jueves, 2 de julio de 2009

Confiar en Dios

El camino espiritual de todo cristiano se basa en la confianza cada vez más profunda en Dios. Es la confianza la que nos permite dar, en primer lugar, el salto inicial en el vacío, encontrar a Dios en los niveles más profundos de nosotros mismos. Y es la confianza la que guía nuestro crecimiento y maduración en la vida, la transformación de nuestro dolor, de nuestras heridas y de nuestras motivaciones interiores, para descubrir hacia donde vamos, hacia donde queremos ir.
Porque para la fe la primera pregunta y la más decisiva no es que debo hacer, a quién tengo que obedecer; sino a donde quiero llegar, hacia donde me siento llamado, ya que la fe no es primeramente límite y represión, sino horizonte que se abre y da sentido al caminar.
La fe nos invita a caminar hacia la plenitud de vida en Dios, construyendo la comunión entre los hombres, caminado juntos; y esto significa abrir mi corazón también al otro, crecer juntos.
Todos pasamos por situaciones difíciles en nuestra vida: debilidades personales, enfermedades, dolor, pérdida de un ser querido, dificultades en el trabajo o de dinero, problemas de los hijos o de los padres, injusticias, etc. Todos hemos sido alguna vez defraudados, nos hemos sentido heridos, y todo esto muchas veces va haciendo que nos vayamos cerrando, alejando de los demás.
Hoy vemos que nos encontramos en un mundo al que le cuesta confiar, confiar en Dios y confiar en los demás. Nos encontramos con nuestros propios límites y con nuestras seguridades que no nos dejan ser libres, largarnos al vacío y tomar la mano de Dios, para caminar hacia él. Hacia esa meta que a todos nos espera. Pero es solo animándome a soltar de todo lo que me aferra, confiando en aquel que me da libertad, que podré crecer. Jesús nos llama y nos invita a caminar como hombres y mujeres adultas, que son libres para elegir. Confía en nosotros y por eso nos invita a ir descubriendo aquel horizonte que le da sentido a mi vida.
Pidamos hoy a Jesús, a aquél que se despojo de todo, aún de su vida poniendo toda la confianza en Dios, que hoy cada uno como cristianos y todos como Iglesia nos animemos a dar ese salto en la fe y poner nuestra esperanza en Dios.
Termino invitándolos a rezar con esta oración que nos regalo Carlos de Foucauld:

Padre, Me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que fuere, Por ello te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí Y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma, Te la entrego Con todo el amor de que soy capaz, Porque te amo y necesito darme, Ponerme en tus manos sin medida, Con infinita confianza, Porque tu eres mi Padre.

3 comentarios:

  1. gato, ya tenes un nuevo seguidor, por muchas homilias, y muchos asados mas. abrazo grande

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  2. Que grande el cholo.. te banco a pleno el blog.. Gracias por tanto querido!

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