martes, 5 de julio de 2011

Homilia: "Vengan a mi" Domingo XIV del Tiempo Ordinario

Hace un par de semanas como siempre fui al cine a ver Kung Fu Panda 2, recomendable para los que no la vieron y van aprovechar las vacaciones de invierno y tienen un corazón de niño como yo. Comienza la película con una imagen en la que Shifu (el maestro) lo llama a Po, el panda, el guerrero dragón, a quien le dice que le tiene que enseñar algo nuevo. Po va (en este momento hay una imagen de paciencia e inquietud, en donde Po agarra una gota que cae de una hoja, y la lleva como si fuera una pelotita de tenis), y Shifu le dice: “Tienes que dar este paso ahora en tu vida, lograr esto: la paz interior”, y ahí comienza ese nuevo camino de Po de ver si puede lograr esa paz interior o no, lo que tendrán que ver la película para ver qué sucedió…

Pensaba cómo esto, más allá de la ironía o del chiste de la película es lo que todos buscamos en la vida, el tener paz en el corazón, y no una paz que sea que ‘todo este tranquilo, que no pase nada’ sino aquello por lo cual uno descubre en el corazón que encontró lo que quiere y que está feliz por eso, que ese es el camino que uno tiene que hacer. Para poner un ejemplo si uno mira la vida de Jesús, por más que haya pasado momentos difíciles uno no piensa que no estuviera en paz en el corazón. Él estaba tranquilo en el corazón buscando lo que quería. Y eso es lo que creo que cada uno de nosotros buscamos en la vida.

A uno tal vez como nunca en el mundo de hoy, le cuesta mucho. Nos cuesta mucho porque tenemos muchas preocupaciones, nos cuesta mucho porque estamos muy exigidos, nos sentimos muy tironeados de muchos lados, nos cuesta mucho porque vamos a mil y cuando uno está a mil cuesta muncho encontrar la paz en el corazón, y también porque muchas vemos los deseos que tenemos por diferentes razones, a veces de tiempo, a veces nuestras, a veces porque no se van dando, no ocurren como quisiéramos o deseásemos. Y esto hace que a lo sumo busquemos el ‘querer estar un rato tranquilo’, ‘no quiero que nadie me moleste’, pero no es de lo que hablamos, sino de aquello que trae un estado en lo profundo del corazón, y creo que las lecturas de hoy tienden todos a esto que es también cómo encontrar paz en el corazón,

En la primera de ellas Zacarías le habla al pueblo diciéndole: “Alégrense, hay alguien que viene, hay alguien que ustedes esperaban con mucho anhelo y se está por hacer presente”, que es Dios, que es el rey que ellos esperan. Y me venía a la mente la imagen de los chiquitos, vieron cuando están esperando con mucho deseo que alguien venga y están preguntado ‘cuánto falta, cuándo llega, va a venir, se acordará’, y tal vez nosotros un poco más grandes a veces cuando esperamos con mucho anhelo una presencia importante para nosotros sentimos que el tiempo nunca pasa, y estamos esperando con alegría el poder celebrar y encontrarnos y vivir la alegría de estar con el otro. Y la alegría profunda de que uno está viviendo aquello que quiere, que diferente es esto de la diversión: uno se puede divertir con algo, la podemos pasar bárbaro, uno la puede pasar bien, pero la diversión se esfuma, pasa, es un rastro, y la alegría es aquello profundo que queda en el corazón, cuando uno está contento con las cosas que pasan, cuando uno siente en el corazón que hay cosas que le traen gozo. Esto es lo que anuncia Zacarías, y esto es también lo que nos invita a nosotros: a vivir la alegría de poder encontrar con Dios, de poder encontrarnos con Jesús, a vivir la alegría de poder encontrarnos con los demás.

En la Segunda Lectura Pablo hace casi como este dualismo, como estas dos listas: “Estas son las obras del espíritu, estas son las obras del mundo o de la carne. Esto es lo que invita Dios, y esto es lo que invita el mundo”. A veces suena como un mensaje duro, porque cómo hago yo porque uno vive en el mundo. Sin embargo creo que es claro lo que Pablo nos dice, y es claro al punto que quiere ir, y a lo que va es que hay cosas que verdaderamente llenan el corazón, que cuando nos escuchamos con profundidad, que cuando nos animamos en nosotros mismos y a buscar aquello que verdaderamente nos da vida, estamos buscando esas obras del espíritu, pero que muchas veces nos distraemos con cosas que hasta nosotros mismos descubrimos que son vanas, que son superfluas, que no nos llevan a nada, aun muchas que decimos ‘esto no lo quiero más para mí’ pero seguimos cayendo, las seguimos buscando aun cuando no sacia, en vez de animarnos a buscar aquellas cosas para donde el espíritu tira. El problema es que esto es como todos los hábitos, tenemos que animarnos a buscarlo, tenemos que muchas veces trabajarlo desde la voluntad para que después puedan salir naturalmente, para que después broten de lo profundo del corazón.

Por último en el Evangelio Jesús nos invita a ir a Él. “Vengan a mi” dice Jesús, “todos aquellos que están cansados, que están afligidos, que están acongojados, todos aquellos que no encuentran en quien descansar”. Jesús mira a la multitud, Jesús mira a sus ovejas y descubre que necesitan de alguien. Y tal vez como ningún otro Evangelio esto refleja creo muchas veces los que no pasa hoy. Creo que justamente esto que decíamos al principio nos lleva a tener muchas veces este estado en el corazón, estamos cansados, nos sentimos cansados, y por más que muchas veces nos acostamos y dormimos 12 horas o dormimos todo el día, a veces tenemos más ojeras, a veces tenemos más cara de cansados, y todo como que nos cansa, no terminamos casi de disfrutar de nada, a veces hasta ni siquiera de las cosas que nos gustan, y eso nos va llevando como en una pendiente a no poder encontrar esa paz en el corazón. También muchas veces nos sentimos agobiados porque tenemos muchas responsabilidades, porque sentimos que lo que hacemos nunca alcanza, que los hijos les piden más, o los padres les piden más a los hijos, o los amigos les exigen más, el mundo exige más, y uno siempre está corriendo, y nunca puede descansar, y cuando uno está corriendo muchas veces no terminan de encontrar esa paz del corazón. Y nos sentimos agobiados por muchas cosas que tenemos, por un montón de cosas que tenemos que hacer y no tenemos ganas, y no nos gustan y no queremos. Y también muchas veces nos sentimos afligidos, porque nuestros deseos no se cumplen, porque luchamos un montón por muchas cosas y no se dan de la manera que queremos y deseamos un montón de cosas que tampoco llegan con el tiempo a nosotros, y sentimos que de todos lados nos terminan tironeando.

Hoy Jesús trae una propuesta totalmente distinta. Nos dice que ‘los que están cansados, los que están afligidos, los que están agobiados, los que no saben dónde buscar’ pueden descansar en Él.

Hoy Jesús dice: “Yo no les exijo nada, vengan a mí. Yo no les cargo nada sobre ustedes, no los obligo a nada, descansen en mi”. Todos lo que se sientan así, vengan y descubran que tienen alguien que los espera, que les hace un lugar, que les abre la puerta de su casa, que les dice: “Acá siempre tendrás una invitación, acá tendrás siempre alguien que te escuche, acá tendrás siempre alguien que te valore, que te ame y que te quiera”. ¿Por qué? Porque eso es lo que apasiona a Jesús.

Muchas veces nosotros pensamos que Jesús casi no sentía nada. Sin embargo en este Evangelio escuchamos que dice: “Te alabo Padre”, ¿y por qué lo alaba al Padre? Porque Jesús es un apasionado, y lo que lo apasiona es justamente la obra del Padre, todo lo que el Padre hace, y cómo el Padre se revela. “Te alabo Padre por haber revelado estas cosas a los sencillos, a los pequeños”. Eso es lo que le apasiona a Jesús, encontrar un corazón sencillo y pequeño que se siente necesitado.

Creo que ese es el problema que tenemos muchas veces hoy, que nos llevan a creer que nos bastamos a nosotros mismos, que no necesitamos de los demás, que todo lo podemos lograr solos, y casi que nuestra vida puede ir sola, y eso es una gran mentira porque cuando no nos podemos encontrar con los demás generalmente estamos tristes, agobiados, afligidos, tristes, y nos cansamos. Cuando encontramos con quien compartir la vida, eso sacia nuestro corazón, pero para eso tenemos que descubrir que estamos necesitados, y cuando nos sentimos necesitados y nos encontramos con Dios, y nos encontramos con los demás, eso empieza a traer paz en el corazón. Hay alguien que me puede saciar, hay alguien que me entiende, hay alguien que me comprende, hay alguien que me trae paz.

Eso es lo que hoy nos invita Jesús, eso es lo que nos promete Dios, a que descubramos que hay alguien que siempre escucha nuestro corazón necesitado.

Animémonos entonces a alegrarnos porque Jesús nos dice que viene a nosotros. Animémonos a encontrarnos con Él y a descubrir en Él un lugar de paz, un lugar de descanso.


Primera Lectura: Zacarias 9, 9-10

Salmo: 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14

Segunda Lectura: Romanos 8, 9. 11-13

Evangelio: Mateo 11, 25-30

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