Hay una película que se llama Django
Sin Cadenas, que cuenta la historia de Django, un esclavo que cuando era
trasladado es rescatado por un doctor, King Schultz, que es un caza
recompensas, más que un doctor. Y lo rescata porque es el único que conoce a
tres hombres que él quiere atrapar para obtener una recompensa. Django lo
ayuda, atrapa a estos hombres, los mata, y ahí empieza como a entablarse una
amistad entre ellos. Empiezan a trabajar juntos, empiezan a profundizar, y
Django le cuenta su historia, le cuenta que tiene una mujer a la que ama que
también es esclava, que en su momento fue vendida, y se llamaba Broomhilda. Él
se admira de esta historia, Django le cuenta que la quiere salvar que la quiere
ir a buscar, y el doctor le dice que espere un poco, que en ese momento no
puede ir hacia el Sur por el frío, pero que él lo va a acompañar, que él hace
un trato: trabajemos juntos, ayudame en esto, y yo después te ayudo. Igual, es
curioso ese nombre, dice. Django pregunta por qué. Ellos están en Estados
Unidos, y él le dice, “es curioso porque es un nombre alemán, es raro que una
esclava tenga ese nombre, su jefa debe ser alemana”. Y le cuenta que Broomhilda
es un nombre importante en la literatura alemana, es la protagonista de una de
las historias más importantes. Y a pedido de Django, el Dr. Schultz empieza a
contársela.
Dicen que esta princesa Broomhilda, era hija del dios de todos los
dioses, Taumer, pero parece que un día este dios se enojó mucho con ella.
Django le pregunta ¿por qué? No me acuerdo exactamente, le dice, la desobedeció
en algo muy grande parece, y se enojó. Y el dios la agarra entonces, y se la
lleva a la cima de una montaña. Django le pregunta, por qué a la cima de una
montaña, y el doctor contesta, que simplemente porque en Alemania hay muchas
montañas y siempre en los cuentos tiene que aparecer alguna montaña. Entonces
la lleva a la cima de la montaña, pone un dragón que escupe fuego para que
nadie lo pueda matar, la cerca con un círculo de fuego inexpugnable, para que
quede ahí aislada esperando que aparezca aquel hombre capaz con su valor de
poder salvarla. Django le pregunta, ¿apareció ese hombre? Sí, apareció, se
llamaba Sigfrido. Este hombre, por el amor que le tenía, no tuvo miedo y fue
capaz de pelear con el dragón y matarlo. Y porque Broomhilda se lo merecía, se
animó a cruzar ese fuego inexpugnable, y la salvó. ¿Entiendes lo que se pierde
en ese caso? Le dice Schultz a Django. Y Django contesta, “Sí, siento algo
parecido”.
Creo que esto que es lo que quiere hacer Django, que es hacer todo lo
posible por salvar a aquella persona que ama, debería ser lo que deberíamos
querer nosotros también en el corazón, poder hacer todo lo posible por salvar
aquella persona que amamos. A veces nos saldrá, a veces no, pero aparte tenemos
todos como un deseo en el corazón, que es que esto nos pase a nosotros. Es
decir, que alguien quiera hacer todo lo que está a su alcance, todo lo posible,
por salvarlos. Esto a veces se ve en la tele, como las mujeres esperan ese
príncipe azul, ese hombre que está dispuesto a cruzar y a hacer todo lo posible
para salvarme a mí. No es que a los
varones no nos pase lo mismo, nada más que nos cuesta decirlo, pero todos tenemos
en el corazón ese deseo profundo de que alguien nos salve, de que alguien dé
todo por nosotros. De alguna manera, tal vez no tan así, se podrá cumplir o no
en nuestra vida ese deseo. Pero si miramos hacia atrás, podríamos reconocer que
hay alguien que sí hizo todo lo posible por salvarnos, hay alguien que sí fue
capaz de dar su vida por cada uno de nosotros, alguien que estaba dispuesto a
luchar aunque nadie lo entendiera ni le creyera. Por eso, empieza a predicar y
muchas veces la gente no entiende, no comprende; quiere mostrar este corazón
nuevo de Dios, y no se dan cuenta de lo que está diciendo, de lo que está
predicando. Es rechazado, muchas veces no lo entienden, ni siquiera los
discípulos a quienes les lava los pies. Ellos no entienden, le dicen, no, ¿cómo
me vas a lavar a mí los pies? No, esto no. Sin embargo, Jesús está convencido
de lo que tiene que hacer, y se anima a ir y a seguir recorriendo ese camino. Y
porque con eso no basta, está dispuesto a llegar hasta al final, y llegar hasta
el final es hasta dar la vida. Y porque cada uno de nosotros se lo merece está
dispuesto a vivir su pasión; porque nos quiere salvar está dispuesto a dar su
vida en la cruz, y está dispuesto a ir a ese fuego inexpugnable que es lo
profundo del infierno para poder salvarnos.
La gran pregunta que podríamos hacernos es ¿por qué Jesús quiere hacer
todo esto?, y Jesús nos va a decir: porque cada uno de nosotros se lo merece,
porque vos te lo mereces. Uno se preguntaría por qué merezco esto, por qué
Jesús es capaz de hacer todo esto. Y en primer lugar porque nos dio la vida. La
creación nos muestra esto, Dios nos quiere crear, no es que bueno, no me queda
otra, y los creo. No, Dios nos quiere dar vida. Y a partir de esa vida que nos
da, nosotros nos merecemos todo lo que Dios quiere hacer por nosotros. Y lo va
mostrando con distintos hechos a lo largo de la historia. Los más importantes
son la Pascua judía y la Pascua cristiana. La Pascua judía es el paso de la
esclavitud a la libertad. La Pascua cristiana es el paso de la muerte a la vida
para que todos tengamos vida. Porque Jesús, con gestos, quiere mostrar cuánto
Dios nos ama. Y la cruz es el gran gesto de Jesús. La cruz es como una frase
que quiere que resuene en nuestro corazón, donde Dios nos dice a cada uno de nosotros,
Yo te amo. Muchas veces nos cuesta descubrir que alguien nos ame, nos gustaría
que nos lo digan, que nos lo digan más fuerte. La cruz es la manera más fuerte,
la manera más grande que Dios encontró para que todos nosotros escuchemos en
nuestro corazón esa frase: Yo te amo. Y grabálo a fuego. Y cuando sientas que
nadie te quiere, que nadie te valora, que a nadie le alcanza o entiende lo que
hacés, Dios te dice, Yo entiendo, Yo te valoro, Yo te amo, Yo te quiero, y lo
quiere volver a repetir. Y como nos cuesta muchas veces descubrirlo lo hace año
tras año en cada Pascua, para que lo volvamos a sentir.
Creo que vivimos en un mundo donde todos muchas veces nos sentimos
desvalorizados, donde muchas veces sentimos que las cosas no las merecemos, que
no entendemos por qué pasan. Bueno, Jesús en la Pascua nos dice, Yo te valoro,
Jesús en la Pascua nos dice, vos merecés todo lo que Yo te doy. ¿Por qué?
Porque te amo. Lo quiere repetir muchas veces para que no se nos olvide. Lo que
nos puede pasar como les decía, es que no lo entiendo. A ver, ¿el amor se
entiende? El amor, la Pascua, no es para que lo entendamos, es para que lo
sintamos. Es para que descubramos en el corazón y sintamos en lo profundo que
hay alguien que está dispuesto a hacer todo lo que puede, que es Jesús; que hay
un Dios que es Padre, que está dispuesto a dar lo que más ama, por lo otro que
más ama, que somos nosotros, y quiere repetirlo sin cansancio. Casi como esa
novia, ese marido, que está todo el tiempo, “yo te amo, yo te amo”, y uno quiere
decir, basta, no lo digas más, ese es Dios, porque quiere que no se nos
olvide. Y en ese amor quiere que
descubramos que somos libres, que es este paso. Algo tiene que morir para que
algo resucite. En los judíos es claro. Somos esclavos, dicen, bueno, quiero que
vivan en la libertad. En la Pascua deberíamos mirar, cada uno, qué es lo que
nos esclaviza, qué es lo que no nos deja ser libres, y descubrir que hay
alguien que hoy grita: Yo te hago libre, dejá atrás tus cadenas, dejá atrás
todo lo que no te deja caminar en libertad, para que puedas caminar de esta
manera nueva. Eso es lo que quieren gritar y aclamar, y no les importa ya lo
que les pase, Pedro y Pablo, en las dos lecturas que escuchamos: Jesús los
salvó. Vuelvan a escucharlo: Jesús los
salvó. Yo creo que Pedro y Pablo seguramente eran como esos programas de
los evangelistas en los que no se cansan de decirte: ¡Dios te salvó! ¡Dios te
salvó! Tal vez nosotros necesitamos que nos lo vuelvan a repetir, ¿no?
Escuchen, Dios te salvó, viví de una manera nueva, viví de una manera distinta.
Y quiere que escuchando eso, también nosotros vivamos nuestra Pascua. La Pascua
significa paso, es dar un paso, y
quiere que también haya Pascua en nosotros. Bueno, podemos cada uno mirar y
preguntarnos, cuál es el paso que yo puedo dar para entender más a Jesús, para
descubrir su amor, para ser más libre. Eso es lo que Jesús quiere de nosotros.
¿Por qué? Porque nos ama. Ahora, ese paso se tiene que dar en la fe, y eso a
veces es lo difícil, aprender a descubrir ese paso que Jesús me invita a dar en
la fe.
Para terminar, les cuento un cuentito. Una vez, una catequista le dijo
a un chiquito de siete años que le pregunte a su familia ¿qué es la fe?
Entonces el chiquito fue a su casa y empezó a preguntar a su familia, hasta que
un tío lo agarró y le dijo, mirá, andá, traé un salvavidas y vamos a ir juntos
a la orilla del mar. Fueron juntos, y le dijo, ahora ponete el salvavidas, lo
infló, y le dijo, ahora vamos a hacer esto, vamos a entrar caminando despacito
juntos en el mar, y cuando sientas que ya no haces pie, anímate a seguir
caminando. El niño todavía no sabía nadar así que se metió con miedo en el mar.
Al principio el agua era bajita, fue caminando, hasta que el agua iba creciendo
y empezó a tener cada vez más miedo, y el tío le dijo, quédate tranquilo, yo
estoy a tu lado. El niño siguió caminando, el agua cada vez lo tapaba más,
hasta que llegó el momento en el que hay que dar el salto, ¿me animo o no a dar
un paso más donde no hago pie? Estando en puntitas de pie, se animó a dar ese
paso y quedó flotando. El tío le dijo, “ves, esto es la fe. Vos sos el hombre o
la mujer cualquiera que la quiere vivir; el salvavidas es la fe, la confianza
que uno pone en Dios, en aquel Dios que te lleva en la mano; y yo soy Dios, que
siempre está a tu lado, aunque no te des cuenta.” Bueno, ese es el Dios que
tenemos, el Dios que siempre está a nuestro lado, el Dios que siempre nos
acompaña, y la fe esa confianza que se nos invita a tener, la confianza en su
amor, la confianza y la esperanza para poder caminar de una manera nueva.
Pidámosle a Jesús, a Él que es nuestra Pascua, que también nosotros
escuchemos en nuestro corazón a ese Dios que nos dice: “Yo te amo”.
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