lunes, 30 de marzo de 2015

Homilía: “Jesús no me pide que sea mejor, sino que sea más bueno” – V domingo de Cuaresma

Hay una película que se llama “En Busca de la Felicidad” que narra la vida de Chris Gardner; un hecho más o menos verídico. Es un hombre que viene con la vida en picada, no le vienen saliendo bien las cosas. De casualidad, termina encontrándose con un hombre de una firma que cotiza en la bolsa, y éste lo invita a postularse para una pasantía en dicha firma.
Él está muy entusiasmado con esta entrevista que va a tener. La noche anterior, está pintando su casa cuando le tocan la puerta, aparece la policía y se lo llevan preso porque debía unas multas. Tiene que pasar la noche en la comisaría, hasta que al día siguiente le hagan el descuento de su cuenta para poder salir. Sale prácticamente en el horario de la entrevista, entonces piensa: ¿qué hago?, ¿pierdo la entrevista o me voy para allá? Estaba con la ropa de la noche anterior, todo pintado… Decide finalmente ir a la entrevista. Llega el momento y lo hacen pasar, generando la sorpresa de todos, vestido así en una empresa seria. Y Chris dice: “Hace veinte minutos que estoy pensando en salir corriendo por la misma puerta por la que entré. Pero llegué hasta acá, y vine a la entrevista a la que me habían invitado.” Lo primero que le preguntan es: “Póngase en nuestro lugar, ¿qué le diría a unos hombres que lo ven llegar así? Todo pintado, sin una camisa…” Él le dice: “que tiene unos lindos pantalones.”, como para salir graciosamente.
La entrevista sigue, pero lo central en lo que yo pensaba es que él se anima a renunciar a la imagen que quería dar. Él quería mostrarse de una manera, había pensado la entrevista de una forma, quería que las cosas fueran como él esperaba. Pero al final tiene que renunciar a eso, aceptar que le tocó esa forma. Me tocó esta forma, me tocó esta manera, me tocó esta imagen que es la que hoy puedo dar. Animarse a dar ese paso. Esto puede parecer muy sencillo, pero podríamos pensar en las veces que nos cuesta dar ciertas imágenes, que en la vida ponemos como fachadas, en las que no queremos renunciar a ciertas cosas. Preferimos que nos conozcan de una manera o de otra; que sepan esto pero que no sepan tal otra cosa.
Podemos también pensarlo en otras cosas sencillas, yo ya no tengo ni diez años, ni veinte, ni treinta; me quedo en cuarenta por ahora, y tengo que renunciar a lo que podía hacer cuando tenía diez años, veinte o treinta. Por más cirugía plástica, lifting, lo que me haga, ya tengo la edad que tengo. Tengo que animarme a habitar y a vivir con eso. Muchas veces no nos animamos a vivir la edad que tenemos, seguimos con la nostalgia de lo de antes, sin querer renunciar a la edad que teníamos antes, y como no renunciamos a eso, no terminamos de vivir la madurez y lo lindo de lo que me toca, de lo que esta edad me regala. Pero para eso tengo que animarme a morir en lo anterior y a nacer a esto. Eso muchas veces se hace con dolor. Hay cosas que nos cuesta dejar.
También pasa con los proyectos, cuando éramos más jóvenes, a veces teníamos un montón de proyectos, cosas que habíamos pensado, que así iba a ser mi profesión, mi vida, mi familia, que íbamos a cambiar el mundo… y a veces uno se da cuenta que de casualidad logró cambiar alguna cosa de su metro cuadrado, y de que algunos proyectos puede hacerlos y otros no. A veces nos peleamos con eso. Pensamos que a “x” momento de nuestra vida íbamos a llegar de una forma, con cierto status social, de esta manera, con este proyecto. En vez de habitar lo que Dios me regala hoy, me sigo peleando contra eso, sigo enojado por esto, y no puedo aceptar esto que Dios me dio, habitarlo, vivirlo, hacerlo dar fruto.
Esto obviamente es muy sencillo de decir pero es la Pascua cotidiana que Dios nos invita a vivir. Hoy Jesús en el evangelio usa esta imagen: si el grano de trigo que cae en tierra no muere, no puede dar fruto. Porque eso es lo que está por vivir Jesús. Jesús ha descubierto, ha elegido dar la vida. Jesús dice claramente, a mí nadie me la quita la vida, yo la doy voluntariamente. ¿Por qué? Porque sabe que ese es el camino para que dé fruto. Y dice, mi alma está turbada, me cuesta dar la vida, no es fácil dar la vida. Trae dolor, trae sufrimiento, pero si caminé hasta acá por esto, si ya lo elegí, animarme a dar este paso. Esto nos va a tocar vivirlo a todos en algún momento.
En algún momento, los días que Dios nos regala en este mundo se acabarán, y tendremos que aprender a soltar esta vida para nacer a una vida nueva. Tenemos experiencias cercanas o no tan cercanas de personas queridas que han partido, y tenemos que aprender a soltar en nuestra vida, pero más allá de esa pascua, que es ese paso de la muerte a la vida, cotidianamente también se nos pide hacer ciertas pascuas. Esas pascuas también traen su dolor o su sufrimiento. Pero también hay que acordarse de que hay cosas que mueren, para que otras cosas den fruto. La promesa de Jesús es que va a dar fruto. Ese el camino de la Cuaresma: ver a qué cosas puedo morir, para que otras den fruto, para mirar cuál es el fruto que hoy pueden dar. Podemos pensar en cosas sencillas. ¿Qué actitudes mías no dan fruto?, y le puedo pedir a Jesús que me ayude a cambiarlas. Que me ayude a dejar morirlas, para que nazcan actitudes que pueden dar vida. A veces me pasa que yo esperaba esto de esta persona de mi familia, y no me lo da. Para dejar que dé fruto, tengo que renunciar a ciertas cosas, dejo morir esto, mis expectativas, mis ilusiones, la manera en que yo pensaba que el otro iba a ser, para que pueda dar fruto, para que caminemos juntos, para que nos podamos encontrar, para que esa vida que en el amor Jesús nos invita a tener, pueda ser más grande. Esto es cotidiano en la vida.
Tal vez, para no marearlos tanto pongo un ejemplo. Cuando los padres empiezan a pensar en tener otro hijo, ponen un montón de cosas en la balanza. ¿A qué estoy dispuesto a renunciar? Hay pasos, proyectos, cosas que si doy esta vida, voy a tener que dejar atrás. Eso lleva tiempo de madurez en el corazón. Llegó la hora de ver si me animo a dar este paso. Renuncio a esto para dar vida, para que esta vida pueda ser posible.
Jesús nos pide esto cotidianamente, y hay momentos donde llega la hora de dar ese paso. Esta es la clave de Juan, ha llegado la hora de que algo muera para que algo resucite. Para que en nuestra vida ciertas cosas den fruto y resuciten, necesariamente tienen que morir otras. Lo central de la Pascua de Jesús es la resurrección. En general  nosotros estamos mucho más acostumbrados a decir: “Jesús murió por mí”, en vez de decir “Jesús resucitó por mí”. Miramos lo negativo. Para poder mirar lo positivo de la vida, sí voy a tener que dar ese paso, voy a tener que dejar que ciertas cosas queden atrás.
Lo mismo en la fe. Hoy se acercan estos hombres a decir: “queremos ver a Jesús”. Bueno, los que tienen que mostrarle a Jesús ahí son Felipe y Andrés. También a nosotros de muchas maneras nos van a decir: “queremos ver a Jesús”. Pero para poder transmitir bien a Jesús, habrá ciertas cosas a las que tendremos que morir, para poder mostrar una imagen mejor de Jesús, para poner un ejemplo de esto. En este tramo de mi vida, tal vez el paso más fuerte que tuve que dar, es renunciar a cierta manera en la que yo vivía la fe. Durante mucho tiempo yo pensé que Jesús me pedía cómo podía ser mejor cristiano. Y después descubrí que eso tenía una trampa. Jesús no me pide que sea mejor, sino que sea más bueno. ¿Cómo podes ser más bueno?, ¿cómo podés amar mejor? Y a veces para amar de una manera más entregada, uno tiene que renunciar a ciertas cosas. Porque el ser mejor me termina alejando de ciertas cosas, me aleja de los demás y me aleja de Dios. Jesús me invita a agrandar el corazón, a tener un corazón que está más dispuesto al otro, a escucharlo, a veces a que te den una mano, a veces a soportarlo, dice Pablo, a tener un corazón más misericordioso. De esa manera transmitir con esos gestos mucho mejor a Jesús, poder estar más cerca del otro. Pero para eso tengo que renunciar a cierta imagen.
En este camino de la Cuaresma, se nos pide prepararnos para esa hora de la Pascua. Descubrir qué queremos que muera, para que algo resucite. Animémonos a mirar en estos días de Cuaresma que nos quedan, a qué cosas queremos morir para ver qué cosas queremos dejar atrás, para que también esta Pascua haga Pascua en nosotros.

Lecturas:
*Jeremías 31, 31-34
*Salmo 50
*Hebreos 5, 7-9

*San Juan 12, 20-33

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