El año pasado
salió una película francesa muy linda que se llama “Amigos Intocables”. En ella, Philip es un hombre muy rico que tuvo
un accidente en parapente y queda tetrapléjico. A partir de eso, cambia su
manera de vivir, cambia su vida; Philip se encierra en sí mismo, a partir de
esto tan duro que le pasa. Y llega un momento en que tiene que contratar una
persona que lo ayude para su vida, y entre los que entrevista se le presenta un
hombre, Driss, totalmente distinto a él. Un hombre de los suburbios, que tiene
antecedentes penales, que es muy frontal, muy directo, y lo termina
contratando. Y él dice que lo contrata porque no le mostró ninguna
condescendencia o compasión frente a lo que le pasaba. Él estaba cansado de que
la gente se mostrara constantemente compasiva y condescendiente por lo que a él
le había ocurrido. Y esta amistad que se termina generando, les va a cambiar la
vida a los dos, les va a abrir un nuevo horizonte. Pero me voy a centrar en la
figura de Philip, porque el encontrarse con Driss, este hombre más sencillo,
más frontal, que le dice las cosas, lo va a invitar a salir de su proyecto, de su estilo de vida, y a pensar si
se quiere animar a algo distinto y nuevo. A pensar si la vida llegó hasta ahí
en sus planes, o si puede intentar lanzarse a buscar aquello que verdaderamente
lo haga feliz.
Pensaba esto
en consonancia con lo que hablábamos la semana pasada -¿se acuerdan?- de que
nosotros tenemos distintas expectativas en la vida; y que en general esas
expectativas no se cumplen de la manera que uno espera o piensa. En este caso
esto se produjo por un accidente, donde todo cambia. Pero que lo importante no
era que las expectativas se cumplieran o no, sino la capacidad de adaptarnos a
la nueva realidad, la capacidad de descubrir que esto es lo que hoy me toca.
Porque en ese caso Philip se puede quedar con la nostalgia de cómo era su vida
antes del accidente o descubrir que más allá del duelo y lo difícil de lo que
pasó, hay una vida y una promesa todavía delante.
Creo que
podemos encontrar una analogía entre lo que le pasa a Philip y lo que le pasa a
José en este evangelio. José tiene pensada toda una vida con María, seguramente
se ilusionó con la familia que iba a formar; hasta que María le dice que está
embarazada y José no entiende nada de lo que está pasando, obviamente. Y el
evangelio nos dice que como era un hombre justo (traducido sería: “como era un
hombre bueno”), decide abandonarla en secreto para que María no tenga
problemas. Es ahí donde se le aparece en sueños este ángel y le explica cuál es
la promesa que Dios tiene delante. Es decir, José es un ejemplo claro de aquél
que tiene que cambiar su proyecto de vida, las expectativas que tenía, aquello
que él deseaba. Y la pregunta es si va a confiar en este proyecto de vida al
que Dios lo invita; si se va animar a adaptarse a esto nuevo, y a creer en aquello
a lo cual Dios ahora lo lanza.
Ahora, si uno
mira con atención, esto sucede en las tres lecturas que acabamos de escuchar. En
la primera lectura, Ajaz tiene un problema, que es que el Imperio Asirio ha
crecido de una manera desbordante, entonces quiere cambiar lo que venía
haciendo hasta ese momento. ¿Qué es lo que pasa? Frente a ese imperio que ha
crecido, dice: bueno, tenemos que aliarnos con nuestros enemigos y hacer lo que
ellos nos piden. Pero Isaías se le presenta y le dice: No, pará, tu confianza
está puesta en Dios, vos tenés que confiar en Dios. Como Ajaz no cree, Isaías
le dice, pide un signo y Dios te lo va a dar, para que confíes, para que creas.
Y Ajaz le contesta con una frase muy piadosa, que puede parecer muy linda, que
es “Yo no tentaré a mi Dios”, pero en el fondo le está diciendo, yo no voy a
confiar en Él, yo ya elegí el camino. No se anima a confiar, más allá de la
dificultad del problema, en aquél camino que Dios lo invita a transitar. Esto
es interesante porque a veces en las frases más piadosas como esta, nosotros
podemos esconder un no animarnos a ciertas cosas, no lanzarnos, no querer dar
ciertos pasos. Me quedo en esta frase que parece muy linda, y en eso me escudo.
Por el
contrario, en la segunda lectura, de la carta de los Romanos, Pablo comienza
diciendo: “Yo, apóstol de Cristo, servidor de Dios”, y si uno mira la vida de Pablo,
dice: en realidad no había nadie más lejano de ser eso. Era una persona que no
creía en el cristianismo, que mató cristianos, que hizo tal cosa y tal otra.
Pero en un momento Dios lo invita a que crea y que confíe en Él, cambiando
totalmente su vida. Pablo va a creer, va a confiar, va a aceptar ese amor, esa
misericordia y ese perdón de Dios en su vida, hasta constituirse apóstol. Va a
descubrir que en Dios, adelante, si él cree en Él, hay una promesa mucho más
grande. No se va a quedar atado al pasado, ni siquiera lo que fue su vida; ni
siquiera lo que hizo mal. Pablo se va a lanzar hacia delante, descubre que la promesa
de Dios siempre está adelante.
En José, como
les dije recién, sucede lo mismo. Hay un cambio en su vida, y la pregunta es si
va a confiar en ese cambio o no, si va a confiar en ese Dios que le muestra
algo distinto.
Ahora,
podríamos mirar que en casi todos los casos aparecen dudas y preguntas. En el
caso de José, lo que a él le surge es: me voy a ir, abandono esto, voy para
otro lado; en el caso de María, escuchamos hace un par de semanas, es: ¿cómo es
posible esto?, ¿cómo puedo quedar yo embarazada? No tengas miedo, le dice el
ángel. No es un problema que nos aparezcan dudas o preguntas, eso es intrínseco
a nosotros. Frente a la nueva realidad, nos vamos a preguntar cosas, vamos a
dudar, vamos a mirar hacia dónde queremos ir, pero la respuesta va a ser, más
allá del camino que tomemos, si creemos y si confiamos en lo que Dios nos
invita, si nos animamos a dar ese paso. Esa es la gran pregunta de esta
Navidad.
Cuando uno
mira la vida de San José o la vida de María, dos mil trece años después, parece
muy fácil la respuesta. Pero seguramente fue muy difícil, fue agarrarse a algo
pequeño y confiar. Hoy uno mira y dice: bueno, qué fácil, a María y a José se
les apareció el ángel. No creo que haya sido fácil. Seguramente les aparecieron
un montón de preguntas en el corazón, pero se animaron a poner su esperanza y
su confianza en Dios; casi como lo que va a pasar en esta Navidad. Creer y
confiar en un niño muy pequeño, vulnerable. A nosotros en general nos es fácil
confiar en Dios cuando pensamos en un Dios todopoderoso, omnipotente, pero ¿somos
capaces de pensar en un Dios pequeño, niño, humano, que se va gestando, que va
creciendo? ¿Somos capaces de confiar en una promesa pequeña, que hoy no la
vemos tan clara, en la que tenemos que dar un salto grande, en la que nos
tenemos que jugar? Porque eso es la fe, eso es la confianza.
A ver, a
veces nosotros medimos la fe por la cantidad de cosas que hacemos. Me voy a
poner a mí como ejemplo. A ver, ¿cuánta fe tengo? Celebro misa todos los días,
rezo todos los días, hago o intento hacer bastantes obras de caridad, ayudar al
otro. Si sumo todo esto, digo: yo tengo bastante fe, porque hago todo esto.
Ahora, no está mal eso, ojalá siempre lo podamos hacer; pero eso es una parte
de la fe, es el primer inicio. Yo creo que la fe, o el mejor termómetro para la
fe es ¿cuánto confío? La capacidad que yo tenga de confiar y de soltar las
cosas es cuánto estoy creyendo. Mientras yo tenga todas las cosas agarraditas,
todavía no me animé a dar este paso que se le pide a San José, que se le pide a
María, que se le pide a Ajaz. Está bien, muy lindo Dios, es mi Dios, pero el
camino lo decido yo. No me suelto a Dios, no me animo.
Creo que a
las puertas de la Navidad, podríamos pensar en qué yo quiero tener las cosas
controladas, y me cuesta confiar, en qué no me abandono en Dios. Ahí vamos a
descubrirnos en el mismo lugar que María, en el mismo lugar que José, y en esa
disyuntiva de ver si me arriesgo, si me juego, si elijo ese camino de la fe que
es soltarlo todo y ponerlo en manos de Dios.
Si quieren,
el último ejemplo de lo que es la fe es Jesús en Getsemaní, se abandona en
Dios. Padre, yo esto no lo quiero, pero si vos me lo pedís, lo hago. Creo y
confío en Dios. Va a tener que dar la vida.
Bueno, a nosotros
también hoy, en distintas cosas de nuestra vida, se nos pedirá que creamos, que
confiemos, arriesgando la vida, jugándola, dando un paso.
Pidámosle a
José, hombre justo que se animó a poner su fe y su confianza en Dios, que él
también nos muestre el camino.
Lecturas:
*Is 7,10-14
*Sal 23,1-2.3-4ab.5-6
*Rom 1,1-7
*Mt 1,18-24
No hay comentarios:
Publicar un comentario