Hace un par
de años se llevó al cine la vida de unos monjes franceses que fueron a vivir a
Argelia y terminaron muriendo como mártires. La película nos muestra justamente
esa vida de esos monjes que deciden ir a un país extranjero, con una religión
extranjera - la mayor parte de Argelia cree en el Islam - e instalarse ahí para
vivir y transmitir la fe; fueron haciendo eso durante un par de años guiados
por el hermano Cristian que era el superior ahí. Sin embargo, el conflicto
social va aumentando hasta que llega un momento en que les advierten que corren
un serio peligro.
Primero les
dicen si no quieren tener una protección militar en el monasterio, ellos dicen
que no, que no es eso lo que ellos quieren, pero después empieza todo un
cuestionamiento de ellos en el interior de su corazón, de si quedarse o no, de
si volver a su país de origen, Francia, o de seguir viviendo allí.
Hay una frase
muy elocuente de cuando están hablando con la gente que más conocen, y les
están diciendo que están viendo qué quieren hacer, y les dicen que ellos son
como pájaros, los monjes, que van de un lado para el otro. Entonces, una
persona les contesta, “No, nosotros somos los pájaros, ustedes son las ramas
donde nos apoyamos.” Es a partir de ahí que ellos empiezan a descubrir la
importancia que ellos habían adquirido en ese lugar, cómo la gente apoyaba su
fe, sus convicciones, su vida, en lo que ellos hacían y vivían ahí. Empieza
entonces, todo ese proceso en el corazón, de qué quieren vivir y hacer, hasta
que uno de ellos les dice: podemos ser
mártires en la fidelidad y en el amor, viviendo aquellos dos valores que habían
querido engendrar durante su vida, que habían ido alimentando durante su vida.
Podríamos
preguntarnos nosotros también en lo profundo de nuestros corazones, ¿cuáles son los valores centrales en los
que creemos? ¿Cuáles son esas convicciones fundamentales que queremos tener?
¿Qué es lo que nos parece importante, y por lo que vale la pena luchar? Y
lo segundo que nos podríamos preguntar, es ¿de qué manera alimentamos eso?,
porque muchas veces nos pasa que tenemos ideales muy lindos, pero cuando
miramos nuestra vida no los vivimos, no los alimentamos, no los llevamos a la
práctica. Casi se terminan transformando en convicciones vacías, en valores
vacíos, porque no los vamos trabajando en el día a día, y es por eso que la
invitación es siempre a ¿de qué manera vamos alimentando y trabajando algo? Y
de la manera que lo vamos alimentando y trabajando, también vamos permitiendo
que los demás lo puedan descubrir y vivir. Porque en eso es en lo que se nos va
jugando la vida, y no el vivir solamente, sino el cómo vivimos, de qué manera
vivimos, y de qué forma vamos llevando adelante, aquello que para nosotros es
valioso y es esencial.
Muchas veces
tenemos momentos donde sentimos como angustia en el corazón, como una desidia,
como un mal humor que no se nos va. Y la primera pregunta que nos podemos hacer
es, bueno, ¿de qué forma estoy viviendo? ¿Estoy viviendo lo que realmente
quiero, estoy siendo fiel a mi mismo? ¿Me estoy jugando por aquellas cosas que
creo que valen la pena? Porque muchas veces todo eso surge de que en el fondo
no estoy conforme con lo que estoy viviendo. Porque no me termino de
comprometer y jugar, y cuando no me termino de comprometer y jugar, en algún
momento de la vida algo pasa. Y quiero volver para atrás, y descubro que no
estoy sintiendo en el corazón aquello que debería.
En este caso,
sucede en el evangelio, que continuamos escuchando a este Jesús que después de
hacer este milagro se va. Como hablamos la vez pasada, la gente lo sigue
buscando, no lo deja tranquilo, y Él dice: ustedes me buscan porque comieron
pan hasta saciarse, bueno, trabajen por
aquello que da verdadera vida. Todos necesitamos el pan, todos necesitamos
las cosas diarias, las cosas cotidianas, hay un montón de cosas por las que
tenemos que trabajar día a día, pero que no son lo esencial y el centro de
nuestra vida. Lo esencial y el centro de
nuestra vida se juega en aquellas cosas que descubrimos en el corazón que
gritan, que claman, que nos dicen: esto es lo que yo necesito. Y podemos
tener un montón de cosas cotidianas, que no nos faltan, como la comida, la
bebida, tener gente a nuestro alrededor, amigos, las cosas de todos los días,
pero igualmente no estamos satisfechos, no estamos conformes. Porque la vida
clama por algo más, porque la vida grita por algo más. No es solamente un ir
caminando en la vida con piloto automático, o un transcurriendo la vida sin que
pase nada, porque cuando no pasa nada, la vida en algún momento nos hace un
llamado de atención. La vida nos pide algo más. Y dice Jesús, trabajen por algo
más sólido. En el fondo, lo que nos está pidiendo es que descubran quién es
Jesús para ellos. El signo es descubrir
y creer en Aquel que puede dar verdadera vida. También para nosotros
nuestra vida se juega en aquello que verdaderamente puede dar vida, y en
animarnos a jugarnos por ello, en animarnos a caminar y trabajar por ello.
Muchas veces
tenemos hambre, buen creo que más que hambre tenemos ganas de comer, porque en
general en pan en nuestra mesa, gracias a Dios, no nos falta, ahora estaremos
un poquito más apretados económicamente, pero no es lo que nos falta. Nos
podríamos preguntar de qué tenemos hambre. ¿Tenemos hambre de los verdaderos
valores? ¿Tenemos hambre de justicia? De que haya una verdadera justicia, entre
nosotros como hermanos, en nuestro país, con aquellos que menos tienen.
¿Tenemos hambre verdaderamente de paz? ¿Tenemos hambre verdaderamente de
caridad, de amor, de generosidad, de solidaridad? Y si tenemos hambre de eso,
lo que nos podríamos preguntar es, ¿trabajamos por saciar esa hambre? ¿Nosotros
somos signo de paz para los demás? ¿Trabajamos por un mundo en que haya menos
violencia, menos discusiones? Que no nos estemos matando los unos a los otros.
¿Intentamos entender, escuchar, estar cerca del otro? ¿Trabajamos desde
nosotros para que las cosas sean más justas? ¿Y damos testimonio a los demás de
eso? ¿De qué manera transmitimos y educamos al otro? Porque en eso se va
jugando la vida. Muchas veces nos pasa que cuando estamos enojados, nos
quejamos, pero en el fondo lo que nos tenemos que preguntar es ¿de qué manera caminamos nosotros? Y
¿de qué manera vamos hacia delante? Porque la tentación siempre es volver hacia
atrás.
Fíjense esta
tentación que escuchamos en la primera lectura, es la de todo el Antiguo
Testamento: volvamos a Egipto, ahí estábamos mejor. Estaban bárbaro los judíos en Egipto, eran
esclavos, pero preferían eso, preferían la esclavitud a la libertad, porque la
libertad era difícil. “En Egipto por lo menos comíamos bien, estábamos
calentitos, estábamos bien, no podíamos decidir absolutamente nada, pero teníamos
eso.” Y también nosotros nos aferramos un montón de veces a seguridades, a
cosas vanas, que en el fondo no nos ayudan y no nos hacen crecer, y que tampoco
nos sacian, y vamos perdiendo el hambre. Y creo que tal vez esa es la peor
tentación, nos vamos quedando acomodados, y nos olvidamos de luchar y trabajar
por aquella que da vida, nos perdemos de luchar y trabajar por aquello que nos
invita Jesús. Si hay algo a lo que el evangelio siempre invita es a no
acomodarse, porque el que se acomoda se detiene, y el evangelio es un continuo
caminar. La fe es un continuo caminar,
es un ir hacia Jesús, y para caminar tengo que dejar lugares, tengo que dejar
seguridades, tengo que dejar lo que controlo, a veces tengo que dejar hasta lo
que me hace bien, por una promesa, y para nosotros los cristianos, la promesa es
Jesús. No vivir como esclavos, en las cosas que nos tienen atados, sino
vivir como libres, caminando hacia aquel que da la verdadera vida.
En este
camino Jesús no nos deja solos, sino que camina con nosotros, y nos alimenta. Y
hoy vamos a vivir eso, en este pan de vida que vamos a recibir, Jesús nos va a
decir: Yo soy el alimento para que
ustedes nunca dejen de tener hambre, nunca dejen de luchar, nunca dejen de
pelear por aquello que descubren en el corazón que necesitan, por aquello que
son sus convicciones y sus valores. Porque llegará un momento en el que
tendremos que decidir. En general en los momentos tensionantes y difíciles, las
opciones se hacen antes, lo que hemos alimentado antes, será lo que haremos en
el momento difícil, en los momentos de confusión, en el momento de angustia y
desolación.
Pidámosle a
Jesús, aquel que es el verdadero pan de vida, que siempre tengamos hambre de
aquello que nos grita nuestro corazón, que siempre busquemos y luchemos por
aquello que deseamos, por aquello que da vida, que siempre caminemos detrás de
ese pan de vida.
Lecturas:
*Éx 16, 2-4. 12-15
*Sal 77, 3-4.23-25.54
*Ef 4, 17.20-24
*Jn 6, 24-35
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