lunes, 29 de abril de 2013

Homilía: “Yo hago nuevas todas las cosas” – V domingo de Pascua


Hace unos años salió la película “Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos”. Trata de un hombre, Joel, que cansado y aburrido de su vida se toma un tren hacia una estación, Mountain, en Nueva York, y ahí se encuentra con una mujer, Clementine. Empiezan toda una vida y una historia de amor. Sin embargo, cuando la película va avanzando, empiezan a aparecer ciertos recuerdos que ellos tenían ocultos – después uno se da cuenta – borrados en su memoria. Lo que uno descubre más adelante es que habían encontrado la forma de borrar recuerdos, borrar partes de su vida; entonces cuando las cosas no les gustaban, cuando no salían como ellos esperaban, se borraban esa parte de su vida para poder volver a empezar, para volver a recrear y renacer ese vínculo.
La pregunta que nosotros nos podríamos hacer es, ¿esa es la manera? Entonces borremos y olvidémonos de cosas que hemos vivido, de cosas que nos han pasado; todo esto en el fondo está muy de acuerdo con las cosas que el mundo vive hoy, porque en el mundo hoy parece que todo se puede desechar, no que se puede integrar, sino que siempre saltamos algo nuevo. Por ejemplo en la tecnología, siempre estamos cambiando, a ver qué hay nuevo que yo pueda tener; en un auto, en la ropa, en un montón de cosas. Podríamos decir que tal vez el adalid de esto es el consumismo. Siempre hay que cambiar, o siempre hay que tener algo nuevo. A veces nuestros placares desbordan de ropa, nuestras casas tienen un montón de cosas, y sin embargo seguimos adquiriendo, comprando, a veces casi por ese impulso obsesivo de poder tener más cosas, o de tener algo nuevo, algo diferente.
Ahora, eso no se nos da solamente a nivel material. También parecería que en las relaciones el mundo nos invita a esto. Cuando un vínculo no va, te buscas otro; si esta amistad no va, vas a encontrar amigos en otro lugar; si este novio, si esta novia, mujer, marido, no va; lo importante es que uno esté bien, y no que pueda descubrir cómo renacer, cómo hacer algo nuevo de lo que está viviendo.
Ahora, el problema no lo tienen las cosas nuevas, o lo nuevo que se vive; el problema es cómo uno lo integra en la vida. Hoy escuchamos en la segunda lectura cómo Jesús nos dice “Yo hago nuevas todas las cosas”. Ahora, ¿qué significa ese “hacer nuevo”? Porque Jesús también nos dice: permanezcan, permanezcan en mi amor, permanezcan en lo que hacen. ¿Cómo se integra esto? El permanecer en algo y el vivir algo nuevo. ¿Cómo podríamos decir que se resuelve esta tensión? Y creo que esta tensión se resuelve en el evangelio que acabamos de escuchar, en el que Jesús les dice “Les doy un mandamiento nuevo”. Cualquiera que estuviera escuchando se preguntaría, ¿cuál es la novedad que Jesús tiene para decirnos? “Ámense los unos a los otros.” Faltó que alguno de los judíos levantara la mano y dijera: Jesús, hay una parte de la Biblia que no leíste; esto ya lo sabemos, esto ya lo hemos escuchado. No sólo los cristianos, en un montón de lugares se dice que lo fundamental es aprender y crecer en el amor. Entonces ¿qué es lo nuevo que trae Jesús en este mandamiento? Y, podríamos decir que la forma en que pide que se viva ese amor: amen como Yo amo. La novedad es el estilo y la forma en que se nos invita a amar; en el que no se tiran las cosas, en el que no se desechan, sino que se aprenden a vivir de una manera nueva cuando uno las integra.
Podríamos decir que lo que hace siempre nuevas las cosas en nuestra vida, es cuando aprendemos a amar, cuando aprendemos a mirar y a ir integrando todo en ese amor, a ir viviendo de una manera nueva. Todos sabemos que en la vida no podemos andar tirando cosas, o andar borrando cosas. Entonces para vivir de una manera sana, tenemos que ver cómo lo podemos vivir  de una manera reconciliada. Cómo lo puedo vivir yo de una manera nueva. Podríamos decir que este evangelio tiene como un paralelismo con Nicodemo. Porque cuando a Nicodemo le dicen, “tienes que nacer de nuevo”, él contesta: no puedo meterme de nuevo en la panza de mi mamá. No, no se puede; entonces lo que le dice es, tenés que aprender a nacer de nuevo hoy.
¿Cómo puedo hacer yo nuevas las cosas en mi vida? Heráclito hablaba de que todo en la vida no es un eterno retorno, sino que todo cambia de alguna manera. ¿Y por qué todo cambia? Porque, cuando yo me meto en un río, siempre es el mismo río, pero sin embargo, no es el mismo río en el que me metí ayer, porque ya pasó, porque la corriente ya lo dejó atrás, porque apareció algo nuevo. ¿Cómo puedo aplicar esto en mi vida? ¿Cómo puedo hacer para que en cada aspecto de mi vida que haya algo nuevo?
Creo que la diferencia está en nuestra mirada. Porque si yo miro mi vida, en general es rutinaria. Estoy con mi familia, me junto con los mismos grupos, los mismos amigos, los mismos lugares. Pero sin embargo, este encuentro que tengo hoy ¿es el mismo de ayer?; ¿es el mismo de hace una semana?; ¿es el mismo de hace un mes? ¿Este momento que estoy viviendo es el mismo que viví hace un tiempo?, ¿o es algo nuevo?, ¿o es un desafío y una posibilidad nueva que Dios pone en mi corazón y en mi vida? Y creo que ahí empieza la invitación, ¿cómo yo aprovecho y vivo cada momento de mi vida? El problema es que en general las cosas nos pasan de largo; pasamos y vivimos como en un piloto automático, donde no nos damos cuenta de un montón de cosas que pasan, y nos vamos cansando, nos vamos aburriendo, queremos dejarlas atrás. La pregunta es, ¿cómo me puedo sorprender y cómo lo puedo vivir de nuevo? ¿Cómo puedo aprovechar este lugar? Y ¿por qué el amor lo hace nuevo? Porque el amor integra todo.
Como otras veces hemos hablado, el amor es el que es generoso, el amor es el que es servicial, el amor es el que mira de una manera nueva, pero el amor es también el que perdona, y cuando yo perdono, hago algo nuevo; el amor también es el que soporta un montón de cosas, el amor es el que se la banca, el que dice, yo quiero seguir estando acá. En el amor es donde yo puedo recrear todo. Cuando yo aprendo a amar de verdad, y no a amar solamente cuando las cosas me quedan bien, o me gustan, ahí es cuando voy viviendo de esa manera a la que me invita Jesús. Ahí Jesús está haciendo las cosas de nuevo para nosotros, ahí nos está invitando a mirar de una manera distinta y nueva. Creo que todos tenemos esa posibilidad, y la Pascua busca esto, renovarnos en el amor.
Tal vez lo que podríamos hacer nosotros es pensar, ¿dónde algo me está costando?, ¿en qué lugar?, ¿en el colegio, en el trabajo, en la facultad…? O ¿en qué vínculo?, ¿con mi mamá?, ¿con mi papá?, ¿con mi hermano?, ¿con mi novio?, ¿con mi novia?, ¿con un amigo? ¿Cómo puedo tener yo un gesto para que esto renazca de nuevo? ¿Qué detalle, qué palabra, qué gesto, hace que las cosas sean nuevas? Ésta es la invitación de Jesús.
Y esto es en el fondo lo que nos define, porque termina diciendo, “en esto reconocerán que ustedes son mis discípulos”, en la manera en que se amen. En la manera en que podamos crecer en el amor, podríamos decir que somos cada días más cristianos, somos cada día más discípulos de ese Jesús que siempre hace nuevas todas las cosas, que siempre recrea y trae algo nuevo. Yo creo que como esto es difícil, Jesús siempre nos trae algo nuevo, que es la Eucaristía. Podríamos decir que es siempre la misma, pero siempre es nueva. Podríamos decir que siempre Jesús se hace presente en el pan y en el vino, pero siempre es un pan y un vino que en su Cuerpo y en su Sangre me vuelve a alimentar, me vuelve a traer de nuevo, se me vuelve a dar. ¿Para qué? Para que yo pueda alimentar a los demás, para que yo me pueda dar a los demás.
Pidámosle a Jesús, aquel que hace nuevas todas las cosas que nos renueve en el amor, para que renovados en ese amor, también nosotros podamos amar a los demás.
Lecturas:
*Hch 14, 21b-27
*Sal 144,8-9.10-11.12-13ab
*Ap. 21, 1-5a
*Jn 13, 31-35

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