lunes, 15 de noviembre de 2010

Homilia: "Hoy quiero alojarme en tu casa" Domingo XXXI del Tiempo Ordinario


A fines del año pasado salio una película muy buena, “Invictus” que trata la vida de Mandela después que sale de al cárcel y vuelve a Sudafrica hasta que termina su primer año de gobierno con el Mundial de rugby. Y muestra este camino que el intenta hacer desde el corazón, que es reconciliar a un pueblo que durante décadas había estado peleado: era una época muy difícil donde en general los hombres de raza blanca dominaban a los que eran una mayoría, los hombres de raza negra. Y lo que todo el mundo esperaba era que ahora que un hombre de raza negra iba a ser presidente, se diera vuelta la tortilla y ahora la opresión fuera al revés. Sin embargo él busca un camino diferente, un camino de reconciliación, y en ese camino que lentamente él intenta hacer nos muestra como él descubre en ese equipo de rugby, los Springboks, puede haber un lugar donde el pueblo se una, donde el pueblo tenga un objetivo en común. Y es por eso que después de unos amistosos desastrosos empieza a incentivar al equipo para que empiece a jugar mejor y se empiece a preparar de una manera distinta. La cuestión es que esta por llegar el Mundial y él hace un entrevista televisiva y le preguntan de dónde había nacido este fanatismo, esta atracción por el rugby, y él dice que lo que la mayoría de la gente no sabe es que cuando era joven había jugado al rugby en un equipo. La siguiente pregunta que le hacen es sí el cree que los Springboks tienen chancees, y responde: “Si, la verdad que yo estoy convencido que van a hacer un buen papel, ellos se han comprometido en cuerpo y alma con este objetivo, y es por eso que les va a ir bien”. Y le dicen: “Yo tengo entendido que usted cuando estaba en la cárcel, en realidad hinchaba por cualquier equipo que jugara en contra de los Springboks”, y él le dice: “Eso es verdad, pero yo he cambiado, y también es verdad que hoy estoy 100% con este equipo para que salga adelante”. El periodista entonces le pregunta: “¿A qué se debe este cambio?”, y Mandela le responde: “Si yo no estoy dispuesto a cambiar cuando las circunstancias lo demandan, ¿qué es lo que yo le puedo pedir a los demás?”. Es decir, él quiere poner un ejemplo, quiere mostrarle a los demás cuál es el camino, y para eso decide primero vivirlo él.
Y esto se muestra con una imagen muy linda en la película, la noche anterior a jugar la final, donde se ve a Pienaar, el capitán del equipo, que esta mirando por la ventana y se le acerca la novia y le pregunta en qué estaba pensando, sí estaba pensando en el partido, y Pienaar le responde: “No, estoy pensando cómo un hombre que pasó 30 años encerrado en una celdita, puede salir y perdonar así de un día para el otro”. Y nos muestra el corazón de una persona que supo justamente lo que significaba perdonar para poder hacer un camino de reconciliación, más allá de que tuviera mil razones para buscar otro tipo de camino, de venganza, de revancha, de pensar mal de los demás, de lo que le hicieron, él busca poner un ejemplo, y para que los otros lo vivan, el entiende que tiene que mostrar el camino.

Esta también es la invitación que día a día se nos produce a nosotros: de qué manera vivimos aquello que queremos y deseamos, de qué manera nos proponemos y caminamos detrás de aquello que buscamos y descubrimos como importante en los valores, en los ideales, en lo que creemos, en lo que pensamos. Porque muchas veces vemos que hay un montón de cosas que nos parecen centrales, importantes, y casi decimos ‘que los otros lo vivan, no nosotros’. Y este es como un camino sin salida, en el cual todo empieza y vuelve a empezar porque siempre estamos esperando que otro cambie las cosas, que otro empiece primero, que otro tome la iniciativa, y así si nunca nadie toma la iniciativa, si nunca nadie empieza primero, nunca terminan de recorrerse los caminos.
Lo central, todavía más importante que esto, es que yo no termino de vivir aquello que quiero, y eso no me termina de gustar, me deja como una desazón en el corazón, no me termina de hacer feliz, ¿por qué? Porque siempre estoy luchando contra mí mismo: algo que quiero, algo que no me atrevo a terminar de vivir.

Un ejemplo de esto muy claro es la vida de Jesús, la encarnación de Jesús. Cuando Dios quiere algo de nosotros, toma la iniciativa Él, y Él mismo se hace hombre para poder mostrarnos el camino, Él mismo se abaja y viene a nosotros y nos dice ‘por acá quiero que caminen’, y Él mismo va tomando la iniciativa de diferentes formas y maneras.
Un ejemplo de esto es el Evangelio que escuchamos, cuando este hombre Saqueo, solamente por curiosidad sube a un árbol para ver a Jesús, un hombre publicano odiado por su pueblo, que tiene que subir a un árbol porque en ninguna casa lo iban a recibir, tiene curiosidad de ver a esa persona de la cual había escuchado, y esa simple curiosidad se transforma en algo totalmente inexplicable, inesperado para este hombre. Porque Jesús que seguramente caminaba hacia otro lado con la multitud, al verlo ahí a Zaqueo le dice: “Baja de ahí porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Descubre lo que es importante en ese momento y quiere tomar la iniciativa, descubre que ahí tiene la oportunidad de cambiar a alguien y va en busca de eso. Es por eso que para sorpresa de todos, no solo de Zaqueo sino también de la multitud que empieza a preguntarse ‘¿no se da cuenta quien es este hombre?’, Jesús va a esa casa. Y ahí cuando esa persona se siente amada y querida, se siente sorprendida por alguien que lo miró de una manera distinta, cambia y se convierte. Porque en el fondo lo único que puede ayudar a que uno cambie, a que uno sane sus heridas, es el amor. Es cuando nos sentimos queridos y amados, cuando nos sentimos sostenidos por alguien, y en ese momento cuando aprendemos a sentirnos queridos y sostenidos, a partir de ahí podemos empezar luchar por esas cosas que nos cuestan, que nos duelen, que nos alejan de los demás y de nosotros mismos. Por eso Dios siempre busca estos caminos, por eso Jesús va buscando uno por uno y la forma.
Como nos dice la Primera Lectura, “Dios se compadece de todos” y por eso va intentando, tomando la iniciativa. Y el camino del amor es ese: buscar yo primero. Cuántas veces perdemos un montón de tiempo por decir ‘que empiece él,’ o ‘él la empezó’, ‘él fue el que hizo el mal’… Si Mandela hubiera contado así, estaría años y años esperando… Si Jesús hubiese dicho lo mismo, no bajaba ni de la Trinidad más o menos… Y es por eso que se nos invita a descubrir que desde el amor tenemos que nosotros animarnos a caminar. Pasa que tenemos una visión ilusoria de lo que es el amor muchas veces, no solo cuando decimos ‘el amor es un sentimiento y por eso lo tenemos que sentir’. La canción que muchos de los jóvenes cantan ‘para que el amor no sea un sentimiento’, que sea algo más, que sea un acto de la voluntad, algo que yo elijo, algo por lo que me pongo en camino.
Ayer tuve un casamiento acá, y como el 99% de los casamiento eligieron la misma lectura: “Aspiren a los dones más perfectos y voy a mostrarles un camino más perfecto todavía” nos dice Pablo en la Carta a los Corintios, y también dice: “Les voy a mostrar el camino del amor. ¿Qué es el amor?”, y empieza a explicar, y cuando quiere profundizar dice “El amor es paciente, el amor es servicial, el amor todo lo cree” pero también: “El amor lo soporta todo, lo aguanta todo, lo perdona todo”. Eso es amar también. Nosotros creemos que muchas veces el amor se acaba cuando hay algo que no me gustó del otro, o cuando hay algo que yo no quiero, o cuando hay algo que yo no quiero perdonarle, y no. Ahí es cuando me están diciendo ‘tenes que crecer en el amor’, ahí es cuando me están diciendo ‘si vos queres amar, preparate, tenes que profundizar aún en el dolor’.

Eso es lo que hizo Jesús, ¿Cuántas cosas tuvo que soportar Jesús? ¿Cuántas cosas tuvo que aguantar Jesús? Empecemos por este Evangelio, que la gente dijera “Miren lo que hace este hombre”, “¿Quién es este hombre?”. También cuando fue con Zaqueo, y sin embargo Jesús que sí podría decirnos yo tengo una lista de cosas para decir de vos, no hizo eso, lo esperó, le tuvo paciencia, creyó en él, y por eso fue a su casa, y eso posibilitó que Zaqueo cambie.

Esa es la invitación que nos hace a nosotros, ese es el amor que nos invita a vivir. ¿Por qué? Porque de alguna manera podríamos decir que cada uno de nosotros somos Zaqueo, y a cada uno de nosotros Jesús viene. En la invitación que hoy nos hace acá, Jesús nos dice: “Hoy quiero alojarme en tu casa”, “Hoy quiero traer la salvación a esta casa”. Hoy Jesús nos tiene paciencia, nos espera, nos soporta, nos aguanta y viene hasta nuestra casa, hasta nuestro corazón. Hoy en esta Eucaristía, Jesús se va a alojar en cada uno de nosotros. Se va a invitar a nuestra casa. Abrámosle el corazón y dejemos como Zaqueo que lo convierta.



Primera Lectura: Libro de la Sabiduria 11 22-12, 2
Salmo: 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14
Segunda Lectura: Segunda carta a los Tesalonicenses 1, 11-12, 2
Evangelio: Lucas 19, 1-10

No hay comentarios:

Publicar un comentario