lunes, 27 de junio de 2011

Santisima Trinidad

Hace unos años cuando estaba preparándome para ser sacerdote, estaba en el seminario, y una de las materias que me tocaba estudiar era la materia de ‘Trinidad’, esta fiesta que estamos celebrando hoy, la Santísima Trinidad, y tuvimos una clase una mañana de un tema que es complejo como es la Trinidad, difícil de entender y de explicar como nos dice San Agustín. Y volvemos al seminario después de las clases y a la tarde se me acerca uno de mis compañeros y me dice “Cholo me podes dar una mano, no entendí mucho hoy lo que vimos en clase, y vos que tenes bastante memoria y capacidad de síntesis, ¿me podes explicar un poquito qué es lo que vimos?”. Entonces nos sentamos juntos, yo en pocas palabras le expliqué un poco, le hice un resumen de lo que habíamos visto en clase, y cuando termino de explicarle me dice: “Gracias, ahora si entendí”, y lo primero que pensé fue que no había entendido nada, o que si había entendido que me lo explicase a mi porque más allá de lo que hubiera entendido, uno se encuentra frente al misterio, justamente frente a la Santísima Trinidad, y uno lo que consigue son aproximaciones, insinuaciones hacía ello, pero nosotros nos gusta tener todo perfectito, todo cuadradito siempre, casi como 2+2=4, pero eso acá no es así, no cierra de esa manera, y es por eso que uno tiene que tener esa humildad frente a quien esta, y que ante esa materia ‘Dios uno y trino’, ‘Santísima Trinidad’, uno va a intentando entender, comprender un poco de esto que Jesús va a revelar, de esto que uno aprende de chiquito, que Dios es uno pero que son 3 personas fáciles de decir, imposibles de identificar, donde la razón encuentra su limite.

El problema que tenemos es que en este mundo más occidental a nosotros nos gusta entender todo, explicar todo, que todo cierre, que todo tenga un sentido y una explicación. Si fuéramos hombre y mujeres más del mundo oriental, seria mas fácil porque son mas contemplativos, mas de hacer una experiencia, de adorar a aquello que se les presenta.

Pero ha sido en este lado del mundo, hemos sido formados de otra manera. Por eso uno quiere seguir entendiendo que no tiene nada de malo, pero el problema no es que no cierra de esa forma sino que uno tiene que presentarse frente a Dios y descubrir que lo que puede hacer frente a Dios es una experiencia, no explicarlo, no terminar de entenderlo, sino encontrarse con Él, porque esto es lo que ha hecho el hombre a lo largo de toda su historia.

Una de las cosas que mas me he preguntado siempre es por qué la Biblia es tan larga, sobre todo cunado uno elije una carrera como esta y la tiene que estudiar entera, no me quedo otra, tenía que estudiar libro por libro, intentar entender, y creo que justamente es tan larga no porque intenta explicar a Dios, sino porque cuenta una experiencia, mejor dicho cuenta muchas experiencias, nos quiere mostrar la experiencia que hombres y mujeres a lo largo de los siglos fueron teniendo de Dios, lo que vivieron y lo que les pasó en el corazón, porque eso es lo que uno puede narrar. Hay muchas cosas que no se pueden explicar, como siempre hablamos que el amor es difícil de explicar, las cosas mas profundas son difíciles de explicar y de poner en palabras, pero uno puede decir qué experiencia tuvo. Y en la Biblia nos pasa eso, hay pocas definiciones, hay por ejemplo solo 3 definiciones de Dios porque no se lo puede definir, definir es acotarlo, y dice: “Dios es amor, Dios es luz, y Dios es espíritu”, son las únicas 3 definiciones que tenemos en miles de paginas, pero si narra un montón de encuentros de un pueblo, de una persona, de un profeta con Dios, esa experiencia que ellos han tenido. La pregunta es si es menos valido, o al contrario si no es más profundo, porque cuando uno narra una experiencia se esta encontrando con lo más profundo del corazón, esta narrando aquello que le pasó y que muchas veces es muy distinto según la persona que lo narra, que lo dice. Si uno le pregunta a un joven, a un varón, como le fue en el casamiento ayer, le va a contestar ‘bien’, y qué tal estuvo, ‘bien’, y en cambio si le pregunta a una mujer, va a decir ‘bien, buenísimo, fuimos a tal hora, hicimos tal cosa’ y va a tardar un largo rato en narrar todo lo que vio, hizo, y no solo podemos ver esta diferencia de genero, sino también lo que cada uno es y tiene y la forma de contar las cosas: ‘¿cómo la pasaste?’, ‘me aburrí’; ‘¿qué tal estuvo?’, ‘ buenísimo’, fueron entonces las dos cosas distintas, porque la experiencia es diferente, porque la experiencia es distinta. Tal vez si tuviesen que narrar o solamente escribir, encontraríamos algo mas semejante, no creo que igual, pero cuando nos encontramos con lo profundo del corazón, ahí las experiencias son diferentes pero son mas verdaderas y son mas valiosas, y eso es lo que se nos invita a descubrir y a hacer con Dios: una experiencia.

Esta experiencia que hoy nos viene narrada en estas tres lecturas.

En la Primera Lectura, Moisés se encuentra con este Dios que los libera, que los lleva caminando hacia una nueva tierra, que le pide que le enseñe al pueblo una nueva ley, y este Moisés que haciendo esta nueva experiencia de Dios le dice: “Si vos sos el que pasas por acá, el que me salís al encuentro, guíanos, llévanos”, y Dios los va a guiar, y los va a llevar.

Y nos encontramos con Pablo en la Segunda Lectura, que al hacer la experiencia con este Dios que le cambió la vida y que le llenó el corazón, invita a su comunidad a que se alegre, a que viva la alegría de este Dios que esta con ellos, de este Dios que les trae amor y paz, y que se lo puedan llevar, que lo puedan compartir, que lo puedan saludar los unos con los otros.

Por último nos encontramos con Juan que pone en boca de Jesús, este Dios que nos quiere, que nos ama tanto, que por eso nos envía a su hijo, y que no viene para condenar sino para salvar. Tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo para que nos salve, eso es lo que busca, eso es lo que buscó siempre. La experiencia que tantos hombres y mujeres hicieron es que hay un Dios que busca, rebusca, se muere de ganas de salvar al hombre, y como no va encontrando los caminos termina enviando a su único Hijo para que descubramos cuánto nos quiere y cuánto nos ama, para que descubramos en ese cuanto nos quiere el amor que Dios nos da.

Si tuviéramos que resumir en pocas palabras qué es lo que busca Dios y qué experiencia quiere que hagamos, es la experiencia del amor, de sentirnos queridos, amados, valorados. Y frente a esa experiencia del amor la respuesta que nos dice Juan que podemos hacer es la respuesta de la fe, creer. Y la respuesta de la fe es la respuesta de un corazón agradecido. Cuando uno se siente amado, la única manera que puede responder es creyendo en el otro, confiando en el otro, y que a partir de ese creer y esa confianza nazca el amor hacia el otro, nazca también esta reciprocidad. “Como me siento amado y creo en vos, te amo a vos para que también creas y confíes en mi”.

Y cuando entramos en esta dinámica de dar y recibir este amor y esta fe, lo que se pone en juego es la vida. La vida es el resultado de cuando amamos y creemos, cuanto más nos sentimos amados, cuanto más confiamos, cuanto más creemos, más vida tenemos, nuestra vida es más plena, más la gozamos. Podríamos mirar cada uno la historia de nuestra vida y seguramente aquellos momentos donde más nos sentimos plenos, donde más sentimos que nuestra vida es más expandida, donde más sentimos que podíamos gozar y aprovechar de la vida fue los momentos donde más nos sentíamos amados, donde mas confiamos en Dios, en los demás, y en nosotros, donde pudimos entrar en esta dinámica del amor y de la fe, amar y confiar, y cuando no pudimos amar, no pudimos confiar, no pudimos creer, seguramente hemos sentido que teníamos menos vida, que la vida se cerraba, que nos angustiaba más, que no era tan bella como creíamos, por eso Dios continuamente va buscando que hagamos esta experiencia, volver a sentirse amado y volver a creer, para que de esa manera nuestra vida sea más plena.

Por eso Dios quiere salvar al mundo, porque quiere que tengamos vida. Esto es lo que busca, para esto nos la da. Esto es lo que quiere cada día de cada uno de nosotros, pero para eso tenemos que hacer en el corazón experiencia de Dios, para eso tenemos que ser vulnerables, dejarnos tocar y afectar por el otro. Cuando yo quiero estar más armadito, cuando yo quiero controlar, no me dejo afectar por el otro, no soy vulnerable, no me dejo tocar, pero tampoco me dejo amar, y si no me dejo amar, mi vida no crece, m vida no es mas plena. Y cuando hacemos experiencia de este amor en el corazón nuestra vida va creciendo, puedo expandirme y puedo llevarla a los demás. Y cuando hacemos experiencia, eso es lo que da testimonio a los demás.

Esto es lo que les dice Pablo: “Ustedes pueden dar testimonio del Padre, del Hijo, y del Espíritu, ¿por qué? Porque lo han vivido. Han recibido su gracia, han recibido su amor, han vivido en comunión”.

Hoy nos invita a nosotros a descubrir que hemos recibido su gracia, que nos ama, y que tenemos que vivir en comunión. Hoy los invita a ustedes que se van a confesar (Evelin, Marcia, Agustín), que van a recibir la gracia de Dios, que van a recibir su amor para que vivan en comunidad, y para que viviendo en comunidad puedan ser testigos de Jesús.

Hagamos entonces en este tiempo experiencia de Dios en el corazón, dejémonos amar, querer por Él para que sintiéndonos amados y creyendo en Él, podamos ser testigos del amor de Dios.


Primera Lectura: Exodo 34, 4b-6. 8-9

Salmo: Dan 3

Segunda Lectura: II Corintios 13, 11-13

Evangelio: Juan 3, 16-18

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