lunes, 21 de marzo de 2011

Homilia: "La transfiguración de Jesús" Domingo II de Cuaresma

En la ultima película de “Robin Hood.” el pueblo se va dividiendo y llega a su tirantes entre los nobles y el rey a su máxima expresión, justo cuando los franceses están desembarcando para invadir Inglaterra. Y allí cuando en Barnsdale los nobles están reunidos para ver que hacen con su rey, este de pronto se desaparece y como los nobles están enojados, él les ofrece la espada para que le quiten la vida, les ofrece su corona si quieren ser rey, les dice que les da su reino. Sin embargo los nobles le dicen que no es eso lo que quieren, que no les toca a ellos gobernar, si no que le toca a él, pero lo que piden es algo distinto. Y el rey como todo rey lo que les exige es lealtad, les dice que sin lealtad un reino no se puede construir, así que les pide que vuelvan a ser leales. Esto no tiene arreglo, se siguen peleando entre ellos y en ese momento aparece el personaje de Robin Hood y comienza él a hablar, y le pide al rey que recapacite, le dice que “un reino solo puede ser construido desde cimientos sólidos, y que el pueblo ha llegado a tener una esclavitud tan grande que así no se puede construir un reino y que de esa manera, un reino construido desde la tiranía solo lleva a al fracaso”. Entonces el rey le pregunta: “¿Qué es lo que pides?”, y él le pide que “esa roca sólida sea justamente darle un poco de poder a todos, y que ese poder los lleve a poder vivir en libertad”. El rey le vuelve a preguntar: “¿Qué es lo que quieren de mi?” y ellos le dicen “libertad para todos”. Es decir, para caminar con él, para pelear por él y por el reino le piden un nuevo orden de cosas, ya no alcanza con el anterior llevado al extremo si no que hay que aprender a vivir de una manera nueva, y recién cuando el rey les promete que al final del camino si pelean con él les va a dar libertad, ellos vuelven a caminar con él cuando descubren que en su corazón hay algo nuevo, ellos ahí si están dispuestos a dejarlo todo…

Un ‘dejarlo todo’ que todos tenemos experiencia, cuesta mucho en la vida, cambiar cuesta mucho en la vida, ¿a quién no le cuesta cambiar cuando descubre que hay algo que está aún haciendo mal? No digo que es opinable, si no cuando las cosas son claras que tienen que tomar otro rumbo… ¿A quién no le cuesta (y no solo a los más grandes) adaptarse muchas veces a los nuevos tiempos, a las nuevas formas, a los nuevos hábitos? Sin embargo tenemos que aprender todos, desde los más grandes hasta lo más chicos, a tener esa elasticidad para poder construir algo nuevo. Y una apertura de corazón…

Hoy escuchamos como en la Primera Lectura se le pide a Moisés que deje su tierra, “Sal de tu tierra” le dice Dios. Yo pensaba: imaginémonos que Dios se nos aparece a nosotros, además del susto que nos podemos llegar a pegar si se nos aparece, tendríamos muchas cosas para decirle, para preguntarle, y si nos dice “deja todo y anda para allá” y por lo menos nos pondríamos en duda: “dame alguna certeza, alguna seguridad”. Sin embargo en esta lectura escuchamos que Abraham frente a este pedido de Dios deja todo, confía, comienza poniendo un cimiento solidó: “Yo voy a confiar en vos” y desde ahí empieza a construir esta historia nueva entre el pueblo de Israel y Dios, esta alianza nueva a la que Dios invita.
Como les decía antes, a nosotros también muchas veces se nos piden estos cambios, no solamente que dejemos nuestra tierra pero descubrimos que nos cuesta. Y esto no se le pidió solamente a Abraham, en el Evangelio tenemos nombrados a Pedro, Santiago y Juan. ¿Cómo comienza la historia de Pedro, Santiago y Juan? Con Jesús: “Síganme”, y el Evangelio dice: “Tirando las redes, dejaron todo y lo siguieron”. La invitación de Dios es a algo tan nuevo, la invitación de Jesús es a algo tan distinto de lo que vivían antes que tienen que empezar de nuevo, tienen que dejar sus antiguas seguridades, su antiguo modo de vida, aquellas cosas que los esclavizaban para vivir en una nueva libertad, que es la los invita Dios en otra tierra, que los invita Jesús en un nuevo modo de vida. Y a partir de ahí si empezar a caminar con ellos…

Nosotros estamos caminando en esta Cuaresma hacía la Pascua y muchas veces tenemos la sensación de que la Cuaresma es esto: repaso mi vida, miro qué cosas estoy haciendo bien, miro que cosas estoy haciendo mal y decimos que aquello es lo que tenemos que cambiar, que a duras penas a veces podemos cambiar un poquito de eso, pero pareciera que lo único que nos pide Dios en la Cuaresma es cambiar aquello que estamos haciendo mal. Obviamente que esta bueno intentar cambiar eso, pero Dios no pide eso nada mas. La Cuaresma se basa en perfeccionarse un poquito en lo que estamos haciendo si es que eso tiene alguna salida, porque creo que todos tenemos experiencia de lo que nos cuesta cuando queremos ser más perfectos, de cómo nos angustia, nos frustra, nos cansa, ¿o la Cuaresma nos esta pidiendo nacer a algo nuevo? O lo que nos esta diciendo Jesús es que vivir la Cuaresma significa sentir, existir, pensar de una manera nueva…
Muchas veces en nuestra vida con Jesús pensamos que con acomodar algunas fichas esta. Sin embargo vemos que Él siempre pide algo más y no porque sea exigente sino porque ese algo más es que vivamos justamente con una libertad distinta, con un modo de ser distinto, con una forma distinta. Y eso es lo que invita a sus discípulos, que sin embargo esto se les complica.
El Evangelio justo anterior a este que escuchábamos hoy es cuando Jesús anuncia por primera vez lo que tiene que hacer, que va a pasar por su pasión, que va a morir, que va a dar la vida. Y los discípulos no entienden, no comprenden esto y es por eso que les tiene que mostrar algo, les tiene que adelantar algo de lo que va a pasar y se los lleva caminando a Pedro, Santiago y Juan a un monte y ahí se transfigura, y ahí les muestra esta pequeña imagen de lo que es la gloria de Dios, y ahí les muestra lo que es justamente es el final del camino… Es tan difícil lo que les esta pidiendo que les tiene que adelantar algo. Cuando ellos ya no comprenden ni entienden, les dice: “Cuando ustedes no comprendan, ni entiendan, caminen hacia allá, vayan hacia ese lugar”. Y los discípulos van a tener que a partir de esto comprender de nuevo".
El domingo pasado hablábamos de cómo muchas veces pensamos que la tentación es justamente lo que hemos elegido, nuestra gran elección en vez de descubrir que muchas veces son problemas que aparecen en nuestro camino y que lo que tenemos que hacer es volver a apostar por lo que elegimos, y esto es lo que pasa en la Primera Lectura en el Evangelio: Abraham lo dejó todo, y sin embargo le apareció una tentación en el medio del camino, dudó y terminó teniendo un hijo con la esclava, y que eso no podía ser. Y ahí es cuando Dios le dijo: “Mira el final de nuevo, mira las estrellas: así va a ser tu descendencia”. Cuando Pedro, Santiago y Juan, en nombre de los discípulos, dudan, ya no entienden, tal vez están a punto de abandonarlo todo, Jesús les dice: “Vengan, esta es mi invitación, hacia esto los invito, pero tienen que vivir de una manera nueva, tienen que animarse a dejarlo todo”. Algo que a nosotros nos cuesta como decíamos antes, nos cuesta cambiar, nos cuesta abrirnos a nuevas cosas, nos cuesta descubrir algo diferente porque para nosotros es como que la Cuaresma se repite todos los años, y digo “este año me propongo…” y cuando termina la cuaresma me di cuenta de que no la pude vivir, “bueno, la vivo de nuevo el año que viene, total tengo otra chance, otra oportunidad”, casi nos viene como de memoria porque empezamos de nuevo al año siguiente: las tentaciones, la transfiguración… Y casi sabemos como sigue: la samaritana, el ciego de nacimiento, Lázaro, Domingo de Ramos, Pascua, comemos chocolates y empezamos de nuevo… Ahora, ¿es eso nada mas, o implica algo más profundo? ¿o implica que no es algo pequeño lo que me invita Jesús y por eso lo dejo pasar, sino a algo nuevo? A algo totalmente distinto, a que yo mire en lo profundo de mi corazón, bucee en él y camine de una manera nueva… El problema con los que no siguieron a Jesús en general fue porque no pudieron cambiar el corazón, porque quisieron acomodarlo: “mi vida con un poquito de esto da” y el problema es que Dios es mucho más grande que eso y que lo que tiene para nosotros es una libertad y un regalo mucho más grande, y por eso nos invita a algo nuevo.
Y nos invita a algo nuevo a cada uno de nosotros en cada uno de nuestros ámbitos. Podríamos pensar como Iglesia, ¿qué es lo nuevo que nos invita como Iglesia? Y seguramente bastará solo con mirar el Evangelio, ¿cómo podemos hacer una comunidad de puertas abiertas? ¿cómo podemos hacer una comunidad que viva el perdón, la misericordia, la reconciliación? ¿cómo podemos hacer una comunidad que integre a los demás, que se abra de nuevo? Lo que Jesús siempre pide es que cambiemos para abrir el corazón, y eso nos cuesta. O como hablamos hace poco, como país, como sociedad, ¿cómo podemos vivir algo nuevo? ¿cómo podemos aportar desde nosotros? ¿cómo podemos hacer nuevos vínculos? O en nuestras familias, ¿cómo podemos hacer que como familia crezcamos para estar más unidos? A ver, dejarlo todo no significa que me tengo que mudar, dejarlo todo no significa que tengo que dejar todo lo que tenía y empezar todo de nuevo, a veces tengo que dejar otras cosas atrás…

Y eso es lo que se nos esta pidiendo en esta Cuaresma: dejar atrás lo que nos esclaviza, dejar atrás esas falsas seguridades y abrirnos a algo nuevo, al nuevo desafío de la libertad que cuesta. Le costó a Abraham, le costó al pueblo de Israel, le costó a los discípulos, nos cuesta a todos, porque en el camino de la libertad muchas veces perdemos las seguridades y tenemos que aprender a confiar y para animarnos vivir algo nuevo también tenemos que animarnos a confiar: a confiar en nosotros, a confiar en Jesús, a confiar en los demás.

Pidámosle a Jesús, aquel Hijo amado que nos invita a que lo escuchemos, a que le abramos el corazón en este camino de la Cuaresma, y que pudiendo abrir el corazón escuchemos esa palabra que resuena, que habla profundo y que nos invita a vivir de una manera nueva.

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