En la segunda parte de “El Señor
de los Anillos”, que se llama “Las
dos torres”, las cosas se empiezan a complicar para los hombres de la
Tierra Media, hasta que llega un momento donde parece que en la próxima batalla
van a ser destruidos. Es ahí donde Gandalf, el mago, le dice a Aragorn, quien
de alguna manera guiaba a los hombres, que se retire con los hombres que quedaban
para aguantar en una fortaleza, llamada El Abismo de Helm; y le dice, “al
quinto día, mira hacia el este, y a la primera luz, al amanecer, yo llegaré por
ahí.”
Tanto la película como el libro se van desarrollando, hasta llegar al
momento climax; cuando están todos los hombres por perder la batalla y ser
destruidos, justo aparece una luz, un rayo, y amanece el quinto día. Y uno mira
hacia ese lugar, y en medio de esa penumbra, de esa oscuridad, esa luz ilumina,
y no sólo ilumina sino que trae algo nuevo. Aparece Gandalf, con un ejército
que ayuda a dar vuelta la batalla. Y muestra con esa imagen, con ese amanecer
que de alguna manera vence a la oscuridad, con esa luz que vence a las
tinieblas, algo nuevo que se hace presente, una claridad que viene a iluminar
aquello que estaba a oscuras y en penumbra.
Me acuerdo que con mis amigos, a veces, cuando nos gustaba compartir
cosas, una cosa que nos preguntábamos era qué nos gustaba más, si el amanecer o
el atardecer. Obviamente que es una discusión interminable porque es una
cuestión de gustos, pero yo siempre decía que a mí lo que más me gustaba era el
amanecer, porque justamente el amanecer llama a algo nuevo. No porque sea más
lindo, o más bello, sino porque justamente es algo que empieza a iluminarse.
Después de esa penumbra, hay una luz que trae un día distinto, algo nuevo que
amanece. Me gusta esa imagen porque creo que es en el fondo la imagen de la
vida, la vida es siempre un continuo abrirse a algo nuevo. Podríamos decir que
en general la vida es continuamente un amanecer.
Uno podría preguntarse, ¿siempre tengo que estar creciendo? ¿Siempre
tengo que estar haciendo algo nuevo? Bueno, a Jesús no es muy bueno hacerle esa
pregunta porque a Nicodemo no le fue muy bien cuando le preguntó “¿cómo nazco
de nuevo?” Pero sí, podríamos decir que continuamente nosotros somos invitados
a nacer a algo nuevo. El problema es que vivimos en un mundo donde se nos
invita a algo distinto, es como que siempre tendría que haber claridad, siempre
tiene que haber seguridad. Ahora, la claridad y la seguridad total, casi como
que van contrarias a la vida porque la seguridad es: yo me acomodo en esto, y
en la medida en que yo me voy acomodando, me voy encerrando. Y creyendo que así
le doy más sentido a la vida, me voy cerrando a lo nuevo que la vida puede
traer, a lo nuevo que me puede sorprender. Por eso es que tal vez, lo más
extraordinario de la vida es la impredecibilidad; siempre viene algo nuevo,
siempre está por comenzar algo nuevo, y la invitación es a no detenerse, a no
acomodarse, sino a abrirse a aquello que viene a nosotros.
Esto que nos sucede en las distintas cosas de la vida, nos sucede
también en la fe. La invitación es siempre a descubrir algo nuevo que se hace
presente, a abrirse a algo nuevo que sucede. Creo que de alguna manera por eso
se da esta coincidencia de que justo en este evangelio, esa aparición de Jesús
sea al amanecer. Como escuchamos, los discípulos habían pescado toda la noche,
no habían sacado nada, y en el amanecer sucede algo distinto. En ese amanecer
es donde Jesús se les vuelve a hacer presente e ilumina sus vidas de una manera
nueva. Les dice, acá hay algo que los va a sorprender, acá hay algo nuevo que
va a pasar. Como sabemos, el evangelio sigue, se dan cuenta de que es Jesús,
Pedro se tira a buscarlo, comen con Él, pero Jesús los invita a que en su vida
algo amanezca. Uno podría decir, bueno, pero los discípulos ya vienen caminando
con Jesús; sí, pero hay algo que en sus vidas también está en oscuridad. Jesús
murió, ya saben que resucitó, se les fue apareciendo, pero hay algo distinto
que todavía no ocurre. Hay algo que tiene que volver a amanecer en el corazón
de ellos, que tiene que volver a surgir y florecer, y eso es lo que Jesús está
trayendo.
Ahora, esta invitación que Jesús hace a sus discípulos, es la
invitación que nosotros como Iglesia tendríamos que recibir siempre. Es decir,
entender que hay un Jesús que viene a traer algo nuevo, que hay un Jesús que
quiere iluminarnos como Iglesia, como comunidad, como cristianos. El problema
es que como Iglesia también tendemos a lo mismo que el mundo. Buscamos la
seguridad, lo que nos hace más firmes, y tendemos a rigidizarnos, a quedarnos
quietos. Creo que tal vez la mejor imagen de esto es creer que como Iglesia o
como comunidad tenemos todas las respuestas, o nosotros somos la claridad. Y ahí
nos vamos olvidando de que nosotros somos discípulos, que nosotros tenemos que,
como Iglesia y como comunidad, seguir a Jesús, y que el que siempre trae algo
nuevo, que el que siempre hace que algo amanezca en nosotros, es justamente
Jesús. Es aquél que viene a iluminarnos, y nos dice, hacia acá tenemos que
caminar.
Tal vez en el evangelio hay dos imágenes que hablan de esto, no sólo
la que ya les dije, que Jesús se hace presente en el amanecer; sino la pesca,
los peces son de Jesús, los discípulos no pescaron nada, y Jesús es el que les
dice, tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Pero por si esto no
les era claro, cuando le dice a Pedro si lo ama, le dice tres veces, “apacienta
mis ovejas”; las ovejas son mías, Yo
soy el Maestro. Y aún Pedro que va a tener esa función tan importante dentro de
la Iglesia, va a tener que aprender a llevar a la comunidad de Jesús; primero
como discípulo de Jesús, después teniendo que guiar a otros. Y esta es la
invitación para todos nosotros, descubrir cómo podemos, en primer lugar, ir
creciendo. Si Jesús viniera a nosotros como comunidad, ¿dónde necesitamos hoy
luz? ¿En qué necesitamos que Jesús ilumine, que amanezca, que nos abra a algo
nuevo? Este es uno de los signos más importantes de la Pascua, empezamos en la
oscuridad, y Jesús nos trae la luz, por eso tenemos el cirio acá. Él es el que
trae la claridad, Él es esa luz que quiere iluminarnos. Si mirásemos a Jesús,
¿en qué necesitamos ser iluminados? ¿Qué tiene que nacer de nuevo en nuestra
comunidad para ser más esa comunidad de Jesús que Él quiere? ¿Cómo podemos
soltar esas seguridades o acomodamientos que tenemos en los distintos lugares,
distintos grupos, para abrirnos a algo nuevo? ¿De qué manera podemos escuchar a
ese Jesús que viene?
En segundo lugar, es también un amanecer importante para Pedro, porque
acá se da este diálogo tan lindo y que tanto conocemos entre Jesús y Pedro,
donde Jesús le pregunta a Pedro si lo ama. Y se lo pregunta tres veces, de
alguna manera repitiendo aquello que Pedro necesitaba al corazón. No sabemos si
fue así o no, pero la primera referencia que nos viene a todos a la mente, es
que Pedro lo negó tres veces, y acá también tres veces se le pregunta sobre el
amor. Ahora, si uno mira más allá de la cantidad de preguntas, hay algo que
Pedro tiene que escuchar. Hace poco hablábamos en la Pascua de que la cruz es
esa gran frase que Jesús nos dice a cada uno al corazón: “Yo te amo”. La cruz
es el gran gesto de amor para que todos lo escuchemos. Ahora el que tiene que
responder a eso es Pedro. Pedro descubrió que Jesús lo ama y que está dispuesto
a dar la vida por él, y que lo hizo; ahora Pedro tiene que escuchar cuán firme
sigue en ese amor para caminar con Jesús, y cómo ese amor puede sanar la herida
que Él tiene. Porque esto nos pasa a todos, cuántas veces nos pasa que cuando
nos equivocamos, cuando hacemos las cosas mal, cuando cometemos errores, los
primeros que creemos que las cosas no pueden cambiar somos nosotros, y nos
cerramos a lo nuevo que puede pasar. No nos animamos a pedir perdón, no nos
animamos a volver a intentarlo, no nos animamos a cambiar; y en primer lugar,
somos cada uno de nosotros los que tenemos que descubrir que hay una
posibilidad nueva. Tenemos que volver a repetirlo y escucharlo en el corazón.
En segundo lugar, abrirnos a esa posibilidad, y eso es lo que hace Jesús. Creo
que acá la gran clave es que Jesús no se pone rígido. Jesús descubre que la
única oportunidad de que Pedro pueda seguir caminando detrás de Él es renovarlo
en el amor, tratarlo con ese cariño y esa dulzura que en ese momento Pedro
necesita. A veces a uno le sale más fácil ponerse rígido, criticar, no dar
posibilidades, pero ahí se acabó, ahí se va cerrando ese vínculo. Creo que el
gran problema no es lo que pasa, la pregunta que tenemos que hacernos es, ¿yo
estoy dispuesto a seguir apostando por este vínculo? ¿Yo quiero que esto siga
hacia delante? Cualquier vínculo que tengamos. Y en base a eso es que tenemos
que actuar. Ahora, si me pongo rígido, la postura que estoy tomando es, yo hasta
acá voy con este vínculo. Me pongo rígido, me pongo firme, y no doy una
posibilidad de que eso pueda cambiar. O pidiendo perdón, o perdonando, o dando
otra posibilidad. La única posibilidad es, tratar aún ese dolor que Pedro
tendrá, que Jesús tendrá, con amor y con cariño. Por eso, Jesús le pregunta si
lo ama, y lo único que tiene que escuchar es que justamente, Pedro lo ama.
Pedro sabe lo que hizo, es consciente de lo que pasó, lo que necesita es un
empujón para ir para adelante. En palabras que ya repetí varias veces, lo que
necesita es que algo nuevo surja, que algo amanezca en su corazón para a partir
de ahí, sí seguirlo, pero ahora de otra manera. El camino del cristiano es el
que tiene que dejar las seguridades. El que quiera salvar su vida la perderá,
dice Jesús. En cambio el que quiera perder su vida, la encontrará.
Acá a Pedro se le dice: antes cuando eras joven vos hacías lo que
querías, cuando seas grande, ya no vas a hacer lo que quieras, otros te
llevarán, otros te atarán, se acabaron las certezas y las seguridades. Lo que
queda es el amor. Y eso es lo que te va a hacer mucho más fuerte y más sólido.
Eso es lo que te va a ayudar a caminar de una manera nueva. A eso nos invita a
nosotros, a animarnos a soltar las riendas de aquellas cosas que mantenemos muy
firmes, y animarnos a ir a algo que es mucho más fuerte, aunque parezca
endeble, que es el amor. Aquello que puede curar, aquello que puede sanar,
aquello que puede traer algo nuevo.
Hoy a nosotros, como comunidad, como cristianos, también Jesús nos
pregunta, renacidos de la Pascua, ¿me
amas? Hoy también nos mira y nos habla al corazón, y nos pregunta si lo
queremos, para que, como Pedro, con un corazón renovado, podamos caminar con
Él. Recién después de que Pedro le contesta, Jesús, a ese Pedro nacido de la
Pascua, le dice, “sígueme”. Escuchemos esa pregunta en el corazón, animémonos
en la oración a responderla, para también nosotros escuchar en el corazón a ese
Jesús que nos dice: sígueme.
Lecturas:
*Hch 5,27b-32.40b-41
*Sal 29,2.4.5.6.11.12a.13b
*Ap 5,11-14
*Jn 21,1-19
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