después de que los servicios sociales le piden, recibirla
en su casa. Pero su situación ha cambiado, cuando Juliette se fue ella era una
chica pequeña, y ahora ya es una mujer; está casada con Luc, tiene dos nenas, y
tiene una situación totalmente diferente. Sin embargo, decide recibir a su
hermana en su casa, y reanudar este vínculo que tenía con ella, con todas las tensiones
que eso lleva. Con todas las tensiones que tenemos cuando vivimos bajo un mismo
techo, más cuando las situaciones cambian y hasta de forma inesperada. Y van a
tener que mirar de qué manera quieren fortalecer y hacer crecer ese vínculo,
que no basta solamente con el nombre, sino por el hecho de ser hermanas y tener
que seguir creciendo en eso. Y van a tener que ir mirando, junto con su marido,
qué pasos pueden ir dando para poder aprender a convivir y a crecer en ese amor.
Esta experiencia que también, de
otra manera, todos nosotros tenemos. Todos nosotros vivimos en una familia, y
creo que no tenemos que ir mucho más lejos de nuestra familia para ver cómo
muchas veces, el vivir el amor no nos es fácil, nos cuesta. Pasamos como
distintos momentos, a veces matizados o condicionados por la edad que tenemos, cuando
hay ciertas cosas que nos empiezan a costar más, a veces por circunstancias que
empiezan a suceder. Pero todos tenemos experiencia de lo lindo que es amarnos
en familia, pero la dificultad que muchas veces esto tiene. Y cómo muchas veces
ponemos el acento en las cosas que son difíciles, en las cosas que nos separan,
en las cosas que no nos gustan del otro, y se nos va haciendo más cuesta
arriba. Es por eso que el crecer en el amor, nos implica todo un trabajo, todo
un ejercicio.
Monseñor
Romero, que fue obispo del Salvador, después asesinado, en una de sus últimas
homilías decía que el amor no era comodidad
o pasividad, sino que el amor implicaba aprender a ver qué tengo que
entregar en cada momento, implicaba también luchar, implicaba pelear por
aquello que quiero y que deseo. Y creo que si verdaderamente nos hemos animado
a ir dando pasos en el amor, sabemos que esto es una gran verdad. Para aprender a amar de verdad, yo tengo
que ir entregando cosas; para aprender a amar de verdad muchas veces tengo que
pelear y luchar por ese amor que deseo en el corazón.
Y esa es la
única forma de poder permanecer en el amor, como escuchamos que Jesús nos decía
el domingo pasado, y que continúa en el evangelio que escuchamos hoy:
“Permanezcan en mi amor”, y lo repite continuamente. Se ve que tiene
experiencia de la dificultad que en cada familia, en cada comunidad y en cada
lugar hay de permanecer en ese amor. Y como hablábamos la semana pasada, cómo
las cosas van cambiando, y cómo por eso tenemos que luchar, aún por aquello que
muchas veces nos distancia y nos diferencia. Un ejemplo de esto es la primera
lectura: el pueblo judeo-cristiano que está naciendo a ese cristianismo, a esa
nueva Iglesia, tiene que decidir qué hace, si se queda encerrado en lo que
conoce, en lo que es seguro, o si se abre a algo nuevo. Y Pedro, frente a
Cornelio, este centurión pagano, tiene que decidir: ¿lo bautizo? ¿No lo
bautizo? ¿Pasa a ser parte de la
Iglesia ? Es decir, ¿abro mi corazón a algo nuevo? Bueno, por
suerte tuvo una ayudita, en el evangelio dice que el Espíritu Santo siguió
presente y Pedro dice: si acá bajó el Espíritu, ¿quién soy yo para ponerme en
contra?, y si el Espíritu no hace acepción de personas ¿por qué lo voy a hacer
yo? Y a partir de ahí comienza esa apertura a los paganos, comienza a abrir el
corazón. Y esta experiencia la tenemos todos, aprender a amar implica un ejercicio, no es solamente un
sentimiento -como se escucha en muchas canciones o en muchos lugares- sino el
tener que ir haciendo un camino. El tener que descubrir y pasar nuevas
fronteras, tener que eliminar las cosas que nos separan, y tener que muchas
veces luchar y pelear, como decía antes, por aquello que quiero. Y es por eso
que tenemos que aprender a mirar de qué manera ir creciendo en ese amor. Y es
por eso que Jesús lo que les pide es, crezcan en ese amor, y aprendan a amar
como Yo los he amado. Y esa es la
invitación para cada uno de nosotros: aprender a amar como Jesús amó.
Ahora, ¡vaya tarea que nos dio Jesús! A veces se pone un poco exigente con
nosotros, porque aprender a amar como Jesús amó, implica aprender a amar hasta
dar la vida. Ahora, tal vez para ver eso, tenemos que preguntarnos ¿estamos
nosotros dispuestos a dar la vida? Creo que una manera de descubrir cuánto
amamos al otro es decir ¿por quién yo daría la vida? Para mirar las personar
que nos rodean. ¿Yo daría la vida por esta persona? ¿Estoy dispuesto? Y si
descubro que no, es que todavía me falta entregar muchas cosas y que todavía
tengo muchos pasos para dar en ese amor, todavía tengo muchas cosas en que
crecer para amar verdaderamente, como Jesús me invita. Eso es lo que nos
muestra Jesús, el amor verdadero implica entregar muchas cosas, y aún muchas
veces, mi vida. Y si queremos dar un paso más, podemos mirar al Padre. Porque
Jesús tiene que dar la vida, pero el Padre tiene que dar un paso más, que es
entregar a aquello que más quiere, tiene que entregar a su hijo. Yo creo que si
les preguntase a los papás o a las mamás que están acá si están dispuestos a
dar la vida por sus hijos, seguramente la mayoría diría que sí. Ahora,
¿estarían dispuestos a entregar la vida de aquello que más quieren? ¿De aquello
que más quieren cuidar y proteger? Y eso nos muestra hasta donde puede llegar
esa profundidad del amor, y cómo continuamente tenemos que ir haciendo ese
ejercicio en el corazón.
Juan nos dice en la segunda
lectura, Dios es amor, y el signo de que vivimos en eso es si amamos. No dice
si hacemos un montón de cosas, sino que lo importante si hacemos un montón de
cosas que nacen de ese amor. El signo de
que lo conocemos verdaderamente a Dios y de que caminamos en Él, es cuánto
crecemos en ese amor; en el fondo, cuánto estamos dispuestos a amar. Hoy
Jesús nos invita a despojarnos de nuestros egoísmos, de las cosas que nos
separan, de nuestras pobrezas, los límites que tenemos y animarnos a dar un
pasito más, a descubrir qué es lo que hoy puedo entregar, qué es lo que hoy
puedo dar, por qué puedo luchar y pelear. Sin pensar grandes cosas, tal vez en
mi casa, en algún vínculo que me cuesta, en algo que no estoy pudiendo vivir,
de qué manera puedo dar un paso para crecer en ese amor.
Pidámosle a
Jesús, aquél que amó hasta dar la vida, que también nosotros, transformados por
Él, nos animemos a hacer lo mismo.
Lecturas:
*Hech 10, 25-26.
34-36. 43-48.
*Sal 97, 1-4
*1Jn 4, 7-10
*Jn 15, 9-17