miércoles, 31 de agosto de 2011

De vacaciones por el aconcagua 3ra parte

Luego de haber contado mi viaje por el Aconcagua de Febrero de 2010 en los números de noviembre y diciembre quería comentarles algunas enseñanzas que me dejo la montaña y pueden aplicarse a nuestra vida.

Dejarse guiar: En la montaña queda muy en claro quien es el guía, no solo porque uno lo contrata, y obviamente sabe más, sino porque es en quien uno confía su vida. Cuando uno hace un deporte de riesgo como es el alpinismo, uno sabe que son mayores son los riesgos que corre, y por eso uno tiene que saber en quien confiar. Así, guiado, uno recorre los senderos que el otro le va marcando, sigue el ritmo que el otro indica y hasta come la cantidad y lo que el guía le dice.

En la vida muchas veces también nosotros tenemos que dejarnos guiar y no creernos autosuficientes. Y esto no solo cuando somos niños u adolescentes, sino en todas las edades de la vida. Dejarse guiar por los demás y por Jesús.

Respetar los tiempos de la montaña: Es la montaña la que te dice cuando se puede subir y cuando no, si el día esta como para ascender o si hay que esperar. Uno tiene que ser prudente esperar que el clima de para continuar la marcha y hasta saber decir que no como nos paso a nosotros: estábamos cerca de la cima pero la montaña dijo que no.

En la vida también hay que saber respetar los tiempos, que cada momento de la vida tiene sus cosas y no querer llevarla toda por delante, sin mirar si eso me puede hacer mal o no.

Convivencia: Uno se pasa todo el día con el otro. Es más con Cristián mi compañero de viaje uno entraba a la pequeña carpa a las 18 horas y hasta las apróx 10.00 de la mañana uno no salía por el frío. Así que hay aprender a respetarse y entender al otro. Ahí no hay lugar a donde escapar o con quien hablar si te peleas así que hay que aprender a convivir. En la vida nos pasa lo mismo tenemos que aprender el difícil arte de la convivencia, lo cual es todo un trabajo y lleva tiempo. Aprender que le gusta al otro, que no, cuando hay que hablar, cuando callar, en que momento es bueno contestar o en que momento es mejor dejarla pasar. Todo esto es un arte al que muchas veces no le damos tiempo y esto termina en peleas, discusiones, distanciamientos, etc.

Ir paso a paso, con un ritmo sostenido: lo importante te enseñan no es ir rápido sino a un ritmo sostenido. Primero porque si vas rápido te cansas más, pero además corrés el riesgo de apunarte y no aclimatarte. La montaña tiene su ritmo y la vida lo mismo. Todo tiene su tiempo o su ritmo. No hay que quemar etapas. Muchas veces queremos todo ya, hoy, y eso es infantil. La vida no es como McDonalds u cualquier otro fast food, como decía más arriba una tiene que ir caminando de a poco pero también así mucho más seguro.

Prepararse mentalmente: uno no va al Aconcagua de un día para el otro, sino que lo piensa y se va mentalizando. Es más como les conté la mayor parte del esfuerzo es mental, es animarse a seguir, a dar un pasito más, uno detrás del otro, poniendo mucha voluntad. También es bueno para cada uno de nosotros pensar y mentalizarnos bien en el objetivo que nos proponemos, dejarlo madurar, para luego encararlo.

Alimentarse bien, descansar bien, etc: Uno tiende a minusvalorar u olvidar en la vida diaria cosas que en la montaña cobran otra dimensión y pasan a ser muy importantes para el objetivo que uno quiere hacer. En cada una de esas cosas pequeñas, a uno le dicen esto es muy importante, esto es muy importante, uno tiende a reírse pero después aprende a descubrir como cada pequeña cosa hace a lo que uno quiere hacer o lograr.

Estas son algunas de las cosas que medite y aprendí en esos doce días en la montaña. Espero que les haya gustado y servido. Padre Cholo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario