viernes, 11 de mayo de 2012


Homilía: “Permanezcan en Mí” - V domingo de Pascua

            Hace pocos días, para variar fui al cine, y fui a ver una película muy linda, La Fuente de las Mujeres, del mismo director de El Concierto y Ser digno de ser, una película francesa. Trata de un pequeño pueblito, entre el norte de África y medio Oriente, donde las mujeres tienen que subir todos los días un pequeño monte, para ir a una fuente a buscar agua para poder vivir; aquello tan necesario que nosotros tenemos gracias a Dios, y casi no nos damos cuenta. Las mujeres empiezan a enojarse frente a esto; sobre todo Leila, una de las mujeres que está ahí, por ese tener que subir todo el tiempo, con las complicaciones que les trae: hay algunas mujeres que empiezan a perder hijos por ese esfuerzo que hacen. Por eso es que deciden romper con esa tradición, a través de una huelga de amor. Es decir, hacen una huelga de amor frente a sus maridos para que ellos recapaciten y puedan cambiar eso, y comienza lo que es una gran tensión. Ellas que luchan por este derecho; y esta cultura, que es tal vez un poco más antigua que las costumbres más occidentales, que dice que esta es una tradición de mucho tiempo, que no se puede cambiar.
Sin ir tan lejos, nosotros también tenemos en nuestra cultura y en nuestra vida, algunas cosas que en muchos casos permanecen y otros quieren cambiar. Creo que no hay que ir muy lejos, hay que mirar una familia, donde vemos que si hay diferentes generaciones: abuelos, padres, hijos; se vive y se piensa distinto, no sólo cómo se encara la vida, sino de qué manera queremos vivir. Por poner un ejemplo, hace cincuenta años, una persona, cuando estaba empezando su juventud, cuando salía del colegio, ya sabía lo que iba a estudiar. Era muy común que empezara la carrera y la terminara, y era casi un sacrilegio si uno cambiaba de carrera: ¿qué es lo que está pasando? Como también era muy común que si uno empezaba con un trabajo, toda la vida hiciera ese trabajo. Y cuando esto empezó a cambiar generó una crisis muy importante: ¿qué es lo que está sucediendo? Por otra parte, también era muy común que uno se casara con la primera mujer u hombre que conoció, con quien tuvo un noviazgo. Creo que si miramos la vida hoy, que uno sepa qué carrera estudiar, y que aparte sea la única que estudia cuando termina el colegio es más complicado; que se case con la primera mujer u hombre que conoció o estuvo de novio, es verdaderamente más difícil; y que termine su carrera profesional con la carrera que empezó, creo que directamente no hay chances.
            El paradigma va cambiando, porque cambia la vida de las personas, cambia la manera de presentarse. Hace poco leí un estudio de un psicólogo, que hablaba de esto mismo cuando decía: hace cincuenta años, el paradigma era el conocimiento, uno tenía que saber más, entonces estudiaba, al terminar una carrera pensaba que tenía que hacer un posgrado, y buscaba a través del conocimiento crecer en la vida. La segunda dimensión era el esfuerzo, valía la pena sacrificarse por un montón de cosas, y esperar un poco para tener el placer y el gozo de otras cosas, para poder gozarlas en el futuro, siempre y cuando eso me ayudara a crecer. Y por último, se pensaba mucho en el futuro: aunque en el presente no tuviera lo que quiero, más adelante lo voy a adquirir.
            Sin embargo, hoy eso se vive desde otro lugar, no siempre desde el conocimiento sino desde la creatividad: no es tan importante cuánto sepa, sino cuán creativo soy, de qué manera puedo encarar lo que viene, y las distintas alternativas que la vida me presenta. En segundo lugar, no el esfuerzo sino el placer, el gozo de lo que estoy haciendo hoy, vivir más el presente, que es la tercera dimensión. No es tan importante el futuro, sino que hoy yo esté bien, que hoy sea feliz.
            ¿Cuál paradigma es mejor? Podemos discutirlo toda la noche. No se cual es mejor. Es diferente, porque somos diferentes. Ambos tienen cosas muy buenas, ambos tienen cosas que les faltan. Lo central, en cada uno de esos paradigmas, es que en primer lugar encontremos aquello que nos da vida. En segundo lugar, es que nos animemos a permanecer, a morar allí, en ese lugar. Y esta es la invitación que nos hace hoy Jesús en el evangelio, nos dice, permanezcan en Mí, como yo permanezco en ustedes.
            Cuando comienza el evangelio de Juan, y el primero de los discípulos se acerca a Jesús, Jesús les pregunta: ¿qué buscan? Y dice el evangelio que los discípulos le preguntaron, ¿dónde habitas?, ¿dónde moras? Que también se podría traducir como, ¿dónde permaneces? Es decir, ¿dónde estás todo el tiempo? Jesús responde: “Vengan y lo verán”. Y estamos casi al final ya del evangelio de Juan, ya cercano a su pasión, y los discípulos han permanecido, han visto dónde permaneció Jesús, han visto qué es lo que hace Jesús. Y ahora Jesús les redobla la apuesta, diciéndoles: ya saben donde permanezco Yo, ya saben con quienes permanezco Yo. Ahora les toca a ustedes. ¿Ustedes descubrieron algo aquí por lo cual quieren permanecer? ¿Por lo cual quieren estar? Porque en eso está la felicidad. No es si cambio o no. El cambio tiene que ser el fin de una búsqueda, voy buscando hasta que encuentro aquello que me da vida, y cuando encuentro aquello que me da vida, aquello que llena mi corazón, tengo que animarme a detenerme, tengo que animarme a morar, a habitar ese espacio y ese lugar, porque eso es lo que puede llenar mi corazón. Pero para eso tengo que tener un corazón abierto, que aprende a descubrir: esto es lo que quiero, esto es lo que busco, y me animo a quedarme en ese sitio y en ese lugar. Esa es la invitación que Jesús hace a sus discípulos, no sólo para la fe, sino también para la vida. Porque sólo permaneciendo se puede dar fruto, sólo estando en un lugar es que uno puede cosechar aquello que va sembrando. Creo que todos tenemos experiencia de que cuando vamos cambiando un montón de cosas, y un montón de lugares, no terminamos de ver qué es lo que pasa. Pero cuando permanecemos en un lugar, ahí empezamos a ver qué es lo que ocurre. ¿Que a veces tenemos dificultades? A todos nos pasa. Fíjense sino en la primer lectura: Pablo se convirtió en Damasco, fue a la comunidad, y en la comunidad no saben si aceptarlo o no. No era tan claro para ellos. Muchas veces hay que discernir cosas: de qué manera permanecer, cómo, quiénes están ya preparados para entrar en la comunidad, acogerlos, acompañarlos; pero esa es la búsqueda, ese es el sentido. Dejando permanecer a Pablo, vaya si pudo crecer en la fe, vaya si pudo hacer camino.
            Y esta es la invitación para cada uno de nosotros. En primer lugar, a que nos animemos, con un corazón entregado, a buscar aquellas cosas que nos dan vida, a buscar aquello que le da sentido a nuestra existencia. Y que una vez que descubrimos ahí ese manantial, ese oasis, en medio del desierto, en medio de nuestra vida, que muchas veces parece casi imposible, animarnos a frenar, a detenernos, a descubrir cómo eso es lo que le da sentido a nuestras vidas cuando permanecemos ahí. Y cómo de a poco eso va dando frutos. A veces habrá que podar, a veces habrá que esperar el momento de la cosecha, a veces va a haber que esperar que ese fruto madure, crezca. Pero sólo permaneciendo, lo podremos descubrir.
Pidámosle a Pablo, aquél que se animó a buscar en su vida hasta que encontró a Jesús, que también nosotros nos animemos a lo mismo. A aquél que encontrándolo se animó a permanecer, que también nosotros nos animemos a permanecer, en aquel que nos da vida verdadera, y que permaneciendo ahí, nos animemos también a buscar a los demás, para que encuentren también aquél lugar donde puedan permanecer.

LECTURAS:
* Hech 9,26-31
* Sal 21, 26b-28.30-32
* 1 Juan 3,18-24
* Jn 15,1-8

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