martes, 19 de julio de 2011

Homilia: "El fruto viene después de la cosecha" Domingo XVI del Tiempo Ordinario

En la ultima película de Batman, “El caballero de la noche” al comenzar hay un pacto para ciudad Gótica para trabajar e ir eliminando el delito entre el comisario Gordon, el fiscal Harvey Dent, y el mismo Batman. A partir de esto empieza a crecer la figura de este fiscal incorruptible que va firme contra la ley, a pesar de que cada vez la cosa se pone más difícil, es más complejo, el mal parece que va triunfando. Hasta que en un momento después de una serie de vicisitudes que sucede en la película, Harvey Dent pierde a su novia, es lastimado, y se transforma en uno de los personajes que va en contra de Batman que es ‘Dos Caras’. Sin embargo en ese nuevo personaje o villano, será algo curioso o diferente a lo que estamos acostumbrados, que generalmente es muy claro como por ejemplo en esta película esta el Guasón, o hay otro villanos donde es claro la diferencia entre el bien y el mal. Pero en esta película aparece un personaje en el que no es tan claro qué es lo que esta bien y qué es lo que esta mal. Es mas, a él lo convencen de empezar a matar a todos los policías que son corruptos, que hacen las cosas mal, que hicieron que su novia muriese, y uno tiene como una serie de sentimientos encontrados, porque ve que por un lado hace lo que uno a veces quisiera hacer, aunque también eso esta mal, uno no puede tener esos sentimientos, querer hacer el bien haciendo el mal, y uno empieza a ver algo semejante a lo que parece este Evangelio: como hay cosas buenas por un lado pero caminos cerrados, por el otro cosas malas pero que en el fondo no son tan malas y son buenas, o en este caso la gente sigue teniendo una imagen muy fuerte de él, y queda todo como muy mezclado entre qué es lo que esta bien y qué es lo que esta mal.

En el fondo creo que es algo que muestra lo profundo del corazón humano, porque nosotros tendemos a querer ver todo en blanco y negro y nos gustaría que las cosas fueran blanco o negro. Sin embargo son blanco o negro cuando son objetivas, en general cuando están afuera de las personas. Pero una vez que se encarnan en cada uno de nosotros, subsiste, crece junto, cosas muy buenas, cosas brillantes con cosas no tan buenas, con errores, con miserias, con limites, y tenemos que aprender a vivir con eso, con nosotros mismos y con los demás para poder crecer y para poder madurar.

Algo que tenemos muy en claro cuando uno educa a un niño, una niña, alguien pequeño; cuando uno va educando sabe que ese niño/a va a ir cometiendo errores, pero sabe que es parte de la educación y parte del camino y que si yo no lo dejo equivocarse y aún a veces hacer las cosas mal, no va a poder crecer y que parte del aprendizaje pasa por eso. Obviamente siempre uno espera que la mayor cantidad de cosas sean buenas, sean muy lindas, pero parte de lo que es la vida es aprender a aceptar que hay cosas que no están bien y que hay cosas que nos cuestan. Pero esta tolerancia que en general tenemos con los niños/as nos va costando en la medida que uno crece, y tendemos a querer ser cada día más perfeccionistas, a hacer todo bien, no tolerar lo errores nuestros ni de los demás, y esto hace que la situación se ponga muy tensa.

Y creo que para poder explicar esto que sucede en la vida, para poder explicar lo que les va a pasar a los discípulos en el camino de la fe, Jesús dice esta parábola.

Después de habernos predicado el domingo pasado con esa parábola de la semilla que se planta, que a veces no encuentra lugar para crecer, que a veces encuentra dificultades exteriores como hablamos que son las rocas, las espinas, que a veces da fruto, hoy nos dice “Ojo, porque en la vida hay cosas que crecen juntas”. Y ante la pregunta “¿Tu no plantaste buena semilla?”, le dice: “Si, yo planté buena semilla”. Sin embargo junto con ese trigo, junto con esa buena planta, creció la cizaña, crecieron cosas que no eran buenas, que no era lo que uno quería, y la primera tentación es cortarla, arrancarla de cuajo. Sin embargo la respuesta de Jesús es “ojo con eso, porque corre un riesgo grande que es quedarse sin lo bueno, quedarse sin aquello que puede dar fruto” y es por eso que invita a la paciencia, a esperar, a esperar en el momento donde cuando se pueda cosechar, se pueda quitar lo malo. Y creo que Jesús dice eso porque es la experiencia que va teniendo con la gente: los discípulos son un claro ejemplo de esto, en realidad todos los personajes de la Biblia son un claro ejemplo de esto, desde los patriarcas, los profetas… Tal vez por mostrar lo humanos que eran, nunca escrutaron los errores. Uno a veces cuando lee la Biblia piensa “esto lo podríamos haber dejado de lado, tal vez no contar en esto que se equivocó Pedro, que se equivocó Pablo, que se equivocó tal otro”, y sin embargo lo cuenta. Y la pregunta de por qué lo cuenta es porque los quiere mostrar humanos, que tienen un corazón humano y cosas buenísimas pero que también cometen errores y que a veces se equivocan, y eso los hace mucho más cercano a nosotros. Es más, es muchas veces lo que nos pasa con la vida de los santos que por lo buenos que son tendemos a idealizarlos, creemos que hicieron todo bien, y uno se siente lejísimos. Y si bien a veces nos tendríamos que sentir lejos por el amor que nos falta en el corazón, se equivocaron muchísimas veces como nos pasó a nosotros, pero se animaron a tener paciencia y a seguir caminando…

Esa es la invitación que nos hace a nosotros, a descubrir que en la vida hay cosas que crecen juntos y que la única manera de crecer y de madurar es aceptar, porque sino nos vamos como cerrando y no animándonos a crecer. Si uno solo acepta elegir o tomar opciones o decir qué es lo que tengo que hacer cuando todo esta muy claro, y uno en general no elije, no se anima, se mueve solo en lo seguro, le pregunta al otro porque es mas fácil, por si se equivoca, empezamos a tener miedo a fracasar, a frústranos, a que no salga lo que queremos, y por eso vamos dejando de elegir.

Hace unos días leía un articulo de un sacerdote que es poeta donde decía: “La vida es como el amanecer, no como la claridad del mediodía”. En la vida no es que las cosas están tan claras con toda la luz del mediodía, sino con lo que nace, con lo que vislumbra el amanecer, y es por eso que tenemos que aprender a aceptar que muchas veces cuando elegimos, cuando optamos, cuando hacemos las cosas, es justamente cuando no la tenemos tan clara. Seria muy fácil, en general cuando la tenemos clara no es muy difícil elegir y tenemos que animarnos a optar, a elegir, aun a equivocarnos, porque es la única manera de crecer y de madurar, aun de enfrentar nuestro fracaso, pero si seguimos con esas ansias de ser perfeccionistas, nos vamos cada vez cerrando más. Y lo mismo sucede en la relación con los demás, si lo único que esperamos es que el otro nos haga cosas buenas, y también nos vamos quedando solos, o tenemos que ponernos orejeras y hacer como que no vemos nada y hacernos los tontos, o aprender a tolerar que el otro muchas veces me puede herir o que muchas veces se puede equivocar, me puede lastimar, y que eso es parte de la vida, y que eso es parte de crecer juntos. Si yo me pongo tan insistente en que ni yo ni el otro nos podemos equivocar, eso nos va cerrando cada vez más, y es por eso que tenemos que aprender a tener esta paciencia que Jesús tuvo, esa tolerancia, porque la cosa buena, el fruto viene después de que se cosecha, y en medio del camino muchas veces no sabemos qué es lo que va a pasar, tenemos que dejar que las cosas crezcan juntos, tenemos que tener esa paciencia, para crecer en la vida, para educar, para crecer en los vínculos, para todo lo que nos va tocando. Si cortamos de cuajo también corremos ese riesgo, corremos el riesgo de no madurar, de no crecer, de poder dar los saltos.

Esto nos sucede también la fe. Muchas veces nos pasa que en el camino de la fe tenemos la tentación de decir que no nos sentimos dignos, que no estamos preparados, que no le respondemos a Jesús y justamente eso es parte del camino, en el fondo es lo que decimos en cada misa “No soy digno de que entres”, pero Jesús nos muestra continuamente en el Evangelio esta paciencia que tiene, esta vocación que va haciendo, este esperarnos que hace con nosotros y nos invita a nosotros a animarnos a hacer lo mismo.

Una vez escuchando uno de los discursos de Martin Luther King, él decía que ‘los hombres hemos querido volar como los pájaros y lo hemos podido hacer; hemos querido bucear como los peces y también lo hemos podido hacer; pero no hemos aprendido el sencillo arte de tratarnos como humanos’. Ese arte de tratarnos como humanos es muchas veces el tener paciencia, el tener tolerancia, el esperar al otro, el hacerle lugar, en el fondo es abrir el corazón, tener un corazón similar al de Jesús, teniendo la certeza que para eso como dice Pablo en la Segunda Lectura, nos envía el Espíritu, “Cuando ustedes no saben como rezar, el Espíritu viene en su auxilio”, “Cuando ustedes no saben cómo actuar, qué decir, qué hacer, el Espíritu viene en su auxilio”, y ahí podemos animarnos a actuar, a elegir, a hacer, poniendo la confianza en nosotros y poniendo la confianza en Dios.

Pidámosle entonces en este día a Jesús, aquel que con paciencia nos espera, que también con nosotros tengamos esa paciencia para esperarnos, para esperar en los demás, para crecer en la vida y para crecer en la fe.


Primera Lectura: Sabiduría 12, 13. 16-19

Salmo: 85, 5-6. 9-10. 15-16a.

Segunda Lectura: Romanos 8, 26-27

Evangelio: Mateo 13, 24-43

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