viernes, 5 de junio de 2015

Homilía: “Lo que hace salir lo mejor de nosotros es el amor” – Sexto domingo de Pascua

En el comienzo de la película “Diario de una Pasión”, esas películas que les gustan a las mujeres, aparece un hombre caminando por un hogar de ancianos, una persona mayor, terminando su vida acá en la tierra. Se escucha una voz en off que dice: 

“No soy una persona especial, soy una persona corriente con pensamientos corrientes; nadie me ha hecho un monumento en la vida y tampoco van a escribir sobre mi después que muera ni van a recordar mi nombre durante mucho tiempo. Pero, como muchos otros, podría decir que he tenido éxito en mi vida porque he podido amar a una persona con todo mi corazón y eso para mí es suficiente”. 

Podrimos decir que el sentido de la vida de cada uno de nosotros es ese: Cómo podemos crecer en el corazón, cómo podemos aprender a querernos y a amarnos, cómo podemos aprender a amar de una manera especial a alguien. Esto que parece tan sencillo de decir pero es tan difícil de vivir, todos tenemos la experiencia de lo difícil que es aprender a amar y, sin embargo, es como el termómetro de nuestra vida. Cuando nos sentimos queridos y amados estamos mucho más contentos, somos mucho más proactivos, encaramos muchas más cosas. En cambio, cuando no nos sentimos queridos y amados o no podemos amar, estamos de mal humor, no tenemos ganas de nada, no le encontramos sentido a las cosas, todo nos cuesta muchísimo más, porque EL AMOR ES LO QUE DE ALGUNA MANERA ME DEFINE, lo que hace que pueda ser aquello que yo quiero ser. Por eso, la invitación constante en nuestra vida es a crecer en este amor y la invitación de Jesús es a eso. 

El evangelio de hoy, continuando el que escuchamos la semana pasada, sigue repitiendo “permanezcan en mi amor”, casi que como que lo quiere grabar en nuestro corazón por cansancio; lo central es hacer experiencia del amor de Jesús. Pero, como les digo, es difícil amar, es difícil porque siempre implica que yo dé una paso más en el corazón. El problema del amor es que se rompen los marcos, ¿cuál es el marco del amor? ¿Qué es lo que uno tiene que hacer por amor? El corazón siempre invita a algo más, a un paso más; por eso es más fácil, muchas veces, buscar otro camino. Para poner un ejemplo, la segunda lectura que escuchamos está en la misma línea, dice: “Dios es amor y aquel que ama ha conocido a Dios y aquel que no ama no ha conocido a Dios”. No sabe quién es Dios, no es que no ha podido aprender, no ha hecho experiencia en su corazón de quién es Dios. Sin embargo, esto es difícil de explicar, porque explicar lo que es el amor es complejo, es más fácil poner otras imágenes de Dios. Pongamos un ejemplo de una imagen que por mucho tiempo se transmitió: Un Dios que es juez, era más fácil amar de un Dios que es juez; pero ¿Por qué? Porque eso tiene marcos, tiene marcos legales, “si haces eso más o menos está bien”, “si haces esto, está mal, estás condenado”, “si haces esto seguro Dios te va a castigar”. Me da más seguridad, es más fácil. 

Explicar un Dios que es amor, un dios que me invita a vivir una aventura desde el corazón es mucho más complejo, porque me lleva mucho más tiempo, porque me compromete muchísimo más, porque me invita a dar pasos cada día más grandes en mi corazón, porque nunca se termina, porque siempre tengo que caminar y tengo que crecer. Sin embargo, esa es la experiencia de Jesús, lo que cambió Jesús es que, cuando él se hace presente, lo que muestra es un Dios que ama de una manera diferente. La gente que se encuentra con Jesús se siente amado de una manera especial, sobre todo aquellos que no se sentían queridos y amados; y al encontrarse con Jesús, encuentran a alguien que de pronto les dice “yo te entiendo, no te juzgo, te acompaño, me encuentro con vos y te invito a hacer esta historia”. Esa persona, a partir de ese encuentro con Jesús, siente que alguien la valora, que su vida es importante, que hay alguien que se preocupa por él o por ella y que por eso lo invita a algo más. Todos tenemos, como dije antes, la experiencia de que lo que hace salir lo mejor de nosotros es el amor, no que nos tengan cortitos. Cuando nos sentimos queridos, en general, nos sentimos mucho más comprometidos. 

Yo me acuerdo, una pavada no, un día estábamos en lo de mi hermana y era el cumpleaños de uno de mis sobrinos y vino un chico re contento al cumpleaños y le trae un regalo re bueno a mi sobrino. La primera respuesta de mi hermano fue decir “uh, que buen regalo, cuando sea su cumpleaños voy a tener que comprar algo caro”. Pero más allá de esto que es muy simple, es “Bueno, ¿por qué el otro me entrega esto?” “¿Por qué el otro da esto?” Y era una pavada, era un regalo, algo material. Mucho más es cuando el otro me da su vida, “¿Por qué tenés ese gesto conmigo? ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué te la jugaste en esto? ¿Porque me acompañaste en esto?” y eso me compromete mucho más, porque es mucho más profundo, porque da un paso mucho más grande. Esa es la experiencia de Jesús, aquello que sella es cuando yo me siento querido y amado, no cuando tengo que vivir esto o no, eso me hace nadar en la superficie, o quedarme en algo que se puede esfumar muy rápido, pero cuando yo profundizo en el corazón, eso hace como una raíz mucho más fuerte. 

Hay una historia que cuenta que un labrador le estaba enseñando la profesión a su hijo y él estaba plantando y el hijo le preguntó: “¿Cómo hago para plantar esta semilla?”, y el padre le contestó “cava bien, cuanto más profundo sea, más posibilidades tiene la planta de crecer”. En nuestra vida pasa lo mismo, cuanto más profundo hacemos experiencia de amor, más profundos son nuestro vínculos, más estables son nuestro vínculos, vamos caminando y creciendo, o eso deberíamos. Como alguna vez les he dicho, a veces crecemos en un montón de cosas, o se nos invita a eso en el mundo, a crecer estudiando, y uno no termina más, hay que tener formación permanente y un montón de cosas. Nuestra imagen, que cómo me cuido, que tengo que estar bien, flaco, que no sé cuánto, me aparecen las canas, el pelo se me sigue cayendo y así en un montón de cosas; que tener más, que no, porque la imagen… Sin embargo, muchas veces nos olvidamos, que lo central es crecer en el amor y educarnos para crecer en el amor. 

A veces pareciera que el amor se da por arte de magia, cuando es lo central en la vida y eso es lo que me va a marcar a mí y lo que va a marcar al otro, eso es lo que va a transformar nuestras vidas, esta es la experiencia de Jesús. Por eso dice “yo los llamo de otra manera, ya no los llamo más servidores, los llamo amigos ¿Por qué? Porque yo les di a conocer todo, este soy yo, este es Dios”. Uno cuando ama verdaderamente, a los amigos, a los que quiere, a la familia, les abre el corazón, les abre su vida. Cuando uno se siente amado y puede amar, y ¿Qué hace? Y confía, no tiene que estar calculando, a ver, hasta dónde digo, hasta dónde hago, a ver si digo esto y piensan tal cosa, a ver si hago esto y que va a pensar el otro. Que muchas veces lo hacemos en los lugares donde no nos sentimos queridos y amados, o que tengo que mantener mi imagen y no puedo ser yo mismo. También dejo de controlar porque el amor me llama a confiar en el otro, a soltarlo, y no tengo que andar diciéndole qué hacer o tengo que ir controlando que haga tal cosa o tal otra. Sé que puedo confiar y el otro puede confiar en mí, me cambia la mirada, aprendo a mirar de otra manera, una mirada mucho más amorosa, mucho más misericordiosa, que entiende mucho más. 

Uno cuanto más ama aprende, o debería aprender, a perdonar mucho más, a intentar comprender al otro, a escucharlo, a preguntarle primero antes de juzgarlo. Me cambia también la manera en que yo escucho, la profundidad, las ganas que tengo de escuchar al otro, el amor va transformando mi corazón, cuando me animo a ir creciendo. A veces nos olvidamos que este es un camino de toda la vida y yo no puedo tener cuarenta años y seguir amando como cuando era niño o adolescente o joven, se supone que debería haber crecido. Entonces debería ser una persona que, creciendo en el amor, aprendí a tener más paciencia con el otro, a escucharlo mejor, aprendí a ser más generoso, más entregado, a tener un corazón mucho más misericordioso que sabe perdonar y entender al otro, esto es lo que hizo Jesús. 

Jesús fue creciendo en ese amor y creció en un amor tan grande que lo central es que dio la vida, y por eso dice “a mí nadie me la quita, yo la doy voluntariamente, porque quiero, ¿Por qué? Porque amo, y creo que todos tenemos la experiencia de que hay cosas por las que estamos dispuestos a dar la vida, pero es cuando aprendemos a amar. A la persona que amamos, estos dispuestos a darlo todo por esa persona, pero para eso tengo que profundizar en ese amor, esa es la experiencia de Jesús. Esa es la experiencia en las primeras comunidades y esa es la invitación a nosotros en este mundo. Cuando aprendemos a amar, nos miramos de una manera distinta y aprendemos a mirar al otro de una manera distinta, como que nos saca de nosotros mismos. ¿Vieron cuando los chicos están enamorados y uno le pregunta “¿Dónde estás hoy?” porque esta con la cabeza en otro lado? y uno sabe dónde tiene la cabeza, o en quién tiene puesta la cabeza, ¿Por qué? Y, porque el amor me lleva a pensar en el otro, quieren estar con el otro, esa es la experiencia de la vid y los sarmientos. ¿Se puede estar en Jesús? Yo soy la rama, el tronco, ustedes son los sarmientos, la rama, ¿cómo puede estar uno en el otro? Y cuando uno ama siente que esta con el otro, esa es la experiencia profunda. 

Yo me acuerdo una vez, charlando con alguien que había fallecido su marido, me decía “yo siento que se fue la mitad de mi vida” y era esa la experiencia, estar presente en el otro de una manera especial, después de todos esos años, el partió y ella quería partir para allá, quería tener esa experiencia. O la experiencia, si quieren, de santa teresa de Jesús ahora que se cumplen 500 años; ella, después de rezar, dice que escucha en su corazón una pregunta de Jesús que le dice “¿quién eres?” y ella contesta “soy Teresa de Jesús”. No dice “soy Teresa de Cepeda y Ahumada” que es su nombre, no, dice Teresa de Jesús, “yo vivo en él, vivo sin vivir en mi” dice teresa, y uno no entiende esas palabras, ¿cómo alguien puede decir “vivo sin vivir en mi”? Y después dice que escucha que Jesús le dice: “Yo soy Jesús de Teresa, yo soy para vos”. Bueno, esa es la experiencia de Jesús, Jesús es para nosotros y nos invita a ser para él y de esa manera también poder ser para los demás. Cuando uno ama eso sale con naturalidad, cuando uno tiene un corazón que es un poquito más mezquino, como todos tenemos experiencia, eso cuesta más. 

Esto es lo que vive Pedro en la primera lectura, Pedro se tiene que abrir a una nueva realidad. Llega a la casa de alguien extranjero, que se supone que no vive la fe y dice “¿quién soy yo para quitar lo que el espíritu está mostrando? Todas las naciones tienen que recibir esto”. Hoy lo podríamos decir de otra manera, ¿Quién soy yo para decir que el espíritu no se tiene que hacer presente en esta realidad, en esto nuevo? Bueno, si el espíritu me va guiando por ahí, esa es la experiencia de permanecer en el amor, cuando yo permanezco en el amor, crezco, y voy cambiando. Y sin tener una visión inocente, el amor cuesta, amar cuesta, sino pregúntenselo a Jesús en la cruz si amar no cuesta, amar es dar la vida, pero es el amor lo que te hace feliz. Pregúntenle a Jesús si eso lo cambiaría por algo. Esa es la experiencia que nos invita a hacer nosotros, aprender a amar, a ir creciendo en eso, a permanecer en Jesús para ir teniendo cada vez un corazón más grande y entregarlo. 

Animémonos entonces en este tiempo de pascua a permanecer en ese amor de resucitado pidiéndole que transforme nuestras vidas, nuestros corazones, y nos dé cada día un corazón más entregado. 


Lecturas 
*Hechos de los Apóstoles 10,25-26.34-35.44-48 
*Salmo 97 
*Primera carta del apóstol san Juan 4,7-10 
*Juan 15,9-17

No hay comentarios:

Publicar un comentario