Homilía: ¿Cuál es el camino que Jesús quiere para su
Iglesia? – IV domingo de Pascua
Hace poco vi una película
francesa excelente, que se llama La Llave de Sara. En ella, Julia Jarmond, una de
las protagonistas, es una periodista americana que trabaja en París a quien le
piden que se ocupe de investigar todo lo que fue la redada de los franceses
contra los judíos en la segunda guerra mundial. Y empieza a inmiscuirse, a mirar
y a descubrir lo que es la vida de Sara, de esta niña que es atrapada por ser
judía. Eso la va llevando a hacer un camino cada vez más humano de descubrir lo
que es otra persona, lo que le pasa, lo que sufre; y quiere seguir
profundizando, no se quiere quedar en eso primero que descubrió, sino que
quiere mirar lo que es la vida de la otra persona. Pero de a poco eso va
cambiando y transformando su vida, y Julia empieza a mirar la vida de otra
manera. Empieza a mirar a los que están a su alrededor de otra manera, empieza
a mirar lo que le pasa a ella de otra manera. Tal es así que cuando queda
embarazada, habla con su marido, Beltrán, y entra en toda una discusión, porque
ella quiere tener ese hijo y él no porque son muy grandes. Ella se enoja porque
él piensa solamente en él, y empieza a ver cómo sus vidas se distancian: al
hacer ella un camino cada vez más humano, de preocuparse y mirar la vida del
otro, siente que la otra persona, que antes la sentía tan cerca, cada vez está
más lejos. Y cuando sucede esa distancia entre dos personas, salvo que uno
tenga la lucidez de poder ponerse en el lugar del otro, y descubrir lo que le
puede estar pasando, eso hace que cada vez uno se sienta más lejos, hasta a
veces más extraño: ¿quién es esta persona que está al lado mío?
Y creo que
está sensación la tenemos también nosotros. Muchas veces en la vida, cuando
vamos descubriendo un camino más humano, de mayor acercamiento al otro, de
poder vivir la fe y nuestra propia vida de una manera más entregada; a veces el
otro no nos entiende. Desde amigos, y hasta a veces nuestra propia familia,
donde nos hacen un montón de preguntas y cuestionamientos. Donde uno dice: pero
yo sé que este es el camino que tengo que seguir, esto es a lo que me llama mi
propia vida. Y así es como comienza a sentir que de a poco van tomando caminos
paralelos.
Algo similar a esto sucede con
esta figura que hoy estamos celebrando que es la figura del buen pastor. Esta
figura tan conocida por todos nosotros -siempre hemos escuchado hablar de Jesús
como buen pastor- pero que sin embargo es una figura casi tardía, por lo menos
en lo que son los textos bíblicos. Es más, el único que la tiene es Juan, en el
último de los evangelios. Es decir, aparece en la Biblia recién casi 50 años
después de la muerte de Jesús. Y aparece ahí porque seguramente empieza a haber
estas divergencias: ¿tenemos que seguir a Jesús o no? ¿De qué manera, de qué
forma? ¿Qué es lo que está viviendo nuestra comunidad? ¿Qué es lo que nos pide
que vivamos Él? Y un problema que tenemos con esto es el léxico porque cuando
uno escucha “Jesús, buen pastor”, piensa en que Jesús era bueno, piensa primero
en una dimensión moral: la bondad, la compasión, la solidaridad, la generosidad
que Jesús tenía. Pero la primera acepción que está palabra tiene desde el
griego no es la bondad, sino la autenticidad. Al decir, Jesús es el buen pastor, Juan está diciendo Jesús es el
auténtico pastor. Para decirlo más claro, el verdadero pastor, el único
pastor, el que se preocupa por todos. Y si queremos vivir el evangelio de
Jesús, tenemos que seguir a ese Jesús, a un
Jesús que como buen pastor conoce a todas las ovejas, a cada una. Se preocupa
por cada una de ellas, las cuida, no las deja de costado, no las abandona.
Y esta figura aún sigue profundizando, habla no solamente de esas ovejas que
vemos en el rebaño, sino también de aquellas que parecen lejanas. Hemos
escuchado muchas veces en el evangelio, cómo Jesús va en busca de la oveja
perdida, la acerca, la trae. Esto nos muestra un montón de esas actitudes, que
nos llevan a conocer el rostro de Dios. “Miren
cómo nos amó el Padre”, nos dice Juan en la segunda lectura. ¿Quién nos muestra
eso? Jesús. “Miren como los ama el
Padre”, nos dice Jesús. Y al mostrarnos su amor, nos está pidiendo algo que es
que crezcamos como comunidad. Cuando
dice, los juntaré a todos en un solo rebaño, el camino de Jesús, es ¿cómo puedo
caminar y cómo pueden entender ustedes que lo que tienen que hacer es caminar
juntos? Aún en las divergencias, aún en la pluralidad, aún en las
diferencias, buscar aunar fuerzas, buscar caminar juntos.
Hoy uno
escucha que muchas veces se vive una crisis de fe, que muchas veces nos cuesta
mucho creer, que uno tiene crisis profundas, que el mundo mismo tiene un
momento difícil en lo que es su religiosidad y su fe. Y creo que si esto es lo
que está pasando es justamente un momento de desafío y de cómo podemos crecer
unidos, cómo podemos crecer juntos. Sin embargo, muchas veces en vez de ver que
intentemos caminar unidos, pareciera lo contrario, pareciera que cada uno
camina para un lugar diferente. Pareciera que uno muchas veces, no se preocupa
por esa imagen que Jesús nos invita a hacer, empezando en primer lugar por
nosotros, los pastores. Ya que hoy estamos celebrando el domingo del buen pastor,
en que se nos invita a rezar por las vocaciones consagradas, que muchas veces
nos han llamado pastor; podemos empezar preguntándonos, si vivimos como Jesús
nos invita, si estamos mostrando eso. Pedro dice en la primera lectura, ¿por
qué es que ustedes me están cuestionando? ¿Porque curé a un enfermo? Y eso
también nos podemos preguntar los pastores, ¿se nos cuestiona porque hacemos el
bien o porque no? ¿Estamos realmente
haciendo el bien, mostrando ese amor de Dios? Yo pensaba, ¿conozco a la
gente que Jesús me puso para acompañar, para servir? Aunque uno podría decir
que son muchos, ¿me preocupo por eso? ¿Busco acompañar? ¿Busco cuidar? Y cada
uno de nosotros como pastores, ¿intentamos seguir ese camino? O ¿nos seguimos
desviando cada vez más de ese camino que Jesús nos invita a vivir?
Pero no sólo nosotros como
pastores, podríamos pensar también dentro de la Iglesia , en los diversos
grupos en los que nos toca estar a cada uno de nosotros, en las diversas
comunidades, ¿intentamos conocernos, caminar juntos, formar y trabajar por una
comunidad mejor? ¿Intentamos vivir eso a lo que Jesús nos invitó? En los
distintos movimientos de la
Iglesia , que muchas veces pareciera que fuera una camiseta de
fútbol: este es de tal movimiento, este es de tal. Y en vez de alegrarnos
porque otros viven a Jesús desde otro lugar, casi que, o tiramos para que estén
en otro lugar, o nos quejamos porque lo están viviendo desde ese lugar, y no
aprendemos a caminar desde esa pluralidad a la que nos invita Jesús.
Por último,
podríamos hablar de nuestra Iglesia
jerárquica y de nuestro pueblo. ¿Intentan
crecer y caminar en comunidad? ¿O muchas veces sentimos que son dos mundos
totalmente diferentes? ¿Que cada vez se aíslan más, que cada vez, los distintos
pastores, con las distintas jerarquías que tengan, están cada vez más alejados
del pueblo? Creo que hoy Jesús en este domingo y en esta Pascua, nos llama a
una profunda conversión, a mirar cada uno, desde la responsabilidad que tiene, ¿cuál es el camino al que Jesús nos invita?
¿Cuál es el camino que Jesús quiere para su Iglesia? Y no la imagen que yo
me hago de lo que tiene que ser la
Iglesia , que muchas veces está matizada por el miedo, por mis
propios fantasmas, sino esa imagen que Jesús pide de una Iglesia, que tiene que
aprender a amar, que tiene que aprender a entregarse, que tiene que aprender a
jugársela, que tiene que ir por el otro. No cualquier religiosidad es la
religiosidad de Jesús. Es más, si uno lee el evangelio, la gran crítica de
Jesús, es cuando la religiosidad se aleja de la vida de la gente.
Creo que
nosotros podríamos mirar nuestra Iglesia y decir, ¿la religiosidad que hoy vivimos está cerca de la vida de la gente?
¿Esto es lo que Jesús quiere para su Iglesia? ¿Esto es lo que Jesús está
mirando y buscando en su Iglesia? Y dentro de ese espíritu de conversión,
animarnos a buscar ese camino. Animarnos a vivir como Jesús nos invita,
animarnos a mirar como Jesús mira, animarnos a buscar lo que Jesús busca. Creo
que si hay algo claro en Jesús, es esa apuesta por la vida permanente, que hace
por encontrarse siempre con el otro. Y en la medida en que como Iglesia no
hagamos puentes, no estamos viviendo lo que Jesús nos pide, no estamos amando
como el buen pastor ama.
Creo que
hoy podemos animarnos a mirar, como dice Juan, cómo el Padre nos amó, dejarnos
penetrar por esa mirada. Y en esa mirada del Padre, descubrir a ese Jesús Buen
Pastor, que quiere dar la vida, y que nos invita a cada uno de nosotros a
trabajar por eso, a descubrir de qué manera podemos, y estamos llamados, a dar
la vida.
Pidámosle a Jesús, Buen Pastor, que convertidos por Él, transformados
por Él, podamos siempre trabajar para hacer de ésta comunidad, una comunidad lo
más cercana posible a lo que vive Jesús.
Lecturas:
*Hech 4, 8-12
*Sal 117,
1.8-9.21-23.26.28.29
*1 Juan 3, 1-2
*Juan 10, 11-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario