lunes, 15 de noviembre de 2010

Homilia: "Por la constancia salvaran sus vidas" Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario


Hace poco salió una película con Julia Roberts que se llama “Comer, rezar, y amar”, en la cual se lleva al cine las memorias de Elizabeth Gilbert. Esta comienza con Liz Gilbert (Julia Roberts) en un paisaje que va pasando la cámara, contando que una amiga de ella, Débora que es psicóloga se le ha pedido un trabajo en Philadelphia, la comuna de Philadelphia le ha pedido si puede ayudar psicológicamente a unos refugiados camboyanos que había en Estados Unidos. Y cuenta que su amiga está aterrada por la experiencia que estos chicos han tenido: han visto como asesinaban a sus familias, han estado en campos de refugiados durante muchos años, han sido llevados en barco mediante tráficos de personas, y Débora piensa qué le puede hablar ella a esas personas, sobre el sufrimiento, sobre el dolor, sobre el por qué ocurren ciertas cosas. Pero a pesar de esto va porque es lo que le han pedido, y cuando se pone a hablar con las mujeres dice que le empiezan a preguntar otras cosas y no lo que ella esperaba: le preguntan si van a volver a ver al chico del que se enamoraron en el barco, si a pesar de que estén casados o con otras chicas puede existir la posibilidad de que estén interesados en ellas, y empiezan a preguntarle cuestiones sobre el amor, más simples de responder para ella, pero son las preguntas que estas chicas se hacen en este momento. Y continua ella, Liz Gilbert, diciendo: “Y aquí estoy yo”, que fue hasta Bali para ver a un Wayan de novena generación para que también le responda a ella unas preguntas que ella tiene. “¿Y por qué estoy aquí yo?” se pregunta ella, (algunos supondrán que le podría preguntar ‘cómo puedo crecer en mi relación con Dios’, otros que quiere saber como se puede acabar el hambre, y otras preguntas bien existenciales) y no, “he venido hasta aquí para preguntarle qué tengo que hacer en la relación con mi marido, si tengo que dejarlo o no”. También descubriendo que la pregunta que centra toda su vida en ese momento es eso, a la cual no encuentra una respuesta o no se anima a dar una respuesta, y en camino a animarse a bucear en su corazón y buscar respuestas a interrogantes que tiene en su vida, va a empezar a pasear un poco por Italia, Bali, India, así que si tienen ganas de ver paisajes y países, miren la película…

Ahora no solo ella, todos nosotros a lo largo de la vida vamos haciendo distintos cuestionamientos, distintas preguntas que pueden surgir mas exterior o interiormente, a veces por curiosidad, a veces por una angustia o un deseo profundo desde preguntas que pueden ser: cómo surgieron las cosas o cómo se crearon, cómo nacieron, cómo llegaron a la vida, cómo se sostienen; o preguntas que tienen que ver con el futuro, o con el fin de los tiempos: cuándo sucederá, cómo sucederá, qué es lo que va a pasar el día de mañana. O preguntas que tienen que ver con nosotros hoy, tal vez por una situación que nos pasa, una enfermedad o un dolor muy grande, por qué a mi, por qué a él, por qué sucede esto. O preguntas que tienen que ver con nuestro futuro: qué es lo que tengo que hacer, qué es lo que tengo que decidir en este momento, qué camino tengo que tomar. Pero podríamos decir que a lo largo de la vida y continuamente vamos pasando por momentos en los cuales necesitamos respuestas los interrogantes de la vida. Muchas de ellas generan crisis en la vida, por las cuales tenemos que ir caminando y atravesando, y según cómo podamos respondernos y aceptar esas respuestas es como vamos a ir caminando. Cuando no las encontramos, muchas veces nos vamos llenando de angustia, de incertidumbre, de miedo… O a veces algunas las logramos contestar y logramos caminar de una manera mejor, y otras tenemos que ir aprendiendo, aceptar que no encontramos esas respuestas, por lo menos hoy. Pero lo que es seguro es que muchas veces tenemos que caminar con preguntas e interrogantes que nos hacemos en la vida.

En este caso la pregunta que en el Evangelio le aparece a Jesús es: cómo va a ser el fin de los tiempos, y cuándo va a ser el fin de los tiempos, cuándo todo se va a acabar. Sin embargo, Jesús no nos contesta directamente la pregunta. Frente a este interrogante que se le hace a Jesús (que numerosas veces se le hace en este Evangelio), habla un poquito de cómo prepararse pero no dice cuándo va a ser, cómo va a ser, de qué manera. Es más, tal vez lo único que los judíos tenían en su fe como seguridad lo tira abajo, los judíos estaban orgullosos de ese templo que tenían en Jerusalén y Jesús les dice “de esto no va a quedar absolutamente nada, ni piedra sobre piedra” (solamente ha quedado hoy el Muro de los Lamentos). Y para poder seguir caminando en su historia con Dios van a tener que reconfigurar y pasar esta crisis: cómo puede ser que yo crea en Dios si esto donde yo ponía mi fundamente ya no esto, si esto que yo creí que nunca iba a pasar pasó.
A nosotros no nos importa tanto lo que ha pasado con el templo de Jerusalén, pero podríamos empezar por nuestra vida, tal vez mirando hacia atrás o preguntándonos hoy: ¿cuáles son las cosas en las cuales yo siento que mi fe tambalea? ¿cuáles son esas preguntas existenciales que yo le hago a Dios, donde no lo entiendo, donde no lo comprendo, donde no encuentro respuestas que me ayuden a caminar de una manera distinta hacia él? Y si no aparecieron todavía, podemos irnos preparando para el momento en que aparezca…
A lo largo de la vida nos van surgiendo estos interrogantes, porque hay cosas que no entendemos, que no comprendemos, porque muchas veces no sabemos por qué suceden ciertas cosas, ciertos males, ciertos sufrimientos, ciertos dolores, si Dios no quiere eso para nosotros…
El problema es que muchas veces tenemos la ilusión de que si estamos con Dios todo va a estar bien, y eso es un arma de doble filo porque ¿qué significa que “todo va a estar bien”, que siempre todo lo que queremos va a salir bien? Creo que todos tenemos experiencia de que no es así… ¿que nunca vamos a sufrir? “Prepárense para la prueba” como dice el mismo Evangelio… ¿que no vamos a tener dolores en la vida? ¿que no vamos a morir? No, todos tenemos que pasar por eso, no es eso lo que nos promete Jesús, no es ese el ‘bien’ que Él dice. Y muchas veces eso hace que nuestra fe entre en crisis: que nos enojemos con Dios, que le preguntemos un montón de cosas, que no terminemos de entender, ni de comprender cómo puede pasar esto.
La primera tentación sería intentar contestar por qué suceden estas cosas, pero van a tener que ir a otro lado porque hoy yo no tengo esas respuestas, pero también tenemos que aprender a mirar de otro lugar… ¿cuál es la promesa que Dios nos hace? En este Evangelio cuando le están preguntando otras cosas, Jesús le dice una cosa nada mas: de dónde vienen y a dónde van. “Ustedes vienen del Padre y van al Padre” a Dios, ese es el sentido de sus vidas, por eso tienen vida y ese es el lugar hacia donde caminan. El problema es que no les alcanza eso y buscan algo más. Pero también Dios nos dice a nosotros que el sentido de nuestras vidas es Él, el que nos invita a caminar de una manera distinta es Él, el que quiere traernos algo distinto es Él, pero no nos dice que no nos va a pasar esto, no nos dice que estamos exentos de esto, y tal vez es porque a veces nos falta mirar el ultimo sentido de nuestras cosas.

Cuando uno es más joven, uno va pensando un montón de cosas, va construyendo un montón de cosas, tiene un montón de ideales. Sin embargo cuando uno es un poquito más grande, intenta ir mas a lo esencial y se da cuenta que un montón de cosas en que desgastó tiempo, en las que fue construyendo no son lo central de la vida. Y muchas veces cuando uno descubre que le pasó algo grave, uno intenta ir a lo central o lo esencial, y en general cuando intentamos poner la mirada en eso descubrimos que lo central y lo esencial tiene que ver con el amor, tiene que ver con aquellos que amamos, aquellos que nos aman, tiene que ver con Jesús, con aquel que nos ama, y con aquel que nos invita a amar. Y tal vez si, si aprendemos a descubrir eso amores en nuestra vida, empecemos a descubrir esas cosas que le dan sentido a pesar del dolor, a pesar del sufrimiento, a pesar de no entender, saber que hay alguien conmigo y que me acompaña, saber que hay alguien que me apoya y quiere caminar, y que quiere que yo descubra que lo tengo a mi lado.

Esto es lo que nos promete Jesús, porque Jesús hizo experiencia de esto. Jesús muchas veces no entendió, Jesús muchas veces sufrió, Jesús tuvo que aprender a dar la vida, pero descubrió que había un amor que en eso lo sostenía, y por eso lo vivió de una manera distinta. Hoy nos invita a nosotros a vivir lo mismo, a descubrir que en ese momento de crisis, de incertidumbre, de no creer, Jesús nos dice “Yo estoy a tu lado, no estas solo”, alguien que te entiende, que te comprende, que quiere caminar con vos.

Hoy celebramos un sacramento que tiene mucho que ver, que es el sacramento de la Unción de los Enfermos, que se da a aquellas personas de edad mayor, que sienten que necesitan esa fuerza para caminar con Dios, que se le da a personas que están enfermas, que tienen un dolor grande, que muchas veces no comprenden o no encuentran respuestas a esto, y Jesús dejó un sacramento para esto, o por lo menos para decirnos eso “yo estoy a tu lado, yo te quiero dar fuerzas, yo quiero acompañarte en este momento difícil”.

Eso es lo que hace Dios con nosotros, eso es lo que nos invita a hacer también con nosotros, y por eso el camino tiene que ver con la perseverancia, con lo que dice Jesús al final: “Por la constancia salvarán sus vidas”. Cuando lleguen esos momentos difíciles tendremos que animarnos a perseverar, a ser constantes, a refugiarnos en aquel amor que le dio sentido a nuestras vidas.

Pidámosle entonces a aquel que nos salvó, a aquel que quiere darle sentido a nuestras vidas, a aquel que nos ama y nos amó hasta dar la vida, que también nosotros encontrando en Él a aquel que nos acompaña, a aquel que le da sentido, podamos ser constantes en el camino hacia Él.



Primera Lectura: Malaquías 3, 19-20a
Salmo: 97, 5-6. 7-9a. 9bc
Segunda Lectura: Segunda carta a los Tesalonicenses 3, 7-12
Evangelio: Lucas 21, 5-19

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