martes, 16 de julio de 2013

Homilía: “¿Quién dicen que soy?” – XII domingo durante el año


Vamos a hacer una pequeña variación hoy. Supongo que me escuchan bastante seguido a mí hablar de Jesús y de lo que yo creo, pienso o me enseñaron sobre Jesús. Hoy Jesús le pregunta a la gente: ¿qué es lo que ustedes han escuchado que dicen de Mí? Y luego les pregunta a sus discípulos: ustedes que me conocen, que han caminado conmigo, ¿quién dicen ustedes que soy Yo?

Bueno, hoy yo les voy a preguntar a ustedes lo mismo: ¿quién dicen ustedes que es Jesús?

Respuestas:
*      “Para mí, Jesús es el hijo de Dios. En mi experiencia es un compañero de vida que siempre está, un amigo fiel.” – joven
*      “Jesús es el hijo de María y José” – niña
*      “Jesús es el Mesías que vino a salvarnos” – niño
*      “Jesús es mi aliento todos los días” – joven
*      “Jesús es un amigo que trae un mensaje de paz” – adulto
*      “Primero agradecerte, porque me encanta esto de que podamos compartir. Y segundo, para mí, Jesús es el camino. Sé que es el Mesías, el Hijo de Dios, pero sé que es el Camino” – adulto 

Creo que lo importante cuando Jesús les pregunta a ellos “¿quién dicen ustedes que soy Yo?”, es que se animen a compartir el Jesús que tienen en el corazón, que se animen a compartir unos con otros a ese Jesús. Y creo que un test que nos podríamos hacer todos para ver cómo estamos en la Fe es preguntarnos cuánto compartimos a Jesús con los demás, cuánto nos animamos a poner en nuestra vida a Jesús. Porque a veces es como que lo relativizamos. “Bueno, Jesús está bien… pero hay que respetar todo también...” Y sí, yo también intento respetar todo, pero asimismo trato de compartir lo que es importante para mí; y las cosas importantes intento llevarlas a mi familia, a mi casa, a mi facultad… adonde fuera que cada momento de la vida me fue tocando. En algunos momentos me salió, en otros momentos no pude. En algunos momentos creo que lo hice con gestos, en otros lo hice con palabras. Pero creo que lo lindo de la invitación de Jesús es a que aquello que es importante para cada uno de nosotros, nos animemos a compartirlo con los demás.
A veces vivimos como una religión estanca, donde parece que esta parte de mi vida fuera para un momento determinado solamente. Es para cuando voy a misa, o a confirmación, o a catequesis, o cuando rezo a la noche, o en tal momento, o cuando voy a adoración…; pero Jesús quiere, de alguna manera, configurar toda nuestra vida en ese seguimiento. Pero para eso tengo que animarme a abrirle el corazón de una manera especial. Creo que en el fondo es ir sacando las consecuencias de lo que implica mi elección de seguir a Jesús y de ser cristiano.
Toda la vida vamos haciendo elecciones. A veces no nos damos cuenta pero desde chiquito uno dice: me gusta tal cosa, quiero hacer danza, me gusta jugar al futbol… Bueno, una cosa es decir “quiero”, otra cosa es comprometerse y hacerlo. Y uno lo tiene que ir educando al otro: bueno, si querés venir, tenés que venir siempre, tenés que entrenar, tenés que ir en invierno y en verano, tenés que levantarte temprano… Uno va educando en ese camino: qué significa esto y cómo lo voy viviendo, cómo lo voy asumiendo. Pero no sólo en eso sino en todo lo que elegimos. Cuando uno elige una carrera no sabe todo lo que asume, después tiene que ir eligiéndolo. Más allá de que hoy para los jóvenes es difícil elegir una carrera, una vez que uno la elige tiene que comprometerse. Y va a haber materias que le gusten y materias que no; materias donde el profesor es bueno y materias donde decimos todo lo contrario; cosas que me gustan y cosas que no; y asumirlo significará descubrir todo lo que significa y asumirlo en la vida.
Hay saltos que sólo los comprendo en el momento en que voy caminando. Tal vez algunos más profundos, cuando uno elige el estado de vida por ejemplo. Cuando uno se casa, uno se puede preparar lo mejor posible para casarse; pero entender lo que eso significa es el camino del matrimonio, es el camino de la pareja. En cada momento pueden ir dialogando, charlando, pueden ir descubriendo, asumiendo cosas; cosas que me gustan, cosas que me cuestan. En mi vida como sacerdote lo mismo. Hace poco cuando estábamos en Córdoba hablando de cómo formar a los seminaristas, una de las cosas que hablábamos era justamente de este salto del seminario a la parroquia, cómo hacerlo. Y más allá de las soluciones que intentábamos entre todos discernir, decíamos que hay un salto que lo tiene que hacer la persona, que es hacerse cargo de esto que eligió, vivirlo, poder llevarlo adelante. En cada momento de la vida eso nos pasa.
Esto que intenté explicar brevemente sucede también en nuestra Fe. Tenemos que ir dando pasos, y esto implica ir configurando toda mi vida con Jesús; e implica también ir compartiendo con los demás quién es Jesús. Y en el camino, en distintos momentos y etapas, los discípulos tuvieron que ir configurando y descubriendo quién era Jesús para ellos. Y hay cosas que me van a cerrar más fácil, y otras que me van a costar. Tal vez me cuesta entender algunas cosas que Jesús me pide; tal vez me cuesta compartirlo con los demás, tal vez me cuesta hablar de Dios, no sé qué es lo que me cuesta. A los discípulos les cuesta entender este momento de Jesús porque vieron que cuando les pregunta quién es,  Pedro le responde: Tú eres el Mesías. Sin embargo, cuando Jesús explica qué es el Mesías no les fue tan simple entender qué significaba. Les costó mucho. Para que se den una idea, en este momento del evangelio de Lucas, Jesús está como en su apogeo, podríamos decir que está de moda; la gente lo sigue, está contentísima. Jesús hace milagros, toca el corazón de las personas, y en este momento es que  dice: a mí me toca dar la vida. Y los discípulos dicen: no, pará un tiempo aunque sea, estamos bien así. Estaban en esa etapa de la Fe que les gustaba, que les cerraba más fácil, y tienen que aprender a integrar la otra parte que les cuesta mucho más.
Por eso Jesús les dice esta frase que hace ruido en el corazón: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.” Y creo que frente a esto tenemos como dos opciones. Una opción es decir: “bueno, esta frase nunca la escuché, no tengo que renunciar a nada…” Pero bueno, ahí estamos cerrando los oídos a lo que Jesús nos dice. La otra opción, un poco más sincera, es decir: “me hace ruido, me cuesta escuchar esto.” A ver, ¿ser cristiano implica a veces renunciar a cosas?, ¿ser cristiano implica a veces cargar con la cruz? Jesús va a decir: el que quiera seguirme, tiene que elegir eso. Ese es el camino; en el que muchas veces tenemos que hacer estos pasos, es la invitación que Él nos hace. Ahora, esto implica un esfuerzo, implica tener que comprometerse, implica tener que ir creciendo en la Fe, como muchas veces hemos hablado. Aún desde las cosas más lindas. Podemos poner un ejemplo, a todos nos gusta cuando Jesús habla del amor. Pero, ¿es fácil amar cómo Jesús invita?, ¿o implica tener que renunciar a la forma en que a mí me gusta amar? A mí me gusta amar de esta manera, a mí me gusta querer de esta manera. Pero Jesús nos enseña una manera nueva de querer y de amar: hasta quién hay que llegar, de qué manera, de qué forma darse. También podemos hablar de otra cosa muy linda, perdonar. ¿Es fácil perdonar cómo Jesús invita?, ¿es fácil perdonar siempre?, ¿es fácil olvidar?, ¿es fácil dar otra oportunidad? Y eso también a veces es renunciar y cargar con una cruz. Va a haber cosas que no me cierran pero en este camino de Jesús tengo que aprender a perdonar de esa manera. Creo que el camino de Jesús implica eso. Hasta llegar tal vez a las cosas más difíciles como es entender el misterio del sufrimiento, del dolor, de la muerte, de cosas que no comprendemos, y que Jesús también dice que hay que cargar, que Jesús dice que hay que integrar en nuestra vida de Fe.
Podríamos decir que caminar hacia la madurez cristiana, implica ir integrando todas las facetas de nuestra vida. Ahora, para poder integrarlas, también tengo que compartirlas. Por eso el ejercicio que intentamos hacer hoy. A veces nos da vergüenza, a veces nos da fiaca, pero eso nos pasa también en la vida. Cuando estamos en el trabajo nos da fiaca compartir a Jesús, pensamos en qué van a decir los demás; pasa lo mismo. Por lo menos acá tenemos  una ventaja, todos creemos en Jesús, partimos de esa base. Y creo que tenemos que empezar por animarnos a compartirlo y charlarlo. Las cosas importantes las compartimos con los demás. Un test que nos podemos hacer es este: ¿cuánto comparto a Jesús con los demás, con los que están a mi lado?, ¿me animo a charlarlo con ellos, a compartir?, ¿me animo a rezar por ellos?, ¿pongo en manos de Dios a mi familia, a la gente que está a mi lado? ¿Agradezco por los que tengo a mi lado? Siempre somos rápidos en criticar al otro cuando se equivoca, pero para agradecer, ¿somos también así de rápidos? Creo que eso es ir configurando el corazón con Jesús. Animarnos a compartir los unos a los otros. Pero para eso tenemos que hacer un camino. Creo que para eso no sólo tenemos que decir con palabras quién es Jesús, sino lo más difícil y profundo que es aprender a vivirlo.
Vemos un ejemplo de esto en la segunda lectura, donde Pablo le dice a la comunidad de los Gálatas: en Cristo no hay ninguna división más, ya no hay hombre y mujer, no hay esclavo ni hombre libre. Bueno, una cosa es lo que dice Pablo y otra cosa es lo que en la Iglesia se haya empezado a vivir. Es más, tenemos otra carta de Pablo en la que hay un esclavo. Podríamos pensar nosotros qué divisiones tenemos hoy que tenemos que animarnos a unir. Bueno, una cosa es descubrir lo que Jesús dice, otra cosa es ponerlo por palabras, y la tercera es de a poco pedirle poder irlo viviendo.
Ahora, como les decía antes, creo que integrarlo en una humanidad madura es animarnos a compartirlo con los demás, en lo que me toca. Podríamos pensar desde las cosas más sencillas. Cómo rezamos, cómo educamos los papás a los hijos en este camino, rezando con ellos, enseñándoles, bendiciendo la mesa, agradeciendo por lo que tengo, desde pequeñas cosas que van marcando cómo voy dándole gracias a Jesús por todo lo que tengo y por lo que hago.
Hoy Jesús nos pregunta a nosotros: ¿quién dicen que soy? Animémonos a pensar y compartir esto. Los invito a este propósito: compartirlo con alguien esta semana, compartirle quién es Jesús para mí, animarnos a ir y charlarlo, ponerlo sobre la mesa. Ya sea que el otro crea, que no crea, pero yo comparto algo que es importante, y me animo a decirle al otro aquello que voy viviendo. ¿Por qué esto? Porque Pedro no se da cuenta de lo que significa decir que Jesús es el Mesías. Pero el primer paso para poder entenderlo y vivirlo fue decirlo. Lo dijo, caminó con Jesús, y hubo un momento en que lo entendió y lo vivió. Empecemos también nosotros como Pedro por ahí. Vayamos a los demás. Compartámosle, digamos quién es Jesús, para de a poco poder ir integrándolo y viviéndolo en nuestras vidas. 

Lecturas:
*Za 12,10-11;13,1
*Sal 62
*Gál 3,26-29
*Lc 9,18-24


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