jueves, 23 de julio de 2009

Homilía: "... a descansar un poco..."

En la última película de Batman que salió el año pasado, “El caballero de la noche”; a mi juicio, la mejor de todas; aparece un nuevo personaje, Harvey Dent, que es el fiscal de distrito de ciudad Gótica. Harvey busca luchar contra el crimen y se convierte en una persona recta, incorruptible, luchando contra toda la mafia, contra toda la delincuencia. La película va avanzando, las cosas se van complicando, hasta que en un momento a Batman, obviamente el protagonista principal de película, lo ponen en una encrucijada. El Guasón, gran actuación de Hedler Ledger, atrapa por un lado al fiscal de distrito. Por otra parte atrapa a esta mujer que el tanto quería, amaba y con la cual se quería comprometer. Y le pone una trampa, o una elección más que una trampa.

Deja a uno encerrado en un lugar, al otro en otro lado y le avisa donde esta cada uno de ellos. Y es él quien tiene que elegir a quien salvar. Y cuando Batman mira el tiempo que queda, ve que no tiene posibilidad de salvar a los dos. El Guasón riéndose claramente, le dice: “ así es la situación de la vida, ... cuando uno tiene que elegir entre cosas buenas”. Bueno, si quieren ver a quien salvó miren la película.

Pero también nosotros en la vida, aunque no en situaciones tan difíciles y tan comprometidas como esta, sentimos que no nos da el tiempo. Sentimos que las veinticuatro horas que tiene el día, o los años que tiene la vida, no dan para vivir y hacer todo aquello que queremos y deseamos. Cuando uno empieza a mirar en su corazón, y a decirse: “me gustaría hacer esto, me gustaría tal cosa...”, uno descubre que no puede encarar todo lo que le gusta, que tiene una sola vida. Y entre todas esas cosas buenas uno tiene que empezar a hacer una elección en el corazón. Tal vez, como decía antes, nos hubiera gustado haber elegido varias de esas cosas, pero tenemos que empezar a mirar cual es la que más pesa hoy en mi corazón, porque no tenemos la posibilidad de vivirlas o elegirlas todas.

Pero esto que pasa con los grandes ideales o deseos del corazón, también sucede con el día a día. Me acuerdo que cuentan que en África, un africano le decía a un misionero extranjero que estaba perplejo: “es muy curioso porque ustedes vienen con muchas cosas para nosotros. También con automóviles, celulares, aparatos electrónicos, muchas de las cosas que nosotros carecemos. Pero nosotros tenemos una cosa que ustedes no tienen: “Tiempo”. Y creo que si uno mira en el corazón esto es verdad. Cuantas veces cuando termina el día lo primero que pensamos no es lo que hicimos sino todo lo que no pudimos hacer durante el día. Y no porque estuvimos en una pasividad total, o porque no teníamos ganas o estábamos vagos. Sino porque descubrimos que las veinticuatro horas del día no alcanzan para todo lo que queremos, o nos demandan, o tenemos o necesitamos hacer. Y muchas veces nos sentimos como tironeados A veces por nosotros, por todo lo que nos proponemos, y cuando termina el día vemos que no llegamos, porque las veinticuatro horas del día en algún momento se acaban. A veces por todo lo que nos demandan los demás, que empiezan a pedirnos, que sentimos que como que nos despedazan por un lado para el otro, y después de estar todo el día trabajando, al final del día uno solo siente demandas, en las que parece que uno no hubiera hecho nada, en las que parece que hubiera estado vagueando todo el día. Y eso hace que uno no solo se sienta cansado, sino que uno también uno se vaya sintiendo angustiado.

¿Cómo puede ser? Cuando quiero hacer todas las cosas no puedo, aparte los demás me dicen que no hago nada, además uno siente que la vida no alcanza. Y también cuando uno se va poniendo más grande. Uno empieza a mirar la vida hacia atrás y tampoco esta conforme con todo lo que hizo. A veces uno mira y uh podría haber hecho esto, y si hubiera elegido este camino, si le hubiera dedicado tiempo a esto. Y creo que aún hasta cuando tenemos la gracia de decir si hoy tengo un poco de tiempo, a veces sentimos que ni siquiera vale la pena porque sentimos que estamos malgastando el tiempo: “Uy hoy no hice nada”.

Entonces podríamos decir que en este momento de la historia el tiempo es uno de los grandes tiranos, frente al cual nos sentimos muy angustiados y exigidos. Y creo que es general, por un mundo en el que se nos pide casi como una opción total al trabajo. Siempre tenemos que estar al servicio, o siempre tenemos que estar haciendo algo. Sin embargo eso nunca termina de cerrar en el corazón, Aún cuando uno haga más cosas, uno siente que falta algo en nuestra vida. Pero parece que sentir esto este mal. Sin embargo esto que sentimos no es privativo solamente de nosotros, porque también pasa en el evangelio que acabamos de escuchar.

Como ustedes recuerdan, el domingo pasado escuchamos que Jesús envía a los discípulos a predicar, a anunciar el Reino. Y cuando los discípulos vuelven lo primero que hace Jesús es preguntarles que enseñaron, que hicieron, que vieron. Y después de eso les dice vamos a descansar un rato. Porque dice el evangelio que no tenían ni tiempo para comer.

Ahora, ¿por qué dice esto que pareciera tan trivial el evangelio? Y en primer lugar creo que lo hace porque los discípulos tienen que aprender a que en la vida hay que tener un tiempo para todo. Lo cual es muy difícil, lo cual nos cuesta a cada uno de nosotros. Podemos pensar en los primeros tiempos de la Iglesia con tan pocos misioneros, con tan pocos apóstoles anunciando la Palabra, con tanta gente para anunciarle, y tal vez la gran tentación que ellos tenían de querer llegar a todos. Y no porque fuera malo el objetivo o el deseo del corazón, sino porque tenían que aprender cuales son los tiempos, tenían que aprender a tener paciencia, tenían que aprender que además de ir a anunciar a los demás, tenían que encontrarse ellos con Jesús. Tenían que tener un tiempo para descansar, un tiempo para rezar, un tiempo para poder compartir, un tiempo después para anunciar. Pero que ese anuncio iba a brotar en la medida en que lo otro también lo pudieran vivir. Varias veces me contaron una anécdota de la Madre Teresa. Dicen que al poco tiempo de estar con esta maravillosa obra que hizo con estas personas enfermas, cercanas a la muerte, se le acercaron las hermanas con un pedido, que no llegaban a hacer todo lo que tenían que hacer en el día. Entonces que le proponían para eso rezar una hora menos. Ellas se levantaban a la mañana, rezaban un par de horas y después iban a trabajar. Como no les alcanzaba el tiempo recemos una hora menos. Entonces la Madre Teresa con su sabiduría les dijo, que tenían razón, que es verdad que no les estaba alcanzando el tiempo entonces que a partir de ahora iban a rezar una hora más. Seguramente no pensaron muy bien de la Madre Teresa en ese entonces. Pero les quiso dejar una gran enseñanza que era que tenían que aprender a descubrir y valorar cada cosa que tenían. Les dijo, si no estamos llegando, tal vez es porque necesitamos pedirle a Jesús que haya más gente que haga esto. Entonces encontrémonos más con Jesús. Tal vez ellas que tenían que tener su centro en Jesús, en esa oración que nutriera al resto del día de trabajo, iban a dejar una de las cosas más importantes del día por darle importancia a otra. Y tenían que aprender a descubrir cuales son las prioridades.

Y cuantas veces nos pasa esto a nosotros. Cuantas veces por cosas que no son tan importantes le quitamos tiempo a otras que son muy importantes. El problema es que cuando queremos volver para atrás no podemos. Cuando queremos recuperar el tiempo perdido no tenemos chances. Y es por eso que tenemos que aprender a descubrir que queremos. Y continuamente hacer ese ejercicio de reflexión en el cual aprendamos a darle a cada cosa el tiempo que necesita.

¿Nos vamos a sentir tensionados? Si. ¿Vamos a sentir que igual no llegamos? Si. Pero lo vamos a hacer desde la conciencia de lo que nosotros valoramos importante. Y en especial empezando por lo vínculos: marido, mujer, hijos, padres, amigos. Cuantas veces empezamos a hipotecar los vínculos porque no les damos tiempo. Porque hasta pensamos con buenas intenciones que hay otras cosas que son más importantes que darle un tiempo a esto, que acompañar los distintos momento. También nuestros deseos, cosas que uno quiere en el corazón, cosas que uno va dejando de lado, cosas que nos hacen bien para poder crecer.

Vivimos en un mundo que parece que sólo ciertas cosas y el activismo valen la pena. Y eso es un camino sin salida. Y es por eso que tenemos que animarnos a mirar y reflexionar, y así descubrir qué es lo importante en cada momento. Y como me puedo nutrir y darle tiempo a aquello que necesito. Cómo estar con el otro. Ahora, sólo lo voy a poder hacer si me animo a estoy conmigo, si estoy con los demás, si estoy con Jesús. Porque ahí descubriré ese alimento, ahí descubriré aquello que me nutre para poder también rendir en lo demás.

Obviamente que hablarlo es muy fácil, al primero que le cuesta vivirlo es a mi, y en el Evangelio también les cuesta vivirlo a los apóstoles. Fíjense que querían tener un tiempo para ellos, llegan al otro lado y no pueden ni descansar, esta la muchedumbre esperándoles. Y esto también los hace más humanos porque es lo que nos pasa a nosotros. Que queremos tener un tiempo para algo y que muchas veces no podemos. Bueno, habrá que aprender a discernir, habrá que aprender a descubrir en cada momento. Pero ese quitarle tiempo al descanso Jesús lo hizo porque sabía cuáles eran sus prioridades. Y como el otro lo necesitaba tuvo compasión de él, se acercó a él, les enseñó. No es que cambió lo que Él pensaba, no pudo tener ese tiempo de estar con los discípulos porque lo dedicó al otro.

Aprendamos también nosotros a saber discernir y ver en el corazón aquellas cosas a las que queremos darle tiempo, aquellas cosas que descubrimos que hoy son prioritarias, aquellas cosas que son nuestro motor de la vida. Aprendamos a descubrir a los demás, aprendamos a descubrir a Jesús, aprendamos a descubrirnos a nosotros.

Para terminar les relato un pedacito del Principito, del libro que ya alguna vez les cité, en el que cuenta que se encuentra el Principito con un comerciante.

“Buen día”, le dice el Principito,

“Buen día” le responde el comerciante, que se dedicaba a vender píldoras perfeccionadas para la sed, y que con tomar una píldora por semana uno no tenía sed por el resto de la semana.

El Principito le pregunta: “¿por qué vendes esto?

El comerciante le responde: “es economía de tiempo. Esta comprobado que de esta manera se ahorran 53 minutos semanales”.

“¿Y que haces con esos 53 minutos?”, le pregunta el Principito.

Le contesta el comerciante: “y uno puede hacer lo que quiere en ese momento, o con ese tiempo.”

Y el Principito le responde: “yo si tuviera 53 minutos iría lentamente caminando hacia una fuente”.

(Domingo XVI durante el año, lecturas: Jr 23, 1-6; Sl 22,1-6; Ef 2,13-18; Mc 6,30-34)

2 comentarios: