viernes, 12 de junio de 2015

Homilía: “Comprométanse a llegar al corazón del otro con la certeza de que hay un espíritu que obró en la Iglesia” - Ascensión del Señor

Hay una película francesa que trata sobre la educación que se llama Entre Muros, en la que sucede casi todo dentro de un aula y el profesor, François, intenta dar lengua francesa a estudiantes extranjeros de bajos recursos. Es una escuela pública muy multirracial, de diferentes lugares. François descubre la dificultad de poder educar, poder transmitir, de motivar a los chicos para que ellos estudien, para poder llegar a ellos, para poder entender su lenguaje. Todo se va trabando, Tal vez, la misma experiencia que tenemos nosotros en muchas cosas. Pero hay uno de los alumnos, Souleymane, que era uno de los que le costaba y François lo logra incentivar aunque, en un momento, tiene un altercado muy fuerte con él y con una de las compañeras por lo cual el consejo escolar se reúne a ver qué es lo que va a hacer con este alumno. La imagen es muy fuerte porque, no solo es lo que a él le pasa, sino que el profesor se entera que en su casa él es el que educa a sus hermanos, el que la lucha un poco para que ellos puedan salir adelante. Va con la mamá frente a todo el consejo escolar, él quiere hablar y la mamá no lo deja y se pone a hablar ella pero el problema es que la mamá habla en su dialecto y los profesores hablan francés claramente. Entonces, a lo que es la dificultad de entenderse se le suma la incomunicación, “yo no entiendo qué es lo que está pasando”. Obviamente el hijo va a ser de traductor entre las partes en una situación no muy linda porque lo están por echar del colegio. Pero esa incomunicación entre la madre y el colegio dejaba plasmada la dificultad de lo que es hoy la educación. Lo que pasaba en el aula, esa incomunicación, aun casi hablando el mismo idioma, era lo que resultaba en dos personas que hablaban un idioma completamente diferente.

Esta dificultad la tenemos también hoy nosotros en nuestro país. Una de las cosas que más decimos es que la educación está en crisis, yo no creo que la educación en sí esté en crisis. Todos creemos que es importante educar, como valor, la educación es importante y eso no está en crisis. Lo que está en crisis es el cómo, la manera, la forma, cómo llegar a los otros, cómo incentivar, cómo cambiar, cómo descubrir esto. Yo me acuerdo que estando con Juan Llach hace diez años, en la parroquia anterior, que fue ministro de educación para los más chicos en la Argentina. Él nos ayudaba en los colegios que teníamos, a ver algunas problemáticas. Él decía esto: “Acá el primer problema es que tenemos edificios del Siglo XIX, profesores del Siglo XX y alumnos del Siglo XXI, esto así no tiene arreglo, esto tiene que cambiar”. Esto muestra una incoherencia muy grande, acá hay un desfasaje, ¿cómo nos encontramos en un desfasaje tan grande? Y si lo que tenemos que lograr es algo, es descubrir cómo se tiene que educar hoy en un colegio, cómo se tiene que personalizar, cómo ocuparse del otro. 

Esto creo que lo tenemos un poco más claro en las familias, no siempre se educa igual a los hijos, uno mantiene, transmite los mismos valores, uno educa con amor pero cada quien es cada cual, desde lo más simple. Yo, hace unos días en casa, que tenemos varios sobrinos, mis hermanos empezaron a preguntar de nuevo “¿y yo cómo era cuando era chiquito? ¿Yo dormía de noche?” y ya desde esa diferencia, más nosotros que somos once hermanos y que lo habrán padecido mis papás, quién dormía y quién no dormía de noche. Cada hijo tuvo su problema diferente, una cosa le costó a uno, otra cosa le costó a otro, lo que me sirvió con uno no me sirvió con otro, tengo que encontrar una manera distinta de llegar. Esa manera distinta de llegar uno la hace porque por amor uno se compromete con el otro y en esto siempre hay una doble responsabilidad. A los que nos toca educar, sean profesores, coordinadores o en el ámbito que me toque acompañar a otros o a veces acompañar a amigos; a mí me toca hacer algo pero al otro también. Yo puedo transmitir algo, educar en algo y el otro tendrá su tiempo, su camino que hacer en el corazón y en eso hay que tener paciencia. La educación no es clonada como muchas veces queremos hacer en los colegios o por fábrica, sino que es una artesanía, un arte, cómo llego al corazón del otro, de qué manera y de qué forma. Eso va mutando, es más, en la medida en que uno va creciendo, hay una parte que tiene que ir dejando lugar para que el otro crezca y llega un momento en el que te toca a vos, y ¿yo que hago? Te acompaño, estoy, no soy yo el que tengo que guiarte.

Esto que en la vida puede ser un poquito más claro, no sé si más fácil porque no es fácil educar, es lo que también pasa en la fe. La fe tiene un camino y tiene un proceso en el cual tenemos que tener paciencia, y si miramos la vida de Jesús algo así sucede. Hoy estamos celebrando la fiesta de la asención como dice la primer y tercer lectura, y en esa fiesta celebramos un cambio que hay en el vínculo con Jesús en los discípulos. Miremos la vida de Jesús: primero Jesús estuvo tres años, tomemos a los discípulos que eran los más cercanos. Los eligió, los llamó, caminaba con ellos, estaba con ellos, comían juntos, dormían, hacían la vida normal que hacemos cada uno de nosotros pero con Jesús ahí y Jesús les iba enseñando, los iba educando. Cada tanto escuchamos que los discípulos se equivocaban y Jesús les decía “no, esto tiene que ser de tal manera…”, les tenía paciencia, les iba mostrando lo que era la fe, quién era Dios. Hasta que, imprevistamente para los discípulos, Jesús vive su pascua que hemos celebrado hace poco y cambia la relación de Jesús con sus discípulos porque ya no está más de la misma manera. No solo sorpresivamente Jesús muere, sino que, aún más sorpresivamente, Jesús se aparece a los discípulos y en este tiempo hemos escuchado esas apariciones. 

Los discípulos se tienen que acostumbrar a un modo de presencia distintos de Jesús, ahora ya no está como antes, va y viene, se aparece, se desaparece, está un ratito. Creo que si le preguntáramos a los discípulos cómo sentían esto hubieran dicho “aunque sea esto zafa, lo tenemos un ratito a Jesús acá con nosotros de esta forma”. Pero cuando se están más o menos acomodando a esta forma y a esta presencia de Jesús, Jesús les dice “arrivederci, me voy para el cielo, hasta acá llegó mi tiempo y viene el tiempo del Espíritu y yo me tengo que ir”. Los discípulos, que se habían aferrado a ese tipo de presencia de Jesús, se van a tener que acostumbrar a otro tipo de presencia de Jesús, a otra forma en la que Jesús está con ellos. Pero ahí, sorpresivamente, hay un cambio en los discípulos: hasta ese momento los discípulos estaban con Jesús, cada tanto Jesús les mandaba alguna prueba de misión, volvían a educar un poquito, pero a partir de ahora ya no lo tienen más. Jesús les dice: “ahora les toca a ustedes hacer este paso”. Lo que uno esperaría de ese duelo, de que Jesús no está, es un cambio en el corazón de los discípulos, y salen ellos a predicar. La fuerza del Espíritu Santo, que muchos la han recibido o la van a recibir ahora, celebrada en pentecostés hace que los discípulos salgan. Hace que sean ahora los discípulos los que quieren educar en la fe, los que quieren transmitir la fe y van a buscar formas, caminos. Hemos escuchado en este tiempo que Pedro predicaba de una manera, Pablo de otra, Juan de otra… buscaban cómo llegar al corazón del otro. Se acostumbraron a eso y se dieron cuenta de que ahora la posta les tocaba a ellos.

Por eso estamos reunidos hoy todos acá. Hubo toda una generación de personas que conocieron a Jesús que lo transmitieron y así fue de generación en generación, y nosotros podríamos mirar quiénes nos transmitieron la fe a nosotros, y para que esto siga, tenemos que animarnos nosotros a transmitir esa fe. Pero no es solo tarea nuestra, es tarea nuestra y tarea de Dios, no nos corresponde todo a nosotros, pero tampoco le corresponde todo a Dios. Eso es a lo que uno tiene que acostumbrarse, a veces uno escucha, así como ese “la educación está en crisis”, también escuchamos el “Dios está en crisis”. Bueno, no creo que Dios esté en una crisis existencial ahí arriba en el cielo, no es ese el problema. Es más, si nosotros pensamos en algunas cosas para transmitir a Jesús y tenemos plan A, plan B, plan C… Dios debe tener todo el abecedario más o menos de cómo llegar al corazón. Seguramente esté recorriendo caminos que nosotros ni sospechamos hoy para lograr tocar el corazón del otro, con la certeza de que eso va a dar fruto, pero si nos comprometemos todos, si tenemos paciencia; si, cuando educamos, buscamos el camino de cómo llegar hoy. Nos dice “quedate tranquilo que soy yo el que toca el corazón de las personas, pero sí comprometete vos a ser testigo, a ser creativo en lo que a vos te toca hoy, en la forma en que te toca hoy”. 

En general, decimos que estamos en crisis porque tenemos que transmitir la fe y, más que la forma, lo que nos da es miedo, ¿Por qué? Porque era mucho más fácil hace un tiempo atrás cuando el mundo era cristiano y ahí ¿cuál era el desafío en un mundo cristiano donde casi todos creen? Dios es evidente, no hay mucho desafío, es mucho más fácil. El desafío está cuando yo tengo que educar o transmitir algo que el otro me lo va a cuestionar y me va a preguntar. Pongamos un ejemplo simple de esto: supongo que, papás, jóvenes y chicos, todos estamos de acuerdo en que la verdad es un valor y lo queremos educar, que nadie educa en la mentira acá, creo. Sin embargo, todos sabemos que no es tan fácil vivir en la verdad, es un proceso. Hay momentos en los que cuesta mucho ser veraces, ser transparentes, ir con la verdad al otro, pero tenemos la paciencia. Pero también hay momentos más normales, donde uno se pregunta, empieza a mirar cosas y uno tiene que tener la paciencia para que lo otro llegue. Bueno, en la fe pasa lo mismo, todos tenemos momentos, todos tenemos la experiencia de que no vivimos la fe siempre igual. A veces me tienen que empujar y otras veces yo tengo que acompañar y educar al otro y tendríamos que aprender que esto es lo normal de los caminos, como los otros vínculos pero acompañándonos los unos a los otros y siendo creativos. 

La Iglesia no puede transmitir como en el siglo I o V, pero tampoco como en el siglo XX, hoy tiene que transmitir a Jesús de la forma en que toca hoy y eso es a lo que nos invita, la ascensión nos compromete a todos y nos dice “yo hago mi parte, yo sigo estando con ustedes, ahora ustedes pongan la suya” ¿Cuál es la nuestra? Sean creativos, busquen los caminos, busquen las formas, comprométanse a llegar al corazón del otro con la certeza de que hay un espíritu que obró en la Iglesia. El día de pentecostés eran muy poquitos y el Espíritu sopló a los once, más Matías que lo habían elegido doce, más algunas mujeres, veinte, cincuenta, no sé cuántos serían, y sopló. Hoy somos muchos más y lo que nos dice es que salgamos, que nos animemos, que seamos testigos. No nos está diciendo que hagamos cosas extraordinarias, tal vez alguno esté destinado a hacer cosas extraordinarias el día de mañana y nos haga famosos a todos nosotros, pero miremos a San Isidro Labrador que lo celebramos hace dos días: San Isidro Labrador tuvo una vida simple, y no despectivamente, simple, ordinaria, y creo que es el mejor ejemplo para nosotros y el es nuestro patrono. San Isidro Labrador es santo porque vivió entregado a Jesús, su trabajo y su familia, eso fue lo que hizo, y eso lo hacemos todos acá. Tenemos familia, tenemos trabajo y es ahí el primer lugar donde se nos invita a vivir la santidad, a cómo yo puedo ser más generoso, puedo escuchar mejor, cómo puedo amar mejor, cómo me puedo comprometer más, entregar más, y tenemos la experiencia de lo que cuesta, en casa, en el trabajo. Después habrá momentos en la vida donde me toque algo más, pero ese es el primer lugar, ese es el primer sitio. Para los más jóvenes es el colegio, la facultad, el espacio en el que estoy, ahí se me pide poner el corazón, y para eso vamos a recibir el Espíritu.

Yo los invito en esta semana en la que nos estamos preparando, a mirar, tal vez, cuál es ese paso que podemos dar en el caminar hacia Jesús, tal vez rezarle al Espíritu que es al que menos le rezamos. Rezarle al Espíritu, hacerle alguna oración y pedirle, decirle “ayudame en esto”, pero como siempre digo, no un súper salto que después no hago y me frustro, sino un salto concreto ¿Qué me está costando hoy? ¿Qué es lo que me cuesta? Esta persona, esta actitud, este gesto en casa, en el colegio, en el trabajo, pensar eso. Pedirle al Espíritu Santo que te ayude en eso, a dar ese paso. Pidámosle a Jesús, a él que envió al Espíritu para que los discípulos sean testigos, que también en este nuevo pentecostés que en una semana vamos a vivir, nos envíe el Espíritu para que hoy en medio de nuestros hermanos podamos ser testigos.


Lecturas:
*Hechos de los Apóstoles 1,1-11
* Salmo 46
*Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1,17-23
*Marcos 16,15-20

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