miércoles, 9 de septiembre de 2009

Nota: "La transmisión de la de"

Una de las preguntas más importantes que nos hacemos los cristianos es como transmitir la fe a los demás. Como acercarles a Jesús a los que están alejados o como ayudar a crecer y profundizar a todos aquellos que tienen fe. Sin embargo es una pregunta que muchas veces no encuentra respuesta. O equivocamos los caminos o sentimos que los demás no nos entienden... Otras veces confundimos transmisión de la fe con formación, equivocando los momentos del proceso que una persona tiene que hacer en el camino de encuentro con Jesús.
Es por eso que quería mostrarles un texto que leímos en la última olimpiada diocesana realizada hace unos días donde participaron 37 parroquias y movimientos y más de 2000 chicos:

“Y entonces un jugador se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿que tengo que hacer para vivir una gran olimpiada?”
Jesús le preguntó a su vez: ¿Qué está escrito en el reglamento? ¿Qué lees en él?
Él le respondió: “El espíritu de las Olimpiadas se basa en el encuentro de los participantes para el crecimiento en la amistad en Cristo, lo que implica una actitud de compañerismo y de sana competencia”.
Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y pasarás un día fantástico.
Pero el jugador para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: ¿Y quién es mi compañero?
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un jugador bajaba del campo contrario al suyo con motivo de una taque rival y cayó debido a un calambre, que le provocó mucho dolor, dejándolo lesionado. Casualmente bajaba por el mismo lugar el árbitro: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí uno de su mismo equipo: lo vio y siguió su camino. Pero un rival que atacaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y lo elongó; después lo puso sobre su propio hombro, lo condujo a la enfermería y se encargo de cuidarlo. Al rato, sacó dos pesos y se los dio al enfermero diciéndole: “Comprale una coca, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”.
“¿Cuál de los tres te parece que se portó como compañero del hombre acalambrado?”
“El que tuvo compasión de él”, le respondió el jugador. Jesús le dijo: “Vé y procede tú de la misma manera”.

Seguramente en cuanto comenzaron a leerlo se dieron cuenta de que se trataba de una adaptación del texto del Buen samaritano ( Lucas 10,25-37), que Pablo un joven del equipo de pastoral juventud realizó. Más allá del texto y del intento de acercamiento a algo que estábamos por vivir lo importante es que muestra un camino distinto, una Iglesia distinta.
Muchas veces como Iglesia queremos acercarnos a los jóvenes desde propuestas tan lejanas a su realidad que muy pocos terminan interesándose en ellas. En este caso, desde que comenzamos a vivir las olimpíadas hace 6 años, la invitación era abajarse a la realidad de los chicos para ahí encontrar a Dios y no pretender que ellos “suban” para encontrarse con Él. Y el resultado de esta “kenosis” fue ver la alegría de chicos de tan diversas realidades (de edad y sociales) compartiendo y divirtiéndose de la mano de la Iglesia.
Frente a lo vivido, me pregunto de que sirven preparar sólo charlas, encuentros de formación (a los que en general asisten los más comprometidos), discutir por que no viene más gente, si como Iglesia no tomamos el primer gesto evangelizador de Cristo: "Abajarse". Abajarse a la vida de los jóvenes de hoy para que una vez que nos hayamos encarnado en su realidad podamos descubrir al Jesús que hoy nos quiere hablar desde ese lugar.
El camino de Jesús fue muy claro: ir al encuentro de las personas desde lo que la persona hoy vive. La transformación o conversión era posterior a ese encuentro. La gran pregunta entonces hoy para nosotros es cuál es la realidad a la que me tengo que acercar. De qué manera puedo y tengo que hacerlo.
La olimpiada es un intento que gracias a Dios año tras año sigue creciendo. Este texto es un intento de acercarle a los jóvenes un Jesús cercano.
Muchos otros intentos venimos realizando desde nuestra comunidad para que los más lejanos se sientan llamados y invitados a un encuentro con Jesús.
Los invitamos entonces, a que ustedes también se animen a descubrir y recorrer nuevos caminos.

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