Hace dos años
les contaba con mucha alegría mi experiencia escalando el Aconcagua. Todo lo
que había significado y lo que aprendí. Este verano puedo decir que he tenido
también una experiencia muy fuerte pero totalmente distinta que es la
experiencia de la enfermedad.
Terminando mis
días de vacaciones, este año muy tranquilas, con varios amigos sacerdotes en la
costa Uruguaya, por primera vez en mi vida empecé asentirme realmente mal. Caminando por la playa comenzó a dolerme la espalda.
Al principio, y no teniendo ninguna experiencia anterior de dolor, no le presté
mucha atención, pero ese dolor fue creciendo hasta que unos días después se
hizo mucho más fuerte imposibilitándome
casi cualquier movimiento. Termine mis últimos 4 días de vacaciones acostado en
una cama, sin poder ni levantarme ni sentarme y tampoco reaccionando
positivamente a la diversa medicación que me fueron dando. Para resumir me
trasladaron en una ambulancia a una salita de emergencias en la paloma donde me
dieron morfina para poder venir hasta Buenos Aires. Llegue acá directo a la clínica austral,
donde luego de la resonancia magnética me diagnosticaron una doble hernia de
disco y me dejaron internado. Allí pase 5 días internado donde me enviaron a
casa con reposo absoluto durante 3 semanas. Viendo lo complicado de la
situación volví después de 16 años a la casa de mis padres.
Para hacer corta
la historia luego de cumplir con el reposo absoluto me dieron otras 3 semanas
de reposo aunque pudiendo estar un rato del día sentado. Las 6 semanas de
reposo eran necesarias para desinflar la zona donde tengo las dos hernias de
disco. Al escribir estas líneas y
habiendo reaccionado bien a la medicación y cumplido el tiempo de reposo estoy
de a poco volviendo a trabajar acá en la catedral pero viviendo en nuestro
seminario diocesano para evitar las grandes escaleras que tenemos en nuestra
casa de la catedral.
Después de
describirles a grandes rasgos como fueron los hechos quería contarles algunas
cosas que voy vislumbrando y descubriendo en estos días:
Primero que todo
como de un día para otro y sin que haya pasado nada grave (como les conté todo
comenzó caminando) te cambia no sólo los últimos días de vacaciones sino
también la perspectiva de por lo menos la primera mitad del año. Sin ser algo
muy grave, si bien requiere cuidado y paciencia para poder recuperarse bien. Y
lo más difícil es que uno comienza a sentirse bien y sin embargo tiene que ir
dando pasos muy pequeños.
Segundo y basado
en lo anterior el aprender a, como dicen los jóvenes, bajar varios cambios en
la vida o dicho más simple hacer menos cosas. Y creo que esto es algo que nos
cuesta a todos. Como ustedes saben soy una persona hiperactiva, que me paso
haciendo cosas y yendo de un lugar a otro cada día. Y si tengo algún momento
libre aprovecho para hacer alguno de los tantos deportes que me gustan. Hoy son
muy pocas las cosas que puedo hacer y muchas las que he tenido que delegar o
dejar sin hacer durante el tiempo que sea necesario. Y descubrir que esto es lo
que hoy Dios me esta pidiendo: que me cuide, que tenga paciencia y que vaya de
a poco.
Tercero volver a
la casa de mis padres después de 16 años. Ha sido una experiencia muy linda de
rencuentro cotidiano en el día a día. Yo me fui de casa a los 22 años para
entrar al seminario con 10 hermanos menores y por lo tanto una casa con mucho
movimiento. Volví durante 6 semanas con 38 años y 4 solamente 4 hermanos ya más
grandes y que no están durante casi todo el dái en su casa. Es decir cadi
irreconocible para mi. Y aunque no haya sido por elección mía sino por
necesidad quiero volver a darle gracias a Dios por la familia que me dio. Me
cuidaron día a día y puede tener la oportunidad de charlar y volver a estar con
varios de mi familia mucho tiempo.
Espero que
cuando estén leyendo estás líneas siga viento en popa la recuperación.
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