martes, 19 de marzo de 2013

Homilía: “Yo estoy por hacer algo nuevo” – V domingo de Cuaresma



Hace poco vi la película musical de Los Miserables, y volví a maravillarme con ese encuentro de Jean Valjean y el obispo Myriel. Para los que no la vieron, al principio de la historia, Jean Valjean queda en libertad condicional después de muchos años, pero no puede reencausar su vida. En un momento en que está con frío, el obispo lo lleva a su casa; y esa noche, Jean Valjean roba todas las cosas de plata que este obispo tenía y se va. Lo atrapa la policía y lo lleva a la casa del obispo, y cuando están ahí diciéndole lo atrapamos porque se llevó todo esto, el obispo les dice: No, no lo robó; yo se lo regalé. Para la sorpresa de todos, las mujeres que trabajaban ahí, los policías, el mismo Jean Valjean, no pueden comprender ese gesto. Es ahí donde el obispo lo invita a ser un hombre nuevo, que a partir de ahí viva de una manera diferente. Esto va a ser un momento crucial, una encrucijada en el camino de su vida, un regalo que Jean Valjean no esperaba de ninguna manera. Ese encuentro lo va a catapultar a una vida nueva, a algo distinto, a algo que lo va a transformar y lo va a cambiar.
Creo que cada uno de nosotros podría mirar el recorrido de la vida, y mirarlo por esos momentos trascendentales que nos abrieron a algo nuevo, que nos transformaron, que nos cambiaron. En general en los momentos más importantes hubo algo que empezó a ser de una manera diferente. Quizás algo no tan shockeante como sucede en esta película, pero sí algo que nace del corazón y me invita a vivir una nueva historia.
Vamos a poner un ejemplo tal vez de lo más cotidiano; cuando un hombre y una mujer se casan, deciden empezar una nueva historia. Uno podría decir, me quedo en la seguridad de mi casa, me quedo acá, en lo que conozco, en lo que tengo, y sigo acá. Pero en un momento uno dice, bueno, tengo que partir a algo nuevo, tengo que abrirme a una nueva historia. Y a partir de ahí, de esa elección, de ese querer empezar con otro, con otra, un camino nuevo, nace esa nueva historia que Dios nos regala.
Esto sucede a diario en la vida, porque la vida es un continuo crecer. Y el crecer implica un devenir, algo tiene que transformarse, algo que tiene que cambiar. Si no cambio me estoy quedando, me estoy retrasando. Si nunca cambio, ¿en qué edad me quedé?, ¿en qué momento de la historia me frené? Es por eso que esta invitación que en esta película se hace, esa invitación que Dios y otros nos hacen en la vida, es lo que nos ayuda a crecer y a madurar.
Esto que sucede en la vida, también sucede en nuestra historia, nuestro camino, nuestra vida de fe. En la primera lectura escuchamos, en este libro del profeta Isaías, que el profeta transmite aquello que Dios le dice, que es que está por hacer de ellos algo nuevo, que está por transformar a ese pueblo de nuevo. El profeta le habla al pueblo en un momento crucial de su historia. Este Dios había tomado a su pueblo, lo había sacado de Egipto, lo había llevado a una tierra, y en ese momento pierden la tierra. No están más, han sido deportados. Cuando el pueblo está perdiendo la esperanza, le dice al profeta que se la vuelva a anunciar. Soy Yo el que va a hacer de ustedes algo nuevo. Soy Yo el que los va a transformar. Voy a olvidar todo lo que pasó y los voy a volver a lanzar hacia delante. Y es por eso que el profeta les dice, ¿no se dan cuenta de lo que está pasando? Algo se está transformando, algo está cambiando. Cuando el pueblo tiende a bajar los brazos y a perder la esperanza, Dios actúa y se la renueva.
Si siguiésemos en orden cronológico las lecturas, en el evangelio Jesús se encuentra ante este dilema. Se encuentra con estos hombres que le acercan a esta mujer que ha sido sorprendida en adulterio. Y le dicen, esto es lo que ordena la ley, ¿qué es lo que tú dices? Ahí es cuando Jesús tiene la oportunidad de enseñarles a ellos a cambiar. Cuando esta mujer ha perdido la esperanza de que la vida se acabó, hasta acá llegué, Jesús puede hacer también algo nuevo. Podríamos decir que Jesús tiene un dilema. ¿Frente a quién pone a esta mujer? Frente a la misericordia de Dios o frente a lo estricto de la ley, que es lo que están haciendo estos hombres. Entonces los pone y los enfrenta a ellos con su propio pecado. “El que no tenga pecado que tire la primera piedra”. Y no hay nadie. Ellos se van dando cuenta de lo que Jesús está haciendo, porque uno podría decir bueno, no importa, no me quedo con esto, pero cuestiona el corazón de estos hombres, porque Jesús les está mostrando lo que Dios está haciendo con ellos. Cuando ellos quieren ser severos con alguien, Él les está diciendo, imagínense si Dios fuera así con ustedes. ¿Frente a quién se están poniendo? ¿Quién es libre frente a la ley? ¿Quién no es culpable frente a ella? Por eso ahí nace esa nueva oportunidad para esta mujer, que queda tan inmóvil que después de que se van todos, dice el evangelio que ni se atreve a moverse. Jesús tiene que tomar la iniciativa, y le pregunta, ¿alguien te condenó? No. “Yo tampoco te condeno, vete en paz”. La invita a algo nuevo. Ahora, si uno piensa con atención, lo único que puede hacer que esta persona cambie es esa invitación a algo nuevo. Si Jesús no hace esto, no hay chance de que esto se transforme, de que esto cambie. Obviamente, como pasó el domingo pasado, no sabemos cómo continúa esto. Pero sabemos que la única oportunidad de que esto se transforme es ponerlo frente a esa misericordia de Dios, perdonarla, e invitarla a algo nuevo.
Es lo que pasa siempre en nuestra vida, si yo me cierro al otro, no puede volver a nacer algo nuevo. Si yo me enojo con un amigo, y digo bueno hasta acá llegó; Si me enojo, con un hijo, marido, mujer, o lo que fuera, y pienso, esto se terminó; y se terminó. No puede renacer esa historia, y sólo la capacidad de perdonar, y de perdonar en serio, cuando algo sucedió, como en este caso, es lo que le puede dar chances al otro a que se transforme su vida. Sino yo ya lo condené. Ya le dije qué es lo que va a pasar.
Como hemos escuchado el domingo pasado, como hemos escuchado hoy, Dios actúa de otra manera. Dios perdona siempre. Dios da una nueva oportunidad siempre. Porque es la única manera de que el otro se transforme. Y como Jesús siempre espera, siempre confía en nosotros, siempre cree en la verdad que puso en nuestros corazones, está siempre dispuesto a darnos una nueva oportunidad, algo que nos transforme y que nos cambie.
Esto mismo dice Pablo, en la segunda lectura. Llegó un momento en mi vida en que me encontré con Jesús. Y cuando me encontré con Él, me di cuenta que todo lo demás no servía para nada, era despreciable, lo podía dejar de lado; su vida me transformó, este encuentro transformó mi vida y me abrió a algo nuevo. Eso es continuamente lo que hace Jesús con nosotros cuando nos animamos a ponernos cara a cara. Y si aún no lo hemos experimentado es porque todavía nos falta dar ese paso de esa verdadera conversión en la que Jesús me invita a dar un salto en el cual tengo que directamente confiar en Él, en eso que me transforma y que me cambia, en eso nuevo que siempre todos queremos y esperamos. Porque si no, me voy quedando, me voy cerrando, no me abro a la novedad del espíritu, no me abro y no me dejo sorprender por los demás.
Hablando tal vez de sorpresas, creo que todos nosotros hemos tenido una gran sorpresa esta semana cuando nos hemos enterado de que el Cardenal Bergoglio fue elegido Papa y también nos hemos sorprendido. Y nos hemos maravillado todos estos días con los gestos que él ha tenido, de querer mostrar a su manera, y de una manera nueva, ese cariño que Jesús nos tiene; ese Dios que de distintas formas siempre sigue actuando, y siempre nos sigue abriendo a algo nuevo.
Y mucho más nos sorprendió el nombre que se puso, porque ponerse Francisco es todo un llamado de atención para la Iglesia. Francisco si no fue el santo más grande que vio la historia de la Iglesia, si es que podemos catalogar (es muy difícil decir esto), seguro que está en el top five. Y fue el que puso a la Iglesia frente a un espejo, el que le dijo, Jesús quiere este camino. Cuando la Iglesia se iba desviando de ese camino, apareció Francisco y le dijo: este no es el camino, y los invito a algo nuevo.
En realidad es a lo que siempre nos invita Jesús. No por una cosa o por otra. Por eso celebramos siempre la Pascua. Pascua es paso, algo pasa, algo se transforma, algo cambia, por eso nos preparamos con la Cuaresma. Si no nos estamos simplemente haciendo un “maquillaje”, así nomás y seguimos. Jesús no quiere que pase eso. Algo muere, y algo nace. Cuando algo muere, algo tiene que cambiar, algo tiene que pasar. Esa es la invitación que Jesús siempre nos hace. Como hemos puesto en este cartel, “Yo estoy por hacer algo nuevo”. Eso es lo que quiere que siempre hagamos, esa es la invitación que nos hace a nosotros. Desde el que tiene responsabilidad más grande hoy, como es el Papa Francisco, a cada uno de nosotros, a dejarnos transformar por Él y a caminar renovados siempre hacia ese Dios que nos espera, a ese Dios que nos invita a algo nuevo.
Pidámosle a Jesús en este día, que en esta Cuaresma, transformados y tocados por Él, nos encaminemos con un corazón renovado hacia esta Pascua.

Lecturas:
*Is 43,16-21
*Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
*Fil 3,8-14
*Jn 8,1-11

No hay comentarios:

Publicar un comentario