lunes, 14 de diciembre de 2015

Homilía: “El fruto es directamente proporcional al tiempo y al proceso que se le da a las cosas” – II domingo de adviento

En el 2007 se retiró Joshua Bell, uno de los violinistas más importantes del mundo, quien se prestó a una prueba social, un experimento social. Agarró su violín, se fue al subte en Washington en hora pico, a las 19hs, y se puso a tocar, él que tocaba en los lugares más importantes del mundo. La gente fue pasando, como pasamos nosotros más o menos cuando andamos en subte, sin prestarle prácticamente atención. Se muestra que solo 6 personas en esos 45 minutos que estuvo se detuvieron a escucharlo, uno de los que estuvo fue un chiquito que la mamá lo sacó rápido. Solo una mujer se dio cuenta de quién era y se quedó ahí. En esos 45 minutos que estuvo juntó, por la gente que le tiraba unas monedas, 32 dólares. 

De esta forma mostraban que lo que uno hace, en este caso una persona con un talento increíble, tiene que ver muchas veces con el contexto, el lugar, del tiempo que nos tomamos, de la atención que uno pone. Creo que todos hemos tenido la experiencia en un momento de decir “la verdad es que no vale la pena esto, hacer esto, decir esto”. O que uno está luchando por un montón de cosas importantes y siente que cae como en un saco vacio o que es muy poco a veces lo que se logra con mucho esfuerzo y poniendo un montón de energía. 

Pensaba en cuando yo estaba en el seminario y una de las materias que tuve fue Orígenes Cristianos que trata de que Jesús resucitó y la historia de la Iglesia. Cuando uno escuchaba y leía como fue creciendo la Iglesia, en ese crecimiento, depende de dónde se lo mire, puede decirse que fue lento en las primeras comunidades cristianas. ¿Por qué subrayo esta palabra “lento”? Porque, en general, uno, por el entusiasmo, por el fervor que los primeros cristianos ponían, piensa en grandes comunidades.

Por ejemplo, en la comunidad de Corintios vivían 250 mil personas, de las cuales 400 eran cristianos, para que se den una idea. Se perdían los cristianos en esa gran metrópolis y así podríamos ir con cada una de las ciudades. Lo que pasa es que ellos estaban tan contentos del camino, de lo que el evangelio les iba abriendo, como semilla en cada una de esas ciudades o comunidades que nos lo transmiten como un fervor. No dicen “uy que garrón, se convirtieron 400 nada más” o “que poquito, mira todo lo que tuve que hacer, me flagelaron, me golpearon”, no. Pablo está feliz y alegre, y así empieza esta segunda lectura, “doy gracias a Dios”, ¿Por qué? “Por la obra que hace en ustedes, porque se mantuvieron en lo que han aprendido, porque con sus parrabas y con sus gestos, quieren dar testimonio de Dios”. Como sabe que eso no es fácil y que mantener la fe muchas veces nos cuesta, dice “rezo por ustedes para que se mantengan firmes en aquello que han aprendido”. Nos deja como enseñanza este descubrir lo valioso de lo cotidiano y lo sencillo de cada día, eso que muchas veces nos cuesta ver.

Creo que esto es así por dos razones, sobre todo en la fe. La primera es porque el punto de partida ya es diferente, nosotros venimos de varios siglos de cristiandad y a veces sentimos que la cosa disminuye más que crecer como era en la época de Pablo. Pero, más allá de esa razón, también porque nosotros vivimos en una época donde tenemos las cosas rápidas, queremos las cosas ya, no solo cuando vamos a McDonald’s o cuando nos toca hacer una fila en un banco o lo que fuere. Cuando tenemos que esperar mucho a veces nos enojamos y nos ponemos mal y nos violentamos pero también hay cosas más importantes. Quisiéramos que los deseos, las ganas que le ponemos y tenemos en ciertas cosas sean más rápido, que los chicos crezcan más rápido, un montón de cosas que quisiéramos que no duren el tiempo que llevan. Sin embargo, el fruto casi que es directamente proporcional con el tiempo y el proceso que se le da a las cosas y todo empieza cuando uno se anima a gestarlo, a hacer germinar. 

Que Jesús se haga presente, no solo lleva los nueve meses del embarazo de María sino también, los treinta años que Jesús va a tardar en salir a predicar. Y uno no dice “uh, todo ese tiempo”, uno sabe que Jesús tuvo que madurar como persona aquel mensaje que tenía que dar. Sin embargo, cada momento y cada paso es importante y desde lo sencillo.

Este evangelio comienza contando un poco el contexto, “en la época del emperador…, siendo tetrarca…” y así todos los cargos importantes y de repente dice “en el desierto, se apareció Dios”. Mientras uno muchas veces espera que Dios se haga presente en lo importante, en lo grande o venga una persona que cambie nuestro ser cristiano y Dios dice que ahí, en los lugares de poder, en los lugares donde están todas las personas importantes no está él presente. Que Dios fue y buscó un hombre en el desierto y que le pidió a ese hombre que vaya y anuncie, que vaya y prepare el camino del señor. Tuvo que empezar desde lo sencillo, desde lo cotidiano, Juan se tuvo que hacer un nombre, tuvo que, de a poquito, ir anunciando. Lo mismo Pablo, y así, le costó muchas veces y lo mismo cada uno de los cristianos. 

Es por eso que en este adviento, la primera invitación para nosotros es aprender a cambiar la mirada, aprender a valorar cada gesto, cada palabra que brota de Dios en mi vida y en mi corazón. Creo que lo primero que podríamos hacer nosotros es descubrir qué dones tenemos que Dios nos dio, qué cosas tengo en mi corazón que son signo de Dios, que pueden dar testimonio a los demás, qué palabras, qué conversaciones. De qué manera yo puedo llevarlo y transmitirlo a los demás y aprender a valorarlo desde lo pequeño y desde lo chico, desde lo que a veces parece que no tiene peso pero así se construye el reino. Para muchas personas, esa palabra y ese gesto van a ser una de las pocas palabras y gestos de parte de Dios que tengan en su vida. Casi que podríamos decir que nuestra vida va a ser el evangelio abierto que el otro va a poder leer. Si nos animamos los cristianos a llevarlo, a transmitirlo, a descubrir que así se va formando el reino y desde ahí nace y este es el ejemplo de Jesús. 

Jesús nace en un establo, en medio de los animales, vive en un pueblito con 250 habitantes como era Nazaret. Desde las pequeñas cosas, se va gestando y por eso nos invita a valorar aquello que desde nuestra humilde vida nosotros podemos dar. Desde el pesebre de nuestro corazón, nosotros podemos llegar a los demás. Si bien el otro es el que va a tener que ir recorriendo el camino, yo lo que puedo hacer es dar testimonio, puedo ayudar.

Tanto en la primera lectura como en el final del evangelio dicen lo mismo “preparen el camino- como si fuera fácil- bajen las montañas, rellenen los valles, arreglen los caminos sinuosos”. Eso lleva trabajo y lleva tiempo pero podemos hacer que en nuestra vida lo logre. Yo a veces cuando pienso en mi persona pienso en cuando vamos por la calle y aparecen los carteles que dicen “disculpen las molestias, estamos trabajando para usted”, pienso que Dios pone lo mismo en mi. Cuando la gente viene y yo hago lo que puedo, dice lo mismo, “estoy intentando que sus gestos, sus palabras, su vida sea un signo para los demás”. Dios hace lo mismo con nosotros si nos disponemos a eso. De esa manera va logrando que el evangelio llegue a los demás, que el evangelio se haga carne en el otro. Esa es la esperanza que brota en el adviento. 

Si me quiero quedar esperando como todos esos primeros nombres que nombra al principio del evangelio, sigan esperando. Si me animo a mirar y descubrir que desde lo pequeño se va gestando y a ser yo parte de eso, ahí el reino se va haciendo presente.

Esa es la experiencia que tuvo María y ese es el ejemplo que nos da a todos nosotros, “¿Quién soy yo?”, le dice María al ángel. Quédate tranquila que vos SOS alguien, ¿Por qué? Porque como dice Pablo a su comunidad, “los llevo a todos tiernamente en el corazón de Cristo Jesús”. Lo mismo nos diría a nosotros, cada vez que ustedes lo intentan, ponen un gesto, uno no devuelve, se calla la boca, pone una sonrisa, ayuda a alguien, vuelve a decir lo mismo, los llevo a todos tiernamente, por eso que buscan, por eso que intentan, por ese ser ese signo de Dios.

Pidámosle entonces a María, a ella que con mucha paciencia fue gestando a ese Dios en medio nuestro, que nos ayude a nosotros a gestarlo en nuestro corazón y a llevarlo a los demás. 


Lecturas:
*Baruc 5,1-9
*Salmo 125
*Filipenses 1,4-6.8-11
*Lucas 3,1-6

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