martes, 11 de agosto de 2009

Homilía: "Yo soy el Pan de vida"

Alex Hitcher es el protagonista de la película “Hitch”. Su trabajo es ayudar a los hombres a enamorar a las mujeres. Un día llega se acerca a él Albert, un tímido contador, para que le ayude a acercarse a Alegra Cole, la multimillonaria dueña de la empresa en que trabaja. Todo va muy bien hasta que Hitch, su apodo en la película, conoce a Sara Melas y también él empieza a experimentar lo que es irse enamorando. Y como siempre, todo se empieza a complicar para ambos hombres. Es en ese momento cuando Albert se acerca al departamento de Hitch con una gran pizza en su mano. Hitch le pregunta: “que haces con eso”. Y Albert le contesta: “si me muero de colesterol seguramente no me duela tanto el corazón... quiero que lo arregles”. “Ya no tengo nada más”, dice Hitch.
Albert le súplica “No esperaba sentirme así, me estoy volviendo loco”. “Ya la olvidarás date tiempo”, Hitch.
Albert continua: “Ahí está,... no quiero olvidarla,.. prefiero sentirme así”. Y Hitch le dice: “No es así, no digas eso, puedes cambiar y adaptarte, puedes llegar a conseguir no sentirte así nunca más.”.
Y Ahí Albert comprende “No lo entiendes verdad. Digo, lo vendes muy bien, pero no crees en tu propio producto”. “El amor es mi vida”, exclama Hitch. Pero Albert Le contesta: “No, el amor es tu trabajo”.
Hitch se enoja y le dice: “¡Oye! Si quieres saltar de un avión sin paracaídas hazlo pero perdoname si no te sigo”.
A lo que Albert contesta: “Para vos no tiene nada que ver con el amor. Y pensar que hasta ahora creí que yo era el cobarde”.
Así vemos como algo que parecía lo más importante en la vida de Hitch, aquello que sabía descubrir y enseñar a los demás, se va desvaneciendo, perdiendo. El hablaba del amor, daba consejos acerca del amor, pero no podía vivirlo. Una cosa es lo que decía, y otra muy distinta cuando le tocó vivirlo.
Y cuantas veces nos pasa esto a nosotros. Creemos que sabemos lo que queremos, lo que deseamos, lo que es importante en nuestra vida y de pronto se va desvaneciendo. O por problemas, o porque perdemos el rumbo, nos vamos descentrando de lo verdaderamente importante. Nuestros deseos, nuestros ideales, nuestros valores. También nuestros vínculos que tanto trabajo nos costo hacer crecer, muchas veces vamos hipotecando o abandonando.
Miremos la primera lectura: El pueblo de Israel clamaba a Dios pidiendo la libertad, pero cuando le toca vivirla, con todo lo que implica, pide volver atrás. Pensemos este simple esquema: “Esclavitud vs Libertad”, y la respuesta desde acá parece muy obvia: quiero la libertad. Sin embargo cuando me encuentro en ella, veo que no es tan simple vivirla. Que aquello de lo que hablaba, aquello que pedía y deseaba, muchas veces se vuelve muy difícil trabajoso, y tendemos a querer bajar los brazos Cuantas veces aquellos por lo que nos desvivíamos lo dejamos de lado. Aquello que queríamos con todo el corazón, empezamos a rechazarlo. Como si hubiésemos perdido la brújula del hacia donde íbamos Ya no nos parece importante. Dejamos todo por un deseo, y a la primera de cambio tendemos a querer volver atrás.
O en el evangelio: La Multitud sigue a Jesús porque les dio de comer pero ahora les pide algo más. Jesús les esta pidiendo un salto en la fe. Lo fueron a buscar porque les dio de comer. Pero les pide que trasciendan esto. Es como si les preguntará: ¿Por que están aquí? ¿Por lo que yo les doy, o por lo que yo significo para ustedes?. O más claro, que buscamos en Jesús. Los dones que el nos da, o el Gran Don que Él es para nosotros.
Y nos advierte con una palabra: “Trabajen”, podríamos decir también luchen. Quieren tener cosas importantes, quieren lograr cosas importantes: trabajen.
Y este es uno de nuestros graves problemas. Queremos que las cosas se den casi por arte de magia. Que todo sea simple y fácil Que no aparezcan complicaciones, ni problemas. Pero la vida no es así. Es más, la mayoría de los que estamos acá tenemos experiencia de esto. Sabemos que muchas veces tuvimos que pelear las cosas. Aún aquellas que más felicidad nos dieron.
Sin embargo, luchamos por muchísimas cosas, nos peleamos por muchísimas cosas, y ¿cuántas de ellas son importantes?.
Parece que trabajamos más por las cosas nimias, superfluas, que por aquellas que nos dan verdadera vida. Y lo más triste es que en general nos damos cuanta cuando ya no se puede volver atrás. Cuando ya dí vuelta la página y me dedique a otra cosa.
Hoy Jesús nos quiere pedir que nos animemos a luchar por aquello que verdaderamente nos da vida. Nos dice: “Yo soy el Pan de Vida”.
Pongámonos a pensar, cuales son los verdaderos panes de vida, hoy para nosotros. Miremos nuestro corazón: ¿Cuál es la razón de mi vida? ¿Qué es lo que me llena, me hace feliz? ¿Que es lo que me alegra? Animémonos a divisarlo y guardarlo en el corazón. Animémonos a decirnos que queremos luchar por eso. Por esos verdaderos panes de vida que todos tenemos, que todos necesitamos.
Para terminar al comienzo de la película se dice esta frase: “La vida no se mide por la cantidad de veces que respiras sino por los momentos que te dejan sin aliento”. Y también preguntémonos ¿Que cosas nos dejan, o nos han dejado sin aliento”.
(Domingo XVIII durante el año, lecturas: Ex 16,2-4. 12-15; Sl 77; Ef 4,17. 20-24; Jn 6,24-35)

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