martes, 14 de junio de 2011

Homilia: "Yo los envío a ustedes" Domingo de Pentecostés

El año pasado salió una película que estuvo nominada al Oscar como ‘Mejor película extranjera’, una película canadiense que la traducción es “Incendios”, que comienza con una imagen de dos hijos gemelos, un varón y una mujer que van a escuchar la lectura del testamento que le dejó su madre, y cuando empiezan a escuchar el testamento, sobretodo el varón empieza a enojarse mucho, no esta de acuerdo, piensa que es una locura más de su mamá, que no puede hacer las cosas normales porque les dice que no va a poner nada de su tumba hasta que ellos hagan algo, y lo que les pide es que la hija busque a su padre, a quien no había conocido, de quien no sabia nada, y a su hijo le pide que busque a su hermano, el que ni siquiera sabia que existía. Y ahí comienza la historia de esta hermana que sale en búsqueda de conocer un poco mas de su familia y de lo que era su madre, y este chico que esta enojado y no quiere saber nada. Y cuando habla con el notario (aquel que les había leído el testamento) y le dice que esta enojado, que no entiende a su madre, no sabe por qué le pide esas cosas, no entiende por qué no se puede acabar eso ahí, este hombre le dice: “La muerte nunca es el final de una historia”.

Y a partir de ahí este chico va a empezar a reflexionar sobre qué significado tiene eso. Porque la muerte tiene tal peso propio que generalmente nos paraliza, nos detiene, no nos deja avanzar, es donde generalmente pensamos que todo se acaba, es donde justamente pensamos que la historia ya tiene su fin, que no hay nada mas para añadir. Sin embargo como cristianos hemos celebrado hace ya 7 semanas que nosotros creemos que la muerte no tiene el final de la historia. Ahora el final de la historia no es solamente porque alguien muera o no, si no también porque muchas veces vivimos de esa manera, porque muchas veces más allá de que no lo creamos, o que la historia continua para muchos de nosotros, esto nos paraliza, no nos deja avanzar, no nos deja volver a mirar en el corazón qué es lo que queremos, y si bien Jesús se les apareció resucitado a sus discípulos, podíamos decir que de alguna manera parecía que la historia se acababa ahí: se apareció, les dijo ‘estoy Vivo, estoy resucitado’, pero los discípulos siguieron haciendo sus cosas, escuchamos que se han ido a pescar, y aún siguen con miedo, siguen esperando por temor a los judíos, parecía que algo se acabó, o que por lo menos esa historia de Jesús hasta ahí llegaba, y de alguna manera esto era verdad porque el tiempo de Jesús se estaba acabando. Pero los discípulos, sabiéndolo o no, estaban esperando algo nuevo, algo tenía que pasar para que la historia no se terminara de escribir, o para que todo no acabase ayer, y este ‘algo tenía que pasar’ es justamente este Espíritu que tenia que venir…

Hoy estamos recordando, hoy estamos viviendo, hoy estamos celebrando Pentecostés. Esto significa que creemos y que hacemos vida en nosotros de que el Espíritu viene a reescribir la historia, de que el Espíritu viene a traer algo nuevo, que el Espíritu viene a decir “esto no se acabo”, o de alguna manera como decían alguna vez en alguna serie: “esto recién empieza”

Y les trae una vida nueva, les trae algo nuevo. Pero más allá de cómo haya sido tienen ambos una misma consecuencia, ambos a partir de ahí se animan a ser testigos. Tanto los discípulos como los apóstoles, a partir de Pentecostés descubren que hay algo nuevo, quieren comunicar al mundo una experiencia que tuvieron, algo que vivieron, algo que les paso en la vida, y por eso se animan. Y lo primero difícil de esto es cómo comunicar una experiencia, creo que las cosas más profundas en la vida son difíciles de explicar, son difíciles de comunicar, como hablábamos de cuando uno ama a alguien, cómo le explica que lo ama. O también nos pasa en las cosas de la fe, cuando uno ve a Jesús cómo hace para explicarle a otro, puedo saber un montón pero cómo le explico, cómo le transmito una experiencia. Cuando uno le quiere explicar a alguien cómo rezar, puedo tener los libros que te enseñan, pero cómo transmito la experiencia de lo que estoy viviendo, porque en primer lugar tengo que hacer experiencia de eso, en segundo lugar tengo que entenderla para después poder llevarla. Pero parece que este Espíritu renueva los corazones de los discípulos, hace un curso rápido de idiomas, y los invita a predicar, los invita a llevar esta buena noticia a todos: cretenses, árabes, los venidos de la mesopotamia, todos escuchan hablar las maravillas de Dios. Y creo que lo primera central es que ellos fueron a hablarles a todos, es decir que tuvieron que encontrarse con distintas realidades, tuvieron que ir a descubrir qué es lo que el otro tenía y dónde estaba el otro.

Una de las cosas que más llama la atención es que por todos los lugares que uno pasa, un grupo, un trabajo, una comunidad, una familia, se habla que el problema es la comunicación, cómo nos comunicamos, porque no es solamente hablar, a veces parece que estamos en diálogos de sordos, nadie escucha (‘te lo dije 18000 veces’ ‘no me lo dijiste’, nunca sabemos quién dice la verdad), pero hay un problema muchas veces, y lo primero que podemos decir es ¿qué es una verdadera comunicación? ¿cómo llegamos al otro? Y lo primero es descubrir dónde esta el otro, si es un niño, un joven, un adulto, descubrir si esta alegre, si esta triste, esta cerrado, esta escuchando, qué es lo que pasa al otro, porque sino parto de la realidad del otro, cómo llego, en cualquier ámbito, en una familia, en un trabajo, acá en la Iglesia, tengo que encontrarme verdaderamente con el otro, y para eso tengo que tener empatía, tengo que comprenderlo, tengo que ver qué pasa. Y lo segundo es que tengo que tener claridad en lo que quiero decir, pero para eso tengo que tener experiencia para que no sea solamente algo nocional, sino una experiencia, algo que yo te quiero decir, sino pasa que muchas veces sentimos que las palabras son vacías, que no tienen sustento, y a partir de ahí si tengo algo valioso para comunicar, a partir de ahí si puedo ser testigo.

Y esto es lo que hizo el Espíritu, los hizo verdaderos testigos de la Resurrección, tan testigos de la Resurrección que podríamos decir que continúan la obra de Jesús. “Así como el Padre me envió a mi, yo también los envío a ustedes”, es el mismo envío, mi Padre me pidió primero a mi, ahora siguen ustedes. Por mi Padre, porque el Padre me envío, ahora también vayan ustedes, lo mismo que hizo Jesús lo tienen que hacer ellos. No es que es un añadido y algo más, es la misma obra, la misma responsabilidad, es el mismo camino que Jesús tuvo que transitar, el que también se nos invita a nosotros, si se los dice a los apóstoles, se los dice a nosotros, porque cuando uno hace experiencia de Dios, uno quiere transmitirla o uno la ve.

Veíamos y escuchábamos recién el video de Liturgia que el grupo preparó, y veíamos cómo ellos ponían a alguno de los testigos que han visto o se han visto reflejados de alguna manera en Jesús, o ponían a la Madre Teresa o Juan Pablo II, que eran mas fácil de encontrar donde ellos descubrían pero podíamos ver un montón testigos, donde vemos testimonio en el que trabaja, en el que ayuda, en el que se presenta, en el que es generoso, en el que se preocupa por los demás. Ahora para eso tengo que descubrir que tengo un don, algo para dar, y muchas veces no me doy cuenta, pero parece que esto paso siempre porque Pablo le escribe a su comunidad y les dice: “Hay diversidad de dones, pero hay un solo Dios. Hay diversidad de carismas, pero hay un solo Señor”, dense cuenta lo que les dice Pablo, ustedes tiene dones para esta comunidad, todos tienen dones, y ninguno tiene todos, ahora si los reunimos tenemos un montón para dar, y cada uno tiene un montón de cosas para ofrecer. Pero parece que esto que Pablo le tuvo que decir a la comunidad, continuamente lo tenemos que refrescar porque vieron que nos cuesta mucho reconocer los dones que tenemos, y ni hablar los que tienen los demás que nos cuestan más. Una de las cosas que me dicen los jóvenes que a veces me cargan es que muchas veces los mando a hacer una lista, porque cuando les digo que me digan sus dones, me dicen que no tienen ninguno, y entonces lo que les digo es que se quejen de Dios porque los hizo un desastre, cómo puede ser que no tengan ni un don… Entonces acá hay 2 opciones: o Dios me hizo muy mal, o no se reconocer lo que Dios me dio, es la única salida, y yo creo que Dios hizo buenas criaturas y nos dio dones a todos, pero el problema es que no nos animamos a descubrirlos, y descubrirlo no es ser soberbio, es descubrir y ser agradecido con lo que Dios me dio.

En primer lugar descubrir los míos, y si descubro los míos, tengo algo para darle a los demás, porque tengo dónde pararme, porque sino descubro dones, de dónde parto para llevar al otro, y no tengo nada. En cambio si descubro lo que Dios me dio tengo un montón de dones para transmitir ese mensaje que es el de Jesús, por eso no importa tanto cuáles son mis dones, si no que los ponga en servicio.

Ahora de la misma manera en que se me invita a descubrir los míos, se me invita a descubrir lo de los demás, esto que a veces nos cuesta tanto porque en un mundo en el que somos tan exigentes en general, nos preocupamos en ver lo que le falta al otro, lo que no nos gusta del otro, lo que nos molesta del otro, los defectos del otro. Que lindo sería si en comunidad o en grupo pudiéramos ver qué don tiene cada uno de nosotros, y nos animamos a mirarlos, nos animamos a verlo y a compartirlo, y a vivir la alegría, miren la alegría de todo lo que Dios nos dio, miren la alegría de lo que podemos hacer juntos, y si descubrimos esos dones, ahí si podemos ser testigos, podemos llevar la presencia de Jesús por medio de quien nos da la fuerza que es el Espíritu.

Hoy volvemos a celebrar Pentecostés. Hoy Jesús de alguna manera renueva nuestro Bautismo por medio del Espíritu. Hoy Jesús de alguna manera renueva nuestra Confirmación por medio del Espíritu. Hoy Jesús renueva de alguna manera nuestro ser testigos por medio del Espíritu, y lo hace para que nos animemos a transmitir algo: “Así como el Padre me envió, yo también los envío”.

Hoy también quiere soplar el Espíritu acá, y Jesús nos quiere decir a nosotros: “Yo los envío”.

Animémonos a escuchar este pedido de Jesús en nuestro corazón, animémonos a descubrir la presencia del Espíritu que se hace carne, y animémonos a llevar ese don que Dios nos de.


Primera lectura: 2 Corintios 12, 1-10

Salmo: 33. 8-9 . 10-11, 12-13

Evangelio: Mateo 6, 24-34

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