viernes, 28 de agosto de 2009

Homilía: "Traten de saber cuál es la voluntad de Dios"

Mel Gibson hace de Nick Marshall, que es un creativo de publicidad, en una comedia que se llama “Lo que ellas quieren”. En un momento se hace un hueco en la empresa, y él espera que lo asciendan a ese lugar. Sin embargo no lo nombran a él sino que traen a una mujer Darcy McGuire, protagonizada por Helen Hunt. Nick se enoja, patalea, habla con el dueño, no hay nada que lo haga entrar en razones y se va a su casa enojado. En la casa empieza a tomar algo de vino, escuchando a Alanis Morissette y comienza a probar todas esas cosas que utilizan las mujeres para depilarse, maquillarse y demás; y en un momento al utilizar queda electrocutado. Así permanece dormido hasta al otro día, y al despertar en su casa con su hija adolescente, el estaba divorciado, empieza a descubrir que puede escuchar lo que las mujeres piensan. Serio problema ¿no? Y empieza a saber qué es lo que ellas piensan, qué es lo que ellas quieren y a partir de ahí empieza a crecer. No sólo en la relación con las mujeres, obviamente, como toda comedia, sino que también comienza a crecer en su trabajo porque se da cuenta lo que ellas piensan, lo que ellas quieren, también lo que van descubriendo y necesitando.
Y pensaba como también nosotros muchas veces quisiéramos también meternos en la cabeza del otro u otra. En primer lugar cuando no lo podemos entender, cuando no lo podemos comprender, cuando no entendemos hacia donde va, qué es lo que elige, qué es lo que quiere, qué es lo que busca. Y quisiéramos saber en general con muy buenas intenciones, cómo lo puedo ayudar, cómo puedo estar cerca de la otra persona, cómo puedo hacer para que la otra persona no sufra tanto o para compartir lo que esta viviendo, y que yo no entiendo. Sin embargo, obviamente, esto no es una película y no podemos entrar en la cabeza del otro. Y la primera pregunta que podríamos hacernos es, ¿eso es necesario? ¿Es necesario entrar en la cabeza del otro para poder saber qué es lo que el otro quiere? En ellas o en ellos sean quienes sean, ¿necesito tener ese don? O es que en primer lugar tendríamos que crecer en el diálogo. Y que ese diálogo nos lleve a tener una confianza para que nos animemos a abrir el corazón y compartir lo que nos esta pasando. Si es que tenemos algo para compartir, si es q hemos descubierto que es lo que queremos. O tal vez lo que tenemos que hacer, lo que nos toque, es acompañar al otro en el camino, en el proceso que esta haciendo, en lo que esta viviendo, en lo que le esta pasando. Aún en aquellas cosas que quisiéramos evitarle al otro. Esos momentos duros, difíciles, pero que obviamente no podemos evitar.
Y en segundo lugar nos podríamos preguntar si nosotros o el otro sabe qué es lo que quiere. Porque es muy difícil poder compartir con el otro, o que el otro se me abra a mi, si no sabemos que es lo que queremos. Lo cual nos pasa muchas veces, en distintos momentos de la vida. No es privativo de el que esta eligiendo una carrera, sino que en distintos momentos, es como que nuestra vida, cíclicamente, va entrando en un preguntarse qué es lo que quiero, qué es lo que busco. Y creo que es en ese momento cuando en especial quisiéramos saber qué es lo que Dios quiere de nosotros.
Pablo le dice a su comunidad: “traten de saber cuál es la voluntad de Dios”. Y a veces nos pareciera que es muy difícil saber que es lo que Dios quiere para mi. Casi como si Dios jugase por nosotros. Yo quiero ser médico... No, no, vos tenés que ser deportista, o vos tenés que ser cura. Como si Dios buscara algo distinto de lo que uno quiere. Como si Dios casi peleara con nosotros mandándonos a hacer aquello que no nos gusta. En una carrera o en algo más simple. Además pareciera que la voluntad de Dios o tiene que caer como un ladrillo que me pegue en la cabeza y me despierte de golpe o me tiene que caer la ficha para poder descubrirla. Cuando en realidad lo primero que tengo que preguntarme es si yo quiero descubrir en mi corazón qué es lo que quiero. Porque en primer lugar Dios quiere que miremos nosotros que es lo que queremos. Y esto no porque dejemos a Dios afuera, sino porque Dios actúa en lo profundo de nuestro interior, en lo profundo de nuestros corazones. Y es Él el que nos va ayudando a descubrir, si nos animamos a mirar en el corazón, qué es lo que necesitamos, qué es lo que queremos, qué es lo que buscamos, hacia dónde tenemos que caminar. Sin embargo esto nos cuesta, y nos cuesta a todos, en diferentes momentos, de distintas maneras. Nos cuesta a todos ir arrimando hacia donde queremos ir. Nos cuesta ir mirando en la vida qué es lo que necesitamos y queremos. Sin embargo el único camino es el animarse a mirar en el corazón. Desde lo más importante hasta lo más pequeño. “No sean irresponsables”, les dice Pablo, porque todos nos damos cuenta cuando hacemos las cosas bien o mal. Puede ser que alguna pegue en el palo, y nos preguntamos esto estará bien o estará mal. Pero en general es que no nos queremos es cuchar nuestro corazón. Ahora, si queremos ir creciendo, si queremos que nos traten como personas maduras, tenemos que animarnos de a poquito a ir haciéndonos cargo de aquello que vivimos y de aquello que vamos eligiendo, que es a lo que Dios nos invita. Y para eso hay que profundizar. Para eso hay que crecer. No es lo mismo una persona de 10, de 20, de 30 o de 40 aunque a veces lo intentemos hacer igual. Para eso tenemos que irnos animando a recorrer y vivir la edad que tenemos. Como alguna vez les dije, por más cirugía estética que uno se haga, por más de que uno se saque los anteojos como me los saque yo ahora operándome o lo que fuera, uno tiene la edad que tiene. Y tiene que ir haciéndose cargo de la edad que tiene, ir eligiendo desde la edad que tiene, sólo así podemos ir madurando. No es como tanguito, que podemos andar toda la vida con una guitarra dando vueltas, aunque sea muy lindo en algún momento de la vida. Tenemos que ir creciendo según lo que nos va tocando en cada momento. Y esto tenemos que lograrlo en nuestra vida de todos los días y también en nuestra relación con Jesús.
Fíjense, esto es lo que pasa en este discurso que esta terminando Jesús del pan de vida. Ustedes se acuerdan que comenzó con al multiplicación de los panes y los peces. Y luego Jesús en su predicación empieza a criticar a la multitud cuando les dice “ustedes vinieron solamente porque comieron pan hasta saciarse”. Pero busquen algo más. El domingo pasado decíamos: animémonos a descubrir cuáles son esos verdaderos deseos que tenemos en el corazón. Esto es lo que les pide Jesús. Él les dice: “Yo soy el verdadero pan de vida”, anímense a alimentarse de aquello que les da verdadera vida. Anímense a buscar aquello que verdaderamente les puede llenar el corazón.
Es curioso, hoy me detuve a contar cuantas veces aparece la palabra vida en este texto cortito que acabamos de leer, y, o Juan sabía muy poco griego y repetía las palabras, o nos quiere remarcar algo porque dice 8 veces vida. Podríamos contar desde que comenzó este discurso hasta ahora cuantas veces aparece la palabra vida, que seguro son muchas más. Bueno, cuando Pablo dice: "busquen saber cuál es la voluntad de Dios”, la voluntad de Dios es que tengamos vida. Eso es lo que busca, eso es lo que quiere, y eso es lo que tenemos que mirar en el corazón. Y en la medida que nuestra vida va creciendo, se va desarrollando, la vamos pudiendo vivir alegremente, vamos siendo felices, eso es lo que Dios quiere para nosotros. No hay tanto misterio. Dios quiere personas que sean felices, que disfruten de la vida, que la vivan. Pero para eso hay que crecer, para eso hay que profundizar. Una de las frases que a veces uno escucha más es “yo lo que quiero ahora es mejorar mi calidad de vida”. La pregunta es, qué es mejorar la calidad de vida. Es solamente tener un mejor departamento, una mejor casa, un mejor auto, poder comprarme más cosas, poder viajar más... Que es buenísimo, es muy lindo para todos, pero eso es lo que sacia el corazón. Eso es por lo que tengo que pelear y desgastarme. No hay nada más. O hay cosas mucho más profundas para mejorar la calidad de vida. Aún a veces sin tener las otras, porque por alguna razón no podemos acceder.
Esto es lo que les esta pidiendo Jesús, no se queden solamente con el pan, anímense a profundizar, anímense a buscar, en este caso, ese verdadero pan de vida que es Jesús. Esos verdaderos panes de vida que tenemos en nuestra vida. Sus maridos, esposas, hijos, nuestros amigos, la gente que nos acompaña, aquello que le da un verdadero sentido al corazón, aquello que nos da verdaderas ganas de vivir. Esto es lo que les dice Jesús. Sin embargo les cuesta, no lo entienden, porque no ven más allá de la fachada. Se quieren quedar con aquello que primero les dio, los panes y los peces. Y a nosotros nos cuesta porque hay cosas como que tiran, desde el consumismo, hasta un montón de cosas superficiales que nos tiran hacia abajo. Pero vamos descubriendo que no terminan de saciarnos. Y ahí tenemos que animarnos a dar un paso, a trascender eso. Pero eso hay que lucharlo, hay que pelearlo. Todos tenemos esa tentación muchas veces en el corazón de quedarnos en lo superficial.
Hoy Jesús les dice que tienen que comer su carne y beber su sangre. Y no sólo los judíos, sino todo el que estuviera ahí en frente de Él escuchándolo no entiende nada. En primer lugar la antropofagia esta mal vista y con razón. ¿Cómo vamos a comer tu carne? Le dicen los judíos. En segundo lugar, beber la sangre. Como ustedes saben hasta el día de hoy los judíos desangran los animales para poder comerlos, porque para ellos la vida estaba en la sangre. Si uno desangraba a un animal o a una persona, esta se moría. Entonces la vida corría por ahí, la sangre era sagrada y no se podía tocar. Y es por eso que no entienden lo que Jesús les esta diciendo. Pero Jesús va más allá de comer y beber ese cuerpo y esa sangre, que es lo que nosotros hacemos en cada misa. Es animarse a descubrir que hay un Dios que nos quiere transmitir vida, que como les dije antes, no quiere que vayamos tirando, sino que quiere que podamos disfrutar de aquello que nos da. Y por eso nos invita a alimentarnos. Y alimentarnos es animarnos a descubrir que necesitamos algo más que lo que somos nosotros. Desde el mismo alimento, no nos bastamos a nosotros mismos, no nos generamos nuestro propio alimento, tenemos que comer algo que esta afuera. Ahora, también tenemos que alimentarnos de cosas de afuera que nos dan mucha vida. Y que nos ayudan a ser felices. Eso es lo que nos dice Jesús. Aliméntense de todo aquello que llene el corazón. Es curioso porque Jesús nos invita a alimentarnos de dos cosas. Una la tenemos a veces más en cuenta que la otra pero las dos son necesarias en el camino de la fe. La primera es lo que va a hacerse presente en esta mesa, el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre. Y nos invita a descubrir qué lugar le damos en nuestra vida a esta eucaristía. Pero la segunda es la comunidad. Pablo va a repetir innumerables veces que la comunidad es Cuerpo de Cristo, que nosotros somos Cuerpo de Cristo. Y no se puede elegir una. “Bueno, a mi me gusta la comunidad, me olvido de la Eucaristía”. “Bueno a mi me gusta la eucaristía, no se quien esta sentado al lado mío”, aunque a veces puede pasar obviamente en una Iglesia tan grande. A lo que voy es, no me preocupo por el otro. Los dos caminos son sin salida, los dos me dejan caminando en una pata. Y es por eso que nos invita a descubrir cómo irnos alimentarnos de aquello que nos da verdadera vida. Descubrir como la eucaristía nos alimenta, descubrir como la comunidad nos alimenta. En la fe tengo que crecer con los demás. Por eso Pablo le habla a una comunidad, por eso Jesús le habla a una comunidad. Esto es lo que nos invita a vivir, esto es lo que nos invita a descubrir en este tiempo.
Miremos entonces adentro de nuestro corazón cuáles son nuestros verdaderos deseos, qué es lo que estamos necesitando, cuál es el alimento más necesario hoy para nosotros, aquel que buscamos, aquel que hoy no estamos encontrando o aquel en el cual hoy Jesús nos invita a poner más la mirada. Y pidámosle hoy a Jesús que nos ayude a descubrirlo, que nos ayude a crecer en ese camino, que nos ayude a poder disfrutar y gozar de aquello que nos da verdadera vida.
(Domingo XX durante el año, lecturas: Prov 9,1-6; Sl 33,2-3. 10-15; Ef 5,15-20; Jn 6,51-59)

No hay comentarios:

Publicar un comentario