viernes, 12 de abril de 2013

Homilía: “Jesús te salvó” – Domingo de Resurrección



Hay una película que se llama Django Sin Cadenas, que cuenta la historia de Django, un esclavo que cuando era trasladado es rescatado por un doctor, King Schultz, que es un caza recompensas, más que un doctor. Y lo rescata porque es el único que conoce a tres hombres que él quiere atrapar para obtener una recompensa. Django lo ayuda, atrapa a estos hombres, los mata, y ahí empieza como a entablarse una amistad entre ellos. Empiezan a trabajar juntos, empiezan a profundizar, y Django le cuenta su historia, le cuenta que tiene una mujer a la que ama que también es esclava, que en su momento fue vendida, y se llamaba Broomhilda. Él se admira de esta historia, Django le cuenta que la quiere salvar que la quiere ir a buscar, y el doctor le dice que espere un poco, que en ese momento no puede ir hacia el Sur por el frío, pero que él lo va a acompañar, que él hace un trato: trabajemos juntos, ayudame en esto, y yo después te ayudo. Igual, es curioso ese nombre, dice. Django pregunta por qué. Ellos están en Estados Unidos, y él le dice, “es curioso porque es un nombre alemán, es raro que una esclava tenga ese nombre, su jefa debe ser alemana”. Y le cuenta que Broomhilda es un nombre importante en la literatura alemana, es la protagonista de una de las historias más importantes. Y a pedido de Django, el Dr. Schultz empieza a contársela.
Dicen que esta princesa Broomhilda, era hija del dios de todos los dioses, Taumer, pero parece que un día este dios se enojó mucho con ella. Django le pregunta ¿por qué? No me acuerdo exactamente, le dice, la desobedeció en algo muy grande parece, y se enojó. Y el dios la agarra entonces, y se la lleva a la cima de una montaña. Django le pregunta, por qué a la cima de una montaña, y el doctor contesta, que simplemente porque en Alemania hay muchas montañas y siempre en los cuentos tiene que aparecer alguna montaña. Entonces la lleva a la cima de la montaña, pone un dragón que escupe fuego para que nadie lo pueda matar, la cerca con un círculo de fuego inexpugnable, para que quede ahí aislada esperando que aparezca aquel hombre capaz con su valor de poder salvarla. Django le pregunta, ¿apareció ese hombre? Sí, apareció, se llamaba Sigfrido. Este hombre, por el amor que le tenía, no tuvo miedo y fue capaz de pelear con el dragón y matarlo. Y porque Broomhilda se lo merecía, se animó a cruzar ese fuego inexpugnable, y la salvó. ¿Entiendes lo que se pierde en ese caso? Le dice Schultz a Django. Y Django contesta, “Sí, siento algo parecido”.
Creo que esto que es lo que quiere hacer Django, que es hacer todo lo posible por salvar a aquella persona que ama, debería ser lo que deberíamos querer nosotros también en el corazón, poder hacer todo lo posible por salvar aquella persona que amamos. A veces nos saldrá, a veces no, pero aparte tenemos todos como un deseo en el corazón, que es que esto nos pase a nosotros. Es decir, que alguien quiera hacer todo lo que está a su alcance, todo lo posible, por salvarlos. Esto a veces se ve en la tele, como las mujeres esperan ese príncipe azul, ese hombre que está dispuesto a cruzar y a hacer todo lo posible para salvarme a mí.  No es que a los varones no nos pase lo mismo, nada más que nos cuesta decirlo, pero todos tenemos en el corazón ese deseo profundo de que alguien nos salve, de que alguien dé todo por nosotros. De alguna manera, tal vez no tan así, se podrá cumplir o no en nuestra vida ese deseo. Pero si miramos hacia atrás, podríamos reconocer que hay alguien que sí hizo todo lo posible por salvarnos, hay alguien que sí fue capaz de dar su vida por cada uno de nosotros, alguien que estaba dispuesto a luchar aunque nadie lo entendiera ni le creyera. Por eso, empieza a predicar y muchas veces la gente no entiende, no comprende; quiere mostrar este corazón nuevo de Dios, y no se dan cuenta de lo que está diciendo, de lo que está predicando. Es rechazado, muchas veces no lo entienden, ni siquiera los discípulos a quienes les lava los pies. Ellos no entienden, le dicen, no, ¿cómo me vas a lavar a mí los pies? No, esto no. Sin embargo, Jesús está convencido de lo que tiene que hacer, y se anima a ir y a seguir recorriendo ese camino. Y porque con eso no basta, está dispuesto a llegar hasta al final, y llegar hasta el final es hasta dar la vida. Y porque cada uno de nosotros se lo merece está dispuesto a vivir su pasión; porque nos quiere salvar está dispuesto a dar su vida en la cruz, y está dispuesto a ir a ese fuego inexpugnable que es lo profundo del infierno para poder salvarnos.
La gran pregunta que podríamos hacernos es ¿por qué Jesús quiere hacer todo esto?, y Jesús nos va a decir: porque cada uno de nosotros se lo merece, porque vos te lo mereces. Uno se preguntaría por qué merezco esto, por qué Jesús es capaz de hacer todo esto. Y en primer lugar porque nos dio la vida. La creación nos muestra esto, Dios nos quiere crear, no es que bueno, no me queda otra, y los creo. No, Dios nos quiere dar vida. Y a partir de esa vida que nos da, nosotros nos merecemos todo lo que Dios quiere hacer por nosotros. Y lo va mostrando con distintos hechos a lo largo de la historia. Los más importantes son la Pascua judía y la Pascua cristiana. La Pascua judía es el paso de la esclavitud a la libertad. La Pascua cristiana es el paso de la muerte a la vida para que todos tengamos vida. Porque Jesús, con gestos, quiere mostrar cuánto Dios nos ama. Y la cruz es el gran gesto de Jesús. La cruz es como una frase que quiere que resuene en nuestro corazón, donde Dios nos dice a cada uno de nosotros, Yo te amo. Muchas veces nos cuesta descubrir que alguien nos ame, nos gustaría que nos lo digan, que nos lo digan más fuerte. La cruz es la manera más fuerte, la manera más grande que Dios encontró para que todos nosotros escuchemos en nuestro corazón esa frase: Yo te amo. Y grabálo a fuego. Y cuando sientas que nadie te quiere, que nadie te valora, que a nadie le alcanza o entiende lo que hacés, Dios te dice, Yo entiendo, Yo te valoro, Yo te amo, Yo te quiero, y lo quiere volver a repetir. Y como nos cuesta muchas veces descubrirlo lo hace año tras año en cada Pascua, para que lo volvamos a sentir.
Creo que vivimos en un mundo donde todos muchas veces nos sentimos desvalorizados, donde muchas veces sentimos que las cosas no las merecemos, que no entendemos por qué pasan. Bueno, Jesús en la Pascua nos dice, Yo te valoro, Jesús en la Pascua nos dice, vos merecés todo lo que Yo te doy. ¿Por qué? Porque te amo. Lo quiere repetir muchas veces para que no se nos olvide. Lo que nos puede pasar como les decía, es que no lo entiendo. A ver, ¿el amor se entiende? El amor, la Pascua, no es para que lo entendamos, es para que lo sintamos. Es para que descubramos en el corazón y sintamos en lo profundo que hay alguien que está dispuesto a hacer todo lo que puede, que es Jesús; que hay un Dios que es Padre, que está dispuesto a dar lo que más ama, por lo otro que más ama, que somos nosotros, y quiere repetirlo sin cansancio. Casi como esa novia, ese marido, que está todo el tiempo, “yo te amo, yo te amo”, y uno quiere decir, basta, no lo digas más, ese es Dios, porque quiere que no se nos olvide.  Y en ese amor quiere que descubramos que somos libres, que es este paso. Algo tiene que morir para que algo resucite. En los judíos es claro. Somos esclavos, dicen, bueno, quiero que vivan en la libertad. En la Pascua deberíamos mirar, cada uno, qué es lo que nos esclaviza, qué es lo que no nos deja ser libres, y descubrir que hay alguien que hoy grita: Yo te hago libre, dejá atrás tus cadenas, dejá atrás todo lo que no te deja caminar en libertad, para que puedas caminar de esta manera nueva. Eso es lo que quieren gritar y aclamar, y no les importa ya lo que les pase, Pedro y Pablo, en las dos lecturas que escuchamos: Jesús los salvó. Vuelvan a escucharlo: Jesús los salvó. Yo creo que Pedro y Pablo seguramente eran como esos programas de los evangelistas en los que no se cansan de decirte: ¡Dios te salvó! ¡Dios te salvó! Tal vez nosotros necesitamos que nos lo vuelvan a repetir, ¿no? Escuchen, Dios te salvó, viví de una manera nueva, viví de una manera distinta. Y quiere que escuchando eso, también nosotros vivamos nuestra Pascua. La Pascua significa paso, es dar un paso, y quiere que también haya Pascua en nosotros. Bueno, podemos cada uno mirar y preguntarnos, cuál es el paso que yo puedo dar para entender más a Jesús, para descubrir su amor, para ser más libre. Eso es lo que Jesús quiere de nosotros. ¿Por qué? Porque nos ama. Ahora, ese paso se tiene que dar en la fe, y eso a veces es lo difícil, aprender a descubrir ese paso que Jesús me invita a dar en la fe.
Para terminar, les cuento un cuentito. Una vez, una catequista le dijo a un chiquito de siete años que le pregunte a su familia ¿qué es la fe? Entonces el chiquito fue a su casa y empezó a preguntar a su familia, hasta que un tío lo agarró y le dijo, mirá, andá, traé un salvavidas y vamos a ir juntos a la orilla del mar. Fueron juntos, y le dijo, ahora ponete el salvavidas, lo infló, y le dijo, ahora vamos a hacer esto, vamos a entrar caminando despacito juntos en el mar, y cuando sientas que ya no haces pie, anímate a seguir caminando. El niño todavía no sabía nadar así que se metió con miedo en el mar. Al principio el agua era bajita, fue caminando, hasta que el agua iba creciendo y empezó a tener cada vez más miedo, y el tío le dijo, quédate tranquilo, yo estoy a tu lado. El niño siguió caminando, el agua cada vez lo tapaba más, hasta que llegó el momento en el que hay que dar el salto, ¿me animo o no a dar un paso más donde no hago pie? Estando en puntitas de pie, se animó a dar ese paso y quedó flotando. El tío le dijo, “ves, esto es la fe. Vos sos el hombre o la mujer cualquiera que la quiere vivir; el salvavidas es la fe, la confianza que uno pone en Dios, en aquel Dios que te lleva en la mano; y yo soy Dios, que siempre está a tu lado, aunque no te des cuenta.” Bueno, ese es el Dios que tenemos, el Dios que siempre está a nuestro lado, el Dios que siempre nos acompaña, y la fe esa confianza que se nos invita a tener, la confianza en su amor, la confianza y la esperanza para poder caminar de una manera nueva.
Pidámosle a Jesús, a Él que es nuestra Pascua, que también nosotros escuchemos en nuestro corazón a ese Dios que nos dice: “Yo te amo”.

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