jueves, 22 de marzo de 2012

Homilía: "Dios amó tanto el mundo, que entregó a su único Hijo" - IV domingo de Cuaresma


Una de las últimas películas que vi, se llama Immortals, o Inmortales. Es una película de ciencia ficción, que trata de la invasión del rey Imperion que va dominando, junto con los herodianos, todo Grecia.

El rey se va acercando a un pequeño pueblo que queda en un acantilado; donde está Teseo, un joven, junto con su madre. A este joven lo había criado también un hombre más anciano, un mentor. Cuando el rey se va acercando, la idea es que todos se vayan. Y su mentor le dice a Teseo, que por qué no se queda con el ejército a combatir, que ya está maduro. Él le dice que no quiere, que el ejército siempre les dio la espalda a ellos, que no le importa ahora unirse a ellos… Todos empiezan a preparar las cosas para irse; y Teseo se acerca a este anciano, al anochecer, y le pregunta: “¿Dónde están tus cosas? ¿Por qué no preparaste las cosas para la marcha?” El hombre contesta: “Esas cosas son para los más jóvenes, yo ya soy una cabra más vieja, no tiene sentido.” “Pero quedarse acá es como un suicidio.”, dice el joven. “Los herodianos no andan con indecisiones, por lo menos no tendré una muerte lenta”, dice el anciano. Finalmente Teseo dice: “cada día estás más loco”; a lo que el hombre contesta: “No, solamente cansado.” -se le queda mirando y dice- “Teseo, lo importante no es vivir, sino vivir correctamente.” Con esto no apunta a decir qué es lo correcto; sino a descubrir en el corazón qué es lo que tiene sentido, qué es lo que vale. No es andar huyendo, sino que vos descubras en este momento qué es lo que tenés que hacer; y qué es lo bueno, para vos y para los demás.

Y creo que en el fondo, si todos nosotros miramos retrospectivamente nuestra vida, siendo más grandes o más pequeños, ¿qué es lo más importante que hemos tenido en la vida? No es solamente el vivir, sino esos momentos profundos que llenaron nuestro corazón. Aquello que verdaderamente nos da vida. Si vamos más a lo concreto, aquellos momentos donde pudimos realmente amar; aquellos momentos donde realmente nos sentimos amados. Esos son los momentos que quedan grabados, casi a fuego, en nuestro corazón.

Algunas veces escuchamos, en testimonios de personas que han tenido una vida muy conflictiva o fuerte; que para ellos en realidad lo más importante que hicieron en su vida, fue “tener este hijo, poner este gesto…” Aquello donde se sintieron más plenos, donde pudieron amar, o donde vieron un fruto del amor. En la vida pasa lo mismo. Pero en el fondo, esto nace de aquello mismo que Dios pone en nuestro corazón. San Juan, en este Evangelio nos dice que Dios amó tanto el mundo, que entregó a su único Hijo. Va al centro del mensaje de Jesús. Muchas veces, cuando nos preguntamos ¿Por qué vino Jesús? ¿Por qué se entregó? ¿Por qué dio la vida? pensamos: “porque nos portábamos mal, porque pecamos, porque no hicimos las cosas correctamente…”. Sin embargo, Juan dice: No, no fue por eso. Tal vez eso es secundario, pero no lo central. Lo central es que Jesús viene a nosotros porque Dios nos ama. Porque tiene un amor tan profundo, tan apasionado por nosotros, que aún aquello que es lo que más quiere, que es su Hijo, lo da, lo entrega. ¿Para qué? Para que tengamos vida. Y amplía; Jesús no vino para juzgar -ojo, no crean esto- sino que vino para salvar. Lo que quiere hacer Jesús es salvarnos. Lo que quiere hacer Dios Padre, por medio de su hijo, es salvarnos. Y por eso lo que quiere es que descubramos a Aquel que nos ama. ¿O acaso no es lo que marca nuestra vida o nuestro corazón? Aquello que nosotros sentimos en lo profundo, cuando nos sentimos amados. No marca solamente a aquel que hace bien o mal las cosas, sino aquel momento donde uno se sintió verdaderamente querido, protegido, cuidado por el otro. Y eso es lo que hace Dios, en Jesús, por nosotros. Y eso es lo que nos invita a descubrir en este tiempo de Cuaresma.

Lo central de ir caminando en la Cuaresma, es ir descubriendo todo ese amor que Dios nos tiene. Porque cuando uno se siente amado, es que uno ahí quiere crecer, es que ahí uno quiere cambiar, es que uno quiere vivir algo diferente. En general cuando no nos sentimos queridos, amados, valorados, la vida nos cuesta mucho más. Nos encontramos más molestos, más irritables. Pero cuando podemos encontrarle el sentido a las cosas, a partir del amor; el amor de Dios y el amor del otro, vivimos de una manera distinta. Esto es lo que nos invita a descubrir Jesús. Juan nos dice que cuando descubrimos el amor de Dios, y cuando elegimos ese amor, caminamos detrás de Él. Por eso somos iluminados por Él. Aquél que cree en Dios, ya no está condenado. Vive en la Luz. En aquella luz que da el amor; en aquella luz que ilumina nuestros corazones cuando nos sentimos amados. En cambio cuando no lo elegimos, cuando rechazamos ese amor, o el amor de los demás, vivimos como en la oscuridad, como en las tinieblas. Hay algo que nos falta, hay algo que no nos da vida. Hay algo que no podemos descubrir para encontrarle un sentido a nuestra propia vida, a las cosas que hacemos; también a la vida de los demás.

Creo que esto no se basa solamente en una elección: elijo a Dios o no. Uno mismo en la propia vida va eligiendo o no a Dios, descubre zonas de la vida iluminadas; y descubre también en el propio corazón oscuridades, lugares que no dan vida. Vemos ciertas cosas que llevan más hacia la muerte, o que nos alejan de los demás y de Dios. Y es por eso que Jesús nos invita a querer transformar aquello que no nos da vida. Y esto es lo que nos dice Pablo. Aquél que descubrió un montón de oscuridades en su vida, descubre aún ahí que Dios lo ama. Dios es misericordioso, dice Pablo. Y él puede dar certeza de esto: “cuando me encontraba alejado, cuando me encontraba en la oscuridad, cuando creía que nada podía cambiar, encontrándome con Jesús, encontré una nueva vida. Encontré algo que iluminaba mi sentido, y a partir de ahí, comencé a caminar de una manera distinta.” Y nos invita a nosotros a descubrir eso. Podríamos decir que en Dios tenemos esa certeza, y también esa ventaja. Del amor de Dios, surge su misericordia, su deseo de perdonarnos.

A veces me llama la atención, cómo los chiquitos, cuando cometen algún error, en vez de salir corriendo hacia el otro lado, salen corriendo hacia los pies de los papás. Le agarran de los pies, le piden perdón y se largan a llorar. Y uno casi porque no tiene otra, le dice: “bueno, ya está no pasa nada…”- casi como que nos ganó de mano. -Uno dice bueno, si se pone así, ¿qué voy a hacer? -. Podríamos decir que con Dios tenemos que hacer lo mismo. Cuando nos equivocamos, cuando hacemos las cosas mal, en vez de correr hacia el otro lado, correr hacia sus pies. Tal vez como hizo esa mujer, ¿se acuerdan?, corrió, se arrodilló, lo besó, lloró. ¿Por qué? Porque descubría la vida ahí. Porque en esos pies, en ese hombre, Jesús, sabía que alguien la amaba; sabía que había alguien que le podía transformar la vida. En esta cuaresma se nos invita a descubrir que hay alguien que nos quiere, que nos ama; y que casi con locura, nos quiere perdonar.

Para eso tenemos que confiar en Él. Para eso tenemos que correr hacia Él casi con desesperación, sabiendo que hay alguien que nos busca, que nos quiere, que nos puede cambiar.

Pidámosle a Pablo, aquél que descubrió en Jesús a aquel que le podía traer una nueva vida, que lo amaba con todo el corazón; que también nosotros en esta Cuaresma, caminando hacia la Pascua, podamos descubrir en Jesús, a aquel que nos ama, aquel nos puede cambiar, aquel que nos puede transformar.

LECTURAS:

*2Crón 36 , 14-16. 19-23

*Sal. 136, 1-6

*Ef 2, 4-19.

*Jn 3, 14-21

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