sábado, 1 de agosto de 2009

"El cuidado de las personas"

Este último mes hemos vivido como país, como sociedad, como Iglesia, como familias, un tiempo difícil frente al desafío que nos plantea la gripe A. Tal vez el más grande que nos ha tocado el último tiempo, ya que directamente se pone en juego la vida de cada uno de nosotros. Pero no es el único desafió que tenemos como país. La educación, la comunión de bienes, la inclusión de todos, la transparencia en la gestión y el manejo de fondos y muchos otros todavía quedan pendientes. Pero también aquellos que día a día nos comprometen directamente, como el conducir el automóvil con más prudencia, el aprender a comunicarnos de una manera más cordial, el terminar con la violencia de todos los días, etc.
De una u otra forma todos estos temas nos plantean una cuestión de fondo que es el cuidado de las personas. El descubrir que cada ser humano con el que me encuentro en la vida, es una persona con la que tengo que aprender a vincularme, a relacionarme, a cuidar y proteger para aprender a valorar la vida.
¿Quién es el primero que tiene una manera de vincularse con nosotros que nos hace crecer como personas? ¿En quién experimentamos un "cuidado" que nos ayuda a valoramos y descubrir nuestra propia dignidad?
En Jesús, el "Buen Pastor", encontramos a aquel que nos cuida como personas (Jn 10,1-18). El nos conoce, nos llama por nuestro nombre, se preocupa de cada uno, nos entiende y nos comprende en los momentos difíciles También camina a nuestro lado para que podamos vivir y cumplir nuestros deseos más profundos. Y nos invita a nosotros como cristianos a vivir lo mismo.
Es verdad que es difícil Nos cuesta en nuestra propia familia, ni que hablar en nuestros trabajos, colegios, comunidades, en nuestra sociedad.. Somos muchos y esto es una dificultad para lograr un encuentro y un diálogo personal. Pero cuantos conflictos se podrían vivir de una manera distinta si diéramos mayor lugar al dialogo.
Los conflictos son lógicos y normales de la vida humana. Somos distintos y tendremos visiones distintas. Pero por eso es necesario ese espacio de diálogo, para que podamos entender y asumir esa diversidad de miradas frente a la vida y realidad de las familias, los colegios, las comunidades parroquiales, nuestro país. Y aprender a encauzar los conflictos por el camino del encuentro y no de la hostilidad. El diálogo pide ese acto de confianza mutua que nos confirma en la identidad, misión o función de cada uno.
Sabemos que en este camino nos encontramos muchas veces con nuestras resistencias, con nuestra propia intolerancia. Cerramos nuestro corazón y no intentamos escuchar y comprender lo que el otro me esta planteando, me quiere decir. O dicho de otra manera, creemos que sólo nosotros somos los depositarios de la verdad. También se ponen en juego nuestros miedos que no nos dejan ser verdaderamente libres.
Pero sólo en la medida que abramos nuestro corazón y nos decidamos a cuidarnos y cuidar a los demás, creceremos como personas y como cristianos. Pongamos nuestra confianza y esperanza en Jesús, nuestro Buen Pastor, y pidámosle que en estos momentos difíciles nos ayude a crecer en el dialogo, el perdón y el cuidado de los demás.

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