martes, 16 de julio de 2013

Homilía: “Te seguiré adonde vayas” – XIII durante el año


Hay una película animada de Disney que se llama “La familia del futuro”, en la que Louis es un niño que vive en un orfanato y se dedica a hacer un montón de inventos. Lo último que crea es un escáner de memoria, para poder mirar hacia atrás y recordar a su madre, que por diversas razones lo dejó en el orfanato. Cuando empieza a mostrar su invento, aparece un hombre malvado, como en todas las películas de Disney, que se llama El Rey del Sombrero, y le roba la máquina. A partir de ahí empieza toda esa lucha de él de poder viajar hacia el pasado y poder recordar aquello que su corazón necesita. Al final de la película aparece una canción y una frase de Walt Disney, que dice “En este lugar pasamos mucho tiempo mirando hacia atrás, camina hacia el futuro abriendo nuevos caminos y creando nuevas cosas. Sé curioso porque nuestra curiosidad siempre nos conduce por nuevos caminos.” Creo que la idea es: dejemos cosas que ya pasaron y animémonos a mirar a ver cuáles son las nuevas que tenemos que mirar. Cuáles son las nuevas puertas, en nuestra vida, en nuestra sociedad, en lo que fuera, que tenemos que abrir.
Esta frase tiene un problema porque para nosotros “sé curioso”, es casi: “hacé cualquier cosa”, que no creo que esté en el origen de lo que W. Disney piensa, sino en qué nuevas cosas buenas, que nos hagan bien a todos, uno puede animarse a vivir, a hacer, a ir transcurriendo durante el camino de nuestra vida. Ahora, creo que en la vida esto se da continuamente. Si la vida es un ir creciendo, un ir madurando, la vida es un ir abriendo puertas. La pregunta es cuál puerta me toca abrir hoy, cuál puerta me invita mi propio corazón, mi propia vida a que me anime a recorrer hoy. Y esa invitación la vamos a tener siempre, en todo camino.
Frente a esto tenemos muchas veces dos problemas. El primero es animarnos. Hay momentos en los que no queremos. Nos hemos como acomodado, o tenemos miedos: ¿qué va a pasar si miro esto en mi vida?, ¿qué va a pasar si recorro este camino? No nos animamos a seguir aquellos deseos que la vida nos va presentando. Hay otras veces en que abrimos algunas puertas, pero llegamos hasta un momento del recorrido y -como nos invita mucho la sociedad del bienestar hoy- nos acomodamos ahí. “Con esto ya está bien”, pensamos, y hasta ahí llegamos. Pero creo que en la medida en que nosotros no abrimos puertas en el corazón, nos vamos estancando. Y eso nos va dejando como un sabor amargo en nuestro corazón. Porque no nos animamos a crecer, porque no nos animamos a dar un paso más. Y esta es la invitación continua que nuestra vida, que Jesús nos va haciendo.
Cuando uno se acerca a Jesús, escucha una invitación en el corazón. Desde los más chicos a los más grandes que estamos acá, en algún momento Jesús tocó nuestro corazón y nos invitó a seguirlo. Y por eso nos juntamos hoy como comunidad a celebrar esta Eucaristía. Pero eso no significa que ahí terminó. Nosotros no podemos decir que no hemos abierto la puerta a nuestra Fe, la hemos abierto. La pregunta es, ¿en qué momento del camino de mi Fe estoy? Y ¿cuál es la invitación que en este momento me va haciendo Jesús? Porque en general nos pasa como en la vida. Llega un momento donde nos vamos acomodando, perdemos nuestra curiosidad, perdemos nuestras ganas de descubrir cuál es el paso que me toca hacer ahora; cuál es la invitación que Jesús hace en este momento para cada uno de nosotros. Porque cuando uno escucha el evangelio que nos toca escuchar hoy, lo primero que salta es la dureza de las exigencias de Jesús. Llega un momento donde el evangelio venía muy lindo, Jesús venía diciendo cosas muy lindas, pero ahora dice cosas fuertes. No sólo reta a aquellos que quieren practicar la violencia sino que cuándo algunos le dicen: “Te seguiré adonde vayas”, la respuesta de Jesús no es: “qué lindo”; sino: ¿estás seguro de lo que vas hacer?, ¿estás seguro de que vos querés seguirme adonde Yo vaya? Y llega así a las exigencias más fuertes de este camino de Jesús. “Permíteme primero ir a enterrar a mi padre.” “Deja que los muertos entierren a sus muertos.” Y a uno le hace ruido, ¿Por qué Jesús dice esto? ¿Estaba medio raro ese día? ¿Qué es lo que le pasa a Jesús? O el otro que le dice “Déjame despedirme” “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.” Entonces, la primera cuestión que nos salta es esto, la dureza de Jesús.
Ahora, tal vez la pregunta es ¿a quién le está hablando Jesús? ¿En qué parte del camino está esta persona? Y ¿cuál es la invitación que entonces, en ese camino Él tiene que seguir? Creo que si hiciésemos una encuesta sobre qué requisitos hay para seguir a Jesús, cada uno de nosotros diría cosas distintas, según el momento del camino en el que está. “Entusiasmo”, dirá uno; “tener ganas”; “Dios siempre te recibe”; otros ya más comprometidos dirán “compromiso”, “responsabilidad”. Cada uno, según el momento en el que esté va a decir cosas diferentes. Ahora, la pregunta es, según el momento en el que yo estoy, ¿tengo que abrir una nueva puerta? Porque en general miramos desde nuestro prisma, como nos pasa a todos, y vemos, en esta época se pide esto, en esta época se pide esto otro.
Si esta encuesta yo la hubiera hecho hace cincuenta años o antes, seguramente lo que faltaría en ese seguimiento de Jesús es descubrir la gratuidad del llamado de Dios. Como era una sociedad que era muy sacrificada y seguir a Jesús era un gran sacrificio, se olvidaba de esa gratuidad del amor, y seguramente eso hubiera faltado. El descubrir que Dios te ama, el amarlo. Tal vez estaba implícito en lo que decían pero faltaba mucho el descubrir que la Fe es un don gratuito.
Seguramente si hacemos una encuesta hoy, lo que más va a faltar es el sacrificio. ¿Cuál es el sacrificio que hoy Jesús me pide para seguirlo? Siguiendo el evangelio, como terminaba el domingo pasado: “El que quiera seguirme que cargue con su cruz y que renuncie a sí mismo.” ¿Cuál es la renuncia que hoy Jesús nos está pidiendo? Porque si miramos con atención tal vez nuestra sociedad se parece más a la de la segunda lectura de Pablo. Cristo nos liberó para ser libres entonces hagamos lo que queramos. Vayamos de joda, no importa nada, y vale todo en Dios. Ahora, ¿ese es Dios? ¿Jesús es así? ¿Es el que dice “vale todo, hagan lo que quieran”? Yo no lo encuentro nunca eso en el evangelio. No es una libertad para hacer cualquier cosa, o una libertad para el mal. La libertad es para el bien. Pablo les dice: a ver, no son libres para irse de libertinaje, no son libres para sus deseos carnales, o para hacer las cosas mal, son libres para servir en el amor. Esa es la libertad de Jesús. Es una libertad en la que ustedes tienen que animarse a elegir bien. ¿Por qué? Porque les pasaba lo mismo que a nosotros en esa comunidad. Jesús nos liberó, hagamos cualquier cosa. No, no es eso. Entonces, no sé, vivimos nuestra sexualidad desordenadamente, vale todo. Somos mentirosos, somos poco transparentes y vale, somos corruptos y lo arreglamos. Somos infieles y también. No, a ver, eso no es parte del mensaje de Jesús. Obviamente que uno se puede acercar con el corazón arrepentido a pedirle perdón a Jesús pero no estamos hablando de eso. Estamos hablando de que eso en Jesús no entra, no es parte de la invitación de Jesús. Hay una parte que no miramos. Agarramos en vez de la libertad ese libertinaje.
Jesús dice, quiero hombres libres, quiero mujeres libres, pero quiero que sean responsables. Y fíjense tal vez qué es lo que les está costando hoy en el corazón para seguirme. Esa es la renuncia, esa es la exigencia del evangelio. Tal vez por eso cuesta tanto en nuestra vida hacer un camino de Fe y lo vivimos casi como por etapas. Nos cuesta descubrir a qué tengo que renunciar en este momento, cuál es la invitación de Jesús para seguirlo en este momento. Y tal vez tendré que renunciar a mi tiempo, tendré que dejar otras cosas para encontrarme con Jesús. La pregunta es cuánto Jesús tocó mi corazón para que yo lo siga. Y según cuánto Jesús tocó mi corazón y el camino que pude hacer, es hasta qué etapa del camino voy a llegar con Jesús, y en cuál me voy a quedar. Ahora, la invitación de Jesús es para cada momento, lo que pasa es que hay cosas que en algún momento tienen que quedar afuera. Jesús les dice, síganme, pero la violencia no entra conmigo. El deseo de venganza, el deseo de ser violento, esto no entra en el evangelio. A veces nos pasa a todos que queremos seguirlo a Jesús con eso. La misma Iglesia ha sido violenta y lo ha querido explicar, cuando no tiene explicación. Eso no entra. En algún momento hay que dejarlo atrás, y si querés seguirme dejá de querer pensar de esta manera, renunciá a esto.
Otro lo seguirá pero dirá, bueno, dejame estas comodidades, estas seguridades, esto que está bien, que sea hasta acá, una fe que me quede cómoda. Y Jesús va a decir: No, si querés seguirme, empezá a hacer algo que te cueste. Ahora llegó el momento del esfuerzo. El momento de hacer una opción más profunda y más grande. Y de esa manera tendré que dejar esas seguridades. Habrá momentos donde me quedaré anclado en el pasado, por cosas que me pasaron, por cosas de mi vida, por lo que fuera; y Jesús nos dice, ahora mirá para adelante, abrí esa nueva puerta de la Fe y dejá el pasado atrás. Animate a caminar. Creo que en cada momento Jesús nos pide distintas cosas. Lo importante es tener la certeza de que siempre nos toma de la mano y nos acompaña. Jesús no lanza Don Quijotes que se van solos y dice, hacé lo que puedas. Jesús les dice, síganme. El que abre el camino es Jesús, el que abre la puerta es Jesús, el que siempre camina con nosotros es Jesús. Y esa certeza la tenemos que tener en el corazón. Y cuando nuestra pregunta,  nuestra duda es ¿podré con esto? Jesús nos dice, quedate tranquilo que Yo sí puedo. Animate a seguirme, seguí ese camino que te voy mostrando. -Pero me cuesta-. Yo te voy a ayudar. -Pero esto es difícil-. Yo te lo voy a hacer más fácil, vos animate a dar este paso. Animate a descubrir que tu corazón tiene las fuerzas para hacerlo. Creo que esa es la invitación que nos hace en cada momento.
Tal vez, el mayor problema de hoy es que nos falta más mirar hacia el futuro. Como a veces en nuestra fe estamos bien, y es muy lindo estar muy bien, nos olvidamos de mirar cómo quiero caminar hacia delante, cómo quiero que esa fe no sea una fe de un solo momento, sino una fe que perdura, que permanece, una fe que camina siempre con Jesús. Una fe que se anima a decirle, como dice en el cartel: “Te seguiré adonde vayas”.
Para terminar, me mostraban que en la hojita del domingo dice: “Sobran voluntarios, faltan decididos”. No sé lo que dice porque no lo leí, pero puede ser que tenga mucho que ver con esto. Voluntario de hacer algo en algún momento es una cosa, pero decidirme y elegir mi Fe, para vivirla en cada momento, nos cuesta. Esa es la opción que en algún momento todos vamos a tener que hacer. Pero creo que si miramos hacia delante y miramos a Jesús, vamos a tener las fuerzas, las ganas, la decisión para poder elegirla y vivirla.
Escuchemos entonces hoy también nosotros en nuestro corazón a este Dios que nos invita a seguirlo y animémonos a caminar con Él.

Lecturas:
*1Ry 19,16b.19-21
* Sal 15,1-2a.5.7-8.9-10.11
*Gál 5,1.13-18

*Lc 9,51-62

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