lunes, 15 de noviembre de 2010

Homilia: "Por la constancia salvaran sus vidas" Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario


Hace poco salió una película con Julia Roberts que se llama “Comer, rezar, y amar”, en la cual se lleva al cine las memorias de Elizabeth Gilbert. Esta comienza con Liz Gilbert (Julia Roberts) en un paisaje que va pasando la cámara, contando que una amiga de ella, Débora que es psicóloga se le ha pedido un trabajo en Philadelphia, la comuna de Philadelphia le ha pedido si puede ayudar psicológicamente a unos refugiados camboyanos que había en Estados Unidos. Y cuenta que su amiga está aterrada por la experiencia que estos chicos han tenido: han visto como asesinaban a sus familias, han estado en campos de refugiados durante muchos años, han sido llevados en barco mediante tráficos de personas, y Débora piensa qué le puede hablar ella a esas personas, sobre el sufrimiento, sobre el dolor, sobre el por qué ocurren ciertas cosas. Pero a pesar de esto va porque es lo que le han pedido, y cuando se pone a hablar con las mujeres dice que le empiezan a preguntar otras cosas y no lo que ella esperaba: le preguntan si van a volver a ver al chico del que se enamoraron en el barco, si a pesar de que estén casados o con otras chicas puede existir la posibilidad de que estén interesados en ellas, y empiezan a preguntarle cuestiones sobre el amor, más simples de responder para ella, pero son las preguntas que estas chicas se hacen en este momento. Y continua ella, Liz Gilbert, diciendo: “Y aquí estoy yo”, que fue hasta Bali para ver a un Wayan de novena generación para que también le responda a ella unas preguntas que ella tiene. “¿Y por qué estoy aquí yo?” se pregunta ella, (algunos supondrán que le podría preguntar ‘cómo puedo crecer en mi relación con Dios’, otros que quiere saber como se puede acabar el hambre, y otras preguntas bien existenciales) y no, “he venido hasta aquí para preguntarle qué tengo que hacer en la relación con mi marido, si tengo que dejarlo o no”. También descubriendo que la pregunta que centra toda su vida en ese momento es eso, a la cual no encuentra una respuesta o no se anima a dar una respuesta, y en camino a animarse a bucear en su corazón y buscar respuestas a interrogantes que tiene en su vida, va a empezar a pasear un poco por Italia, Bali, India, así que si tienen ganas de ver paisajes y países, miren la película…

Ahora no solo ella, todos nosotros a lo largo de la vida vamos haciendo distintos cuestionamientos, distintas preguntas que pueden surgir mas exterior o interiormente, a veces por curiosidad, a veces por una angustia o un deseo profundo desde preguntas que pueden ser: cómo surgieron las cosas o cómo se crearon, cómo nacieron, cómo llegaron a la vida, cómo se sostienen; o preguntas que tienen que ver con el futuro, o con el fin de los tiempos: cuándo sucederá, cómo sucederá, qué es lo que va a pasar el día de mañana. O preguntas que tienen que ver con nosotros hoy, tal vez por una situación que nos pasa, una enfermedad o un dolor muy grande, por qué a mi, por qué a él, por qué sucede esto. O preguntas que tienen que ver con nuestro futuro: qué es lo que tengo que hacer, qué es lo que tengo que decidir en este momento, qué camino tengo que tomar. Pero podríamos decir que a lo largo de la vida y continuamente vamos pasando por momentos en los cuales necesitamos respuestas los interrogantes de la vida. Muchas de ellas generan crisis en la vida, por las cuales tenemos que ir caminando y atravesando, y según cómo podamos respondernos y aceptar esas respuestas es como vamos a ir caminando. Cuando no las encontramos, muchas veces nos vamos llenando de angustia, de incertidumbre, de miedo… O a veces algunas las logramos contestar y logramos caminar de una manera mejor, y otras tenemos que ir aprendiendo, aceptar que no encontramos esas respuestas, por lo menos hoy. Pero lo que es seguro es que muchas veces tenemos que caminar con preguntas e interrogantes que nos hacemos en la vida.

En este caso la pregunta que en el Evangelio le aparece a Jesús es: cómo va a ser el fin de los tiempos, y cuándo va a ser el fin de los tiempos, cuándo todo se va a acabar. Sin embargo, Jesús no nos contesta directamente la pregunta. Frente a este interrogante que se le hace a Jesús (que numerosas veces se le hace en este Evangelio), habla un poquito de cómo prepararse pero no dice cuándo va a ser, cómo va a ser, de qué manera. Es más, tal vez lo único que los judíos tenían en su fe como seguridad lo tira abajo, los judíos estaban orgullosos de ese templo que tenían en Jerusalén y Jesús les dice “de esto no va a quedar absolutamente nada, ni piedra sobre piedra” (solamente ha quedado hoy el Muro de los Lamentos). Y para poder seguir caminando en su historia con Dios van a tener que reconfigurar y pasar esta crisis: cómo puede ser que yo crea en Dios si esto donde yo ponía mi fundamente ya no esto, si esto que yo creí que nunca iba a pasar pasó.
A nosotros no nos importa tanto lo que ha pasado con el templo de Jerusalén, pero podríamos empezar por nuestra vida, tal vez mirando hacia atrás o preguntándonos hoy: ¿cuáles son las cosas en las cuales yo siento que mi fe tambalea? ¿cuáles son esas preguntas existenciales que yo le hago a Dios, donde no lo entiendo, donde no lo comprendo, donde no encuentro respuestas que me ayuden a caminar de una manera distinta hacia él? Y si no aparecieron todavía, podemos irnos preparando para el momento en que aparezca…
A lo largo de la vida nos van surgiendo estos interrogantes, porque hay cosas que no entendemos, que no comprendemos, porque muchas veces no sabemos por qué suceden ciertas cosas, ciertos males, ciertos sufrimientos, ciertos dolores, si Dios no quiere eso para nosotros…
El problema es que muchas veces tenemos la ilusión de que si estamos con Dios todo va a estar bien, y eso es un arma de doble filo porque ¿qué significa que “todo va a estar bien”, que siempre todo lo que queremos va a salir bien? Creo que todos tenemos experiencia de que no es así… ¿que nunca vamos a sufrir? “Prepárense para la prueba” como dice el mismo Evangelio… ¿que no vamos a tener dolores en la vida? ¿que no vamos a morir? No, todos tenemos que pasar por eso, no es eso lo que nos promete Jesús, no es ese el ‘bien’ que Él dice. Y muchas veces eso hace que nuestra fe entre en crisis: que nos enojemos con Dios, que le preguntemos un montón de cosas, que no terminemos de entender, ni de comprender cómo puede pasar esto.
La primera tentación sería intentar contestar por qué suceden estas cosas, pero van a tener que ir a otro lado porque hoy yo no tengo esas respuestas, pero también tenemos que aprender a mirar de otro lugar… ¿cuál es la promesa que Dios nos hace? En este Evangelio cuando le están preguntando otras cosas, Jesús le dice una cosa nada mas: de dónde vienen y a dónde van. “Ustedes vienen del Padre y van al Padre” a Dios, ese es el sentido de sus vidas, por eso tienen vida y ese es el lugar hacia donde caminan. El problema es que no les alcanza eso y buscan algo más. Pero también Dios nos dice a nosotros que el sentido de nuestras vidas es Él, el que nos invita a caminar de una manera distinta es Él, el que quiere traernos algo distinto es Él, pero no nos dice que no nos va a pasar esto, no nos dice que estamos exentos de esto, y tal vez es porque a veces nos falta mirar el ultimo sentido de nuestras cosas.

Cuando uno es más joven, uno va pensando un montón de cosas, va construyendo un montón de cosas, tiene un montón de ideales. Sin embargo cuando uno es un poquito más grande, intenta ir mas a lo esencial y se da cuenta que un montón de cosas en que desgastó tiempo, en las que fue construyendo no son lo central de la vida. Y muchas veces cuando uno descubre que le pasó algo grave, uno intenta ir a lo central o lo esencial, y en general cuando intentamos poner la mirada en eso descubrimos que lo central y lo esencial tiene que ver con el amor, tiene que ver con aquellos que amamos, aquellos que nos aman, tiene que ver con Jesús, con aquel que nos ama, y con aquel que nos invita a amar. Y tal vez si, si aprendemos a descubrir eso amores en nuestra vida, empecemos a descubrir esas cosas que le dan sentido a pesar del dolor, a pesar del sufrimiento, a pesar de no entender, saber que hay alguien conmigo y que me acompaña, saber que hay alguien que me apoya y quiere caminar, y que quiere que yo descubra que lo tengo a mi lado.

Esto es lo que nos promete Jesús, porque Jesús hizo experiencia de esto. Jesús muchas veces no entendió, Jesús muchas veces sufrió, Jesús tuvo que aprender a dar la vida, pero descubrió que había un amor que en eso lo sostenía, y por eso lo vivió de una manera distinta. Hoy nos invita a nosotros a vivir lo mismo, a descubrir que en ese momento de crisis, de incertidumbre, de no creer, Jesús nos dice “Yo estoy a tu lado, no estas solo”, alguien que te entiende, que te comprende, que quiere caminar con vos.

Hoy celebramos un sacramento que tiene mucho que ver, que es el sacramento de la Unción de los Enfermos, que se da a aquellas personas de edad mayor, que sienten que necesitan esa fuerza para caminar con Dios, que se le da a personas que están enfermas, que tienen un dolor grande, que muchas veces no comprenden o no encuentran respuestas a esto, y Jesús dejó un sacramento para esto, o por lo menos para decirnos eso “yo estoy a tu lado, yo te quiero dar fuerzas, yo quiero acompañarte en este momento difícil”.

Eso es lo que hace Dios con nosotros, eso es lo que nos invita a hacer también con nosotros, y por eso el camino tiene que ver con la perseverancia, con lo que dice Jesús al final: “Por la constancia salvarán sus vidas”. Cuando lleguen esos momentos difíciles tendremos que animarnos a perseverar, a ser constantes, a refugiarnos en aquel amor que le dio sentido a nuestras vidas.

Pidámosle entonces a aquel que nos salvó, a aquel que quiere darle sentido a nuestras vidas, a aquel que nos ama y nos amó hasta dar la vida, que también nosotros encontrando en Él a aquel que nos acompaña, a aquel que le da sentido, podamos ser constantes en el camino hacia Él.



Primera Lectura: Malaquías 3, 19-20a
Salmo: 97, 5-6. 7-9a. 9bc
Segunda Lectura: Segunda carta a los Tesalonicenses 3, 7-12
Evangelio: Lucas 21, 5-19

Homilia "Dios es un Dios de vivientes" Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

Hace poco tiempo salió una película muy linda que se llama “Mi nombre es Khan”, en el cual muestra la vida de este hombre Khan, un hombre de Medio Oriente que tiene el síndrome de Asperger, una enfermedad. Y como su hermano viaja al morir su madre, Khan termina viajando a los Estados Unidos, y ahí comienza a hacer su camino a pesar de esta discapacidad por esta enfermedad que él tenía. Y se termina enamorando de una mujer hindú, Mampira, y la empieza a perseguir. Ella también se empieza a enamorar de él, y como terminan estas historias se casan. Viven su vida, tienen un hijo, hasta que de pronto cambia todo drásticamente con el 11 de septiembre, como pasó en Estados Unidos hace unos años, y todos los hombres de Medio Oriente empiezan a ser perseguidos, abusados, mirados mal con ese atentado, y por lo tanto ellos también: se les cierran las puertas donde antes se le abrían, no los aceptan, sus amigos no los quieren, van perdiendo sus trabajos. Hasta que lamentablemente en la película por esa hazaña que había entre los jóvenes, terminan matando al hijo de ellos. Y ahí en medio de esa profunda crisis y ese profundo dolor, Mampira se enoja mucho con Khan, por su raza, y le empieza a repetir: “Mi nombre es Khan, y yo no soy terrorista”, y lo sigue repitiendo y ella le dice que se vaya, y él le dice que se quiere quedar y le pregunta qué es lo que tiene que hacer, e irónicamente Mampira le dice: “Anda y decicelo al presidente”, y Khan va a decírselo al presidente, y comienza su camino, imagínense una persona de Estados Unidos intentado decirle algo al presidente… Y ahí comienza por fidelidad a ese amor, todo un camino para intentar mostrarle ese amor que tiene, cumpliendo y viviendo aquello que ella le pidió, a pesar de que parezca imposible, a pesar de que parezca que no tiene sentido, Khan va a intentar cumplir con lo que le pide su mujer…

Y yo pensaba cómo a nosotros, aun en cosas más pequeñas, nos cuesta muchas veces vivir la fidelidad. Creo que si nosotros nos preguntásemos valores que son para nosotros importantes, uno de estos sería ‘el ser fiel al otro’. Sin embargo en esa fidelidad muchas veces nos encontramos con límites, nos encontramos con nuestro propio limite que no nos deja ser fiel a aquello que queríamos, a aquello que pensábamos, a aquello que deseábamos, a aquello que buscábamos. O muchas veces nos encontramos con el límite del otro, y es por eso que en ese camino nos cuesta progresar, profundizar porque muchas veces las cosas se van como diluyendo, se van perdiendo.

Y esta fidelidad que muchas veces nos cuesta tener en muchas cosas, nos pasa también en nuestra relación con Dios, y le pasó al pueblo durante toda su historia en su relación con Dios. Con este Dios que siempre era fiel al pueblo, que siempre quería regalarle su fidelidad y que el hombre encontraba que no podía. Y la Biblia es un conjunto de respuestas de un hombre que no puede serle fiel a Dios: Adán, Eva, Caín, Abel, Moisés, Abraham, el que fuera, agarren uno tras otro y siempre terminan cediendo, no pueden vivir esa fidelidad, entonces empiezan a encontrar un limite en esa relación con Dios, en ese vinculo con Dios, y entonces empiezan a preguntarse cómo es esta relación con un Dios en la cual yo no puedo terminar siéndole fiel. Y es ahí que aparece esta llamada ‘teoría de la retribución’ donde Dios bendice o castiga a aquel que intenta vivir o no la relación con Él, y la respuesta es ‘en esta vida’. Entonces dicen: “El que es bendecido, al que le va bien, el que no tiene enfermedades, es porque es fiel a Dios. El que sufre, al que le va mal, el que tiene alguna enfermedad, es porque no es fiel a Dios”.
Como alguna vez hemos hablado, esto no superó el ‘test de la experiencia’: hubo gente buena que le iba mal, y hubo gente mala que le iba bien, y a partir de ahí se empezaron a preguntar ¿qué es lo que pasa entonces?

Y esto llega hasta la Primera Lectura de hoy, cuando hay hombres que dicen: “Yo quiero morir siendo fiel a Dios” y pasa esta mujer con sus hijos y dicen “No me importa lo que hagas, yo voy a ser fiel a la ley de Dios. Yo quiero dar mi vida, y pongo mi esperanza en Dios”. Y acá todo empieza a replantearse, ¿qué pasa cuando los hombres también pueden ser fieles a Dios? Y esta gran pregunta que aparece acá vuelve a vivirse en Jesús, ¿qué pasa cuando un hombre, Jesús, es fiel a Dios? Y cuando llega al limite, cuando parece que ya nada tiene sentido, como es la muerte.
En esto que escuchamos en el Evangelio que tanta gracia nos da: una mujer se casó con un hombre, como decía la ley del levirato en Oriente ‘si no tiene descendencia tiene que casarse con el hermano’, y así pasaron 7 descendencias casándose con esta mujer, y no sabemos quien la paso peor, si la mujer o los 7 hermanos, pero es lo que cuenta la historia… ¿Quién la tendrá por mujer en el cielo? Esto no tiene sentido, no ven como con la muerte todo se acaba. Esta es la pregunta de los adulcedos y lo herodianos, hay un momento donde esta historia termina. Curioso porque los adulcedos y los herodianos estaban peleados a muerte, se unían nada mas para estas cosas, ‘aunque sea busquemos un adversario en común”, como poner una trampa a Jesús… y Jesús les dice “No entendieron nada, Dios siempre sigue siendo fiel, Dios es un Dios de vivientes, no es como lo vivimos acá. Dios nos promete aún una vida más plena”. Y cuando parece que todo se acaba en Jesús, cuando un hombre es fiel hasta la muerte, Dios le regala la Resurrección, Dios nos regala la resurrección, porque seguimos caminando con Él. Y a partir de ahí nos muestra como a pesar de que muchas veces no podemos ser fiel, donde pensamos que todo se termina, donde pensamos que todo muere, que todo acaba, puede haber resurrección.

Eso es lo que vivimos día a día, que aun los vínculos, los momentos difíciles, las cosas que nos duelen, se pueden arreglar. Dios nos promete eso, y nos invita a vivir también nosotros eso, ¿cómo? Poniendo la esperanza en Él, poniendo la esperanza en los demás, poniendo la esperanza en nosotros, se puede ser fiel, se puede volver a intentarlo, se puede caminar detrás de un deseo.
Este último de los hermanos le dice: “Yo voy a poner la esperanza en Dios”.

Pablo le dice a la comunidad: “Esperen en el Señor por lo que Jesús hizo”. Jesús nos dice a nosotros: “Tengan esperanza, Dios es un Dios de vivientes, Dios quiere la vida para ustedes”. Eso es lo que nos invita a descubrir: todos los signos de vida que tenemos en todos los días, todo lo que día a día nos va dando, todo lo que nos quiere regalar. Aprender a descubrir ya desde acá, que si hay algo que Dios en Jesús nos dice para siempre es que tengamos Vida, ¿por qué? Porque permanece fiel. Comos nos dice Pablo: “Dios es fiel, vívanlo con alegría”.

Y eso es lo que nos invita a vivir, a caminar siempre con esa fidelidad detrás de Él. Y cuando no podamos, a tenderle la mano.
Pidámosle a este Jesús que nos consuela, que nos reconforta, que nos levanta, que nos perdona, que podamos caminar siempre detrás de Él, poniendo la esperanza en este Dios que nos promete Vida para siempre, que nos promete Vida en abundancia, que nos promete la Resurrección
.


Primera Lectura: Segundo Libro de los Macabeos 7, 1-2. 9-14
Salmo: 16, 1. 5-6. 8 y 15
Segunda Lectura: Segunda carta a los Tesalonicenses 2,16-- 3.5
Evangelio: Lucas 20, 27-38

De vacaciones por el Aconcagua (Primera Parte)

El último verano encaramos junto con un sacerdote amigo, Cristián Cabrini, la aventura de escalar el Aconcagua (6962 metros), la montaña más alta fuera del Himalaya. Hoy varios meses después quería transmitirles y contarles la experiencia. Para eso voy a dividir el relato en tres partes, la preparación, el ascenso al Aconcagua, y por último algunas enseñanzas que me quedaron después de tantos días en la montaña.

1. En primer lugar y muy importante es la preparación. Uno no se levanta un día, se toma un avión y empieza a escalar una montaña de altura importante de un día para otro. Hay muchas cosas que se necesitan y se tienen que planear y preparar con tiempo. Nosotros empezamos a pensar y madurar la idea dos años antes. Luego que tomamos la decisión, encaramos las tres partes que tiene esta preparación:
a. Ir consiguiendo o comprando el equipo necesario ( las condiciones son extremas por lo que hay que ir bien preparados).
b. Prepararnos física y mentalmente. Ambos somos muy deportistas pero hay que entrenar algunos músculos que no estamos tan acostumbrados a usar. Por eso salíamos a caminar con mochilas cargadas para acostumbrar la espalda y hacer mucho barrancas para acostumbrarse a escalar. La segunda parte es ir preparando la cabeza. Todas las personas a las que uno consulta te dicen que el Aconcagua es 60-70 % mental ( lo explicaré bien más adelante) y el resto tu estado físico.
c. Conseguir el guía que te acompañe. Uno no puede meterse solo en semejante montaña es por eso que después de muchas idas y vueltas terminas con Oscar Daher quien nos aconsejó y guió durante los once días que estuvimos en la montaña.
Se podría agregar un cuarto punto que es conocer a aquellos con los que vas a escalar pero dado que con Cristián compartimos todo el seminario y varias bicicleteadas por Córdoba y Bariloche este punto no era necesario.

2. Luego de prepararnos lo mejor que pudimos, en febrero de este año nos fuimos para Mendoza. Una de las dificultades que tiene este tipo de escalada es el mal de altura. Nosotros no estamos acostumbrados a la altura (vivimos al nivel del mar) y aclimatarse lleva su tiempo. Es por eso que decidimos irnos unos días antes de la escalada a vallecitos (2900 metros al nivel del mar) para ir aclimatando el cuerpo. Estuvimos unos días ahí y como entrenamiento escalamos el cerro Lomas blancas (3600 metros) y luego el San Bernardo (4200). Gracias a Dios no tuvimos ningún mal de altura y nuestro organismo se fue aclimatando bien. Así ya nos encontrábamos listos para encarar el Aconcagua.
Volvimos a Mendoza, donde sacamos el permiso de acceso al parque y nuestro guía reviso minuciosamente nuestro equipo (para que se den una idea a mi me bocho mi bolsa de dormir prestada que era para 25 grados bajo cero, por suerte me presto una él).


Así encaramos la montaña. Dejamos en penitentes parte de nuestro equipo para que lo subieran las mulas y nos dirigimos a Horcones (2750 metros), sitio donde se encuentra el puesto de Guardaparques donde se chequean los permisos de ingreso. Una vez terminado el trámite comenzamos el Trekking hacia Confluencia a 3.300 metros de altura. Allí dormimos una noche, para encarar al siguiente día el tramo más largo de caminata hacia Plaza de mulas. Es un trayecto duro tanto por los 30 kilómetros que hay que recorrer como por los 900 metros de desnivel que hay que sortear, con un último tramo llamado Cuesta Brava, con una pendiente muy fuerte como lo dice su nombre. Tardamos 8 horas en completar el trayecto sólo descansando para almorzar y luego nos instalamos en Plaza de mulas (4260 metros) lo que sería nuestro campamento base durante 4 días. Allí descansamos, nos fuimos aclimatando a la altura, nos alimentamos bien para comenzar lo que llaman el Aconcagua propiamente dicho.

(continuará)

Homilia: "Hoy quiero alojarme en tu casa" Domingo XXXI del Tiempo Ordinario


A fines del año pasado salio una película muy buena, “Invictus” que trata la vida de Mandela después que sale de al cárcel y vuelve a Sudafrica hasta que termina su primer año de gobierno con el Mundial de rugby. Y muestra este camino que el intenta hacer desde el corazón, que es reconciliar a un pueblo que durante décadas había estado peleado: era una época muy difícil donde en general los hombres de raza blanca dominaban a los que eran una mayoría, los hombres de raza negra. Y lo que todo el mundo esperaba era que ahora que un hombre de raza negra iba a ser presidente, se diera vuelta la tortilla y ahora la opresión fuera al revés. Sin embargo él busca un camino diferente, un camino de reconciliación, y en ese camino que lentamente él intenta hacer nos muestra como él descubre en ese equipo de rugby, los Springboks, puede haber un lugar donde el pueblo se una, donde el pueblo tenga un objetivo en común. Y es por eso que después de unos amistosos desastrosos empieza a incentivar al equipo para que empiece a jugar mejor y se empiece a preparar de una manera distinta. La cuestión es que esta por llegar el Mundial y él hace un entrevista televisiva y le preguntan de dónde había nacido este fanatismo, esta atracción por el rugby, y él dice que lo que la mayoría de la gente no sabe es que cuando era joven había jugado al rugby en un equipo. La siguiente pregunta que le hacen es sí el cree que los Springboks tienen chancees, y responde: “Si, la verdad que yo estoy convencido que van a hacer un buen papel, ellos se han comprometido en cuerpo y alma con este objetivo, y es por eso que les va a ir bien”. Y le dicen: “Yo tengo entendido que usted cuando estaba en la cárcel, en realidad hinchaba por cualquier equipo que jugara en contra de los Springboks”, y él le dice: “Eso es verdad, pero yo he cambiado, y también es verdad que hoy estoy 100% con este equipo para que salga adelante”. El periodista entonces le pregunta: “¿A qué se debe este cambio?”, y Mandela le responde: “Si yo no estoy dispuesto a cambiar cuando las circunstancias lo demandan, ¿qué es lo que yo le puedo pedir a los demás?”. Es decir, él quiere poner un ejemplo, quiere mostrarle a los demás cuál es el camino, y para eso decide primero vivirlo él.
Y esto se muestra con una imagen muy linda en la película, la noche anterior a jugar la final, donde se ve a Pienaar, el capitán del equipo, que esta mirando por la ventana y se le acerca la novia y le pregunta en qué estaba pensando, sí estaba pensando en el partido, y Pienaar le responde: “No, estoy pensando cómo un hombre que pasó 30 años encerrado en una celdita, puede salir y perdonar así de un día para el otro”. Y nos muestra el corazón de una persona que supo justamente lo que significaba perdonar para poder hacer un camino de reconciliación, más allá de que tuviera mil razones para buscar otro tipo de camino, de venganza, de revancha, de pensar mal de los demás, de lo que le hicieron, él busca poner un ejemplo, y para que los otros lo vivan, el entiende que tiene que mostrar el camino.

Esta también es la invitación que día a día se nos produce a nosotros: de qué manera vivimos aquello que queremos y deseamos, de qué manera nos proponemos y caminamos detrás de aquello que buscamos y descubrimos como importante en los valores, en los ideales, en lo que creemos, en lo que pensamos. Porque muchas veces vemos que hay un montón de cosas que nos parecen centrales, importantes, y casi decimos ‘que los otros lo vivan, no nosotros’. Y este es como un camino sin salida, en el cual todo empieza y vuelve a empezar porque siempre estamos esperando que otro cambie las cosas, que otro empiece primero, que otro tome la iniciativa, y así si nunca nadie toma la iniciativa, si nunca nadie empieza primero, nunca terminan de recorrerse los caminos.
Lo central, todavía más importante que esto, es que yo no termino de vivir aquello que quiero, y eso no me termina de gustar, me deja como una desazón en el corazón, no me termina de hacer feliz, ¿por qué? Porque siempre estoy luchando contra mí mismo: algo que quiero, algo que no me atrevo a terminar de vivir.

Un ejemplo de esto muy claro es la vida de Jesús, la encarnación de Jesús. Cuando Dios quiere algo de nosotros, toma la iniciativa Él, y Él mismo se hace hombre para poder mostrarnos el camino, Él mismo se abaja y viene a nosotros y nos dice ‘por acá quiero que caminen’, y Él mismo va tomando la iniciativa de diferentes formas y maneras.
Un ejemplo de esto es el Evangelio que escuchamos, cuando este hombre Saqueo, solamente por curiosidad sube a un árbol para ver a Jesús, un hombre publicano odiado por su pueblo, que tiene que subir a un árbol porque en ninguna casa lo iban a recibir, tiene curiosidad de ver a esa persona de la cual había escuchado, y esa simple curiosidad se transforma en algo totalmente inexplicable, inesperado para este hombre. Porque Jesús que seguramente caminaba hacia otro lado con la multitud, al verlo ahí a Zaqueo le dice: “Baja de ahí porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Descubre lo que es importante en ese momento y quiere tomar la iniciativa, descubre que ahí tiene la oportunidad de cambiar a alguien y va en busca de eso. Es por eso que para sorpresa de todos, no solo de Zaqueo sino también de la multitud que empieza a preguntarse ‘¿no se da cuenta quien es este hombre?’, Jesús va a esa casa. Y ahí cuando esa persona se siente amada y querida, se siente sorprendida por alguien que lo miró de una manera distinta, cambia y se convierte. Porque en el fondo lo único que puede ayudar a que uno cambie, a que uno sane sus heridas, es el amor. Es cuando nos sentimos queridos y amados, cuando nos sentimos sostenidos por alguien, y en ese momento cuando aprendemos a sentirnos queridos y sostenidos, a partir de ahí podemos empezar luchar por esas cosas que nos cuestan, que nos duelen, que nos alejan de los demás y de nosotros mismos. Por eso Dios siempre busca estos caminos, por eso Jesús va buscando uno por uno y la forma.
Como nos dice la Primera Lectura, “Dios se compadece de todos” y por eso va intentando, tomando la iniciativa. Y el camino del amor es ese: buscar yo primero. Cuántas veces perdemos un montón de tiempo por decir ‘que empiece él,’ o ‘él la empezó’, ‘él fue el que hizo el mal’… Si Mandela hubiera contado así, estaría años y años esperando… Si Jesús hubiese dicho lo mismo, no bajaba ni de la Trinidad más o menos… Y es por eso que se nos invita a descubrir que desde el amor tenemos que nosotros animarnos a caminar. Pasa que tenemos una visión ilusoria de lo que es el amor muchas veces, no solo cuando decimos ‘el amor es un sentimiento y por eso lo tenemos que sentir’. La canción que muchos de los jóvenes cantan ‘para que el amor no sea un sentimiento’, que sea algo más, que sea un acto de la voluntad, algo que yo elijo, algo por lo que me pongo en camino.
Ayer tuve un casamiento acá, y como el 99% de los casamiento eligieron la misma lectura: “Aspiren a los dones más perfectos y voy a mostrarles un camino más perfecto todavía” nos dice Pablo en la Carta a los Corintios, y también dice: “Les voy a mostrar el camino del amor. ¿Qué es el amor?”, y empieza a explicar, y cuando quiere profundizar dice “El amor es paciente, el amor es servicial, el amor todo lo cree” pero también: “El amor lo soporta todo, lo aguanta todo, lo perdona todo”. Eso es amar también. Nosotros creemos que muchas veces el amor se acaba cuando hay algo que no me gustó del otro, o cuando hay algo que yo no quiero, o cuando hay algo que yo no quiero perdonarle, y no. Ahí es cuando me están diciendo ‘tenes que crecer en el amor’, ahí es cuando me están diciendo ‘si vos queres amar, preparate, tenes que profundizar aún en el dolor’.

Eso es lo que hizo Jesús, ¿Cuántas cosas tuvo que soportar Jesús? ¿Cuántas cosas tuvo que aguantar Jesús? Empecemos por este Evangelio, que la gente dijera “Miren lo que hace este hombre”, “¿Quién es este hombre?”. También cuando fue con Zaqueo, y sin embargo Jesús que sí podría decirnos yo tengo una lista de cosas para decir de vos, no hizo eso, lo esperó, le tuvo paciencia, creyó en él, y por eso fue a su casa, y eso posibilitó que Zaqueo cambie.

Esa es la invitación que nos hace a nosotros, ese es el amor que nos invita a vivir. ¿Por qué? Porque de alguna manera podríamos decir que cada uno de nosotros somos Zaqueo, y a cada uno de nosotros Jesús viene. En la invitación que hoy nos hace acá, Jesús nos dice: “Hoy quiero alojarme en tu casa”, “Hoy quiero traer la salvación a esta casa”. Hoy Jesús nos tiene paciencia, nos espera, nos soporta, nos aguanta y viene hasta nuestra casa, hasta nuestro corazón. Hoy en esta Eucaristía, Jesús se va a alojar en cada uno de nosotros. Se va a invitar a nuestra casa. Abrámosle el corazón y dejemos como Zaqueo que lo convierta.



Primera Lectura: Libro de la Sabiduria 11 22-12, 2
Salmo: 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14
Segunda Lectura: Segunda carta a los Tesalonicenses 1, 11-12, 2
Evangelio: Lucas 19, 1-10

Homilia "Date cuenta delante de quien estas" Domingo XXX del Tiempo Ordinario

Hace dos años salio una comedia con Jim Carrey que se llamó “Si señor”. Esta comienza con un montón de imágenes de nenes chiquitos diciendo la primera palabra que uno aprende, que es ‘no’, entonces pasan todas estas imágenes de chiquitos de todas las veces que dicen “no”. Y ahí hace un flash donde dice: “Sin embargo muchas personas nunca dejan de decirla” y aparece Jim Carrey (Carl Allen), que es un ejecutivo bancario. En esta escena se le acerca otra persona de la empresa y lo invita a una fiesta que iba a hacer. “No”, le responde inmediatamente Jim Carrey, “Pero todavía no te dije cuándo es” le dice su amigo, “Cuándo es entonces”, “El próximo viernes”, “No puedo”, y así siguen un montón de imágenes donde él dice siempre que no. Hasta que sus amigos le dicen que si sigue diciendo todo el tiempo que ‘no’ se va a quedar solo, no va a haber nadie que lo vaya a querer. Y se entera que hay un seminario que se llama ‘Aprenda a decir que sí a todo’, entonces va a este seminario para aprender a decir que si a todo y ahí en el seminario lo convencen de que tiene que decir ‘si’ a todo. Y como son las películas, cambia totalmente y empieza a decir que ‘si’, y le empieza a ir mucho mejor: empieza a ver que agrada mucho más a la gente, que la gente lo quiere más, que eso lo favorece, empiezan a pasar un montón de cosas buenas en la vida, hasta que se da cuenta que tampoco decir que ‘si’ a todo es bueno, y así continua la película…

Sin embargo esto que acá sucede de manera graciosa, es lo que uno desde chico intenta. En general, uno desde chico intenta agradar a los demás, caerle bien a los demás, y según delante de quién estamos es cómo actuamos en la vida. Muchas veces cuando uno es más chico, y hasta a veces de más grande, se da cuenta que actúa diferente delante de distintas personas y se pregunta por qué es esto, y en general es porque buscamos agradar al otro, buscamos caerle bien al otro, entonces actuamos muchas veces de diferente manera. En general, uno tendría que crecer, madurar, tener una buena autoestima y decir ‘Este soy yo’, y manejarse de esa manera. Sin embargo eso nos cuesta muchas veces muchos años y un largo camino en la vida. Y aún sabiendo quienes somos, muchas veces intentamos agradar al otro, y no porque agradar esta mal, esta muy bien intentar caerle bien a los demás, pero muchas veces eso hace que no actuemos desde nosotros mismos, que no seamos realmente quienes somos, y que muchas veces cuando tenemos que decir que ‘no’, no lo hagamos desde lo profundo del corazón o no nos animemos a hacerlo por miedo a lo que el otro nos va a decir.

Esto que nos cuesta muchas veces en la vida y en la relación con los demás, también podríamos planteárnoslo en nuestra relación con Jesús y en nuestra relación con Dios, preguntándonos cómo actuamos, desde dónde actuamos, y de qué manera nos relacionamos con Él.

El domingo pasado escuchábamos que Jesús nos invitaba a orar incesantemente y que terminaba preguntándose sí cuando venga el Hijo del Hombre encontrará fe sobre la tierra. Y hoy continua con otro ejemplo en el que nos pone de frente también la oración, en el cual dos hombres, un fariseo (fiel cumplidor de la ley) y un publicano (una persona odiada por el pueblo judío) van al templo a rezar. Se ponen de pie delante del templo, como rezan los judíos, lo que hoy podríamos decir que se ponen delante de la sinagoga, delante del tabernáculo, lugar donde los judíos guardan el rollo de la ley que tiene una frase en hebreo que dice: “Date cuenta delante de quién estas”, para que la persona que entre descubra con quién esta hablando, se de cuenta con quién se está vinculando o relacionando.
Y es en ese ambiente donde estas dos personas hacen su oración. Una de ellas que lo único que hace, rezando de la misma manera o empezando de la misma manera (“Dios mío”), es compararse con los demás: “Te doy gracias porque no soy como ellos”. Seguramente una persona buena, pero que buscaba qué podía agradar a Dios, y podía hacerlo si era mejor que los demás, o si se sentía mejor que los demás, como esos ladrones, como esos adúlteros, como esos publícanos. Y no solo delante de los demás, sino también delante de la ley: ayuna 2 veces por semana (la ley decía que tenia que ayunar una vez), paga el lismo de todas sus cosas (estaba estipulado sobre qué había que pagar el limbo, y él lo pagaba sobre todo) es decir era más que la ley, y la cumplía más de lo que había que cumplirla. Y de esa manera se pone delante de Dios.
Y encontramos otro hombre, este publicano que también empieza diciendo “Dios mío”, pero que no tiene nada con qué compararse, solo le puede pedir a Dios que tenga piedad de Él. Cuando se pone frente a Dios se da cuenta que no tiene nada para darle, y por eso le pide perdón.
Lo más llamativo es que si uno mira la escena, uno piensa que el bueno es el fariseo y que el malo es el publicano. Sin embargo parece que el Evangelio da vuelta las cosas, porque dice que “Hay uno que se fue justificado, que es el publicano, y que hay otro que no fue justificado, que es el fariseo”. La pregunta es por qué pasa eso, por qué Jesús dice que justamente el que se va perdonado es aquel que a los simples ojos de cada uno de nosotros parece ‘mas malo’, y la respuesta es porque se dio cuenta delante de quién estaba. Ese hombre se puso delante de Dios, y delante de Dios se dio cuenta de que lo necesitaba, que él solo no podía, que su vida no bastaba, y que necesitaba que Dios lo ayude. En cambio el otro hombre no se dio cuenta.
Tal vez para poner otro ejemplo podemos ir a la Segunda Lectura: Pablo al final de su vida, encarcelado, que dice: “He peleado el combate. Conservé la buena fe”. Se pone delante de Dios y por eso se da cuenta que Dios lo perdona, que Dios es generoso, que cuando llegue delante de ese juez no tiene nada que temer, y estamos hablando de Pablo, alguien que descubre que caminar siempre detrás de Jesús fue un combate, fue una lucha. Uno podría decir que si le costo a Pablo, cuánto nos cuesta a nosotros, cuántas veces también tenemos que luchar o combatir. Y uno podría preguntarse cómo puede ser que la fe sea una lucha, sea un combate… Creo que la vida muchas veces es pelearla, lucharla, combatirla. ¿Cuántas veces aún las cosas que más queremos nos cuestan? Si no podríamos pensar cuántas cosas nos cuestan: desde el estudio, colegio, en los trabajos, en las amistades que nos peleamos muchas veces, en el noviazgo, vivir el matrimonio, vivir una vida religiosa, vivir nuestro vinculo con Jesús… ¿Cuántas veces sentimos que estamos en una lucha, en un combate por vivir aquello que queremos?
Pablo le da gracias a Dios porque en ese camino y esa lucha pudo mantener la fe, porque siempre pudo poner sus ojos en Jesús , ponerse detrás de Él y caminar detrás de Él.

Y esa es la invitación para todos. No es si somos mejores o peores, no es compararnos con los demás, es animarnos a ponernos delante de Dios, y a descubrir que todos necesitamos de Dios. El problema del fariseo fue ese, no se dio cuenta que la salvación era un regalo de Dios, y que Él lo necesitaba y que siempre iba a necesitarlo, quiso comprarlo a Dios, quiso agradarle a Dios, quiso poner sus cosas, lo que él hacía en comparación con los demás delante de Él, pero no se puso él, no se puso quién era, puso lo que hacía.

Jesús nos invita a poner nuestras vidas delante de Él, a descubrir que todos lo necesitamos, que todos tenemos que caminar detrás de Él, que todos necesitamos su ayuda para poder combatir ese buen combate por el que Pablo da gracias.

Pidámosle a Jesús en este día, que siempre podamos poner los ojos fijos en Él, que podamos caminar detrás de Él, que podamos regalarle nuestro corazón para que Él lo cambie, para que Él lo convierta y para que Él lo salve.



Primera Lectura: Eclesiástico 35, 12-14.16-28
Salmo: 33, 2-3. 17-18. 19 y 23
Segunda Lectura: Segunda carta a Timoteo 4, 6-8. 16-18
Evangelio: Lucas 18, 9-14