lunes, 5 de diciembre de 2011

Homilía: "Consuelen al pueblo porque Jesús viene y trae esperanza" - II domingo de Adviento

Hay una canción de Alejandro Lerner, que es más de mi época (aunque supongo que igual los chicos todavía lo escuchan), cuya letra dice

PASA LA VIDA Y EL TIEMPO NO SE QUEDA QUIETO
LLEGÓ EL SILENCIO Y EL FRÍO CON LA SOLEDAD
¿EN QUÉ LUGAR ANIDARÉ MIS SUEÑOS NUEVOS
Y QUIÉN ME DARÁ UNA MANO PARA VOLVER A EMPEZAR?

VOLVER A EMPEZAR, QUE NO SE ACABA EL JUEGO
VOLVER A EMPEZAR, QUE NO SE APAGUE EL FUEGO
QUEDA MUCHO POR ANDAR
Y MAÑANA SERÁ UN DÍA NUEVO BAJO EL SOL
VOLVER A EMPEZAR

Y hay otra frase, más al final de la canción, que dice que Dios será justamente ese que le dará la mano: “SABE DIOS QUE NUNCA ES TARDE PARA VOLVER A EMPEZAR”.

De alguna manera, este Tiempo de Adviento sintetiza ese “volver a empezar” en el cual Jesús nos da esa posibilidad, en el cual Dios nos invita a vivirlo de esa manera. El Evangelio de hoy nos dice eso. Comienza el Evangelio de Marcos justamente con la palabra “comienzo”: hay algo que empieza, hay algo que tiene un inicio. ¿Y cuál es ese comienzo? El comienzo de la Buena Noticia. Marcos les quiere decir a todos sus lectores, a todos sus oyentes, que hay una Buena Noticia que les quiere llevar, que hay un Evangelio – palabra que inventan los Biblistas para anunciar quién es Jesús, para decir con profundidad quién es esa persona que les cambió la vida. Y dice que ese comienzo de la Buena Noticia es Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios. Este es el primer versículo que tenemos de alguno de los cuatro Evangelios; lo primero que se escribe y que, de alguna manera, sintetiza todo lo que van a decir los cuatro evangelistas (Marcos, Mateo, Lucas y Juan). Porque los cuatro Evangelios van a hacer un camino para explicitar cómo Jesús es el Mesías y es el Hijo de Dios, para explicarles a los demás esa Buena Noticia, esa certeza que tiene Marcos en su corazón. Ahora, si nos preguntasen a nosotros cuál es nuestra Buena Noticia, cuál es nuestro Evangelio, ¿qué les diríamos a los demás? Porque, si en esto se sintetiza lo que es el Adviento, la pregunta para nosotros en este tiempo es ¿quién es Jesús para nosotros?, ¿qué significa Jesús en nuestra vida? y ¿qué significa esta Buena Noticia? Y si nosotros fuésemos los que tuviésemos que anunciar este Evangelio a los demás, ¿qué les diríamos?, ¿qué escribiríamos de nuestro Evangelio?, ¿cómo lo comenzaríamos?, ¿por dónde empezaría?, ¿qué iríamos a anunciar a los demás? y ¿qué les diríamos de Jesús? Y si tuviéramos pocas palabras, ¿en qué lo concentraríamos?
Ahora, podemos dar un paso más en esto porque en realidad esta primera palabra de Marcos (que, como ustedes saben, los Evangelios se escribieron en griego), se puede traducir de otra manera, que creo que es más profunda ya que en vez de “comienzo” es “principio”. ¿Y por qué es más profunda? En primer lugar, porque la podemos relacionar: “en el principio, Dios creó todo”, “en el principio, Dios creó las cosas”, “en el principio, Dios creó la vida”. Marcos nos dice que hay un nuevo principio; que en Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios, todo empieza de nuevo. Y no porque cronológicamente no hubiera un antes, hubo un antes en el que Dios por los profetas, por medio de muchos, anunció; sino porque hay un cambio tan radical, hay una novedad tan profunda en Jesús que, para Marcos, es como empezar de nuevo. Es el nuevo principio de todas las cosas porque, a partir de Jesús, se lee todo. A partir de Jesús, de esa Buena Noticia, Marcos puede explicar quién es y qué hace. Por eso lo anuncia de esa manera. Podemos decir que, en profundidad, Jesús es el principio de todas las cosas, es el fundamento en lo que todo se sostiene y es en lo que quiere, también, que nuestra vida se sostenga. Podríamos preguntarnos eso: ¿Jesús es principio de mi vida, es el fundamento de mi vida?, ¿me encontré de tal manera que hay un antes y un después? Porque con estas palabras de Marcos es como que el Antiguo y el Nuevo Testamento se parten, acá se comienza de nuevo. Y en ese encuentro profundo que hayamos tenido con Jesús –que no tiene por qué ser nuestro empezar cronológico– ¿sentimos que nuestra vida cobra un sentido diferente, más profundo, distinto?, ¿sentimos que nuestra vida cambia? Porque esta es la invitación de Marcos, y para eso nos invita a prepararnos: para hacerle lugar a Aquel que es la Buena Noticia que puede darle sentido a nuestras vidas.
Así, Marcos empieza con Juan. Juan el Bautista, quien le dice a la gente que “preparen el camino del Señor, allanen sus senderos… hay alguien que viene”. Y, como hablábamos el domingo pasado, tenemos alegría. No se nos dice que tenemos que hacer algo; sino que el otro viene a nosotros. Si leyésemos un poco Isaías (como el domingo pasado o este) o prestáramos atención a las palabras de Juan el Bautista, en realidad dicen que hagan cosas “rellenen los valles, aplanen las montañas…”… había que hacer mucho trabajo, había que hacer caminos por todos lados, y era trabajoso en ese entonces que Dios llegara, que Dios se hiciera presente. Sin embargo, Juan dice que viene alguien nuevo, alguien que parte la historia“del cual yo no soy digno ni siquiera de arrodillarme frente a Él para sacarle las sandalias (…) yo, para prepararlos, los bautizo con agua; pero vendrá alguien que los bautizará en el Espíritu Santo”. Y, perdonando la analogía que siempre va a ser pobre, podemos decir que tal vez antes sí había que preparar muchas cosas para que Jesús viniera; pero, a partir de ese nuevo modo de presencia de Jesús por obra del Espíritu Santo, en vez de preparar tantos caminos, podríamos decir que se trata de una gran autopista la que llega a nosotros. Una gran autopista que llega directo a nuestro corazón. El Espíritu Santo es ese camino por el cual, más allá de lo que pase, Dios siempre se hace presente en nuestras vidas; Dios transforma nuestros corazones para que lo recibamos de una manera nueva. Esto es lo que se nos invita a vivir en este Adviento. Por medio del Espíritu, Dios quiere transformar nuestras vidas. ¿Cómo las transforma? Ayudándonos a descubrir a Aquel que trae una verdadera esperanza.
“Consuelen a mi pueblo”, dice Isaías al comenzar la primera lectura. Ahora, para consolar, uno tiene que tener algo que decir. ¿Cuántas veces nos pasa, frente a situaciones muy duras, que no tenemos palabras?, ¿cuántas veces nos pasa que, a pesar de que hablamos mucho, nos preguntamos qué podemos decir frente a eso que pasa, qué palabra, qué gesto puedo tener? Isaías dice “Consuelen a mi pueblo” y, para eso, tienen que tener algo para decir, tienen que tener una esperanza diferente; y les dice que consuelen al pueblo porque Dios viene. Esa invitación hoy es para nosotros: cuando nos quedamos sin palabras, cuando no encontramos qué decir, hoy Dios nos dice, por medio de su Profeta, “consuelen a mi pueblo”. Pero, ¿estamos convencidos de que Jesús nos trae una esperanza diferente?, ¿estamos convencidos de que Jesús es la verdadera esperanza para anunciar a los demás? Porque el Adviento es eso: es volver a tener esperanza. Como hemos hablado la otra vez, en un mundo pesimista en donde nada puede cambiar, en el cual no vale la pena seguir luchando, en donde todos tienden a bajar los brazos, el Adviento nos dice “esperen porque Jesús viene; esperen atentos, miren hacia delante y, en ese mirar, no sólo alégrense ustedes sino que también transmítanselo a los demás”. Esa alegría que trae la esperanza de Jesús tiene que ser consuelo para otros y si hay algo que se nos invita a hacer en este tiempo es llevar la esperanza a los demás, consolar a todos aquellos que en este momento no encuentran consuelo. Y nuestro consuelo no siempre va a poder ser con palabras, a veces será estar a su lado, acompañarlos, darles un abrazo, tener un gesto con ellos… ayudarlos a descubrir que no están solos, que en nosotros Jesús se hace presente.
Esa es la invitación durante todo este tiempo. ¿Cómo descubrir a este Dios que viene ahora? No solo a un Jesús que vino, no solo a un Jesús que nos invita a mirar hacia delante con esperanza, sino a un Jesús que hoy se hace presente en nuestra vida; y eso sí puede ser consuelo. En los Evangelios muchas veces escuchamos cómo Jesús trae una nueva esperanza: hace milagros, trae palabras de esperanza, le cambia la vida a muchas personas… La invitación en este tiempo es a que nos dejemos transformar por Jesús, que Él nos traiga consuelo, que nos traiga esperanza y que nosotros podamos ser ese Jesús para los demás.
Alguna vez escuché una frase, que ya compartí en otro momento con ustedes, que dice que “NUESTRA VIDA PEUDE SER EL ÚNICO EVANGELIO QUE OTROS LEAN”. En este Tiempo de Adviento, nuestra vida puede ser ese Evangelio de esperanza para los demás, esa Buena Noticia.
¿Cuál es la Buena Noticia para Marcos? Jesús. Este es su Evangelio. ¿Cuál debería ser en este tiempo la Buena Noticia donde nosotros ponemos toda nuestra fuerza? Jesús.
Entonces, preguntémonos en este tiempo quién es Jesús para nosotros. Descubramos en nuestro corazón si verdaderamente es una Buena Noticia y, con esperanza, animémonos a consolar a todos aquellos que Jesús pone en nuestro camino.

LECTURAS:
* Is. 40, 1-5. 9-11
* Sal. 84, 9-14
* 2Ped. 3, 8-14
* Mt. 1, 1-8

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