lunes, 11 de junio de 2012


Homilía: “La alianza que Jesús hace con nosotros rompe todos los parámetros conocidos” – Corpus Christi

En la última versión de la película de Robin Hood, el Rey Ricardo muere en una de las cruzadas, y es proclamado rey su hermano, Juan. Asume la corona, y quiere empezar a recaudar impuestos de las distintas ciudades, estados, que hay en la zona. Entonces le encomienda la tarea a uno de sus súbditos, Sir Godfrey, sin embargo él no sabe que esta Sir Godfrey es francés, y tiene otro interés, que es que se peleen, que se dividan. Entonces para que Francia tenga la posibilidad de poder invadir Inglaterra, empieza a hacer que se enemisten unos con otros, que se dividan para que sea mucho más simple la invasión. En el fondo, busca que rompan esa alianza que ellos tienen, que rompan esa unidad que ellos viven. Esto que también, de alguna manera nos sucede a nosotros en la vida.
Creo que si miramos nuestra propia vida, los momentos en los que nos sentimos más débiles, más vulnerables, más frágiles, son los momentos en los que perdemos a veces nuestra propia unidad, que nos sentimos como disociados; que nuestra vida tira para un lado, el corazón para el otro, la mente para otro lado, el espíritu para otro lugar, y no encontramos paz en el corazón. Sentimos que tenemos que ir para muchos lugares, y no encontramos qué camino queremos seguir. Pero esto mismo sucede en los distintos ámbitos de nuestra vida, en la medida en que no podemos vivir la unidad, que no sentimos que podemos entrar en comunión con los otros. Todos nosotros, buscamos en lo profundo de nuestros corazones, poder entrar en vínculo profundo con los demás. El poder entrar en relación con los demás. Y casi que nuestro estado de ánimo depende de eso: cuánto más podemos estar cerca de los otros, ya estamos mucho más contentos y mejor; cuando no podemos, nos cuesta todo mucho más. Y ese querer entrar en vínculo con los demás, tiene como su máxima expresión, en el momento en el que queremos hacer alianza con los otros, en el momento en que queremos que eso se testimonie. Un ejemplo muy claro de esto es, muchos de ustedes que están casados. Llega un momento en el vínculo en el que uno dice, bueno, quiero dar un paso más, quiero entregar mi vida. Y para eso quiero hacer una alianza, algo que me comprometa, algo que diga: yo quiero dar este paso. En mi vida, sería el momento en que yo dije: yo me quiero ordenar, yo quiero consagrar mi vida a Dios, yo quiero ser sacerdote. Pero no sólo en estos dos tipos y modelos de vida, sino en muchos vínculos. A veces, en las películas, dicen por ejemplo: somos hermanos de sangre, y hacen como que se cortan y hacen un contacto de sangre, quieren que la amistad llegue más allá, quieren mostrarlo con algo más, dar un paso más, y así en distintos vínculos. Hasta también alianzas más triviales, como puede ser una alianza económica, política, logística para una guerra; por conveniencia o por lo que fuese, buscamos aliarnos, buscamos ir juntos, crecer juntos. Y esto nace de lo profundo del corazón, el espíritu humano no fue hecho para estar solo, sino para poder entrar en alianza con los demás.
            Todos tenemos experiencia de lo lindo que es hacer una alianza, y todos tenemos experiencia de lo frágiles que a veces son nuestras alianzas. Y esta alianza que nosotros hacemos en nuestras relaciones humanas, es también la alianza que Dios quiere hacer con nosotros. En la primera lectura, escuchamos que Moisés le dice al pueblo, que Dios quiere hacer una alianza con ellos. Pero esa alianza tiene una particularidad, que en general se da también en nuestra vida, Moisés invita al pueblo a hacer alianza, después de que hizo experiencia de Dios. El pueblo empezó a conocer a Dios, Dios lo liberó de Egipto, y una vez que está en camino a la tierra prometida, le dice, vos hiciste ya experiencia de Dios, sabes lo que es capaz ya Dios de hacer por vos, ahora Dios te invita a hacer alianza, a ir caminando juntos. Es decir, la alianza parte de una experiencia, yo tengo un camino recorrido. A uno no se le ocurriría hacer alianza con alguien que no conoce, que no sabe cómo es, que no le gusta. Sino con alguien que uno siente que comparte el mismo corazón y los mismos valores, o el mismo estilo de vida.
            Y esto que se da en la primera lectura, se da también en el evangelio. Escuchamos este relato tan conocido de la última cena, donde Jesús consagra ese pan, consagra ese vino, celebrando esa primera eucaristía, y termina diciendo, esta es la sangre de mi alianza, este es el pacto que yo hago con ustedes. Ahora, esta alianza tampoco la hace al principio, no es que cuando llama a Pedro, a Santiago, a Juan, les dice: vengan, yo quiero hacer una alianza con ustedes. Primero los invita a estar con Él, a que lo conozcan, a que sepan cuál es el camino que Él quiere recorrer, y después les dice, ahora sí quiero hacer una alianza con ustedes. Ahora que me conocen, que saben quien soy, los invito a hacer una alianza. Es decir, parte de esa experiencia profunda, que tienen de Dios.
Ahora, esta alianza que Jesús hace con nosotros, rompe todos los parámetros conocidos, explota todas las formas de alianzas que nosotros sabemos y conocemos. Porque en general una alianza es bastante pareja, uno dice bueno: yo pongo esto, vos ponés esto. Jesús en la alianza lo que dice es: Yo quiero hacer una alianza con vos, pero Yo soy el que da la vida, Yo soy el que entrego mi vida. Esa alianza con Jesús, no es un pacto, sino que se sella con la sangre de Jesús, con ese Jesús que da la vida, y dice: Yo voy a ser siempre fiel a esta alianza. Generalmente, en una alianza uno tiene miedo de lo que va a hacer el otro, porque una alianza se basa en la confianza, uno tiene que confiar en el otro, cuando uno se casa, cuando hace un vínculo, uno dice bueno: yo tengo que creer en vos, yo tengo que confiar, si no confío, nunca voy a animarme a hacer ese salto. En esta alianza, Dios nos dice a cada uno de nosotros, que confía en nosotros, que cree en nosotros, que confía y nos valora por lo que somos, y que por eso se anima a dar este paso, y que a partir de ahí, nos animemos a vivir.
Ahora, en esa alianza que Jesús sella de una vez y para siempre con nosotros, nos pide a nosotros que nos animemos a dar ese paso. La pregunta es, si yo confío de esa manera en Dios, para animarme a caminar con Él. Ahora, esa alianza también es después de haber hecho experiencia de Dios. Creo que todos nosotros, si miramos nuestra vida, tenemos momentos donde nos hemos encontrado con Dios y hemos hecho experiencia de Él. Bueno, esos son pequeños signos, de una alianza que Dios nos invita a hacer, que Dios nos invita a promulgar, a prometer, y a recordar día a día. Ahora, esa alianza, implica dos cosas, como les decía primero, la confianza, el animarme a confiar en Dios. Él confía en mí, ahora me pide que yo confíe en Él. En segundo lugar el compromiso, la fidelidad, el querer caminar juntos. En esto tenemos un grave problema nosotros porque sabemos que Dios es fiel, pero nosotros tenemos nuestros momentos, momentos en que somos más fieles, momentos donde a veces nos cuesta un poquito más, momentos donde nos caemos, momentos donde nos alejamos de esa alianza. Sin embargo, creo que como Jesús, sabía esto y tenía en cuenta esto, renueva esta alianza día a día. Fijense, Jesús sella la alianza en una eucaristía, y nosotros estamos celebrando una eucaristía acá. La celebramos todos los días, y cada vez que la celebramos, Jesús nos vuelve a decir: Yo hago alianza con vos, y nos vuelve a preguntar al corazón: ¿querés hacerla? Y tal vez nos surjan dudas o preguntas, porque decimos la última vez no pude, me costo… Pero Jesús nos dice, no te estoy preguntando eso. Yo te estoy preguntando de nuevo si hoy te querés comprometer, Yo te estoy preguntando de nuevo, si hoy querés confiar, no mires para atrás, mirá para adelante. Cada vez que nosotros nos animamos a venir acá, a presentarnos frente a este altar, frente a esta mesa de Jesús, Jesús quiere volvernos a invitar a hacer alianza con Él, Jesús quiere volvernos a invitar a ponernos en camino. Cuando Él dice: “Esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre”, nos quiere volver a alimentar, para que podamos caminar con Él. Eso hacemos cuando lo recibimos, muchas veces sentiremos que no tenemos fuerza, que somos frágiles, que no podemos. Jesús me dice: no te preocupes, Yo puedo por los dos, yo mantengo esta alianza, yo te alimento para que puedas vivirla, para que puedas caminar conmigo.
Pidámosle entonces a Jesús, aquel que selló esta alianza con su vida, aquél que la renueva en cada eucaristía, que también nosotros, alimentados por Él, renovados por Él, podamos caminar y vivir siempre en esta nueva alianza que hace con nosotros.

Lecturas:
*Éx 24, 3-8
*Sal 115, 12-13. 15-18
*Heb 9, 11-15
*Mc. 14, 12-16. 22-26

No hay comentarios:

Publicar un comentario