lunes, 26 de diciembre de 2011

Homilía: "Jesús nos trae el mensaje de la sencillez del amor" - Nochebuena

Hay una película dinamarquesa, excelente, que se llama “Después de la Boda”, en la que se cuentan los acontecimientos de la boda de la hija mayor de un matrimonio. Después de que se casan, empiezan a pasar diversas cosas y Jorgen, el padre de familia, le dice a su mujer, Ellen, que quiere celebrar sus 48 años. Quería hacer una fiesta invitando a todos sus amigos y conocidos. Era multimillonario entonces la plata no era problema. Hace una fiesta, invita a todos sus amigos y, al final de la cena, como a veces hacen algunos, toca con el tenedor la copa para que todos hagan silencio y dice que va a dar un discurso. Y dice así: “cumplo 48 años, y hubo sentimientos que no supe expresar cuando cumplí 40 y han pasado varias cosas, así que creo que es razonable que les robe 10 minutos de su valioso tiempo porque, si hay algo que pude aprender con el paso de los años, es que el tiempo es valioso”. Entonces, mira a su mujer y le dice “Ellen me podría pasar toda la noche presumiendo de ti pero sé que no querés que lo haga. Sin embargo, hay algo que sí quiero decirte y es que, aunque no te lo demuestre constantemente, me hacés todos los días extremadamente feliz y que los momentos que paso contigo y con nuestros maravillosos hijos muestran el sentido y la profundidad de lo que quiero decir. Ustedes, con nuestros amigos, con nuestros conocidos, tienen un lugar en lo profundo de mi corazón y lo verdaderamente importante es el tiempo que he podido pasar, y paso, con todos ustedes. Lo demás no importa”.
Creo que ese sencillo discurso va tal vez a lo central de nuestra vida que es que lo verdaderamente importante es compartir la vida con aquellos que queremos, compartir la vida con aquellos que amamos verdaderamente en el corazón. La Navidad nos muestra esto. ¿Qué queremos hacer en Navidad? Estar con toda la gente que queremos, con la gente que amamos. Intentamos reunirnos en familia –a algunos les gusta más, a otros les da más fiaca porque algunos son un poco pesados– y cuando, por diversas razones que todas las familias tienen, no podemos reunirnos en familia, nos cuesta porque la Navidad nos recuerda eso ya que Jesús nos lleva a lo central. Jesús muestra, en la Navidad, que quiere pasar un tiempo con nosotros y esta fiesta nos vuelve a lo esencial de compartir la vida.
Porque ¿por qué Dios se encarnó? En general, nos dicen que Dios se encarnó porque tenía que salvarnos. Ahora, ¿no podía buscar un montón de maneras para salvarnos? Es todopoderoso, nos enseñan desde chiquitos. Yo creo que,si en realidad Dios se encarnó es porque, justamente, por el amor que nos tenía, quería pasar tiempo con nosotros. Es más, yendo más profundo, en realidad lo que salva es el amor; lo que nos salva, lo que nos alegra, lo que nos trae gozo al corazón es que podamos amar y que nos amen y Dios viene, en Jesús, a nosotros porque también quiere hacer experiencia de este amor. Por eso se encarna y escuchamos que nace en Belén; por eso vive en una familia, por eso tiene una mamá y un papá que le muestran ese cariño, ese amor. Por eso va creciendo, conociendo amigos, conociendo gente y descubriendo lo que significa ser amado para también Él dar la vida por amor. La conclusión, el desenlace, de la vida de Jesús es lo que día a día fue aprendiendo en una familia y por eso nos muestra lo que quiere hacer con cada uno de nosotros. No lo hizo allá a lo lejos; sino que también lo quiere hacer hoy. Lucas dice que el ángel les dijo a los pastores “Hoy les traigo una buena noticia”, y este niñito que los chicos trajeron recién caminando hasta acá nos quiere recordar esto, esa sencillez: hoy también Jesús nos trae a nosotros una buena noticia. ¿Y cuál es esa buena noticia? Que nos quiere y que nos ama; que, como Él hizo experiencia, también nos facilitó a nosotros esa experiencia de tener un papá, una mamá, hermanos, hijos, hijas, amigas, amigos, esposa, mujer… los vínculos que quieran, vínculos en los que uno descubre ese amor. Y también descubrimos ese amor en Jesús.
Belén, esta cuna, este pesebre, nos muestran cómo Jesús nos dice “YO VOY A ESTAR SIEMPRE CON USTEDES; desde el día en que mi Padre los pensó… desde el día en que naciste, te amé con locura y no dejé de mirarte, de acompañarte y, mientras crecías, mostrarte ese amor”. Puede ser que a veces no lo descubramos, que a veces no lo sintamos, que a veces nos alejemos; pero, cuando nos alejamos, Jesús nos dice “Yo te voy a buscar”, cuando nos caemos nos dice “Yo te voy a levantar”, cuando estamos fatigados nos dice “Yo te tomo en mis brazos y siempre te llevé de la mano”. Ese es el mensaje de Belén, es el mensaje de la sencillez del amor pero de la profundidad del amor que colma el corazón y que nos dice a nosotros también hoy, en esta noche, que volvamos a lo central, que si tenemos que mirar para atrás y queremos pedir algo para adelante, que podamos volver a lo valioso, a lo lindo de todos los días que es compartir la vida, que es estar con los que queremos.
Esto es lo que nos muestran las lecturas, que también vuelven a lo central. Isaías nos dice “se vio una gran luz”, es decir, hubo algo que iluminó las vidas de esas personas y que trajo alegría, que trajo gozo porque vino alguien. En el Salmo cantábamos recién “Hoy nos ha nacido un Salvador, un Rey”, hablando también de algo que cambia las cosas. Pablo nos dice lo mismo, “Dios se manifestó, alégrense”, de nuevo habla de algo que nos cambia la vida. Y, por último, también lo dice Lucas, María dio a luz algo sencillo, un niño, e hizo lo mismo que muchas de ustedes hicieron durante mucho tiempo: envolverlo en pañales. Sin embargo, ahí estaba lo esencial y lo central de lo que quería vivir.
Hace un tiempo, les conté una anécdota de casa. Cuando iba los domingos a casa –sobre todo cuando estaba en el seminario porque después ya se tuvieron que acostumbrar a que de cura voy todavía menos– siempre, cuando me iba, hubiera pasado una hora, dos horas, cinco horas o siete horas ahí, la respuesta era igual: “¿ya te vas?”. Siempre lo mismo. Y yo pensaba en qué hacer, porque cuantas más horas pasaba, siempre era igual. Pero, en realidad, lo que me faltaba entender era el sentido de esas palabras, el sentido de que alguien que te quiere te dice “Quiero estar con vos, quiero pasar tiempo con vos”. Eso es lo que nos dice el pesebre. El pesebre nos dice que Jesús nos dice a cada uno de nosotros “Quiero estar con vos, quiero pasar tiempo con vos; no me es lo mismo que estés o que no estés y, por eso, animate a abrirme el corazón y a vivir eso”.
Esto es la sencillez de la Navidad. Por eso nos pide que la vivamos en familia, porque ahí es donde recordamos cosas, donde nos alegramos, donde gozamos de estar con los demás.
Pidámosle entonces en esta noche a este Niño Jesús que podamos abrirle el corazón de nuestras vidas, que podamos abrirle el corazón de nuestras familias a este Jesús que viene a nosotros para que Él, en esta Nochebuena, nos traiga luz, nos traiga paz y para que, como los pastores, podamos cantar esa gloria de Dios de ese amor que se manifestó a nosotros.

LECTURAS:
* Is. 9, 1-6
* Sal. 95, 1-3. 11-13
* Tit. 2, 11-14
* Lc. 2, 10-11

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