lunes, 14 de mayo de 2012


Homilía: ¿Estamos dispuestos a dar la vida por amor? - VI domingo de Pascua

            En la película Hace mucho que te quiero, Juliette sale de la cárcel, después de quince años de estar allí; y Léa que era su hermana, decide, después de que los servicios sociales le piden, recibirla en su casa. Pero su situación ha cambiado, cuando Juliette se fue ella era una chica pequeña, y ahora ya es una mujer; está casada con Luc, tiene dos nenas, y tiene una situación totalmente diferente. Sin embargo, decide recibir a su hermana en su casa, y reanudar este vínculo que tenía con ella, con todas las tensiones que eso lleva. Con todas las tensiones que tenemos cuando vivimos bajo un mismo techo, más cuando las situaciones cambian y hasta de forma inesperada. Y van a tener que mirar de qué manera quieren fortalecer y hacer crecer ese vínculo, que no basta solamente con el nombre, sino por el hecho de ser hermanas y tener que seguir creciendo en eso. Y van a tener que ir mirando, junto con su marido, qué pasos pueden ir dando para poder aprender a convivir y a crecer en ese amor.
Esta experiencia que también, de otra manera, todos nosotros tenemos. Todos nosotros vivimos en una familia, y creo que no tenemos que ir mucho más lejos de nuestra familia para ver cómo muchas veces, el vivir el amor no nos es fácil, nos cuesta. Pasamos como distintos momentos, a veces matizados o condicionados por la edad que tenemos, cuando hay ciertas cosas que nos empiezan a costar más, a veces por circunstancias que empiezan a suceder. Pero todos tenemos experiencia de lo lindo que es amarnos en familia, pero la dificultad que muchas veces esto tiene. Y cómo muchas veces ponemos el acento en las cosas que son difíciles, en las cosas que nos separan, en las cosas que no nos gustan del otro, y se nos va haciendo más cuesta arriba. Es por eso que el crecer en el amor, nos implica todo un trabajo, todo un ejercicio.
            Monseñor Romero, que fue obispo del Salvador, después asesinado, en una de sus últimas homilías decía que el amor no era comodidad o pasividad, sino que el amor implicaba aprender a ver qué tengo que entregar en cada momento, implicaba también luchar, implicaba pelear por aquello que quiero y que deseo. Y creo que si verdaderamente nos hemos animado a ir dando pasos en el amor, sabemos que esto es una gran verdad. Para aprender a amar de verdad, yo tengo que ir entregando cosas; para aprender a amar de verdad muchas veces tengo que pelear y luchar por ese amor que deseo en el corazón.
            Y esa es la única forma de poder permanecer en el amor, como escuchamos que Jesús nos decía el domingo pasado, y que continúa en el evangelio que escuchamos hoy: “Permanezcan en mi amor”, y lo repite continuamente. Se ve que tiene experiencia de la dificultad que en cada familia, en cada comunidad y en cada lugar hay de permanecer en ese amor. Y como hablábamos la semana pasada, cómo las cosas van cambiando, y cómo por eso tenemos que luchar, aún por aquello que muchas veces nos distancia y nos diferencia. Un ejemplo de esto es la primera lectura: el pueblo judeo-cristiano que está naciendo a ese cristianismo, a esa nueva Iglesia, tiene que decidir qué hace, si se queda encerrado en lo que conoce, en lo que es seguro, o si se abre a algo nuevo. Y Pedro, frente a Cornelio, este centurión pagano, tiene que decidir: ¿lo bautizo? ¿No lo bautizo? ¿Pasa a ser parte de la Iglesia? Es decir, ¿abro mi corazón a algo nuevo? Bueno, por suerte tuvo una ayudita, en el evangelio dice que el Espíritu Santo siguió presente y Pedro dice: si acá bajó el Espíritu, ¿quién soy yo para ponerme en contra?, y si el Espíritu no hace acepción de personas ¿por qué lo voy a hacer yo? Y a partir de ahí comienza esa apertura a los paganos, comienza a abrir el corazón. Y esta experiencia la tenemos todos, aprender a amar implica un ejercicio, no es solamente un sentimiento -como se escucha en muchas canciones o en muchos lugares- sino el tener que ir haciendo un camino. El tener que descubrir y pasar nuevas fronteras, tener que eliminar las cosas que nos separan, y tener que muchas veces luchar y pelear, como decía antes, por aquello que quiero. Y es por eso que tenemos que aprender a mirar de qué manera ir creciendo en ese amor. Y es por eso que Jesús lo que les pide es, crezcan en ese amor, y aprendan a amar como Yo los he amado. Y esa es la invitación para cada uno de nosotros: aprender a amar como Jesús amó. Ahora, ¡vaya tarea que nos dio Jesús! A veces se pone un poco exigente con nosotros, porque aprender a amar como Jesús amó, implica aprender a amar hasta dar la vida. Ahora, tal vez para ver eso, tenemos que preguntarnos ¿estamos nosotros dispuestos a dar la vida? Creo que una manera de descubrir cuánto amamos al otro es decir ¿por quién yo daría la vida? Para mirar las personar que nos rodean. ¿Yo daría la vida por esta persona? ¿Estoy dispuesto? Y si descubro que no, es que todavía me falta entregar muchas cosas y que todavía tengo muchos pasos para dar en ese amor, todavía tengo muchas cosas en que crecer para amar verdaderamente, como Jesús me invita. Eso es lo que nos muestra Jesús, el amor verdadero implica entregar muchas cosas, y aún muchas veces, mi vida. Y si queremos dar un paso más, podemos mirar al Padre. Porque Jesús tiene que dar la vida, pero el Padre tiene que dar un paso más, que es entregar a aquello que más quiere, tiene que entregar a su hijo. Yo creo que si les preguntase a los papás o a las mamás que están acá si están dispuestos a dar la vida por sus hijos, seguramente la mayoría diría que sí. Ahora, ¿estarían dispuestos a entregar la vida de aquello que más quieren? ¿De aquello que más quieren cuidar y proteger? Y eso nos muestra hasta donde puede llegar esa profundidad del amor, y cómo continuamente tenemos que ir haciendo ese ejercicio en el corazón.
Juan nos dice en la segunda lectura, Dios es amor, y el signo de que vivimos en eso es si amamos. No dice si hacemos un montón de cosas, sino que lo importante si hacemos un montón de cosas que nacen de ese amor. El signo de que lo conocemos verdaderamente a Dios y de que caminamos en Él, es cuánto crecemos en ese amor; en el fondo, cuánto estamos dispuestos a amar. Hoy Jesús nos invita a despojarnos de nuestros egoísmos, de las cosas que nos separan, de nuestras pobrezas, los límites que tenemos y animarnos a dar un pasito más, a descubrir qué es lo que hoy puedo entregar, qué es lo que hoy puedo dar, por qué puedo luchar y pelear. Sin pensar grandes cosas, tal vez en mi casa, en algún vínculo que me cuesta, en algo que no estoy pudiendo vivir, de qué manera puedo dar un paso para crecer en ese amor.
            Pidámosle a Jesús, aquél que amó hasta dar la vida, que también nosotros, transformados por Él, nos animemos a hacer lo mismo.

Lecturas:
*Hech 10, 25-26. 34-36. 43-48.
*Sal 97, 1-4
*1Jn 4, 7-10
*Jn 15, 9-17

No hay comentarios:

Publicar un comentario