lunes, 16 de diciembre de 2013

Homilía: “¿Eres Tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” – III domingo de Adviento


En la película “Votos de Amor”, Paige y Leo están casados, y Paige sufre un accidente de auto, en el que ella pierde la memoria y retrocede a su etapa de la universidad. No se acuerda del noviazgo con Leo, no se acuerda de que sea su marido, no puede entender cómo salió con él y cómo llegó a casarse. Esto genera en Leo una crisis muy grande, porque ya no es la mujer con la que él estaba casado, no es la mujer en la que él tenía puestas un montón de expectativas de cómo ir caminando. Entran en crisis muchas cosas; no sólo ese amor que tiene por esa mujer, si quiere o no reafirmarlo y reelegirlo, sino también lo que piensa él del matrimonio, de lo que es un amor para toda la vida, de las expectativas que tenía puestas en todo el camino. A partir de esa nueva realidad que los supera, tiene que rearmar todo su matrimonio y elegir si quiere seguir con esta mujer o no.
Esto que se da tan abruptamente en la película, a causa del accidente, sucede varias veces en nuestra vida, en todo lo que vamos viviendo. En general, una persona normal (si es que vale esa palabra), pone un montón de expectativas en las cosas que empieza. Desde las cosas más simples como puede ser un colegio, una facultad, una amistad, un noviazgo, un matrimonio, una relación padre-hijo; siempre tenemos expectativas. Y la mayoría de las veces llega un momento en que esas expectativas no se cumplen, las cosas no se dan de la manera y de la forma que uno piensa. La pregunta es, ¿qué respuesta doy frente a eso?
Para ser un poco más claro voy a poner un ejemplo bastante simple de mi parroquia anterior. Estábamos en época de confirmaciones, y se me acercan unos papás con su hija, con motivo del padrino que la hija había elegido. Cuando me pongo a hablar con ellos, el problema era que ellos siempre habían pensado que el padrino o la madrina de confirmación iba a salir de su círculo íntimo, de los familiares y los más cercanos. Y, como sucede muchas veces, esta chica había elegido a alguien que había conocido, alguien que no era cercano a la familia, y no querían saber nada. Fue una reunión un poco complicada. Pero, ¿cuál es el problema acá? ¿El problema son las expectativas que los papás habían puesto? No. El problema es que no se pudieron ajustar a la nueva realidad. Cuando ella eligió algo distinto de lo que ellos esperaban, aún algo bastante simple, ellos no se pudieron acomodar.
Esto nos pasa numerosas veces. Uno pone las expectativas en una amistad, como hablábamos la vez pasada, y de pronto nuestro amigo no hace lo que yo quiero que haga. Uno pone un montón de expectativas en un novio, en una novia, hasta que no actúa de la manera que uno quiere, no dice lo que uno quiere, no me presta la atención que espero, y me enojo. Lo mismo pasa con un hijo, con un padre, cuando entra en crisis esa imagen que los hijos tienen de los padres; se empiezan a generar crisis, ruido, conflictos.
Como les decía antes, el problema no es la expectativa. Yo tengo que tener expectativas, porque la expectativa habla de una vida en plenitud. Yo quiero una vida en plenitud, y eso me genera que yo tenga expectativas. El problema es cuando eso no condice, y yo me angustio mucho, me siento frustrado, y no me puedo adaptar a la nueva realidad. Podemos decir que esa crisis es casi inexorable, pero tendría que aprender, en mayor o menor medida, a vivirla con naturalidad, a descubrir que no siempre el otro va a devolver mis expectativas, y cómo puedo vivir eso.
Esto mismo sucede en el evangelio. Juan Bautista está por dar la vida, está por morir por aquello que cree, que es anunciar el Mesías. Y cuando está por morir, Juan entra en duda frente a quién es Jesús. La pregunta de Juan es, ¿qué está pasando acá? Y ¿por qué le sucede esto a Juan? Porque él tiene unas expectativas puestas en quién era el Mesías y en cómo debía ser Él, y Jesús no las reúne completamente; no es de la forma que él pensaba.
Ahora, esta frase a veces tendemos a leerla negativamente. “¿Eres Tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” Pero, la frase es abierta. La pregunta de Juan es: ¿sigo manteniendo la esperanza en esta persona, o no es lo que yo creo? Juan está abierto a ajustarse a esa nueva realidad. Podríamos decir que ese camino que tenemos que hacer, ese camino de ajustarnos con la realidad es lo que Juan está viviendo. Tal vez este espíritu que Juan tiene es el que tendríamos que tener siempre nosotros, abrirnos a esa posibilidad de lo que está pasando.
Esto creo que trae muchas consecuencias en nuestra vida. Porque nuestra vida de fe en general entra en crisis, entra en crisis nuestra imagen de Dios, entra en crisis nuestra imagen de Iglesia, nuestra imagen de comunidad, de lo que pensamos de los curas, de lo que fuese. Y siempre nos surge en ese momento, ¿cómo puedo preguntarme cosas?, ¿cómo puedo entrar en crisis?, ¿cómo puedo dudar de Dios? Bueno, miren lo que le pasó a Juan. Dudó Juan. Juan se lo pregunta, porque por este camino pasamos todos. Salvo que nos hagamos algún tipo de construcción artificial, en algún momento yo voy a tener que cotejarme con este Dios que me pide cosas distintas de las que yo esperaba y creía; este Dios que me lleva por caminos nuevos. Tendré que ajustarme a esa nueva realidad.
Esto mismo que pasa en nuestras vidas. Creo que frente a esas expectativas, lo primero que tenemos que descubrir es, ¿qué es lo que yo esperaba del otro? ¿Yo esperaba que el otro actúe como yo quiero? ¿El problema es que el otro actuó mal o que actuó distinto de lo que yo esperaba y que yo no sé ponerme en el lugar del otro? Porque en general nos pasa eso. Las cosas son opinables, pero yo quiero que el otro sea como yo. Y, bueno, yo no encontrado alguien como yo, por suerte, todavía. Tenemos que abrir el corazón a cosas nuevas. Y a veces también a cosas más difíciles, como es desilusionarme, darme cuenta de que el otro no es tan perfecto como yo creía, no es tan bueno como yo creía, que a veces se equivoca como yo me equivoco, que a veces hace las cosas mal como yo hago las cosas mal, y también eso es parte de la realidad. También debo acoger eso en el corazón, y aprender a descubrir que el otro también tiene esa parte en su vida.
Nos pasa también como Iglesia. El pedido de perdón que hoy hacemos tiene que ver con eso. Tiene que ver con que muchas veces ponemos expectativas en los curas, que también cometemos errores, a veces graves, como los hacen también otras personas. Ahora, el camino de la sanación siempre es el camino de la verdad, y el camino de la transparencia. Lo que nosotros queremos hacer hoy es poner un gesto de esa verdad y de esa transparencia, diciendo que esto no es lo que queremos vivir; y también descubrir en esto que todos nos tenemos que cuidar. Que nosotros nos tenemos que cuidar en este caso, que ustedes también nos tienen que cuidar a nosotros, que no somos superhombres, que no las sabemos todas, que a veces nos vamos a equivocar, que a veces vamos a hacer las cosas muy mal, como pasa acá; y que por eso tenemos que caminar juntos. Tal vez como dice el Papa, a veces toca adelante, a veces toca en el medio, a veces toca atrás, a veces nos toca aprender a todos. A veces les tocará a ustedes también corregirnos a nosotros. ¿Para qué? Para hacer de nuestra comunidad, también, un lugar más sano.
Creo que el camino es aprender a descubrir cómo Jesús me invita a sanar esto hoy. A veces serán mis expectativas, a veces será lo que hice mal, a veces los dos tendremos que buscar los caminos, a veces todos en una comunidad. Pero el camino de Jesús siempre es eso. Esa es la invitación, dando testimonio. Fíjense, Jesús no le dice ni que sí, ni que no, no se lo responde. La respuesta la tiene que encontrar Juan. Jesús le dice lo que está pasando, lo que él habla, y lo que Él está haciendo; los milagros, las curaciones con aquellos que están pasando un sufrimiento; la Buena Noticia que es anunciada a los pobres. Y esto último va a ser un problema. Que Jesús venga para los pobres es un problema. No son las expectativas que la gente tenía. Esperaba otra cosa y se tiene que acomodar a eso.
Nosotros también muchas veces tenemos que abrir nuestra mirada a lo que Jesús nos trae, a vivir de otra manera, a entenderlo de otra manera, a descubrir ese Jesús que viene a nosotros de una manera distinta, nueva; que nos pide algo distintos, nuevo; que a veces nos pide opciones que son difíciles; y que eso es lo que tenemos que aprender a cotejar para descubrir verdaderamente a ese Jesús y no a las expectativas que tenemos puestas en Jesús.
Hoy estamos caminando cerca de la Navidad; y la Navidad es algo que nace. Lo que nace es algo nuevo, es una vida. Creo que hoy como comunidad diocesana en especial, pero como Iglesia también, Jesús nos llama a vivir de una manera nueva; a tener una esperanza nueva; a caminar de una manera nueva; a descubrir los caminos para que nuestra comunidad, con palabras y con gestos, refleje más la imagen de Jesús.
Pidámosle a Juan, aquel que terminó dando la vida descubriendo a este Jesús, que también nosotros podamos vivirlo hoy.

Lecturas:
*Is 35,1-6a.10
*Sal 145,7.8-9a.9bc-10
*St 5,7-10

*Mt 11,2-11

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